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Dos días más pasaron, una semana completa desde que Esmeralda había tomado la decisión que cambiaría todo. El peso de su destino la arrastraba, y aunque su mente estaba llena de dudas, algo la impulsaba a seguir adelante, a tomar la daga de plata en su mano y pensar que, tal vez, ese era su último acto de libertad.
Se encontraba en las orillas de