Capítulo 5 Capitulo •4•

Paulina Moon

Han pasado ya ocho días desde que desperté, y Kate no me deja respirar ni un minuto. Estoy completamente agotada. No he parado de ver las cosas para mi fiesta de cumpleaños y preparar todo para mi transformación. Hoy nos encontramos en una tienda de ropa, buscando el vestido perfecto, y aunque ya llevamos horas, no hemos logrado encontrar lo que quiero.

-¿No crees que aún falta? -le dije, mirando con cansancio alrededor. Llevábamos casi seis horas de tienda en tienda, buscando el dichoso vestido perfecto.

-Si no lo encontramos en esta, nos vamos y seguimos mañana -respondió Kate, jalándome del brazo. Entramos a una tienda enorme, mucho más grande que las anteriores.

-Si no encontramos aquí "el vestido perfecto" -dije, poniendo las comillas con los dedos-, dudo que lo hallemos en otro lado. Kate, se nos acaban las opciones. -Me quejé, pero ella no me prestó mucha atención.

-Tranquila, ven -me jaló hacia los vestidores-. Espérame aquí, iré a ver las opciones y te las traigo... ¿Ok? -Asentí y me senté en un cómodo sofá que había dentro de la tienda, mirando mi celular mientras me dejaba llevar por la atmósfera agobiante de tanto tiempo en un solo lugar.

(...)

Ya llevaba más de una hora probándome vestidos y ninguno convencía a Kate. Sin embargo, de los que me probé, había algunos que sí me gustaron y que pensaba quedarme, aunque sabía que no serían los elegidos para esa noche.

-Este es el último, Kate -dije, saliendo del vestidor, mostrando un vestido que me parecía más adecuado para el evento.

La cara de Kate fue suficiente para saber que este era el elegido.

-Es perfecto -dijo, sonriendo de oreja a oreja. Yo, en cambio, me miraba en el espejo, buscando algún error, pero no lo encontré.

-Bueno, quítatelo y vamos a pagar -me dijo mientras me empujaba suavemente hacia el vestidor.

-Vamos, que nadie te puede ver, tiene que ser sorpresa -me apresuró a decir. Yo, molesta pero divertida, le respondí con tono sarcástico.

-Ok, mamá -le respondí, entrando al vestidor. Mientras me cambiaba, añadí-: Oye, ya que estamos aquí, tengo que buscar ropa deportiva. No quiero dañar este vestido que me costó una eternidad hallar.

Kate sonrió y asintió. Me dio una pequeña lista de lugares dentro de la tienda y me llevó hasta la sección de ropa deportiva.

-Tienes razón -dijo ella-. Vamos a ver qué encontramos.

Me jaló hasta ese lugar y, tras una rápida revisión, me dio cuatro cambios para probarme. Me metí al vestidor y comencé a cambiarme.

El primero y el segundo no le gustaron, pero el tercero sí la convenció. Era un conjunto deportivo que destacaba mucho más de lo que esperaba.

-¡Diablos, pero qué perra te ves con eso! -exclamó Kate, observándome con los ojos brillando de emoción. Era un conjunto rojo con flores en los hombros y sin cintas para ajustarlo. Me llegaba hasta la mitad de la pierna, ajustándose a mi figura de forma perfecta.

-Lo sé -le respondí con una sonrisa, admirando mi reflejo. Me quedé viendo en el espejo un poco más, pero de repente me acordé de algo.

-Pero te confundes, perra la que tengo que matar -dije, recordando a Sora, la cual aún no había tenido la oportunidad de enfrentar. Kate me miró confundida, pero no preguntó más.

-Bueno, vamos a pagar -dijo Kate mientras me empujaba fuera del vestidor-. Tengo sueño, y tú también.

(...)

Finalmente, llegué a casa con un montón de bolsas. Al entrar, pude ver a mi padre, Erika y, por supuesto, mi dolor de culo, Fabricio. Las cosas entre nosotros no han cambiado mucho, solo que ahora cuando peleamos, ya no lo hacemos con tanto odio. Hay algo más, algo incómodo que no me atrevo a nombrar, pero... bueno, como hermanos. No sé cómo explicarlo sin ponerme incómoda.

-Ya vine -dije, llamando la atención de todos. Mi padre fue el primero en reaccionar.

-¡Qué montón de bolsas, princesa! -dijo con una sonrisa, mirando todo lo que había traído.

-Lo sé -respondí-. Cuando se trata de compras con Kate, es un gasto enorme.

-Nos llevarás a la quiebra, estúpida -comentó Fabricio, pero de una manera que ya no sonaba tan grosera.

-Cállate, imbécil -le respondí de mala gana. Erika y mi padre se rieron ante mi comentario, pero yo solo me limité a soltar una risa nerviosa.

-¡Ay, que hagan eso! Como si fuéramos hermanos de verdad -me quejé, pero en el fondo, me sentía un poco culpable. Aún no me acostumbraba a la idea. Agarré las bolsas que había dejado en el suelo y me dirigí hacia las escaleras, esperando que el tema se acabara ahí.

Las risas se apagaron con mi siguiente comentario.

-Las veces que he dicho que le haya salvado el culo no significa que lo quiero. Lo hice porque Erika se iba a poner triste, y luego tú, papá, y eso afectaría a la manada. Que su luna y su alpha estén en depresión por una plasta de mierda, no me hace feliz.

Mi padre se puso serio de inmediato, y me lanzó una mirada que no dejaba lugar a dudas.

-Paulina Moon -dijo, con voz autoritaria.

-¿Qué? -respondí, hartándome-. Es verdad... -Suspiré y subí rápidamente las escaleras hacia mi cuarto. Necesitaba estar sola por un momento. Entré al baño, me duché, me cambié a mi pijama y me tiré en la cama.

-¿Será que me pasé con lo que dije? -me reproché a mí misma. Sentí una punzada de culpa por las palabras que salieron de mi boca. Además, la mirada de Fabricio me decía que le había afectado. Me quedé mirando el techo, pensando.

-Solo estoy imaginando cosas, debe ser por el cansancio -pensé mientras me giraba en la cama, cerrando los ojos.

-Sí, eso es. -Finalmente, caí en los brazos de Morfeo, adentrándome en un sueño profundo.

Fabricio

Acababa de subir a mi cuarto.

-Me voy a mi cuarto, mamá, papá.

Me levanté del sofá donde estaba.

-¿Estás bien? -escuché decir a mi madre.

-Claro, mamá. ¿Por qué no lo estaría? -dije confundido.

-Es que pareciera que te afectó el comentario de Paulina -dijo, pero... es verdad, no sé por qué, pero...

-Claro que no, mamá -negé rápidamente-. Solo estoy cansado... Lidiar con Sora se está volviendo agotador.

-Si tú lo dices -fue lo único que dijo. Me fui a mi cuarto, no sin antes despedirme.

(...)

Tomé un baño y me cambié. Estaba acostado con el celular, pensando en lo que me había dicho mi madre. Creo que tenía razón... El comentario de Paulina me afectó un poco.

-Claro, la quieres -dijo mi lobo, Matt.

-Tal vez, pero... ¿por qué después de tanto comencé a sentir esto? -le pregunté-. Siempre la he visto como la mocosa que busca atención de su padre... Pero después de aquel ataque y lo que hablamos el día que despertó, me movió algo y no sé qué es.

-Pues preocúpate, porque yo también lo siento. Una atracción por ella está creciendo en nosotros -dijo-. Y no necesariamente de "hermanos".

Con lo último que dijo, me quedé congelado, suspendido sobre la cama. La forma en que peleó para protegernos a nosotros y a la manada...

-¡CÁLLATE! -grité, confundido-. No, ella es hija del esposo de mi madre, no puedo sentir nada por ella.

-Tú lo has dicho... Hija del "esposo" de tu madre, no hija de tu madre -dijo-. La Diosa Luna algo planea... ¿No te pareció raro que tu madre tuviera otro compañero después de que murió tu padre?

-Deja de meterme esas ideas en la cabeza -dije molesto-. Déjame dormir.

Tiré el celular a la mesa de noche y cerré los ojos.

-Negarlo solo atrasará el proceso, y lo sabes -fue lo último que dijo antes de cerrar la conexión.

(...)

Casi no dormí, pensando en lo que me había dicho Matt. Ahora, estoy buscando ropa para ir al instituto y deshacerme de una vez por todas de Sora. Ya no la soporto, ha estado insistiendo en que la marque, y obvio, eso no lo haría ni borracho ni drogado.

(...)

Estamos saliendo de la casa cuando veo a Paulina pidiendo su moto. Se la dan y veo cómo se ve tan sexy montada ahí, con la vestimenta que lleva: un short corto de mezclilla, una camiseta negra, tenis negros y su cabello en una cola baja para que no le estorbe la gorra.

-Te lo dije, negarlo solo atrasará el proceso -dijo Matt, sacándome de mis pensamientos. Me di una bofetada mental y pedí mi carro.

Me subí y fui al instituto. Me bajé, y cuando lo hice, Sora se me lanzó como una garrapata. Paulina estaba hablando con Kate cerca de su moto. Aparté a Sora.

-Te dije que dejaras de hacer eso -le dije, enojado-. Además, hace tiempo quería decirte que terminamos, ya no te soporto.

Con eso llamé la atención de todos los presentes, incluyendo a Kate y Paulina, que me miraba extrañada, con una ceja alzada.

-Pero... -Sora comenzó a llorar-. Yo te amo.

-Yo no -dije-. Además, te has acostado con todo el instituto. ¿Qué es lo que quieres conmigo? Si puedes tener a cualquiera, pero yo, ya no estoy disponible.

Cerré la puerta del carro, caminé hacia la entrada del instituto y me agarró de la cintura.

-No, yo te quiero a ti -dijo-. Además, tú también lo has hecho con la mitad del instituto.

Me molesté, la agarré de los brazos.

-No, te equivocas -le dije-. Aunque no lo creas, solo he estado contigo esperando a que cambiaras, porque te amaba. Pero hace mucho dejé de hacerlo.

La lancé a un lado y seguí mi camino dentro del instituto. En eso, Sora se transformó y se me lanzó, pero, no sé cómo, Paulina estaba delante de Sora. Kate estaba tan sorprendida, o más, que yo.

-Querida, déjalo -me volví y la vi hablando con voz fría y arrogante-. ¿No entiendes? No te quiere.

Ester, la loba de Sora, se le lanzó, pero Paulina la esquivó.

-No, mi cielo, recuerda que tú y yo tenemos algo pendiente. ¿Lo recuerdas, cierto? -dijo.

A Ester se le notó el miedo en la mirada. Paulina la golpeó en una parte debajo de las orejas, haciendo que se transformara de nuevo y cayera al suelo. Luego, Paulina se puso frente a ella.

-Estoy desnuda, ¿qué, acaso no ves? -dijo, con el miedo súper claro.

-¿Cuál es la diferencia? -dijo, inclinándose hacia Sora en el suelo-. Después de todo, ya te han visto así. Todos los hombres del instituto, y bueno, las chicas no tienen nada que envidiar.

La tomó del pelo y la arrastró hacia dentro del instituto con una sonrisa macabra. Creo que ya sé qué hará.

-Déjala -dije. Ella solo me miró de reojo y se detuvo.

-Te dije que no te metieras cuando lo hiciera, ¿cierto? -dijo, entendiendo a qué se refería-. Así que, quítate de mi camino o te quito.

Me aparté dándole paso.

-Diosa Luna, pero qué mujer -dice Matt-. ¿Sigues imbécil? ¿Qué esperas? -reclamó. Y eso hice, la seguí al baño de chicas, y todos la seguían. Kate iba tras de ella, tratando de convencerla de no hacerlo, que se iba a meter en problemas.

En la entrada del baño, miró a Kate.

-Kate -dijo-, ¿tengo cara de que me interesa?

En ese momento, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Kate dejó de insistir y se paró frente al lavabo, aún con Sora en su mano. La tenía del cabello, y ella lloraba.

-Mi amor -le dijo a Kate-, ¿me haces el favor de recordarme en cuál fue? -dijo, mirándola.

-En el tercero -contestó, a punto de llorar.

-Gracias, mi amor -puso su mano en la mejilla de Kate, la cual ya recorría una lágrima-. No llores, ¿sí? -dijo mientras la limpiaba.

-Bueno, hagamos esto, pero antes las perras falderas de esta vengan aquí -se acercaron cuatro chicas, llorando y con miedo.

-¿Recuerdan lo que pasó aquí, cierto? -ellas asintieron.

-Bueno, esto pasará ahora. Sé que ella -levantó del pelo a Sora, acercándola a su rostro- fue la que le hizo eso a Kate, pero como todas ustedes fueron cómplices al agarrarme para evitar que hiciera algo, para evitar que metiera la bella carita de mi amiga en ese baño... todas ustedes lo harán solitas. Porque supongo que no querrán que lo haga yo, ¿cierto?

-No -dijeron las cuatro.

-Bueno, hagan fila como hormigas lame culos que son de esta y metan sus caritas en el tercer baño, ¿entendido? -ellas asintieron y hicieron lo que dijo.

-¿No crees que es demasiado, Paulina? -dijo Kate.

-No -la miró-. Esto es para que todos los de este lugar sepan que no se metan contigo. Si tan solo hubiera sido yo la que le hicieran eso y a ti agarrada, hubiera sido muy diferente... Pero fuiste tú. -Miró a las chicas-. Háganlo.

Llorando, una por una, metieron la cara en el baño.

-Perfecto. Ahora va la perra mayor, muévanse -dijo, quitando a las cuatro de su camino.

-Por favor, no lo hagas -dijo llorando Sora, aún desnuda.

-Ay, esas palabras -dijo, mirándola-. Ay, esas palabras. Recuerdas que esas mismas palabras dijo mi amor cuando me tenían agarrada tus perras, ¿dónde está Kate?

-Por favor -dijo de nuevo.

-Nop -dijo simple. La agarró, la llevó al baño y la metió ahí.

-A ver, contemos, fueron exactos 97 segundos los que estuvo Kate aquí. Hubieran sido más si no me libero de las tres perras que me tenían, ¿cierto, Kate?

Kate asintió llorando.

-Bueno, contemos. 1, 2, 3... -contó hasta llegar a 97. En todo ese tiempo, Sora forcejeaba para que la soltara. Cuando terminó de contar, la sacó. Sora tosía y respiraba acelerado, mientras Paulina reía macabramente.

-Bueno, espero que lo tengas claro ahora, que con Kate nadie se mete y sale bien librado.

-En serio, se ve malditamente sexy siendo una perra -dijo Matt.

Me miró a mí, luego de soltar a Kate.

-Vas tú, no creas que se me olvida el puñetazo que le diste ese día.

Me dio miedo y miré cómo se acercaba a mí. Me pegó en la cara, exactamente en el mismo lugar donde le di a Kate. Caí al suelo, sobándome la cara. Pegó fuerte, y eso que aún no se transforma. Cuando lo haga, su fuerza aumentará más.

-Bueno -dijo ella, mirando a Kate, un mar de lágrimas-. Ya acabé. ¿Nos vamos, Kate?

Ella asintió y salieron de ahí. Todos se apartaban cuando pasaban. Me levanté y salí de allí.

(...)

Ya estaba en casa. Parece que mis padres se enteraron de lo que ocurrió en el instituto, porque esperaban a Paulina, enojados. La puerta se abrió y ella entró.

-Ya vine -dijo. -¿Contenta?

Paulina Moon

Entré a la casa después de dejar mi moto en el garaje.

-Ya vine -dije al entrar. Erika, mi padre y Fabricio estaban en el living, esperándome. -¿Qué pasa?

-¿Qué pasa? ¡¿Qué pasa?! -dijo mi padre, claramente molesto-. ¿Qué fue lo que pasó hoy en el instituto?

-Ah, eso... -dije mientras terminaba de entrar-. Solo puse en su lugar a una estúpida que le hizo daño a Kate -respondí con simpleza.

-Varios chicos han venido diciendo lo que pasó. Estás en boca de todos -dijo furioso.

-¿Desde cuándo eso importa, padre? -le respondí-. Sabes que con Kate nadie se mete. Ella lo hizo -señalé a Fabricio-, y lo pagó con lo mismo.

-¿Qué, también le metiste la cara en el baño? -dijo irónicamente. Yo reí.

-No, le pegué un derechazo. A Sora solo le hice lo que ella hizo -contesté-. ¿Qué hay de malo en hacer que paguen lo que hacen? Para que sientan lo que Kate sintió. Casi muere por tragar esa agua, y eso que no dejé que se ahogara... Recuerden que Kate tiene problemas de respiración, y eso fue lo que más me molestó. -Mi papá me miró fijamente.

-Tienes razón, pero estaba desnuda -reprendió mi padre-. Y ahora muchos dudan de que tú seas su alfa.

-Aaaaaah, ¿ese es el problema? -levanté el dedo índice-. Uno: estaba desnuda porque se transformó y se iba a lanzar a él, el inútil -señalé a Fabricio como si fuera lo más común del mundo. Él estaba de espaldas-. Podía matarlo así, pero solo aproveché la oportunidad que la Diosa Luna me dio para hacerlo con ella y sus perritas solas. Pero no se dio. Y segundo -levanté otro dedo-. El día de mi cumpleaños explicaré mis razones de por qué lo hice, y entenderán, al igual que tú, papá. No te preocupes.

Me acerqué a él y le besé la mejilla.

-Bueno, voy a mi cuarto. Este estúpido tiene la cara dura -les enseñé mis nudillos, que estaban lastimados por el golpe que le di-. Voy a curarme, nos vemos.

Erika, mi papá y Fabricio rieron.

(...)

Ya mañana es mi fiesta de cumpleaños. Todo está listo. El discurso que daré para que perdonen "mi falta" y para mi transformación...

            
            

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