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Paulina Moon
Desperté en los brazos de Fabricio. Traté de moverme, pero me tenía atrapada con su abrazo. Logré zafarme con esfuerzo y fui directo al baño.
-¿Cómo mierda terminé así? -murmuré mientras me quitaba la ropa para meterme a la ducha-. Lo odiaba y ahora duermo con él... Agh, estas emociones me confunden. Creo que la Diosa Luna me está usando de experimento...
Suspiré pesadamente y dejé que el agua caliente me relajara.
»-Si que soy bipolar -reí para mí misma-. Solo no me gusta... y ahora, con más razón, lo atacarán a él.
Salí del baño y vi que Fabricio seguía dormido. Fui al clóset y me puse un jeans rasgado negro, una camisa ombliguera del mismo color y una camisa celeste atada a la cintura. Me calcé mis botines negros y dejé mi cabello suelto.
No soy de vestirme con faldas ni vestidos, pero esta noche haría una excepción. Presentaría a Fabricio como mi mate y futuro luno de la manada. Solo esperaba que lo aceptaran y no hubiera problemas.
Me acerqué a la cama y le tiré un poco de agua en la cara. Se despertó de golpe, agitado, y yo solté una carcajada.
-Ja, ja, qué graciosa -dijo secándose la cara con fastidio.
-Apúrate, llegarás tarde a clases. -Caminé hacia la puerta-. Si mi papá pregunta, dile que tenía algo que hacer y que comeré algo en el instituto. Que no se preocupe.
-Espera... -escuché que gritaba, pero ya me había montado en mi moto. Me coloqué el casco y salí de ahí.
(...)
Al llegar al instituto, me estacioné y me quité el casco. Me puse una gorra y entré, yendo directo a mi casillero. Ahí estaba Kate, recostada contra él.
Llevaba un hermoso vestido negro mate con flores rojas en el vuelo, combinado con tacones negros de gamuza de cinco centímetros.
-¿Qué haces aquí? -pregunté, llamando su atención-. No eres de levantarte temprano, y menos para clases.
Kate sonrió con nerviosismo.
-Quería hablar contigo.
-Lo estás haciendo -dije, sacando un cuaderno de dibujo y unos lápices-. ¿Qué pasa?
Bajó la mirada y murmuró:
-Quiero que me perdones...
Suspiré. Mierda, no me gustaba que hiciera eso, y ella lo sabía.
Levanté su rostro con mi mano.
-¿Qué te he dicho? Nunca bajes la mirada ante nadie -gruñí.
-Es que... Perdón. Mi loba tenía más control de mí y no me permitía separarme de él. Yo no quería...
-Lo sé -la interrumpí con un suspiro-. Sabes que eres como una hermana para mí, pero pudiste haberme dicho algo. O al menos luchar con ella para que no me ignoraras. Sabes que no lo soporto... y menos cuando viene de alguien importante para mí.
Kate me abrazó con fuerza.
-Lo siento de verdad. Te lo prometo, voy a recompensarte.
Sonreí con picardía.
-Yo sé cómo.
Kate me miró con curiosidad.
-Hoy presentaré a mi mate a la manada. Quiero ver si lo aceptan como futuro luno.
-Eso será un problema -rió, y terminé riendo con ella.
(...)
Después de hablar con Kate, subí a la azotea del instituto para dibujar algo que soñé... Lo tengo tan presente en mi mente que no sé...
El dibujo mostraba a una loba que se parecía a la mía, un lobo que se parecía a Matt, el lobo de Fabricio y una pequeña cachorra recién transformada, observando la luna desde un acantilado. Me removí ligeramente mirando el dibujo. Suspiré.
Las clases estaban por comenzar, así que me levanté y bajé rápidamente. Antes de ir a mi salón, pasé por mi casillero para tomar mis libros. En ese momento, alguien rodeó mi cintura por la espalda. Actué por reflejo: primero un codazo, luego un derechazo. La persona cayó al suelo.
Me giré y, al ver quién era, abrí los ojos con sorpresa.
-Fabricio... -murmuré, agachándome junto a él-. Lo siento, son reflejos.
-Sí, lo merezco -dijo sobándose la cara.
El timbre sonó.
-¡Mierda, voy tarde! -me levanté de golpe, agarré mis cosas y salí corriendo. Antes de desaparecer de su vista, le grité-: ¡Lo siento, voy tarde, hablamos en el almuerzo!
Llegué al salón justo a tiempo. La profesora venía entrando detrás de mí.
-Por un pelo de rana -bromeó, y yo solo asentí antes de ir a mi puesto.
*****
Fabricio Meléndez Moon
Paulina salió corriendo, gritando su excusa. Sonreí, y en ese momento mi mejor amigo, Marcus, se acercó para ayudarme a levantarme.
-Mis más sentidos pésames -dijo burlón.
-¿Por qué? -pregunté, sacudiéndome la ropa.
-Porque ella es una tormenta, y tú no la soportarás todos los días de tu vida -colocó una mano en mi hombro, en un falso gesto de apoyo.
-Oye, no es para tanto -reí-. Y eso que no has visto a Kate. Ten miedo cuando estén juntas. Una vez metieron mi colchón en el lago y me dejaron ahí. Cuando desperté, estaba en medio del agua y tuve que nadar de regreso. Al llegar a casa, todo empapado, apenas me vieron... y rieron como locas desquiciadas.
Marcus se rió, y yo lo acompañé al recordar el momento.
-Y lo volvería a hacer -dijo Kate detrás de nosotros.
Nos giramos para verla.
-Aún recuerdo tu cara de enojo cuando reíamos... ¡fue épico! -soltó una carcajada, y nosotros también.
-¿No deberías estar en clases? -preguntó Marcus, acercándose para besar su mejilla.
-No, mi profesora no llegó, así que tengo las primeras horas libres. -Nos miró con una sonrisa traviesa-. Voy a raptar a mi amiga de las clases, ¿me acompañan?
Marcus frunció el ceño.
-¿Cómo lo harás si está su profesor?
Kate sonrió de lado.
-Tenemos un modo de escapar sin que se den cuenta.
-¡¿En serio?! -exclamó Marcus, sorprendido.
-Eso no es nada -intervine-. Vamos, nosotros no tenemos clases. Nuestros profesores nos dejaron un trabajo y lo estamos haciendo fuera del salón.
-¡Genial! -dijo Kate, emocionada-. Vamos.
Salimos al jardín y nos colocamos junto a la ventana del salón donde estaba Paulina.
-La reina Isabel de clases de putería -dijo Kate en voz alta.
Paulina volteó y sonrió como el gato de Alicia en el país de las maravillas.
-La alumna estrella se ausenta de la reunión para ir a su clase -contestó ella.
Marcus y yo las miramos extrañados. De repente, Paulina desapareció del salón y apareció junto a nosotros.
-Hola -dijo con naturalidad.
Marcus y yo saltamos del susto.
-¡¿Cómo hicieron eso?! -preguntamos al unísono.
-Es un secreto... -respondió Kate con diversión-. Ahora vamos antes de que nos vean.
Nos tomó de la mano, mientras Paulina tomó la mía. Luego, ellas entrelazaron sus manos libres y, en un parpadeo, aparecimos en la azotea.
-¿Hay que asustarnos? -preguntó Marcus, entre miedo y diversión.
-No -respondieron ellas al mismo tiempo y rieron.
-Bueno... ¿y ahora qué? -preguntó Paulina.
-Vamos al acantilado -propuso Kate-. Solo por esta vez los llevaremos... es nuestro lugar.
-Bien... -respondimos Marcus y yo, sin entender nada.
(...)
Después de un rato corriendo en nuestra forma lobuna, con Kate sobre el lomo de Star, llegamos a un hermoso acantilado que no sabía que estaba por aquí. A un lado de él, hay una cabaña de madera muy linda, algo lujosa y bastante grande.
-Llegamos -dice Kate, bajándose del lomo de Star-. Espera aquí, te traeré ropa...
Ella asintió.
Kate salió con una muda en las manos: un traje de baño y una bata cubriendo su cuerpo. Star tomó la ropa y fue detrás de la cabaña. Cuando volvió, ya estaba transformada y vestía un traje de baño de dos piezas en color rojo vino. Kate llevaba uno de una pieza con flores.
-Se ve hermosa... -ronroneó Matt, observándola.
Kate le entregó una bata y ella se la puso.
-¿Qué hacemos con ellos? Aquí no tenemos ropa de hombre -comentó Pau.
-¡Ya sé! -Kate corrió dentro y salió con dos shorts, entregándole uno a Marcus y otro a mí.
El mío era de playa, con adornos de flores, mientras que el de Marcus era lila con negro. Fuimos a la parte de atrás a cambiarnos y luego salimos donde ellas.
-¡Vamos! -gritaron al unísono desde la orilla del acantilado antes de lanzarse al agua.
Marcus y yo corrimos a verlas. Cuando salieron a la superficie, soltamos el aire que habíamos contenido sin darnos cuenta.
-¡Salten! -nos gritaron entre risas.
-¡Están Locas! -exclamó Marcus.
-¡Aprecio Mi Vida! -grité yo también.
Ellas se miraron cómplices y, de repente, fingieron que se ahogaban.
-¡No Les Creo! -dije con desconfianza, pero al notar que no salían a la superficie después de unos segundos, grité con más urgencia-. ¡PAULINA!
-¡Yo Voy Por Kate Y Tú Por Paulina! -dijo Marcus antes de lanzarse sin pensarlo demasiado.
No tardé más de unos segundos en seguirlo.
*****
Narra Paulina
Estábamos ocultas bajo unas piedras del acantilado, esperando a que los chicos saltaran.
-¿No crees que se van a morir de un infarto? -preguntó Kate, riendo en voz baja.
-Solo así íbamos a hacer que saltaran -respondí con una sonrisa ladina.
Escuché dos chapoteos consecutivos.
-Lo ves -dije, divertida.
-¡Paulina! -gritó Fabricio.
-¡Kate! -gritó Marcus.
Salimos de nuestro escondite riendo a carcajadas. Ellos nos miraron con el ceño fruncido, evidentemente molestos.
-Lo ven, fue divertido saltar -dije, aún riendo.
-Casi me da un infarto -bufó Fabricio, nadando hacia mí.
-¿Lo siento? -dije, tratando de contener la risa.
Miré a Kate y vi que se estaba besando con Marcus. En ese momento, Fabricio se acercó más, rodeó mi cintura y me pegó a la suya.
-Estás loca -susurró en mi oído con un tono seductor, haciendo que mi piel se erizara con el roce de su aliento en mi mejilla.
-Lo sé -susurré de vuelta, enredando mis manos en su nuca antes de besarlo.
Después de más de dos horas en el agua, subimos de nuevo y entramos a la cabaña. Kate y yo nos vestimos. Me puse un short y una camisa sencilla, ya que tendría que transformarme en Star otra vez y no quería dañar mi ropa. Kate eligió un pantalón azul y una campera lila.
Cuando salimos de los cuartos, los chicos ya estaban en la sala.
-¿Qué hacemos con ellos? -preguntó Kate.
-No lo sé... Recuerda que aquí no tenemos ropa de hombre -dije-. Además, solo nosotras sabíamos de este lugar y ahora ellos... Ahora que lo menciono, no pueden traer a nadie más ni hablar de esta cabaña.
-¿Cómo la encontraron? -preguntó Marcus, intrigado.
Reí un poco y negué con la cabeza, divertida.
-Nosotras la hicimos -respondió Kate, encogiéndose de hombros-. Poco a poco trajimos ropa y muebles hasta que quedó como ahora.
Las caras de los chicos eran un poema, lo que me hizo reír más.
-Bueno, creo que tenemos que irnos -dije, revisando la hora-. A las seis es la reunión con la manada. Nosotras llevaremos algo de ropa para cambiarnos, y cuando lleguemos buscaré ropa de Fabricio para dársela a ustedes. Ahora vamos, son las tres y el camino es largo.
Ellos asintieron.
-Iré por la mochila -dijo Kate, corriendo a la habitación.
-¿En serio ustedes hicieron todo esto? -preguntó Fabricio, aún sorprendido.
-Sí -respondí, mirando alrededor-. A veces queríamos escapar de todo, y en una ocasión encontramos este acantilado. Comenzamos a venir seguido y luego se me ocurrió construir la cabaña...
-¿Cuánto tardaron en hacerla? -preguntó Marcus, asombrado.
-Creo que ocho meses -dije, encogiéndome de hombros como si fuera algo sin importancia.
-¡¿En tan poco tiempo?! -exclamaron ambos.
-¿Y solo ustedes? -agregó Marcus.
Asentí con una sonrisa.
-Luego tardamos otros tres meses en llenarla de muebles y unas dos semanas trayendo ropa... -expliqué-. Bueno, creo que ahora tendrán que traer algo también. Hicimos un cuarto extra por si acaso... -murmuré lo último en voz baja.
-¿Quién? -preguntó Marcus con curiosidad.
Justo en ese momento, Kate bajó las escaleras, salvándome de responder.
-¡Listo! -anunció ella.
-Vámonos -dije, sacándome la ropa y quedándome en traje de baño. Ya me habían visto así, así que no me importó.
Le pasé la ropa a Kate, quien la guardó en su mochila rosa.
Nos transformamos en nuestra forma lobuna, y Kate volvió a subir a mi lomo. Luego, nos dirigimos hacia la reunión con la manada.
(...)
Llegamos en casi una hora, ya que veníamos caminando. Me transformo de nuevo y me visto con la ropa que me da Kate tras un arbusto grande. Salgo y voy a la casa con ella.
Entro al cuarto de Fabricio y saco ropa: dos pantalones y dos camisas. Luego voy afuera con Kate, les doy la ropa y se visten en el mismo lugar que yo. Cuando terminan, salen de ahí.
-Bien, tienen prohibido hablar de nuestro lugar -dice Kate, señalándonos a ambas-. si lo hacen, considérense muertos. nos esforzamos tanto, tanto tiempo, para que se llene de mierda... -dice con seriedad.
Yo asiento.
-Me voy a arreglar, vamos, Kate -le tomo el brazo y vamos a mi cuarto.
****
Fabricio Meléndez Moon
Acaban de entrar a la casa. Aún no puedo creer que ellas lo hayan hecho solas.
-Yo tampoco -dice Marcus y luego sonríe-, pero nos sacamos la lotería con ellas... además de hermosas, son fuertes, valientes, dulces y... locas, muy locas.
Reímos.
-Tienes razón -digo, riendo con su última afirmación, cien porciento verdad-. bueno, voy a cambiarme, nos vemos más tarde...
Él asiente y voy adentro, a mi cuarto.