Capítulo 3 Capitulo •2•

Paulina Moon

Llegué al centro de la manada, bajé de mi moto y corrí hacia un grupo de niños que estaban por ser atacados por cuatro vampiros. Me puse en medio, frente a los niños y los vampiros. Todo a nuestro alrededor era un caos. Había sangre por doquier, varios guerreros caídos, partes de cuerpos por todos lados, y el fuego devoraba casas y cuerpos... Los niños gritaban y lloraban de miedo. Algunos solo miraban los cuerpos de sus familiares muertos, otros se protegían como podían.

Yo tengo buenos reflejos y sé pelear muy bien. He derrotado a cinco hombres lobos transformados y a tres más en su forma humana. Pero esta vez no eran lobos, eran vampiros. Y no me había transformado.

Volteé a ver hacia atrás y sonreí a los niños para calmarlos un poco. Un poco más atrás, Matt, el lobo del "gilipollas", estaba peleando con un vampiro. Regresé la mirada a los niños y señalé mi moto.

-¿Alguien va por mi bolso y me lo trae, por favor? -pedí.

En ese momento, uno de los vampiros se lanzó hacia mí con la intención de quitarme y darles paso para que fueran tras los niños. Caí al suelo rodando tres veces y me detuve frente a los niños. El pantalón estaba rasgado, las rodillas sangrando. Me detuve con fuerza para evitar golpearlos. Uno de los niños me miró con los ojos cristalizados y corrió hacia mi moto a traer mi bolso. Un vampiro se le lanzó y grité a uno de los guerreros para que lo cubriera. El guerrero se tiró sobre el chupasangre que iba a caer sobre el niño, y este cayó al suelo. A pesar de todo, se levantó rápidamente y siguió corriendo.

Llegó a mi moto y agarró el bolso. Mientras yo seguía peleando con los vampiros que nos rodeaban, mi vida en ese momento no me importaba. Mi único propósito era proteger a los niños a toda costa.

El niño, con los ojos color miel, me tiró el bolso. Lo agarré, saqué unas estacas de dentro y comencé a luchar con ellas. Después de tres largos minutos de pelea, vencí a los cuatro vampiros. Estaban muertos, pero yo estaba muy lastimada.

Volteé hacia donde estaba antes Fabricio y lo vi en el suelo, retorciéndose de dolor en su forma humana. Estaba desnudo, y si no fuera tan estúpido y "mi hermano", diría que está guapo y que... bueno, tiene bastante de lo que me imagino. Pero como es un estúpido y "mi hermano", me da asco verlo así.

-Vayan al hospital, no se distraigan con nada ni nadie -les ordené a los niños, quienes comenzaron a correr hacia el hospital. Yo corrí hacia Fabricio. El que parecía ser el líder de los chupasangres me miró con una sonrisa macabra.

-Miren esto, la hija del alpha, aún sin transformarse, pelea mejor que el futuro alpha... Venció a mis mejores hombres, felicidades -dijo mientras aplaudía. Se alejó un poco y agregó-: Qué mal, porque ahora tengo que matarte.

-¿Y crees que lo voy a permitir? -respondí, con dolor en la voz, ya que estaba muy golpeada, con cortaduras de dagas de plata, mordidas y rasguños de vampiros, y con varios huesos rotos-. Gracias por el cumplido. Y bueno, déjalo. Seguro pronto será mejor que todos. Haz que no subestimes al futuro alpha de esta manada.

Fabricio abrió los ojos como platos al escuchar esas palabras salir de mi boca. Yo misma me sorprendí.

-Bueno, veamos. Creí que se odiaban -dijo el chupasangre.

-Yo también lo creía -respondí en unísono con Fabricio. Él se rió.

-Veamos qué puedes hacer -dijo, poniéndose en modo de combate, mientras yo hacía lo mismo. Saqué una daga que había escondido en mi pantalón y lo lastimé en el hombro, la pierna, y un poco en la cara.

-Déjalo... Ve por refuerzos -dijo el inútil, tirado en el suelo.

Claro, aquí te dejo la continuación editada manteniendo el flujo de la narrativa y puliendo algunos detalles para darle mayor claridad y fluidez al texto:

-¿Refuerzos? -dije irónica mientras seguía peleando con el chupasangre. Caí al suelo, y él se lanzó encima de mí, golpeándome con las manos. Había logrado hacer que soltara su arma segundos antes.

-¡Por la Diosa, mira a tu alrededor! -grité, tirando al hombre lejos con una patada.

-¿Ves lo que yo veo? Todos están heridos, muchos muertos, las casas incendiándose -seguí peleando, sin detenerme-. Los niños llorando... ¿Qué no ves? -Lo tiré lejos nuevamente y me lancé sobre él, golpeándolo sin piedad alguna, una y otra vez en la cara-. ¿Y QUIÉN NOS VA A DAR REFUERZOS? ¡¿AH?! -grité.

-¿LA VIRGEN MARÍA?! -Volteé a verlo.

Sus ojos estaban tan abiertos que parecían salirse de su rostro.

-¡JODER, POR UNA VEZ EN TU PUTA VIDA ACTÚA COMO EL ALPHA DE ESTA MANADA! Sangre de Luna, como alpha, primero está la manada y luego tu vida. ¡Crees que en este momento me importa morir! -dije, llorando de la rabia-. ¡MORIRÉ SATISFECHA SI LO HAGO! ¡SALVÉ A 15 NIÑOS QUE ESTABAN A PUNTO DE SER ASESINADOS! ¡SALVÉ A MI MEJOR AMIGA, Y AHORA TAL VEZ SALVE A MI DOLOR DE CULO, QUE ERES TÚ!

En ese momento, el hombre se levantó, y al verme tan furiosa, supo que podría matarlo y desquitar mi enojo. Pero, en lugar de enfrentarme, se levantó y huyó, llevándose con él a los pocos hombres que le quedaban. Corrió como un cobarde.

Miré a Fabricio, que aún estaba sorprendido.

-¿Y así piensas ser un gran alpha? -le pregunté, mientras veía la situación a mi alrededor-. Toda la manada depende de ti, y tú te rindes por unos cuantos golpes. Para ti, esto es solo otra manada más... Pero para mí, esto es mi casa, mi familia, mi hogar, y lo único que me queda de mi madre. -Secué mis lágrimas y lo miré de nuevo-. Si vas a ser el alpha, ellos -señalé a las personas que estaban llorando, otras ayudando, y algunos solo nos observaban-. ELLOS no tienen que verte flaquear ante nada. ELLOS dependen de ti, ELLOS confían en ti, y tú solo te rindes por unos moretones y pequeños dolores...

-Pau... -dijo Fabricio, llorando.

-¿Mírame? ¿Crees que estoy bien? -le mostré mi cuerpo, lleno de cortaduras, moretones, mordeduras de vampiros y fisuras superficiales-. No, no lo estoy... Pero ahora ellos dependen más de mí que de ti. Si no fuera por mí, ellos ya no existirían. La manada Sangre de Luna habría caído. -Caí al suelo y escupí sangre.

-¡PAULINA! -gritó alguien, creo que era Kate. Corrió hacia mí y me tomó en brazos.

-E-estoy bien -dije, aunque mi voz sonaba débil.

-¿Cómo que estás bien? -dijo Fabricio, preocupado, intentando levantarme. Me costó mucho esfuerzo hacerlo.

-¿Q-qué a-a-ahora t-te im-importa? -solté, casi sin fuerzas, levantándome a duras penas.

-¿Adónde vas? -preguntó Kate, mirando confundida.

-Al hospital. Tengo que asegurarme de que esos niños llegaron bien. -De repente, todo se volvió oscuro, y caí al suelo.

-¡PAULINA! -gritaron Kate y Fabricio al unísono.

De ahí en adelante, no supe nada más.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022