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Oliver
Llego al despacho, saco mi celular y me siento en mi silla de cuero, mirando el escritorio. Se preguntarán: ¿Cómo sabes dónde está Darol si se supone que escapó?
La respuesta es simple. Darol es pareja de mi mano derecha, que vive en Argentina. Tuvo que venir aquí para una reunión importante que tuvimos recientemente. Como estaba recién marcado, no podía separarse de él. Paulina no lo vio, ya que ella estaba en un pequeño viaje con Margarita, lo que hizo que no pudiera saber nada de lo que estaba sucediendo. Todo estaba muy bien planeado, pero la situación se complicó un poco cuando Darol, sin saberlo, comenzó a ser un objetivo para muchos de los vampiros de su clan.
Y dirán también: ¿Cómo puede ayudarles con lo que quieren? Bueno, se descubrió que Darol, al ser marcado, es nada más y nada menos que el hijo de una estrella, lo que le otorga un poder estelar. Ese poder es muy útil para anular hasta los hechizos más poderosos que puedan existir. Pero no solo eso. Darol tiene la capacidad de crear conjuros poderosos, aunque solo cuando hay luna llena y su madre, la estrella, esté en su máximo esplendor para ayudarle. Esto es algo que pocos conocen, y yo mismo solo lo supe recientemente.
Ahora entienden por qué tenía tantos problemas con los demás vampiros del clan. Su energía era extremadamente brillante, tan notoria que se volvía un blanco fácil. Algunos lo golpeaban hasta dejarlo inconsciente, y a veces, medio muerto. Muchos vampiros murieron por eso, pero jamás permití violencia en mi castillo, y mucho menos con Darol, que era uno de los más leales aquí dentro, mi mano derecha, la persona que más confiaba.
Llamo a Tobías, mi contacto más cercano en el clan, y espero a que conteste...
1 tono...
2 tonos...
- ¿Halo? - respondió, atendiendo la llamada. Su voz sonaba tranquila, pero algo tensa. - ¿Qué necesitas, Oliver? - preguntó con esa seguridad que siempre tiene.
- ¿Puedo hablar con Darol? Necesitamos su ayuda aquí... - le digo, sin rodeos.
- ¿En qué? - pregunta, extrañado, como si nada más fuera tan urgente como solía ser.
- Necesitamos ayuda con su poder de anulación - le explico rápidamente. - Mi sobrina Paulina tiene un pequeño problema con alguien aquí, y tenemos la sospecha de que está siendo controlada por alguien... - le explico, sin poder evitar preocuparme por la situación.
- Pues creo que será difícil... - dice, nervioso, con una pequeña pausa.
- ¿Por qué? - pregunto, ya intrigado.
- Darol está en cinta - dice, con una leve sonrisa en su voz. Yo, por otro lado, abro los ojos completamente sorprendido.
- ¿En cinta? ¡Ósea, embarazado! ¿Eso es posible? - digo, extrañado, casi sin entender lo que me acaba de decir. Ambos son hombres, ¿cómo podría ser esto posible?
- Pues sí, él, al ser hijo de una estrella, tiene esa capacidad. Ya te he dicho que su madre, la estrella, tiene un poder increíble - responde, un poco más calmado. - No sabía esa información, y a él se le pasó comentármelo, pero la verdad, estoy muy feliz por ellos. Era una de mis preocupaciones al ser ambos hombres... - dice con cierto alivio, como si hubiera dejado caer una carga sobre sus hombros.
- ¡Felicidades, amigo! - le digo, sincero. Aunque mi mente sigue pensando en todo lo que está ocurriendo. - Pero en serio, necesito su ayuda... ¿Podrías preguntarle, por favor? - le digo, casi suplicándole, con la esperanza de que pueda ayudarme.
- Lo haré... Espera - dijo, y pude escuchar el ruido de pasos apresurados al otro lado de la línea. Un momento de silencio total y luego, de repente, gritos y pasos corriendo. - DIME QUE PAULINA ESTÁ BIEN, POR FAVOR - exclamó Darol al otro lado de la línea, sonando bastante agitado.
- Lo está... - le respondo, tratando de calmarlo.
- Lo siento, hormonas... - dice, un poco más tranquilo, aunque aún con algo de vergüenza en su voz.
- Bien, esto es extraño... - pienso, incómodo, masajeando mi sien mientras me recuesto en la silla giratoria de mi escritorio. Las palabras de Tobías siguen dando vueltas en mi cabeza. Darol embarazado, el poder de la estrella... Todo esto no hace más que complicar las cosas.
- Darol, ¿podrías venir al castillo? - le digo finalmente, tratando de que su mente se enfoque en el asunto urgente. - Necesitamos tu ayuda...
- ¿En qué? - pregunta, interesado, y me hace reír un poco por la manera en que lo dijo. Siempre le han gustado las cosas complicadas, raras, difíciles, y peligrosas. Parece que es lo único que lo mantiene motivado.
- Necesitamos su poder de anulación de hechizos fuertes... - suspiro. - Suponemos que es un hechizo de manipulación, pero yo no lo creo del todo... Y este caso es bastante delicado - hago una pausa. - Es la esposa del padre de Paulina...
- ¿RECORDÓ? - exclamó, emocionado, como si finalmente se encajara una pieza del rompecabezas.
- Aún no, y ese es otro problema... Su verdadera personalidad está luchando contra algo que la retiene en su interior. Y ahora que estuvo hablando con esa mujer, fue cuando hizo más acto de presencia, y eso no me da buena espina... - le explico, tratando de poner en palabras lo que siento.
- Ya decía yo que no podía estar tan absorta de sus propios recuerdos... - murmura para sí mismo. - Esta misma noche estaré allí. Hay luna llena, y mi madre me ayudará. Ten ahí a esa mujer que dices, y cuando llegue, me explicas bien. - dice, tomando una decisión.
- Muchas gracias, Darol... - le digo, aliviado de escuchar que viene a ayudar.
- No hay de qué, Oliver... Por si o por no, no dejes sola a Paulina con esa mujer... Si su conciencia está luchando tanto por salir a relucir, de nada bueno se trae entre manos... - dice, preocupado.
- Está bien, de nuevo, gracias... Te espero... Adiós - me despido, casi con una sensación de alivio en el pecho.
- Adiós - responde, y cuelga.
Termino la llamada, dejo el teléfono sobre el escritorio y me recuesto en mi silla, pensando en todo lo que acaba de suceder. Esa mujer no me convence nada, pienso, masajeando mi sien mientras trato de encontrar una solución. Me levanto de la silla y me dirijo rápidamente al cuarto de Paulina para ver si está despierta y poder hablar con ella antes de que Darol llegue.
*****
Darol
Cuelgo la llamada con Oliver, y un suspiro escapa de mis labios mientras me paso la mano por el rostro. No solo el embarazo, sino todo lo que implica este poder estelar en mí, lo hace todo más complejo de lo que imaginaba. El hecho de que Paulina esté involucrada en todo esto solo agrega más peso a la situación. Necesito actuar rápido.
Me dirijo a la cocina, decido avisarle a Tobías que iré a LOARRE, Rumania. La situación es grave, y necesito su apoyo para poder manejar lo que sea que me encuentre allá.
- Amor - llamo mientras entro, tratando de mantener la calma.
Tobías, que está frente a la mesa con una taza de café, levanta la mirada al escuchar mi voz, y sus ojos se centran en mí, evaluando mi expresión.
- Dime - responde, con un tono tranquilo pero curioso.
- Voy a ir a ayudar a mi amiga - le digo, sin rodeos. Es necesario que entienda que no puedo quedarme de brazos cruzados.
Tobías frunce el ceño inmediatamente, visiblemente sorprendido.
- ¿Ir? - dice, claramente confundido por la rapidez con la que he tomado la decisión.
- ¿Sí? - le respondo, igualmente desconcertado por su reacción. No entiendo por qué está tan sorprendido. Es algo que debo hacer, y ya le he hablado de la situación antes.
- Iremos - dice él finalmente, aliviado de que no esté solo en esto. Se acerca a mí, tomándome de la mano con una suavidad que me reconforta. - Llevas dos semanas de embarazo, y al ser hijo de una estrella, tu embarazo es de cuatro meses, incluso menos que el de un licántropo o un vampiro - explica, y me besa en la mejilla con una ternura que me calma un poco.
Mi corazón se siente ligeramente más ligero por su apoyo, aunque todavía hay un nudo en mi estómago debido a lo que enfrentamos. No quiero preocuparme por mi estado o por lo que vendrá; tengo que concentrarme en lo que realmente importa ahora.
- Además, no te dejaré solo... No quiero separarme de ninguno de los dos - dice con una sonrisa, y esa declaración me hace sentirme afortunado. Es difícil encontrar a alguien que realmente esté dispuesto a estar a tu lado, en cualquier circunstancia.
Sonrío y asiento, sintiéndome un poco más fuerte gracias a él.
- Bien... Si queremos llegar para esta noche, tenemos que salir ya. No puedo dejar más tiempo a Paulina con esa mujer - digo, el tono de urgencia en mi voz es inconfundible. No sé qué está pasando, pero siento que el tiempo corre en nuestra contra. Me acerco a Tobías, lo beso en los labios con cariño, y en un movimiento rápido, tomo su mano.
- Vamos, entonces - le digo con determinación. No hay tiempo que perder, y tengo que asegurarme de que todo esté listo. Nos dirigimos al portal más cercano, mis pasos firmes, el destino en mi mente.
*****
Paulina
Me levanto lentamente de la cama, la superficie blanda me da una sensación de confort momentáneo, pero el dolor en mi cabeza me hace sentir como si fuera a explotar. Un pitido fuerte en mi oído me deja sorda, y todo se vuelve aún más confuso. No puedo entender bien lo que está pasando, y los recuerdos de lo que ocurrió hace unos momentos, minutos, horas o días, se desvanecen como si fueran fragmentos perdidos en la niebla. Solo recuerdo fragmentos: Erika dijo algo, algo importante, y luego todo se desvaneció en la oscuridad, como si mi mente hubiera borrado ciertas partes.
La puerta de mi cuarto se abre con un crujido suave, y veo a mi tío entrar, su sonrisa me recibe de inmediato. Es un alivio verlo, aunque algo en el ambiente me hace sentir incómoda.
- Me alegro de que despertaras - dice, entrando al cuarto y cerrando la puerta detrás de él con un suave click.
- ¿Qué pasó? - le pregunto, mi voz suena extraña en mis oídos, como si aún estuviera atrapada en una especie de niebla mental.
- Golpeaste a la amante de tu padre - responde, sin mucha ceremonia, como si fuera algo completamente trivial. Abro los ojos de par en par, intentando procesar sus palabras.
- ¿Qué? - me sorprende, pero él parece no inmutarse.
- Bueno, tú no... tu verdadera tú - dice, frunciendo ligeramente el ceño, como si estuviera explicando algo obvio.
- Ya no entendí - le respondo, confundida, todavía tratando de juntar las piezas de lo que acaba de decir.
Él suspira, como si la situación fuera más sencilla de lo que parece, y me mira con una seriedad que me pone nerviosa.
- En la noche lo entenderás... por ahora, no te quiero cerca de la pelinegra - me dice, y yo asiento, aún más extrañada por sus palabras, sin comprender bien a quién se refiere.
- Bueno, toma un baño y relájate. Baja a comer más tarde, tendremos visitas esta noche - añade, sonriendo ligeramente antes de dirigirse hacia la puerta.
Asiento en silencio, pero no puedo evitar la sensación de que algo más está ocurriendo. Algo que me falta entender por completo.
La puerta se cierra tras él, dejándome sola con mis pensamientos. Mi cabeza sigue zumbando, y una sensación extraña me invade. Algo no está bien, pero no sé qué es. Miro a mi alrededor, tratando de encontrar algo que me dé pistas, pero el cuarto parece estar en su lugar, sin cambios. Aún así, hay una tensión en el aire que no puedo ignorar.
- ¿Qué pasó? - susurro para mí misma, buscando respuestas en el silencio que llena el cuarto.
De repente, una voz suave pero cargada de amenaza parece surgir de la nada, como si estuviera a mi lado, pero no la veo. Me sobresalto, y mi cuerpo se tensa.
- Cuidado - dice la voz, y me siento helada. Miro a mi alrededor frenéticamente, pero no hay nadie.
La voz, aún retumbando en mis oídos, se vuelve más clara y llena de odio.
- Cuidado, que ya voy por ti, maldita zorra... - y una risa escalofriante resuena en todo mi cuarto, haciendo que el aire se vuelva denso y pesado. Mi piel se eriza, y mi corazón late acelerado.
No sé quién o qué está hablando, pero la sensación de peligro se vuelve palpable. Algo está acechando, y no sé cuánto tiempo más podré escapar de ello.