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-No es justo-, me quejé, mirando mi pudín hecho trizas en el suelo. Fijé mi mirada en Fabricio, quien era el responsable de tan terrible atrocidad. -Me debes un pudín-, protesté, mientras él se reía con esa risa que siempre me hacía sonrojar. Se acercó a mí con una sonrisa traviesa y, en un impulso, me besó los labios.
-Te amo-, dijo de repente, co