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Margarita
Estuvimos planeando la coronación de Paulina todo el día de ayer, afinando cada detalle, desde la decoración hasta la lista de invitados. Sin embargo, a pesar de la emoción que todos sentíamos, algo me dejó pensativa durante la noche.
Si su manada es una de las diez más poderosas en su reino, entonces hay muchas posibilidades de que alguien la reconozca. No importa cuánto tiempo haya pasado, siempre habrá quienes la recuerden, quienes hayan conocido su historia o al menos su nombre. ¿Y si eso genera un problema? ¿Y si su presencia provoca un conflicto que no estamos preparados para enfrentar?
No quiero que su gran día se convierta en un momento incómodo o peligroso para ella. Paulina ha estado dos años lejos de su antigua vida, sin recordar quién era ni de dónde venía. Ahora que está en la recta final para convertirse en reina, lo último que deseo es que su pasado la alcance de una manera que no pueda manejar.
Por eso, después de darle muchas vueltas al asunto, se me ocurrió una posible solución: que la coronación comience con un baile de máscaras. De esa forma, su identidad permanecería oculta hasta el momento en que le coloquen la corona. Solo entonces se revelará ante todos, cuando ya no haya marcha atrás y su posición sea incuestionable. Así evitaremos problemas innecesarios y le daremos un margen de seguridad.
Ahora solo queda ver qué piensa Paulina al respecto. No sé si aceptará o si preferirá enfrentarse a lo que venga sin esconderse, pero al menos quiero presentarle la idea. Quiero que sepa que no está sola y que haré todo lo posible por protegerla, sin importar lo que decida.
*****
Oliver
No estoy de acuerdo con Paulina. No entiendo cómo puede aferrarse tanto a esta idea de no volver con su padre y su mate. Aunque no recuerde nada, aunque su mente se niegue a aceptar quién fue, su destino sigue atado a ellos.
No es natural que una loba esté lejos de su pareja. Es algo que va más allá de la lógica o la voluntad; es un lazo que simplemente es. Su mate debe estar sufriendo tanto como ella, si no es que más. Y su padre... su padre seguramente la ha buscado por todos los medios posibles, sin perder la esperanza de encontrarla.
No puedo obligarla, claro está. Paulina es terca como una roca, y lo que menos quiero es que me vea como un enemigo. Pero de una u otra forma, tengo que encontrar la manera de que se reencuentren. No sé cómo lo haré ni cuánto tiempo me tomará, pero lo haré.
Después de eso, lo que pase dependerá del mocoso. Si su mate es lo suficientemente fuerte para ganarse de nuevo su lugar en su vida, perfecto. Si no, entonces será su problema. Pero al menos yo habré hecho lo que debía. Al menos, habré dado un paso para arreglar lo que el destino nunca debió separar.
****
Paulina Moon
Desperté con los primeros rayos de sol filtrándose por mi ventana. A regañadientes, salí de la cama y me dirigí al baño, tratando de sacudirme la pesadez del sueño.
El agua caliente cayendo sobre mi piel me relajó lo suficiente para despejar mi mente. Me quedé bajo la ducha casi 40 minutos, disfrutando la sensación antes de salir y envolverme en una toalla. Caminé hasta el clóset y elegí mi atuendo: una camisa de mangas largas negra con cuello redondo, una falda negra con detalles en rojo en la que metí el borde de la camisa y, para completar, unas botas negras que me llegaban hasta la rodilla.
Antes de salir, me coloqué la cadena de luna y estrella, la única prenda que conservo de mi pasado. A veces, sostenerla entre mis dedos me da paz, otras veces me llena de nostalgia o me provoca una rabia inexplicable. Es frustrante no recordar nada. Ni siquiera a mi padre. Ni siquiera a mi mate... ¿Cómo era? ¿Me querría aún? ¿Estaría buscándome?
Suspiré con pesadez y me recogí el cabello en una cola alta. Me apliqué un labial rojo, como si el color pudiera darme algo de seguridad, y salí del cuarto. Apenas cerré la puerta, me encontré con Margarita.
-Buenos días -saludó con una sonrisa.
-Buenos días -respondí, todavía perdida en mis pensamientos.
Margarita me miró con cierta seriedad antes de hablar.
-Paulina, estuve pensando... Los licántropos que asistirán a tu coronación... ¿no crees que podrían reconocerte cuando te vean?
Me quedé en silencio un momento. No lo había considerado. Con la cantidad de invitados, era muy posible que alguien de mi antigua vida estuviera entre ellos.
-Cierto... no había pensado en eso -admití.
-Bueno, se me ocurrió una idea -continuó Margarita-. ¿Y si la coronación empieza como un baile de máscaras?
Levanté una ceja, interesada.
-Antes de que te coronen, todos llevarán máscaras, incluido tú. Así evitarás que te reconozcan de inmediato. Luego, cuando ya seas reina y te coloquen la corona, todos se quitarán las máscaras al mismo tiempo.
Abrí los ojos con sorpresa.
-¡Eres una genio! -exclamé antes de abrazarla-. Me encanta la idea. Se la diré a mi tío para que lo agregue a las invitaciones.
Sin perder tiempo, salí corriendo hacia el bosque. A esta hora, mi tío siempre estaba cazando.
*****
Oliver
El bosque estaba en completo silencio mientras acechaba a mi presa, pero una voz familiar rompió la tranquilidad.
-¡Tío! -escuché a Paulina llamarme.
Giré la cabeza y la vi acercarse rápidamente. Detuve mi cacería y la esperé.
-¿Sí? -pregunté cuando llegó a mi lado.
Antes de responder, me abrazó con fuerza y dejó un beso en mi mejilla.
-Buenos días -dijo con una sonrisa.
-Buenos días, princesa -respondí, riendo ante su entusiasmo.
-Margarita tuvo una idea increíble -anunció emocionada.
-¿Qué cosa? -le pregunté con curiosidad.
-La coronación será como un baile de máscaras -explicó-. Así, los licántropos que vengan no me reconocerán antes de que me coronen. Luego, cuando ya sea reina, todos nos quitaremos las máscaras al mismo tiempo. Para ese punto, ya no podrán hacer nada.
Asentí, impresionado por la astucia de la propuesta.
-Es una idea inteligente... -susurré para mí mismo antes de mirarla-. ¿Quieres que lo agregue a las invitaciones?
-¡Sí! -asintió con entusiasmo.
-Bien -dije, besando su coronilla-. Lo haré ahora mismo.
Sin perder tiempo, me alejé corriendo a velocidad vampírica en dirección al castillo. Necesitaba preparar algunas invitaciones más y asegurarme de que todos supieran que la coronación sería un baile de máscaras.
Esto salió más fácil de lo que pensé...
*****
Sora
Estoy en casa con mi mate, Arhis. Hemos sido felices juntos, y cada día a su lado me hace sentir agradecida con la vida. Sin embargo, hay algo que no deja de inquietarme... No saber nada de Paulina.
Desde su desaparición, las cosas han cambiado. Fabricio y yo ahora somos amigos, y también he logrado estrechar lazos con Kate y su mate. Pero hay algo extraño en la manada... La luna Erika ha estado actuando diferente. Ella nunca ha sido ambiciosa, pero últimamente insiste demasiado en que su hijo debe ser el próximo alfa. Su actitud es preocupante.
En cuanto a Claro de Luna, las cosas han estado relativamente tranquilas. No ha habido más ataques de vampiros desde que Paulina se fue con ellos, y tampoco se han registrado agresiones en otras manadas. Sin embargo, el mundo entero sigue buscándola con la esperanza de encontrarla con vida y a salvo.
-Ya vine -dice Arhis al entrar.
Se acerca a mí y me besa con ternura, rodeándome con sus brazos.
-Hola, amor -susurra contra mi piel.
-Hola -respondo, aferrándome a él-. ¿Alguna novedad?
Arhis es uno de los que salen casi a diario en busca de rastros de Paulina. Siempre vuelve con la misma expresión de frustración y tristeza.
-No... -dice con voz apagada-. Es como si se la hubiera tragado la tierra.
Suspira y esconde el rostro en mi cuello. Puedo sentir su angustia, su impotencia.
-Si no fuera por ella, tú y yo no estaríamos juntos... y jamás pude agradecerle -su voz se quiebra al decirlo.
Mis ojos se llenan de lágrimas.
-Lo sé... Yo tampoco lo hice -susurro, acariciando su cabello-. Pero es Paulina... estará bien. La encontraremos.
Arhis asiente lentamente y me besa de nuevo, con la desesperación de alguien que teme perder lo más valioso que tiene.
-No sé qué haría sin ti... -murmura contra mis labios.
Le sonrío con tristeza.
-Lo mismo digo... Seguro seguiría siendo una zorra.
Bajo la mirada, avergonzada por mi propio pasado.
-No lo eras, y no lo eres -dice con firmeza, tomando mi rostro entre sus manos.
Una lágrima escapa de mis ojos y él la atrapa con un beso. Me aferro a su cuello y lo beso con todo lo que siento. En ese momento, solo quiero olvidar la angustia y aferrarme a lo único que me mantiene en pie.
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Kate
Estoy con Lucia y Marcus en casa, preparándonos para ir donde Fabricio. El alpha, al igual que Marcus, ama a Lucia, y ella disfruta mucho estar con ellos. Es increíble cómo la pequeña ha traído tanto amor y luz a nuestras vidas, sobre todo después de todo lo que hemos vivido.
Me di cuenta de mi embarazo dos meses después de que Paulina fuera secuestrada. Ese descubrimiento me dio un poco de alegría en medio de todo el dolor, un pequeño recordatorio de que, incluso en los momentos oscuros, hay vida y esperanza.
Mi pequeña cumplirá dos años en tres meses, y aunque cada día con ella es un regalo, no puedo evitar desear que Paulina esté aquí para verlo. Me gustaría que pudiera conocerla, ver cómo crece y experimentar la felicidad que nos ha traído.
-Amor -me llama Marcus, interrumpiendo mis pensamientos.
-Ya voy -le respondo, levantándome de donde estaba sentada.
Lucia me mira con sus ojos brillantes, como siempre llena de preguntas y preocupaciones.
-¿Estás bien, mami? -me pregunta, acercándose a mí.
Sonrío a pesar de todo y me agacho a su altura.
-¿Extrañas a la tía Paulina? -pregunta con su vocecita inocente.
Asiento, sintiendo cómo las lágrimas comienzan a asomar. No puedo evitarlo. La falta de Paulina pesa en mi corazón cada día más.
-Mucho, nena -le respondo, acariciando su cabello.
Me limpio rápidamente las lágrimas y la beso en la frente.
-Vamos donde el tío Fabricio -le digo, sonriendo para que no se preocupe.
Lucia asiente con entusiasmo, sin entender todo lo que eso significa, pero emocionada por la idea de ver a su tío. La levanto y la cargo con cuidado, sintiendo su pequeño peso en mis brazos, mientras me dirijo hacia donde Marcus.
Seco mis lágrimas, respiro profundo y trato de concentrarme en lo positivo. A pesar de todo, aún tenemos a nuestra pequeña y a la familia que hemos formado.
*****
Fabricio
Kate, Marcus y Lucia vendrán hoy, lo que siempre es un alivio. Lucia, con su energía y dulzura, es una niña increíble. Llegó en el momento exacto cuando más lo necesitaba, cuando estaba a punto de rendirme. La pequeña ha sido como una luz en medio de tanta oscuridad, especialmente desde que Paulina se fue.
El enterarme del embarazo de Kate me hizo recordar la promesa que Paulina y yo nos hicimos esa noche en la cena, sobre nuestros cachorros. Es un recuerdo que se quedó grabado en mi corazón, una promesa que ahora parece tan lejana y al mismo tiempo tan presente.
Conservo la cadena que le di esa noche, y la pulsera que Paulina y yo compartimos; esas dos cosas son lo único que tengo de ella y, de alguna manera, me han mantenido cuerdo. Las miro constantemente, las toco cuando la tristeza amenaza con consumir todo, y me han dado la fuerza para seguir buscándola. La sigo buscando, sin descanso, en cada rincón del mundo, esperando encontrarla, esperando que el destino, por fin, nos permita reunirnos de nuevo.
*****
Oliver
Tres días. Las invitaciones ya están llegando a las manadas cercanas y a las más importantes del mundo. Aproveché la ocasión para mandar una a Claro de Luna, aunque con la máscara nadie la reconocerá de inmediato.
Solo espero que mi niña no me asesine, porque la verdad, aún quiero casarme con Margarita. Es todo lo que quiero ahora, que ella esté a mi lado, sin más complicaciones.
También invité a Juan con su luna y su hijo, el mate de mi niña. La familia de Paulina siempre ha sido importante para ella, y quiero que estén presentes en este momento. No me puedo olvidar de Kate, la amiga de Paulina, y su familia; ellos han estado con ella en cada paso, y esa conexión es algo que valoro.
Sora y su pareja también fueron incluidos. Cada uno tiene su lugar en este gran cambio, aunque hay momentos en los que me siento perdido entre tanto.
No quiero morir aún, pero también quiero lo mejor para Paulina. Quiero que ella sea feliz, con o sin mí, porque al final del día, eso es lo que más importa.
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Paola
¿Reina, eh? – digo observando mi reflejo en el espejo, una sonrisa maliciosa curvando mis labios – No me importa. No recuerdas nada, y es hora de poner mi plan en marcha... – río de lado, con el brillo de la victoria en mis ojos.
Fabricio, serás mío... Te tendré a mi lado, y no podrás escapar de lo que he preparado. – mis palabras resuenan en la habitación mientras sigo mirando mi reflejo. Él está con la hija de la pelirroja, junto con la pelirroja y su mate. También están Juan y "Erika", esa que llevé conmigo el día de la propuesta de "olvido de mate".
Querida Erika... – susurro con desprecio, mirando hacia la esquina donde yace la verdadera Erika, inconsciente. Su cuerpo está delgado, sucio y golpeado, casi sin vida. – Me sorprende que sigas viva, querida, a este paso deberías haber muerto el año pasado... Pero bueno, supongo que tus ganas de mantener a tu mate con vida te dieron fuerza. – me encojo de hombros, como si la situación fuera lo más trivial del mundo.
Salgo de mi cuarto, dejando atrás la escena de la miseria. El plan está en marcha, y nada ni nadie podrá detener lo que se avecina.
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Juan
Es un amor, Lucia, pienso mientras la observo jugar en el jardín de la casa junto a Kate, Marcus, Fabricio y Erika. La pequeña tiene esa luz que ilumina todo a su alrededor, y no puedo evitar sentirme afortunado de estar aquí con ella.
Pero hay algo en mi interior que me inquieta. Hace un tiempo, empecé a notar morados, cortadas y golpes en todo mi cuerpo. Nadie sabe de esto, ni siquiera Erika. Y lo que me preocupa aún más es que, con todo lo que está pasando, no puedo confiar completamente en ella. Algo no está bien. Si tan solo pudiera descubrir qué está ocurriendo, pero por ahora, debo mantener mis ojos abiertos y mis dudas calladas.
-Abuelo Juan-dice Lucia, acercándose a mí con una sonrisa brillante.
La cargo en mis brazos, y siento la calidez de su pequeño cuerpo contra el mío. Su risa me llena de paz.
-Dime, linda-le contesto, mientras ella pasa sus manos por mi barba, riendo.
-¡Da cosquillas!-dice, riendo aún más fuerte, y no puedo evitar soltar una pequeña carcajada mientras restriego mi cara contra su pancita, haciéndola reír aún más.
Esos momentos, esos pequeños instantes de felicidad, son lo único que me mantiene firme. Pero en mi interior, la inquietud persiste.