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Fabricio
Creo que me pasé un poco. Después de todo, ella ha pasado más que yo en estos dos años. Suspiro pesado.
-Voy a hablar con ella -dice el hombre que nos invitó.
-¿Puedo ir yo? -pregunto. Él asiente y me levanto de la silla donde estaba.
-¿Dónde es? -pregunto, sintiendo que algo en mi interior me urge a ir a su encuentro, como si cada minuto de espera fuera una eternidad.
-Segundo piso, cuarta puerta a la izquierda. Dice su nombre en la puerta, en letras doradas con decoraciones azules -responde él. Asiento, tratando de calmarme, y salgo de ahí, siguiendo las indicaciones del hombre.
Mi corazón late con fuerza mientras subo las escaleras, cada paso lo siento pesado, como si el destino me estuviera empujando hacia algo más grande que yo mismo. Llegué frente a la puerta de su cuarto y escuché sollozos provenientes de dentro. Me acerqué más rápido, la ansiedad me consume, y toqué la puerta levemente, casi con miedo de que no me respondiera.
-Paulina -la llamé, mi voz temblorosa.
-¡LARGO! -gritó entre sollozos. El corazón se me oprimió al escuchar el dolor en su voz.
"Está llorando por mi culpa", pensé, mientras sentía un peso en el pecho. ¿Cómo había llegado a este punto?
-Paulina, lo siento. Solo que... estos dos años han sido horribles para mí -dije, apoyándome en la puerta, dejando que las palabras fluyeran sin filtro, como un torrente. -Día a día me atormentaba la idea de que estuvieras muerta, y enterarme de todo esto de golpe... suspiro pesado... Me desconcertó -dije apenado, mis ojos humedecidos. Escuché movimiento en el interior del cuarto, como si ella intentara recomponerse.
-Solo quería decirte que te amo todas las mañanas, estar contigo en los momentos difíciles, y te aseguro que si hubieras llegado hace dos años, me hubiera dedicado todos los días a enamorarte de nuevo. No me importa de qué raza seas, me importa que estás viva, que estás bien... -las lágrimas corrieron por mis mejillas, pero traté de mantenerme firme. -Si puedes estar conmigo... Solo... Dame una oportunidad de reconquistarte de nuevo -dije, sintiendo cómo cada palabra dejaba una huella en mi alma. La puerta se escuchó moverse.
-¿Amor? -la puerta se abrió de golpe, dejándome verla a ella. Estaba allí, más vulnerable que nunca. Tenía la nariz y los ojos rojos, las mejillas empapadas de lágrimas, y su corazón latía con fuerza, tan rápido que parecía que iba a salirse de su pecho. Me sentí débil al verla así, pero a la vez, una necesidad incontrolable de estar con ella me invadió.
Se lanzó hacia mí y me abrazó fuerte del cuello, como si temiera que la fuera a dejar ir.
-Lo siento tanto, en serio -se disculpó, su voz quebrada por el llanto. Metí mi cara en el hueco de su cuello y suspiré su aroma, que era un poco diferente, pero el mismo que amaba. Un aroma que me calmaba, que me hacía sentir que todo podía estar bien, aunque las circunstancias dijeran lo contrario.
-Discúlpame tú a mí... -dije, regresándole el abrazo, deseando poder borrar el dolor de ambos-. Tengo que entenderte... Después de todo, nada fue tu culpa y querías evitar algo peor entre nosotros -le dije, dándole tiempo para procesar lo que yo estaba diciendo, aunque sabía que aún había muchas cosas que sanar. Ella asintió, llorando en mi hombro, buscando consuelo en mí, pero yo también lo necesitaba.
-Te amo -le murmuré. Ella se apartó de mí y me besó, un beso lleno de promesas no dichas, de sentimientos reprimidos. Le seguí el beso, pues esto lo quería diariamente, lleno de amor, necesidad, ternura... Nos separamos por falta de aire.
-¿Lo intentamos? -le dije, mirándola con esperanza.
-Sí -dijo ella, su voz suave, pero con una certeza que hizo que mi corazón latiera con fuerza.
-¿Puedo ir... allá? -preguntó con una expresión un poco tímida, como si temiera mi respuesta.
Yo reí ampliamente, aliviado de escucharla hablar así.
-Claro... Ese es tu hogar, después de todo -dije, tomando su mano con firmeza. Ella sonrió, una sonrisa que hizo que todo a mi alrededor desapareciera, solo estábamos nosotros. Me besó de nuevo, esta vez con más confianza, como si la vida, de alguna manera, hubiera vuelto a encajar en su lugar.
-Te amo -le repetí al separarnos, mi voz llena de promesas de un futuro juntos.
-Yo... Yo... -tartamudeó, sin saber qué decirme, pero en sus ojos veía la respuesta que esperaba.
-No necesitas decirlo ahora... Solo déjame enamorarte de nuevo... -dije, sabiendo que este era un nuevo comienzo para nosotros, que el pasado no nos definiría si decidíamos luchar por nuestro amor. Ella asintió riendo, un poco sonrojada. Sus mejillas blancas estaban con un toque de ese rosa que tanto amaba provocar en ella. Era como si el tiempo hubiera dejado de existir en ese momento.
(...)
Ahora estamos cenando en el gran comedor del castillo. Paulina le dijo a su tío que iría una temporada a la manada, y él le dijo que no había problema, que se alegraba por ella.
"Tengo la esperanza de que, si está allá, pueda recuperar de a poco algunos recuerdos, y eso trataré..." Pienso mientras la miro, sintiendo que cada día que pasa juntos es un paso más hacia lo que ambos deseamos.
Sonrío como idiota cuando ella toma mi mano sobre la mesa sin darse cuenta. Cada pequeño gesto suyo me hace sentir más cerca de ella.
-Yo... Lo siento -dice, queriendo apartar la mano, pero yo la tomo antes de que lo haga.
-No te preocupes -le digo, sonriéndole mientras me acerco a ella y beso la punta de su nariz. Ella se sonroja, y una sonrisa tímida aparece en su rostro.
-¿Dónde está mi mate? -gruñe molesto mi lobo, y me hace reír. -Ella no era así... Hasta que recuerde todo y vuelva a ser ese dolor de cabeza que me amaba... Que nos amaba -se queja y cierra el enlace.
La verdad, tiene razón. A Paulina no le gustaban las faldas ni los vestidos, y desde que llegamos, solo eso ha usado. No ha sido malhablada, ni le ha hecho bromas a Kate y Marcus sobre la creación de Lucía, ni ha molestado a Marcus por haber dejado embarazada a Kate.
"Haré lo posible para que recuerdes todo", pienso, besando la muñeca de Paulina, y me dispongo a seguir comiendo la cena que nos han servido, con la esperanza de que todo vuelva a ser como antes, o incluso mejor.
*****
Paulina
Es extraño lo que siento por él. Me hace sentir llena y plena, pero si la pelirroja tiene razón, yo no era así antes...
Era rebelde, malhablada, no me gustaban las faldas ni los vestidos. Tampoco era tan delicada con eso de los sonrojos. Hubiera matado a su mate por embarazarla para luego felicitarlos. Reí cuando me contaba algunas de las cosas que habíamos hecho antes.
Pensar que soy tan diferente a lo que era, no me gusta nada. Solo espero recordar más de ellos y regresar a lo que era antes, sin dejar de ser como soy ahora... Suena algo imposible, ¿verdad? Por todo lo que me ha pasado en estos dos años. Aunque recuerde todo, no puedo ir a hacer lo que era, porque ahora soy reina del clan vampírico, y eso es una gran responsabilidad. Todo se me está complicando bastante para mi gusto.
*****
Paola
¡MALDITA SEA! -grité mientras lanzaba la silla contra la pared con tanta furia que casi la rompo. Mi respiración era errática, mi mente nublada por la rabia. Maldito Oliver de mierda... ¿Qué me estaba pasando? Tendré que encargarme de esto por mis propias manos... Lo bueno es que aún no recordará nada... Su maldita amnesia me da una ventaja, aunque no puedo dejar de pensar en lo que pasará cuando lo recuerde todo. No tengo mucho tiempo.
Erika lloraba en la esquina de mi cuarto, su cuerpo temblando, su rostro cubierto por el terror. No me importaba, nada me importaba ahora. El control de la situación era lo único que me mantenía con los pies en el suelo.
-No llores, mierda... -dije con voz cortante mientras me acercaba a ella. Mis pasos resonaban en la habitación, pero ella no dejaba de sollozar, lo cual solo aumentaba mi molestia. -¡Cállate! -le ordené, mi paciencia a punto de colapsar. Sin pensarlo, le di una bofetada tan fuerte que le movió la mordaza que tenía en la boca.
Ella apenas pudo reaccionar antes de soltar otra serie de gritos entre sollozos. Mis ojos se encontraron con los suyos, llenos de rabia y desdén. En su estado, podía ver lo vulnerable que estaba, y eso solo me incitaba a continuar con mi venganza.
-Zorra... -dijo entre sollozos, como si cada palabra fuera un veneno que intentaba lanzar hacia mí. -Jamás podrás separarlos, y mi hijo jamás estará contigo...
Mi sangre hirvió. ¡¿Cómo osaba?! Volví a golpearla, sin piedad, sabiendo que no podía dejarla ganar. Ella lloró más, pero eso no detuvo mi furia.
-Escucha bien, ¡JAMÁS SERÁ TUYO! -grité, mi voz retumbando en las paredes de la habitación. Cada palabra era una sentencia, un martillo que caía con fuerza sobre ella. Mi respiración era más pesada, mi cuerpo tenso, y mi mente totalmente enfocada en destruirla.
La golpeé una vez más, disfrutando de cada segundo en que veía su dolor reflejado en su rostro. Mi rabia se intensificaba, y la necesidad de hacerla pagar por todo lo que había intentado, todo lo que había causado, era lo único que me mantenía en pie.
-Eres una maldita... -dije entre dientes, acercándome aún más, mis ojos brillando con furia. -Pero pronto me desharé de ti... Solo necesito romper tu puto lazo con el maldito de Juan...
Ella lloraba más, sus sollozos llenando la habitación, pero no me detenía. El control estaba a mi alcance, aunque no pude evitar una sonrisa cruel cuando continué.
-Ni se darán cuenta de nada, porque estará tu puto clon con ellos... -dije, acercándome un paso más. -¿Crees que en estos dos años no se ha dado cuenta? Estúpida, ¿no lo ves? Si en realidad le importaras a Juan, ya se hubiera dado cuenta hace mucho tiempo.
-¡MENTIRA! -me gritó, su voz rota por el llanto, pero su orgullo aún luchaba por mantenerse en pie. -¡ÉL ME AMA Y SE DARÁ CUENTA! ¡SOLO ES OTRO ESTÚPIDO HECHIZO QUE NO LO HA DEJADO VER LA VERDAD! -dijo, dolida. Yo me eché atrás, riendo de lado, como si todo aquello fuera un juego para mí.
-Ilusa... -murmuré. -Pero bueno, sigue viviendo en esa nube linda. Pronto morirás, y no se dará cuenta de nada. ¿Y sabes por qué? -me alejé de ella, disfrutando de su desdicha. Ella negaba con la cabeza, sollozando más, incapaz de encontrar consuelo. -Porque no le importas... Porque eres nadie y no sabrán nada... Porque está un clon con ellos. Ni tu preciado hijo se ha enterado. Y tú estás aquí, luchando día a día para no morir, a pesar de todos los contras. A pesar de que debiste morir hace un año, cuando te golpeé hasta cansarme, y mírate... Aquí estás, con la absurda esperanza de que algún día se darán cuenta.
La miré con frialdad, mis ojos reflejando el vacío que sentía dentro de mí.
-¡MALDITA ARPIA, ERES UNA ZORRA! -me gritó, su voz llena de odio, pero también de tristeza. Me había alcanzado, pero yo no me inmuté.
-¿Solo porque te digo la verdad? ¿Duele, cierto? -le dije, acercándome otra vez, disfrutando del poder que tenía sobre ella. -Darte cuenta de que tengo toda la razón... Morirás aquí, en este rincón... En mi casa, en mi cuarto, en mi presencia... -sus lágrimas seguían cayendo sin cesar, mientras ella negaba con la cabeza una y otra vez, incapaz de procesar lo que le decía. La habitación se llenaba de su dolor, pero yo seguía sin piedad.
*****
Paulina
-¡Aléjate de mi hijo! -dijo la esposa de mi padre, con una mirada llena de furia mientras me observaba desde el jardín. Los niños jugaban a lo lejos, con la pequeña niña corriendo entre ellos, ajenos a lo que estaba ocurriendo entre nosotras. Era extraño, ese silencio parecía envolvernos, como si todo fuera un escenario que yo no entendía. Nadie parecía escuchar lo que estaba por suceder, pero la tensión entre nosotros era palpable.
-¿Por qué? -dije, extrañada, ante su actitud tan agresiva.
-Porque no mereces estar con él... ¡Maldita vampira! -escupió, con un odio tan visceral que hasta me sorprendió. Fue como una bofetada invisible, pero mucho más fuerte. Una energía extraña recorrió todo mi cuerpo, y una leve punzada me atravesó el pecho, como si algo dentro de mí intentara reventar. No lo pensé. Actué por instinto.
Le di una bofetada tan fuerte que sentí cómo la vibración recorrió mi brazo. Su rostro se torció, y un golpe de satisfacción me atravesó el pecho.
-No mereces ni siquiera que te dirija la maldita palabra. Tú no eres la invasora que encontró mi papá hace años... ¡Maldita copia! -dije, mirando a esa mujer con desprecio, mientras sus ojos se abrían desmesuradamente. Ella sostenía su mejilla adolorida, mirando mis ojos con furia. La expresión en su cara no hacía más que intensificar mi rabia.
-Espera a que regrese del todo... -murmuré, con voz baja y amenaza. -Verás cómo te destruyo... Recuperaré a la invasora, la verdadera esposa de mi padre... Y la madre comprensiva de mi Fabricio... ¡Porque es mío! -sentí cómo las palabras salían con una fuerza que ni yo misma esperaba. Mi mente estaba a punto de estallar, llena de emociones conflictivas.
En ese instante, mi tío se acercó rápidamente con los demás detrás de él, mirando la escena en silencio, pero claramente alertados por la tensión. Mi visión comenzó a volverse borrosa. El mareo fue repentino, y todo a mi alrededor empezó a desdibujarse.
-¿Qué pasa? -preguntó mi tío, mirando a las dos con preocupación, pero sus palabras se desvanecieron en mi cabeza. La mujer frente a mí comenzó a llorar de forma dramática, y enseguida corrió a abrazar a mi padre, buscando consuelo, buscando apoyo en su mentira.
-¡Me golpeó! -dijo ella, haciéndose la víctima con lágrimas y sollozos. Su actuación era tan falsa que me hervía la sangre, pero no podía hacer nada más. Me sentía cada vez más débil. El mundo giraba y mis piernas vacilaban.
-¡Paulina, ¿POR QUÉ LO HICISTE?! -gritó mi padre, su voz llena de indignación, pero yo no pude sostenerme más. La confusión me embargó, y un frío incomprensible me envolvió.
-Yo... Yo... -traté de articular, pero mi cabeza daba vueltas y mi visión se nublaba cada vez más. Me tambaleé hacia atrás, incapaz de mantenerme erguida. La presión en mi pecho aumentaba, y mi tío se acercó rápidamente, atrapándome en sus brazos antes de que pudiera caer al suelo.
-No... Lo... Sé... -dije, con la voz apagada, mientras una oscura sensación de desesperación me envolvía. Mis ojos se cerraron lentamente, y una horrible oscuridad me abrazó, como si me arrastrara a un lugar muy lejano de la realidad.
-¡PAULINA! -gritaron Kate y Fabricio al mismo tiempo, pero sus voces se desvanecieron a medida que mi consciencia se deslizaba hacia la nada.
No entendí lo que sucedió. No era como si fuera yo misma, o al menos no la persona que soy ahora. Era como si algo dentro de mí, una parte más profunda, hubiera peleado por el control de mi cuerpo, como si mi "verdadero yo" estuviera luchando para proteger a los que más ama. Algo en mi interior trataba de desestabilizar esa fuerza oscura que me atrapaba, que me mantenía cautiva en algún rincón de mi mente. Pero no entendía qué pasaba, ni qué había dicho, ni qué me estaba ocurriendo realmente.
Solo sabía que debía hacer algo. Necesitaba ayudarme, liberar esa parte de mí que seguía atrapada en la oscuridad, en la confusión.
Y con esos pensamientos en mente, caí en la inconsciencia, con los brazos de mi tío sosteniéndome, mientras el mundo se desvanecía completamente a mi alrededor.