Finalmente, Nicola entró tras Ivanno. Aunque parecía el más calmado, su mirada era la de alguien realmente dolido.
Terminé siendo rodeado por mis tres mejores amigos, quienes me miraban como si acabara de cometer la peor de las deslealtades.
Enzo me había dejado claro que nadie, ni siquiera ellos, debían saber la verdad sobre este teatro. Así que estaba en desventaja y sin escape.
-Suéltame... -le pedí a Dante, intentando recuperar algo de dignidad.
En lugar de hacerlo, apretó su agarre, mostrándome que aún no estaban dispuestos a soltarme.
-¿Y saben qué es lo peor? -dijo Dante, manteniendo su posición de ventaja- Después del shock de enterarme de tu compromiso, me llevé la sorpresa de quién es la novia. ¡Nada menos que Arianna Lucciano!
-Espera un momento, Dante -intervino Ivanno con tono irónico-. No hemos felicitado como se debe a nuestro querido amigo por su compromiso. ¡Felicidades, desgraciado!
Los tres comenzaron a aplaudir sarcásticamente y Dante finalmente me soltó. Recuperé el aliento, aunque sentía que la presión apenas comenzaba.
-Es el colmo, Sebastian. Somos tus mejores amigos y nos enteramos de esta sorpresa como el resto de la gente -me reprochó Nicola con una mirada decepcionada.
Suspiré, tratando de prepararme para lo que venía. Sabía que la gran pregunta no tardaría en aparecer.
-¿Y con Arianna Lucciano? ¡Por Dios, amigo! ¿Te has vuelto loco? ¡Nos debes muchas explicaciones! -Ivanno aprovechó su altura para tomarme del brazo y forzarme a sentar en una de las sillas, mientras los tres se posicionaban frente a mí, como si estuvieran listos para un interrogatorio.
-Esto no tiene sentido Sebastian. Todos en la escuela sabíamos que odiabas a Arianna. ¡Le ganaste la beca de mejor estudiante en el último año y nos burlamos juntos de ella cuando intentaba no llorar por la derrota! -dijo Dante, recordando uno de nuestros episodios pasados.
-Chicos, ya paren...
-¡Y eso sin contar cuando ella te abofeteó después de aquel partido de tenis que te ganó! -añadió Nicola, como si fuera necesario recordarlo.
-Ah, y no olviden cuando en el baile de fin de año le derramaste soda sobre el vestido. -Ivanno se cruzó de brazos, como si estuviera acumulando pruebas en mi contra.
Ellos continuaban recordando todas nuestras peleas y yo apenas podía contener mi frustración. No podía decirles la verdad, por mucho que quisiera.
Eran mis amigos, mis hermanos de vida, pero esta vez estaba atado.
-A menos que... -Dante detuvo sus recuerdos dispersos dando paso a una súbita reflexión.
Los otros dos lo miraron con expectativa, y él no tardó en expresar la conclusión a la que había llegado.
-¡Sebastian! No me digas que en una noche de debilidad te la tiraste y la embarazaste.
"¿Por qué todo el mundo llega a ese estúpido planteamiento?"
Pensé, empezando a hartarme de esa suposición.
-¡Sí! Solo eso explicaría este compromiso. ¿Vas a ser papá? -preguntó Ivanno, mirándome como si me compadeciera.
-Chicos, ya basta -intervine con un tono que mostraba tanto mi cansancio como mi arrepentimiento por haberlos dejado al margen de la verdad-. Sé que esto les parece sorprendente y lamento que se hayan enterado así.
Las miradas inquisitivas de los tres seguían fijas en mí, así que decidí improvisar una versión más convincente antes de que ellos se inventaran una historia aún más alocada.
-He descubierto que estoy enamorado de Arianna. No espero que lo comprendan, porque ni yo mismo lo entiendo del todo, pero aquí me tienen.
-No te creo -Nicola río nerviosamente, como si mis palabras fueran imposibles de aceptar-. Esto no suena coherente con todo lo que ha pasado.
Tragué saliva y mantuve mi expresión seria, sabiendo que lo que estaba a punto de decir no sería fácil de digerir.
-Esto les va a sonar raro, pero... He estado enamorado de ella desde hace tiempo, solo que no me daba cuenta. Las peleas y las riñas eran, en realidad, una manera de lidiar con lo que sentía y con su indiferencia. Ahora que sé que es mutuo, no pienso dudar en hacerla mi esposa.
Sonaba como un discurso sacado de una novela, pero logré sonar lo suficientemente convincente como para que el trío se quedara más tranquilo.
Aunque sospeché que ninguno de ellos creyó realmente mi historia.
-Vale, pero... ¿casarte? ¡Sí que estás loco, hermano! -Ivanno me palmeó el hombro, riéndose con incredulidad.
Y sí, sabía que esto era una locura. Pero ahora no había vuelta atrás.
-Lamento no haber sido yo quien se los diga primero, en serio. -Fui sincero en eso.- Pero no necesitaba más razones o contras, estoy enamorado y eso es todo lo que sé. Necesito estar con ella..
Ivanno fue el más tocado instantáneamente.
Suspiró y trató de entender mi situación por muy bizarra e increíble que le pareciera.
-No te entiendo, amigo. Pero, como sea, ya tomaste una decisión y lo único que quiero es que seas feliz. Si estar con esa víbora rubia es lo que quieres, nunca te juzgaré.
La ironía no pasó desapercibida. Después de todo, yo había sido quien le puso ese apodo. Así que, por supuesto que tenía sentido que no me creyeran.
Sin embargo, agradecí que no insistieran. No necesitaba más comentarios sobre algo que ni yo mismo terminaba de procesar.
Me acomodé la camiseta, intentando relajarme, pero no tuve mucho tiempo antes de que otra pregunta viniera a atacarme.
-Si estás tan enamorado, ¿por qué no te veo contento o emocionado?
La perspicacia de Dante siempre había sido admirable, incluso divertida en situaciones ajenas.
Pero en ese preciso momento la odié con todo mi ser.
-Estoy emocionado -mentí sin demasiada convicción-. Es solo que esto me tiene un poco nervioso. Quiero que todo sea perfecto para Arianna.
Su mirada penetrante me recorrió, buscando alguna grieta en mi fachada.
-A mí no me engañas. Ya sé lo que está pasando.
El aire se volvió más denso al instante.
Su declaración cayó como una bomba, dejando un silencio que hizo que cada segundo se sintiera eterno.
Sentí mi cuerpo temblar bajo la presión de las miradas. Tragué saliva, tratando de mantener la calma.
¿Y si lo había descubierto todo?
Dante era sumamente astuto y si soltaba una palabra equivocada, todo el plan se iría al infierno. No solo Enzo me mataría, sino que Arianna también me haría la vida imposible.
-Tienes miedo de que Arianna se arrepienta, ¿verdad? De que se dé cuenta de esta locura y te deje plantado.
Las carcajadas rompieron la tensión. Todos parecían convencidos de su absurda teoría y nunca antes había agradecido tanto un comentario así de humillante.
-Me costó mucho darme cuenta de que la amo -respondí, aprovechando la oportunidad para desviar el tema-. No me gustaría que esto terminara antes de comenzar.
Ivanno, siempre brusco en sus demostraciones de apoyo, me dio una palmada en la espalda que casi me deja sin aire.
-Me contaron que ella saltó a tus brazos en cuanto se lo pediste. Si lo hizo frente a todos, es porque te quiere ¿no? No parece ser de esas chicas que hacen escenas públicas solo por joder o porque están inseguras.
Su comentario me tomó por sorpresa.
-¿Te contaron?
-¡Están en boca de todos! -intervino Nicola desde su asiento-. ¡Hasta salió en la página de sociales de la revista semanal!
La información me dejó helado.
¿Qué demonios había hecho Enzo ahora?
Su habilidad para manipular situaciones y llevarlas a la cima era aterradora. Me incomodaba darme cuenta de cuánto control tenía sobre esta mentira.
-Deberías haber visto a Cristina Alberti esta mañana -añadió Nicola con una sonrisa burlona-. Me la crucé en el club de tenis y parecía que acuchillaba con la mirada. Traía un humor del demonio.
No era para menos.
-Parece que a ella también le llegó la invitación a tu fiesta de compromiso. Luego vio la revista -continuó mientras un escalofrío recorría mi espalda-. Creí que estarías ahí. Hoy es el torneo de apertura en el club, y Arianna estará jugando.
"El juego. Maldición."
Me levanté de golpe.
-Mierda, lo olvidé. -Enzo me había insistido hasta el cansancio que debía estar presente. Era lo lógico, lo que se esperaría de un prometido devoto-. Ivanno, ¿Trajiste tu auto?
-Por supuesto -respondió con una sonrisa altiva, casi ofendido por mi pregunta.
-Necesito llegar ahí en diez minutos.
Él se encogió de hombros, confiado.
-Eso es demasiado sencillo.
Sin más, todos corrimos al Ferrari de Ivanno y en menos de dos minutos el rugido del motor anunció nuestra partida.