Emily no podía quitarse de la cabeza la llamada de Victor Delgado. Cada palabra, cada matiz amenazador, se repetía en su mente como un eco interminable. **Sabía que Alexander tenía razón: la amenaza era la confirmación de que estaban cerca de algo importante. Pero eso no hacía que el peligro se sintiera menos real.**
Esa mañana, el sol brillaba a t