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Antonio no gritó. No corrió. No golpeó la mesa.
Solo se quedó ahí, de pie, viendo cómo los labios de Marina y los de ese policía que ni del pueblo era, se rozaban como si estuvieran solos en el mundo. Como si todo lo que alguna vez fueron él y ella nunca hubiese existido.
Sintió que la sangre le hervía, pero también se le congelaba en el pecho. La mirada de Marina, cuando lo vio, no fue de culpa, ni de miedo. Fue peor: fue decisión.
-¿Y esto qué carajo es? -repitió, aunque ya no esperaba una respuesta.
Javier lo miró, sin buscar excusas, sin defenderse. Lo miró con esa calma que solo tienen los hombres que saben que no necesitan decir demasiado. Y eso lo hizo arder más.
Antonio no dijo más. No podía. Si abría la boca, tal vez terminaría haciendo algo que se arrepentiría. Así que se giró y se fue.
Pero mientras caminaba hacia su moto, sintió el peso del restaurante entero sobre su espalda. Todos lo habían visto. Y todos, todos, estarían hablando de eso antes de que saliera el sol.
El casco golpeó el suelo del porche con un estruendo hueco. La casa estaba a oscuras. No quiso entrar. Se sentó en el escalón de concreto, sudando aunque la noche fuera fresca, con el estómago revuelto y las manos cerradas en puños.
Recordó todas esas veces que había acompañado a Marina al restaurante, aunque no eran pareja, pero todos los trataban como si lo fueran. Su madre le decía "esa será la madre de tus hijos" sin pensarlo dos veces. Sus hermanas ya se referían a ella como "la cuñada". Y él... él también lo creyó. Siempre creyó que lo que no se decía se volvería realidad si todos lo deseaban lo suficiente.
Hasta que llegó ese policía.
Javier, con su actitud tranquila, sus silencios largos, su forma de mirar a Marina como si fuera un mapa que estudiaba con devoción. Y lo peor era que ella respondía a esa mirada. Como nunca había respondido a la suya.
Antonio se llevó las manos a la cara. No sabía si estaba más enojado con ella o con él. O con el pueblo entero, por haber alimentado durante años una historia que tal vez solo existía en su cabeza.
Marina caminaba por la orilla, los pies descalzos sobre la arena fría. El beso aún le ardía en los labios. No sabía si debía sentirse feliz o culpable. Tal vez ambas cosas. Tal vez ninguna.
Javier no había dicho nada después de que Antonio se fue. Se había limitado a tomar su mano, besarla en los dedos, y alejarse. "Esto no termina aquí", fue lo único que dijo antes de perderse entre los autos del estacionamiento.
Y ahora, mientras la luna se reflejaba en el mar, ella sabía que nada volvería a ser igual.
La decisión estaba tomada, aunque todavía no supiera cuáles serían las consecuencias exactas.
Ya habían empezado. Al salir de la churuata, notó cómo una de las meseras le dio un leve codazo a otra. Cómo un hombre mayor la miró con decepción abierta. Y en el grupo de mujeres que siempre se sentaban en la banca frente al malecón, el silencio fue más elocuente que cualquier palabra.
Su madre la esperaría despierta. Lo sabía. Y no sería con una taza de té. Sería con el silencio más duro de todos. Ese que juzga sin dar la oportunidad de defenderse.
Pero por primera vez en su vida, Marina no quería pedir disculpas.
Ella sabía lo que sentía. Lo que había sentido desde aquel primer cruce de miradas en la playa, cuando Javier la vio como nadie más lo había hecho. Y por mucho que el mundo le gritara que ese amor era un error, su cuerpo, su alma y su deseo decían otra cosa.
Mientras las olas lamían la arena y el viento le revolvía el cabello, Marina se abrazó a sí misma.
Estaba sola. Más sola que nunca.
Y sin embargo, nunca se había sentido tan viva.
Mensajes:
00:43 AM
Javier:
"No quería que terminaras el día así. Me duele haber causado eso."
00:45 AM
Marina:
"No lo causaste tú. Ya estaba roto. Solo lo empujaste un poco."
00:46 AM
Javier:
"Me gustaría estar ahí. No para hablar. Solo para quedarme en silencio contigo."
00:48 AM
Marina:
"Estoy sentada frente al mar. No necesito palabras. Solo quería que supieras que no me arrepiento."
00:50 AM
Javier:
"Yo tampoco. Lo que siento por ti no es algo que quiera esconder. Ni olvidar."
00:51 AM
Marina:
"Tengo miedo, Javier."
00:53 AM
Javier:
"Yo también. Pero si vamos a caer... prefiero hacerlo contigo."
00:54 AM
Marina:
"Entonces quédate cerca. Aunque sea por mensajes."
00:55 AM
Javier:
"Estoy aquí. No me voy."
Y así, con la pantalla iluminando su rostro en medio de la noche, Marina sintió que tal vez el caos valía la pena... si era por algo tan real como eso.