Cenizas a Fénix: Un Amor Renacido
img img Cenizas a Fénix: Un Amor Renacido img Capítulo 4
4
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
Capítulo 11 img
Capítulo 12 img
Capítulo 13 img
Capítulo 14 img
Capítulo 15 img
Capítulo 16 img
Capítulo 17 img
Capítulo 18 img
Capítulo 19 img
img
  /  1
img

Capítulo 4

Alba ya no sentía amor por Julián. El sentimiento había sido golpeado hasta desaparecer en un callejón sucio y se había desangrado en el frío suelo de un hospital. Lo que quedaba era un eco hueco, una cicatriz en su alma que coincidía con las de su piel.

En los días que siguieron, Julián se dedicó a Estela. Contrató un equipo de seguridad privada para ella. Usó el inmenso poder de la familia de la Garza para limpiar internet de cualquier prensa negativa sobre ella, pintándola como la víctima inocente de un círculo mediático vicioso. Eran inseparables, una característica constante en las columnas de chismes, su "profunda amistad" un espectáculo público.

Alba, mientras tanto, estaba empacando. Dobló las pocas ropas que le quedaban en una sola maleta. Sus materiales de arte, una vez sus posesiones más preciadas, ya estaban en un almacén. Se estaba borrando a sí misma de esta vida, tal como lo había borrado a él del departamento.

Estaba cerrando una caja con cinta adhesiva cuando se abrió la puerta principal. Julián entró, con aspecto demacrado. Por primera vez, Estela estaba con él, aferrada a su brazo.

-Alba -dijo Julián, su voz tensa-. Tenemos que hablar.

Miró de las cajas empacadas a su rostro. -La prensa está acosando a Estela. Dicen que es una rompehogares. No tendrás nada que ver con filtrar esas historias, ¿verdad?

La acusación era tan absurda, tan profundamente injusta, que Alba solo pudo reír. Fue un sonido seco y amargo. El hombre que había salvado, el hombre al que había dedicado su vida, pensaba que era capaz de una venganza tan mezquina.

-Por supuesto que no, Julián -dijo, su voz goteando un sarcasmo que él estaba demasiado absorto en sí mismo para notar.

Estela rompió a llorar a la orden. -¡Lo siento mucho, Alba! ¡Nunca quise que nada de esto sucediera! ¡Todo es mi culpa!

El rostro de Julián se suavizó al mirarla. -No es tu culpa, Estela. -Sin embargo, su mano se detuvo a medio camino cuando fue a consolarla. Un destello de algo -¿duda? ¿culpa?- cruzó su rostro.

Se volvió hacia Alba, su expresión endureciéndose de nuevo. -Ya ha pasado por suficiente. Está recibiendo amenazas de muerte. No puede quedarse sola.

Alba esperó lo inevitable.

-Se va a quedar aquí con nosotros por un tiempo. Hasta que las cosas se calmen.

No era una petición. Era una orden. Estaba trayendo a su amante a su casa.

El rostro de Alba debió palidecer, pero ella solo asintió. -Está bien.

Su fácil acuerdo pareció sorprenderlo. Se acercó a un juego de camisetas de pareja de diseñador que colgaban en el armario ahora vacío. Las había comprado para su luna de miel. Sin decir una palabra, las descolgó y las dejó caer en una bolsa de basura.

-¿Qué estás haciendo? -preguntó Julián, frunciendo el ceño.

-Limpiando -dijo ella simplemente.

Recordó habérselas mostrado, con el rostro lleno de emoción. Él había sonreído y dicho: "No puedo esperar para usarlas contigo". Otra promesa vacía, otro recuerdo olvidado.

Se dio la vuelta para salir de la habitación, pero él la agarró por la muñeca. Su agarre era fuerte.

-¿Qué te pasa, Alba? Estoy tratando de manejar una crisis aquí. Sé que tu reputación antes de conocerme no era exactamente... prístina. Lo último que necesito es que causes más drama.

Su reputación. Le estaba echando en cara su pasado. La mujer salvaje, artística y ferozmente independiente que había sido antes de él. La mujer que una vez afirmó admirar por su espíritu. La mujer que había matado para convertirse en su perfecta y devota cuidadora.

El dolor era tan agudo que sintió que no podía respirar. Solía trazar las cicatrices de su espalda y susurrar lo valiente que era, cómo nunca dejaría que nadie la volviera a lastimar. Ahora él era quien la lastimaba, más profundamente que cualquier fuego.

Se soltó de su agarre. -Entiendo, Julián -dijo, su voz peligrosamente tranquila-. Tienes que proteger tu imagen. Y la de Estela.

Su rostro se nubló de confusión ante su plácida respuesta. -La instalaré en la habitación de invitados. La enviaré lejos tan pronto como sea seguro. Lo prometo.

Alba solo sonrió una sonrisa delgada y cansada y no dijo nada.

Él se fue, aliviado. Más tarde esa noche, escuchó ruidos en la cocina. Julián estaba cocinando. Rara vez cocinaba, pero cuando lo hacía, era un evento. Caminó hacia el sonido.

Estela estaba allí, sentada en un taburete, riendo mientras Julián le enseñaba a picar verduras. Él sonreía, una sonrisa genuina y feliz que Alba no había visto en años. Era paciente, sus manos guiando las de Estela, sus cuerpos cerca. Era una escena íntima y doméstica.

Una escena de la que ella no formaba parte. Estaba tan absorto con Estela, tan encantado con su actuación de feminidad indefensa, que había olvidado por completo que Alba estaba siquiera en el mismo departamento.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022