Mauricio se movió a mi lado. Se había deslizado en la cama en algún momento de la madrugada. Su voz, áspera por el sueño, cortó el silencio. "¿Qué quiere mi madre ahora? ¿No puede esperar un minuto?"
Intenté explicar. Mi voz era un hilo fino. "Es por la cita, Mauricio. La del doctor. Para la..."
Él se irguió. Su mirada era dura. Me agarró del brazo, no con fuerza, pero con una autoridad innegable. "¿Ya le dijiste lo que pasó anoche? ¿Le contaste que, una vez más, no fuiste capaz de cumplir con tu deber de esposa?" Su aliento olía a tequila. Sus ojos, a desprecio.
Me di cuenta de que mi lencería de seda estaba entreabierta. Mi piel expuesta. Me sentí vulnerable. Estúpida. ¿Cómo pude haber creído que él me desearía?
Mauricio miró mi cuerpo con una expresión indescifrable. Por un instante, vi algo en sus ojos. Un destello de algo parecido al deseo, o tal vez a la tentación. Mi corazón dio un brinco tonto.
Pero el momento pasó. Su rostro se endureció. "No, no puedo tocarte. Ni por error" , repitió las palabras que la noche anterior me habían herido hasta el alma. Empujó mi brazo lejos. "Lo del heredero ya está arreglado" .
Mauricio se levantó de la cama. Se vistió con rapidez. Sin mirarme. Salió de la habitación. La puerta se cerró suavemente. Dejó un silencio ensordecedor a su paso.
¿Arreglado? ¿Qué significaba eso? Un escalofrío me recorrió la espalda. Algo no estaba bien. Mi mente, aún aturdida por la traición reciente, luchaba por encontrar una explicación para sus palabras.
Un coche me esperaba, silencioso y negro. Me condujo directamente al hospital. Un hospital privado. Lujoso. Pero el lujo no disipaba la creciente sensación de pánico.
"¿Por qué estamos aquí, Mauricio?" Le pregunté. Mi voz apenas un susurro. Mi garganta estaba seca. Las paredes blancas del hospital me hacían sentir atrapada.
Mauricio me ignoró. Abrió la puerta del coche. Me agarró del brazo con brusquedad. Me arrastró fuera. Sus dedos se clavaron en mi piel. "¿No lo entiendes? El problema del heredero está resuelto. No necesito hacer nada contigo" .
Soltó una risa seca. Fría. "No podría tocarte ni por error, Estrella. Y ahora, gracias a la ciencia, no tendré que hacerlo. Tendremos un heredero, y tú... tú serás libre de hacer lo que quieras. Lejos de mí" .
Mis piernas flaquearon. La humillación era insoportable. Mi corazón se rompió en pedazos. "¿Por qué tanta crueldad, Mauricio? ¿Qué te he hecho para merecer esto? ¿Es por Felipa? ¿Es por el dinero de mi familia biológica?" Las preguntas salieron atropelladas. Eran desesperadas.
Mauricio me miró. Una sonrisa cruel apareció en sus labios. No era una sonrisa de alegría. Era una mueca. "¿Por Felipa? Quizás. ¿Por el dinero? Por supuesto. ¿No creíste que te desposé por amor? Esto siempre fue un negocio, Estrella. Y tú, la pieza clave para sellarlo" .
Mis últimas esperanzas se hicieron añicos. Era tan solo un objeto. Una herramienta. Un vientre de alquiler para su linaje. Me sentí vacía por dentro. Mi dignidad, mi ser, todo se había desintegrado.
El mundo se volvió negro. Mis piernas no podían sostenerme más. Caí. Perdí el conocimiento.
Mauricio no se inmutó. Sus ojos, fríos e impasibles, no mostraron ni una pizca de preocupación. Ordenó a los guardias que me llevaran.
Me desperté en una habitación blanca. Una enfermera me dijo que estaba en el área de ginecología. Una sensación de dread se apoderó de mí. Vi a Mauricio de pie junto a un grupo de médicos. Parecía estar dando órdenes.
"Señora Mascaraque, por favor, póngase esta bata" . La voz de la enfermera era suave. Pero sus palabras, una orden. Me sentí despojada. Expuesta.
"Señora, vamos a realizar un procedimiento de fertilización in vitro. Ya hemos recuperado los óvulos de su donante y estamos listos para la transferencia" . La enfermera continuó con una explicación médica. No entendí nada.
"¿Donante? ¿Transferencia de qué?" Mi voz era débil. Confundida.
Mauricio se acercó. Su voz era impaciente. "No te hagas la tonta, Estrella. Lo de la FIV. Ya te lo dije anoche. No voy a tocarte. Esto es para asegurar un heredero" .
Mis ojos se llenaron de lágrimas. "Mauricio, por favor, ¿por qué? ¿Realmente quieres un hijo nuestro? ¿O es solo por el negocio de nuestros padres?" Mi voz sonaba rota.
Mauricio me miró. Me observó por un momento. Sus ojos se entrecerraron. Hubo un destello de algo en su mirada. ¿Sorpresa? ¿Duda? Pero se desvaneció tan rápido como apareció.
"Es por el bien de la familia, Estrella. Por el negocio. Por la fusión de nuestras empresas. No es por amor, si eso es lo que quieres saber" . Su voz era brutalmente honesta.
Me sentí como un objeto. Una mercancía. Mi dignidad se hizo pedazos. "No... no quiero esto. No quiero ser solo una incubadora. No lo haré. ¡Me niego!" Las lágrimas corrían por mis mejillas. Intenté levantarme. Escapar.
Mauricio soltó una risa burlona. Me agarró del brazo. Me empujó de nuevo a la camilla. "¿Te niegas? ¿Ahora? ¿Acaso crees que te deseo, Estrella? ¿Crees que me muero por tenerte en mi cama? Te equivocas" .
"¡Suéltame, Mauricio! ¡No me toques!" Grité. Mis palabras, desesperadas.
Él me miró con desprecio. "No te hagas de rogar. Sé que mueres por un poco de atención. Pero no la tendrás de mí. Esto es solo para el heredero. Y tú cumplirás con tu parte del trato" .