No Fui Su Incubadora, Soy Su Dueña
img img No Fui Su Incubadora, Soy Su Dueña img Capítulo 9
9
Capítulo 11 img
Capítulo 12 img
Capítulo 13 img
Capítulo 14 img
Capítulo 15 img
Capítulo 16 img
Capítulo 17 img
Capítulo 18 img
Capítulo 19 img
Capítulo 20 img
Capítulo 21 img
Capítulo 22 img
Capítulo 23 img
Capítulo 24 img
Capítulo 25 img
img
  /  1
img

Capítulo 9

Estrella POV:

El jet privado despegó. Las luces de la ciudad se hicieron pequeñas. Luego desaparecieron. Me sentí ligera. Libre. Como si el peso de Mauricio y de los Mascaraque se hubiera evaporado.

Mi teléfono vibró. Un mensaje de Mauricio. "Estrella, por favor, perdóname. No sé lo que me pasó. Te ruego que me des una oportunidad. Te amo. Siempre te he amado". Y luego, otro: "Estrella, por favor, no me hagas esto. No me dejes. Te necesito".

Leí los mensajes. Mis ojos estaban secos. Mi corazón, un témpano. No sentí nada. Ni rabia. Ni tristeza. Solo un vacío inmenso.

Apagué el teléfono. Saqué la tarjeta SIM. La rompí en pedazos. Y la arrojé por la ventana del jet. Se fue. Como Mauricio. Como Felipa. Como mi pasado.

Sentí un suspiro. Profundo. Liberador. El aire de la cabina, frío y puro, llenó mis pulmones. Por fin. Libertad.

Me despedí de Mauricio. De la farsa de matrimonio. De la humillación. De la traición. Todo se quedó atrás. En la oscuridad.

Sentí una paz. Una calma que hacía mucho tiempo no experimentaba. Era una paz fría. Solitaria. Pero era mía. Completamente mía.

Aterrizamos en la pista privada de la mansión Pujol. Las luces me recibieron. Cálidas. Acogedoras. Mi hogar. Mi verdadero hogar.

Mis padres adoptivos, Rocco y Elena, me esperaban en la puerta. Sus brazos se abrieron. Me envolvieron en un abrazo. Un abrazo lleno de amor. De calor. De incondicionalidad.

"Mi amor, mi niña. Estás en casa. Estás a salvo" . La voz de Elena era suave. Cariñosa.

Rocco, mi padre adoptivo, me acarició el cabello. "Nadie te hará daño de nuevo, Estrella. Nadie. Te lo juro" .

Me sentí segura. Protegida. Amada. Por fin.

Los días se transformaron en semanas. Las semanas, en meses. Me curé. Lentamente. Pero con determinación. Monté a caballo. Nadé en la piscina. Caminé por los jardines. Leí. Dibujé. Volví a ser yo misma.

Y en las noches, me sentaba con Rocco. En su despacho. Me enseñó todo lo que sabía sobre los negocios. Sobre el poder. Sobre el mundo. Me convertí en su mejor alumna. En su heredera.

"Estrella, mi amor. Eres un tiburón. Un depredador. No dejes que nadie te diga lo contrario. Tienes el poder de destruir. Y de reconstruir" . Sus palabras eran mi mantra.

Y yo, fiel a su enseñanza, empecé a planear mi venganza. Una venganza fría. Calculada. Implacable.

Mauricio, mientras tanto, seguía en su mundo. Intentando contactarme. Desesperado. Pero mi teléfono estaba muerto. Mi número, inexistente. Mis redes sociales, cerradas. Había desaparecido. Por completo.

En la sala de prensa de Tequilas Navarro, Mauricio estaba sudado. Su rostro, pálido. La conferencia de prensa había sido un desastre. Los periodistas, hambrientos de noticias, lo acosaban con preguntas sobre mi paradero.

Su asistente se acercó a él. Le susurró algo al oído. "Señor, el teléfono de la señora Estrella... sigue apagado. No podemos localizarla" .

El rostro de Mauricio se oscureció. Un brillo peligroso apareció en sus ojos. Su mandíbula se apretó.

Mi suegra, la madre de Mauricio, se acercó a él. "Mauricio, ¿qué está pasando? ¿Dónde está Estrella? ¿Por qué no contesta el teléfono?"

Él la miró con rabia. "¡No sé, madre! ¡No sé dónde está! ¡Desapareció! ¡Se fue!"

Mi suegra se puso a llorar. "¡Pero cómo! ¡Es tu esposa! ¡No puede desaparecer así! ¡Es una malagradecida! ¡Una egoísta! ¡Nos está arruinando la vida!"

Mi suegro, el padre de Mauricio, intentó calmarla. "Cálmate, mi amor. No es el momento. Tenemos que encontrar a Estrella. Tenemos que arreglar esto" .

Justo entonces, un asistente irrumpió en la sala de prensa. Su rostro estaba lleno de pánico. "¡Señor Navarro! ¡Noticias de última hora! ¡Mire esto!"

En la pantalla gigante, apareció la imagen de mi abogado. De pie. Sereno. Frente a una multitud de periodistas. Con un micrófono en la mano.

"En nombre de mi clienta, la señora Estrella Mascaraque de Navarro, me dirijo a ustedes para comunicarles su decisión de iniciar los trámites de divorcio de forma inmediata" .

La sala de prensa estalló en un murmullo. Los flashes de las cámaras. Las preguntas. El caos.

Mi abogado, imperturbable, continuó: "Asimismo, deseamos informarles que el Grupo Pujol ha decidido retirar todas sus inversiones en las empresas Navarro y Mascaraque. Esto incluye la cancelación de todos los contratos millonarios y la suspensión de futuras colaboraciones" .

La sala se quedó en silencio. Un silencio sepulcral. Todos miraron a Mauricio. Su rostro, pálido. Sus ojos, llenos de incredulidad.

"¿Grupo Pujol? ¿Qué es el Grupo Pujol? ¿Qué tiene que ver eso con Estrella?" Murmuró Mauricio. No entendía. No sabía.

Mis suegros se miraron. Sus rostros, llenos de horror. Ellos sí sabían. Ellos sí entendían.

Los teléfonos empezaron a sonar. En la sala de prensa. En los bolsillos de los periodistas. De los asistentes. Los gritos. Las voces. Los reportes. La caída de las acciones. La quiebra.

Mauricio se tambaleó. Un golpe. Otro golpe. Uno tras otro. Él entendió. Finalmente.

Entendió que yo no era solo Estrella Mascaraque. Era Estrella Pujol. Y que los Pujol no perdonaban. Ni olvidaban.

Entendió que yo no era su juguete. Que no era su incubadora. Que no era su sombra. Era una fuerza. Una tormenta. Un tsunami que acabaría con todo lo que él conocía.

Entendió que yo lo había dejado. Para siempre. Y que mi venganza sería dulce.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022