No Fui Su Incubadora, Soy Su Dueña
img img No Fui Su Incubadora, Soy Su Dueña img Capítulo 6
6
Capítulo 11 img
Capítulo 12 img
Capítulo 13 img
Capítulo 14 img
Capítulo 15 img
Capítulo 16 img
Capítulo 17 img
Capítulo 18 img
Capítulo 19 img
Capítulo 20 img
Capítulo 21 img
Capítulo 22 img
Capítulo 23 img
Capítulo 24 img
Capítulo 25 img
img
  /  1
img

Capítulo 6

Estrella POV:

"¿Mauricio... cómo está Mauricio?" Pregunté. Mi voz era débil.

Mi madre me miró con tristeza. "Está bien, mi amor. Se recupera. Está en la habitación 304" .

Intenté levantarme. El dolor en mi brazo me recordó mi herida. "Necesito verlo, mamá" .

Ella me detuvo suavemente. "No te preocupes, mi amor. Ya tendrá tiempo de verte. Ahora descansa" . Pero mis palabras la conmovieron. Ella se levantó. "Está bien. Te ayudaré. Pero solo un momento. El doctor quiere que descanses" .

Me ayudó a levantarme. Me puse una bata. Caminamos por el pasillo. La habitación 304. La puerta estaba entreabierta. Escuché voces.

"¡Mi héroe! ¡Mi valiente Mauricio!" Era la voz de Felipa. Dulce. Melodiosa. Falsa. "¡No puedo creer que te hayas arriesgado así por mí! ¡Daniel y Carlos son unos cobardes! ¡Huyeron como ratas! Pero tú... tú eres mi salvador" .

Me quedé helada. Esas palabras. Esas malditas palabras.

Una de las amigas de Mauricio, Sofía, dijo: "Sí, Felipa, eres tan afortunada de tener a Mauricio. ¡Qué valiente! Se arriesgó por ti en esa tormenta. ¡Y tú, tan frágil, lo esperaste aquí, sufriendo!"

Mauricio. Felipa. Y la mentira. De nuevo.

Mi corazón se apretó. Me sentía mareada. Mis ojos se llenaron de lágrimas.

Felipa, con una voz suave y casi inaudible, respondió: "No, no... no digan eso. Yo solo... yo solo pensaba en él. En lo mucho que lo amo. Me arriesgué a ir a buscarlo también. Pero la tormenta... fue tan fuerte. Y luego apareció Estrella con él..." . Hizo una pausa. Un silencio. "Estrella lo trajo. Pero yo también fui. Corrí para ayudarlo" .

La mentira. Una verdad a medias. Una mentira disfrazada.

"Pero Felipa, tú no sabes montar a caballo" , dijo Daniel, con voz de asombro. "¿Cómo pudiste ir a buscarlo?"

Felipa tartamudeó. "Yo... yo fui a pie. Quería llegar a él. Pero la tormenta... me detuvo" .

"¡Bah!" Dijo Carlos. "¡Qué importa! Lo importante es que Mauricio está bien. Y que Felipa lo ama, eso es lo que cuenta" .

Mi madre adoptiva me miró. Su rostro estaba lleno de preocupación. "Estrella, ¿estás bien? Te ves pálida" .

Negué con la cabeza. No. No estaba bien. Mi mundo se estaba desmoronando. No por la tormenta. Sino por la tormenta de mentiras que me rodeaba.

Escuché a Mauricio. Su voz era débil. "Felipa... mi Felipa..." . Eso fue todo.

Mi madre me agarró del brazo. Me arrastró lejos de la puerta. Me llevó de vuelta a mi habitación. Me sentó en la cama.

"Estrella, ¿qué pasó? ¿Qué escuchaste?" Su voz era suave. Preocupada.

"Nada, mamá. Nada importante. Solo... solo estoy cansada" . Mentí. No quería que ella supiera la verdad. No quería que viera mi dolor.

Mi madre me miró con ojos penetrantes. "Estrella, sé que algo te pasa. No puedes ocultarme nada. Soy tu madre" .

Las palabras de Mauricio. Las palabras de Felipa. La mentira. Todo me golpeó de nuevo. La humillación. El desprecio. La traición. Todo.

"Ellos... ellos creen que Felipa lo salvó. Que ella es la heroína. Que yo... yo solo lo traje" . Mi voz era un susurro. Roto.

Mi madre me abrazó. Me acarició el cabello. "Mi amor. No importa lo que ellos piensen. Lo importante es que tú sabes la verdad. Y yo también" .

Pero a mí sí me importaba. Me importaba por Mauricio. Por su ceguera. Por su cruel desprecio.

En ese momento, mi teléfono vibró. Un mensaje. De mi asistente. "Señora, el jet privado está listo. Su madre adoptiva, Elena Pujol, me lo ha ordenado. A la espera de sus instrucciones" .

Miré el mensaje. Luego miré a mi madre. Ella sonrió. Una sonrisa triste. "Es hora de ir a casa, mi amor. Es hora de dejar este lugar. Para siempre" .

Mauricio. Felipa. Mis padres Mascaraque. Todos ellos. Con sus mentiras. Con su desprecio. Con su traición. Me había cansado. Me había agotado.

Me levanté de la cama. Mi cuerpo dolía. Pero mi espíritu estaba firme. "Sí, mamá. Es hora de ir a casa" .

Miré la puerta de la habitación de Mauricio. Di una última mirada. Una sonrisa amarga apareció en mis labios. Este matrimonio... esta farsa... este juego... había terminado.

Me alejé de la puerta. Dejé a Mauricio. Dejé a Felipa. Dejé a la familia Mascaraque. Los dejé a todos. Me iba. Para siempre.

Llegué a casa de mis padres adoptivos. Me refugié en su amor. En su apoyo. En su incondicional afecto. Empecé a reconstruirme. Paso a paso. Ladrillo a ladrillo.

Pero la rabia... la rabia aún ardía en mi pecho. La rabia por la traición. Por la humillación. Por las mentiras. No iba a dejarlos ir tan fácilmente. Me había convertido en una Pujol. Y los Pujol no perdonaban. No olvidaban.

Me reuní con mi abogado. Le di las instrucciones. "Quiero el divorcio. Y quiero que Mauricio Navarro y la familia Mascaraque se queden sin nada. Sin un centavo. Que paguen por lo que me hicieron" .

Mi abogado me miró con sorpresa. "Señora Mascaraque... ¿está segura de esto?"

"Más que nunca" , respondí. Mi voz era fría. Determinada. "Quiero que sufran. Quiero que sientan el mismo dolor que ellos me hicieron sentir. Quiero que se arrepientan de haberme tocado" .

Mi asistente me entregó mi teléfono. Había un mensaje de Mauricio. Desesperado. Rogando. Suplicando. Lo leí. Una sonrisa amarga apareció en mis labios. Que sufriera. Que se ahogara en su propio arrepentimiento.

Eliminé el mensaje. Borré su número. Bloqueé su contacto. Ya no existía para mí.

En ese momento, mi teléfono vibró de nuevo. Un mensaje de Felipa. Rogando. Suplicando. Pidiendo perdón. La ignoré. La borré. La bloqueé. Ella tampoco existía para mí.

Me sentí liberada. Libre. Como si un peso inmenso se hubiera quitado de mis hombros. Por fin.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022