"Señora, vamos a realizar un procedimiento de fertilización in vitro. Ya hemos recuperado los óvulos de su donante y estamos listos para la transferencia" . La enfermera continuó con una explicación médica. No entendí nada.
"¿Donante? ¿Transferencia de qué?" Mi voz era débil. Confundida.
Mauricio se acercó. Su voz era impaciente. "No te hagas la tonta, Estrella. Lo de la FIV. Ya te lo dije anoche. No voy a tocarte. Esto es para asegurar un heredero" .
Mis ojos se llenaron de lágrimas. "Mauricio, por favor, ¿por qué? ¿Realmente quieres un hijo nuestro? ¿O es solo por el negocio de nuestros padres?" Mi voz sonaba rota.
Mauricio me miró. Me observó por un momento. Sus ojos se entrecerraron. Hubo un destello de algo en su mirada. ¿Sorpresa? ¿Duda? Pero se desvaneció tan rápido como apareció.
"Es por el bien de la familia, Estrella. Por el negocio. Por la fusión de nuestras empresas. No es por amor, si eso es lo que quieres saber" . Su voz era brutalmente honesta.
Me sentí como un objeto. Una mercancía. Mi dignidad se hizo pedazos. "No... no quiero esto. No quiero ser solo una incubadora. No lo haré. ¡Me niego!" Las lágrimas corrían por mis mejillas. Intenté levantarme. Escapar.
Mauricio soltó una risa burlona. Me agarró del brazo. Me empujó de nuevo a la camilla. "¿Te niegas? ¿Ahora? ¿Acaso crees que te deseo, Estrella? ¿Crees que me muero por tenerte en mi cama? Te equivocas" .
"¡Suéltame, Mauricio! ¡No me toques!" Grité. Mis palabras, desesperadas.
Él me miró con desprecio. "No te hagas de rogar. Sé que mueres por un poco de atención. Pero no la tendrás de mí. Esto es solo para el heredero. Y tú cumplirás con tu parte del trato" .
Mauricio me empujó con brusquedad. Caí al suelo. Mi cabeza golpeó el frío azulejo. No podía creer lo que estaba pasando. Era una pesadilla. Un horror.
"¡Hagan el procedimiento ahora!" Ordenó Mauricio a los médicos. Su voz era fría. Autoritaria.
Intenté resistirme. Pataleé. Grité. Pero eran demasiados. Me sujetaron. Me inmovilizaron. Las lágrimas manaban sin control. Me sentí violada. Ultrajada. El mundo se volvió negro.
Me desperté de nuevo. La luz blanca era cegadora. Estaba acostada en la misma camilla. Mi cuerpo dolía. Mi cabeza palpitaba. Sentí un vacío inmenso dentro de mí.
La doctora sonrió con amabilidad. "Señora Mascaraque, me alegra verla despierta. El procedimiento fue un éxito. Felicidades" .
"¿Mauricio... dónde está Mauricio?" Pregunté. Mi voz era apenas un susurro. La esperanza, una llama moribunda, parpadeaba débilmente en mi interior.
La doctora dudó. Su sonrisa se desvaneció un poco. "El señor Navarro... se fue poco después de que terminamos el procedimiento. Dijo que tenía asuntos urgentes que atender" .
Se fue. Me dejó sola. La verdad me golpeó con la fuerza de un rayo. Él no me quería. Solo quería un heredero. Me había abandonado.
La doctora, sin darse cuenta del dolor en mis ojos, continuó. "Hemos conseguido cinco embriones viables. Son fuertes. Aquí, mire" . Se acercó con una pantalla. En ella, vi una imagen borrosa. Pequeños puntos de luz.
Esos puntos de luz. Mis futuros hijos. No eran el resultado de amor. Eran el producto de una transacción. Una humillación. Eran mi prisión. Mis cadenas. Me sentí asfixiada.
Mi tristeza se transformó en una ira helada. Una furia gélida que se extendió por mis venas. No más. No iba a ser un objeto. No iba a ser una víctima.
La doctora siguió hablando del proceso, de los pasos a seguir. Mi mente, sin embargo, ya no la escuchaba. Mi mirada se fijó en la pantalla. En esos pequeños puntos de luz.
La doctora me ofreció la pantalla. Una pequeña tableta. "¿Le gustaría sostenerlos, señora? Son sus embriones" .
Mis dedos, fríos como el hielo, tomaron la tableta. Esos puntos de luz. Mi futuro. No. Mi condena.
Con una decisión implacable, levanté la tableta. La miré por un instante. Luego, con toda la fuerza que me quedaba, la estrellé contra el suelo. Los puntos de luz se desvanecieron. La pantalla se hizo añicos.