Seguí andando sin ninguna dirección establecida y clara, es más, seguía sin saber dónde estaba, algo que sin saber por qué me había dejado de preocupar, a cada uno de mis lados iban apareciendo estatuas, primero no quería investigarlas, lo veía como una pérdida de tiempo, pero al final la curiosidad pudo conmigo.
Me acerqué a la más próxima que tenía a mi derecha, observando bien la estatua, por cada rincón de su superficie mi ojo examinó detenidamente, parecía de mármol, luego deduje que tenía forma de una mujer, pero parecía asustada por la expresión de sus ojos y las manos totalmente abiertas.
Sin nada más que observar le di la espalda sin ningún miedo, me parecía cómico y estúpido que a algunas personas les dieran miedo los maniquíes y las estatuas, pero de repente oí un sonido similar a un gemido, volví a girarme hacia la estatua, a simple vista parecía estar igual, pero su cabeza se empezó a mover en el sentido de las agujas del reloj, los gemidos antes escuchados volvieron a aparecer en escena, de sus ojos empezó a salir sangre, esta recorrió todo el pecho, luego la barriga, luego se deslizó por las piernas hasta caer al suelo, donde se evaporó, de su piel se empezaron a distinguir venas y arterias, posteriormente sus gemidos se volvieron más agobiantes e intensos, de su dedo pulgar izquierdo apareció un colgante. Tarde en decidirme, pero al final acerqué la mano para coger aquel accesorio, cada centímetro que mi mano se aproximaba a la figura de mármol más miedo me causaba, comencé a notar el sudor en mi frente, sus ruidos vocales no tenían ningún significado, ni dialecto comprensible. Cuando lo cogí, la estatua se fracturó y se rompió en pequeños trozos, a la vez que lanzaba un grito mucho más estremecedor en comparación con los anteriores e intentaba agarrarme con una de sus manos la ropa. Me asusté bastante, retrocedí, casi tropezando, mi corazón latía sin freno alguno. Luego me percaté de que un charco de sangre salía del montón de trozos rotos que antes formaban la estatua, pero el líquido rojo se evaporaba cuando llegaba a mis zapatos.
Abrí el pequeño colgante de oro con un temblor en las manos que no puedo describir. Dentro había un pequeño papel doblado y con las esquinas quemadas, lo desdoble, en su cara interior estaba escrito lo siguiente:
"Dentro de poco ya no estarás sola"
Una vez leído el mensaje las letras desaparecieron, quedándose el papel en blanco con pequeñas manchas negras, al suceder esto ya no veía necesario seguir teniendo el colgante, así que lo tiré. No sé lo que sucedió, pero cuando volví a mirar hacia donde lo había tirado no lo encontré, le di unas cuantas vueltas en mi cabeza, pero preocuparme por un colgante desaparecido no era lo mejor y más importante que podía hacer en ese momento.
Pero si me dio la curiosidad de saber cómo estaban las demás estatuas, pero pronto lo supe, estaban tiradas por el suelo, pero no estaban rotas como la del colgante. Algo muy extraño, tampoco tenían rastro de sangre en la superficie, estaban limpias, pero decidí no seguir investigando.
Con temor, nervios, sudor, inseguridad, confusión y con agobio en mis pensamientos, decidí seguir caminando por aquel paraje de tal escasa apariencia amigable.