Capítulo 7 Osos de peluche

Mientras avanzaba, pude percibir susurros provenientes de todas las direcciones posibles, los árboles seguían estando de la misma manera de siempre, dibujando formas no muy agradables entre aquella intensa niebla.

En un momento dado vi un oso de peluche, me pregunté si por aquí había pasado un niño, o quizás fuera de Wendy, el oso aparte de tener un brazo descocido estaba manchado de ceniza, la cual me dejó toda la mano de color negro, de improvisto la sonrisa que tenía dibujado el peluche cambió a una mueca triste, me empecé a poner nerviosa, luego el juguete empezó a colorearse del color de la ceniza, sus ojos se volvieron amarillos, y se empezaron a mover de una forma muy desagradable.

Asustada decidí tirarlo lejos, pero cuando el oso entró en contacto con el suelo este se volvió negro, de fondo se oyó como varios árboles se caían, puse mí vista en el oso, al cabo de un minuto se levantó y empezó a caminar de un modo simpático, esto me tranquilizó, decidí seguirlo.

Seguí al oso hasta un precipicio muy peligroso, el sonido de árboles cayéndose provenía de lo que se había formado en este precipicio, se había construido un camino de árboles que por lo vista te salvaban de caer al vacío.

¿Pero de qué estaba hecho el vacío del precipicio?

Pues de nada agradable, en primer lugar eran un montón de manos cubiertas por osos de peluches un poco más grandes que el antes visto, con el mismo aspecto, con el mismo movimiento desquiciante de ojos, y escoltando a estas desagradables formas había una gran fila de fuego.

No me agradaba seguir mirando aquel desmadre, los ojos de esos osos me ponía muy nerviosa, entonces el oso pequeño se tiró a aquellas manos, me dio un poco de pena, pese a su aspecto me había resultado adorable en el último instante.

Pero ya no estaba a mi lado, y había desaparecido entre aquellas manos, quizás lo habían devorado, no lo sé.

Decidí poner un pie de forma cautelosa en el primer tronco de aquel peligroso camino, al hacerlo, este sonó de una forma que no me daba total seguridad de si iba a aguantar mi peso al atravesarlo, pero no tenía otra opción.

Lo único que no tenía que hacer era mirar abajo, pero eso me iba a resultar muy difícil al yo sufrir de vértigo, pero con una gran osadía repentina me propuse a cruzarlo.

Nada más poner el pie derecho en el mismo tronco este volvió a crujir, a continuación puse el pie restante, esta vez el tronco se balanceo un poco para los lados mientras volvía a producir crujidos, nada tranquilizadores, avancé despacio, siempre poniendo el pie izquierdo delante de forma lenta, las piernas me temblaban, dando la sensación de que en cualquier momento me iba a caer entre aquellas manos, además de que intentaba no mirar abajo, aunque la cabeza me dijera que mirara, de momento lo estaba consiguiendo, pero no sabía cuánto más podía aguantar, y para ponerme más nerviosa de abajo se empezaron a oír risas y sollozos de niños, nada agradable.

En este instante ya había llegado al primer tronco que había en la pared derecha del precipicio, una vez en él tenía que ir al tronco de la pared del lado contrario, y así sucesivamente, poco a poco empecé a sudar, el calor del fuego me generaba más calor y en ocasione me hacía llorar, impidiendo ver con claridad el camino, incluso en ocasiones sentía pequeñas quemaduras en las piernas, a la altura de los gemelos y de las rodillas, lo que me dificultaba mantener el equilibrio.

Fui pasando de un modo despacio y cuidadoso por cada tronco, pero cada vez que avanzaba por aquel camino las risas de los niños se volvían más intensas en volumen y en número, parecía que se multiplicaban poco a poco, entonces fue cuando miré para abajo sin querer, el fuego había invadido la zona donde estaban las manos y los peluches, quemándolos, quizás esa era la explicación del mayor número de voces.

Distraída no me di cuenta de que el tronco sobre el que estaba se rompía, no fue hasta que me tuve que agarrar al otro tronco como bien pude cuando reaccioné, entonces la gran rama rota descendió hasta las llamas de abajo, me tranquilicé, mi respiración era muy intensa y en ocasiones denotaba agobio, todas mis fuerzas estaban puestas en agarrarme bien al tronco, pero me estaba deslizando poco a poco, hasta que sin querer y sin poder evitarlo me solté.

Sentí como caía a gran velocidad por aquel abismo, como el calor del fuego acariciaba mi espalda, también escuché como las voces de los niños se hacían más intensas y molestaban a mis oídos, por supuesto pude ver como las nubes de color sangre se movían en círculos dando la impresión de que estuvieran haciendo una muestra de danza, tampoco me puedo olvidar de como pude apreciar la caída de todos los troncos al fuego.

Cada vez la temperatura del fuego se notaba más elevada, veía mi muerte aproximarse, ya daba por sentado que mis ojos nunca se volverían a abrir, que el latir de mi corazón y el inspirar y expirar de mis pulmones se detendrían para siempre.

Pero no sucedió así, solo sentí como caía en una superficie blanda, muy agradable, sentí como el calor de aquel fuego se había esfumado, al igual que el precipicio, como también el color ceniza del suelo, todo volvía a ser como antes, con árboles desnudos y nieve por todo rincón de aquel paraje, pero por una razón inexplicable me dejé dormir en aquella montaña de osos de peluche.

            
            

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