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El día fue como cualquier otro día de vacaciones. Misha deshizo su maleta y ordenó todo. Luego se enteró que fue su papá el que guardó las cosas. No faltaba nada, ni una media. Todo estaba allí.
Pasó el día durmiendo, se miró en el espejo, escribió en su diario. Vio vídeos, una película, comió algo. Todo era normal, como siempre había sido, claro que se sentía distinto. Por momentos pensaba en que las cosas serían diferentes, su vida ya no iba para el mismo camino. No se veía tan malo, por ahora hasta le hacía ilusión que no iba a ser un omega.
Tendría voz, podría decidir sobre sí mismo. No iba a temer a los alfas... Era bueno. Ya eran las siete, estaba por lavar ropa. Agarró su cesto y entonces percibió su propio aroma. Con tantas cosas que habían ocurrido ni siquiera se había preocupado por saber como era.
En la lavandería, antes de poner todo en la lavadora agarró su camiseta y la acercó a su nariz. Romero y miel... Era ¿Dulce? Qué irónico. Sentía que le quedaba bien. Sonrió y puso todo a lavar.
Estaba subiendo de nuevo a su habitación, escuchó voces. La puerta de Bange estaba abierta al fin, el aroma de su hermano aun se apreciaba, le picaba la nariz. Se acercó evitando hacer ruido.
- Me eliminó. - Bange sonaba triste. - ¿Por qué hizo eso? - Misha no podía ver con quien estaba. - No se vale...
- Tranquilo, cariño. - Escuchó la voz de su mamá.
- Éramos amigos. - Bange sollozaba. Su mamá no contestaba, Misha temía que se acercara a la puerta y lo viera. - ¡Solo por el estúpido celo! ¿Así va a ser ahora?
- No es así, si él quiso hacer eso no vale la pena que sea tu amigo. - Su mamá sonaba afligida.
- Lo odio. Odio a Taero.
En cuanto escuchó el nombre, se alejó. Huyó a su habitación, sentía su corazón latir descontrolado. ¿Taero eliminó a Bange? ¿De dónde? ¿Por qué? No podía creerlo... Eran amigos hace muchísimo tiempo... Era definitivo, la vida de ambos cambió por completo.
El día se acabó, a la mañana siguiente vio a su hermano en el desayuno sentado en el comedor. Misha sonrió y se acercó a él, esperando poder saludarlo. Bange estaba mirando su plato, no alzó la mirada a Misha cuando se acercó.
El rubio esperó un poco, pero notó que su hermano no se encontraba bien. Bange había llorado un montón, tenía los ojos hinchados. Tenía cereal con leche en un plato, su mamá se acercó y le puso un plato vacío a él también. La leche y el cereal estaban en la mesa.
- Buenos días. - Le dio un beso a Misha en la frente y este se sentó. Mudo. - Su padre y yo estábamos pensando que podríamos ir a la feria. - Comentó ella, esperando ver una reacción en ambos.
Misha estaba sirviendo leche y cereal en su plato, miraba por momentos a Bange. Él seguía sin moverse. Su mamá seguía limpiando la cocina y parecía que estaba por preparar algo para el almuerzo. Eran cerca de las doce.
- Quizás... Mejor podemos ir a esquiar, o a un acuario. Mmmm al zoológico. - Adela pronunciaba con una sonrisa, pensando en que podrían pasar mas tiempo juntos ahora que lo necesitaban.
Por desgracia, Bange se levanto de la mesa y se fue. Misha estaba comiendo, su hermano no había tocado su plato. Adela suspiró. Era demasiado pronto para hacer planes nuevos.
- Creo que por ahora no iremos a ningún lugar. - Le dijo a Misha con una expresión triste. El rubio no pudo decir nada, solo siguió comiendo.
Los próximos días la actitud de Bange siguió igual. Misha casi no lo veía por la casa, el menor se saltaba las comidas, no quería salir de su habitación incluso con Peter enojado y alzando la voz.
Misha se había quedado de pie en la puerta de su cuarto, observando a sus padres discutir. Su mamá no quería que Peter gritara, pero su padre no quería seguir viendo a Bange encerrado y sin comer.
- ¡¿Qué estás haciendo ahí!? - Su papá le gritó en cuanto lo vio, se acercó a su puerta y Misha la cerró con tanta rapidez que dio un portazo. Echó llave por puro temor. Peter golpeó. - ¡Abre ahora mismo!
- ¡No quiero! - Misha gritó, escuchando a su mamá pidiendo que se calme el alfa. - Me estas dando miedo. - Mencionó el rubio, alto para que su papá escuche. El sonido fuera se detuvo. Escuchó el llanto de su madre.
Pisadas fuertes, una puerta al cerrarse y luego nada. Misha no escuchaba nada más. Lentamente caminó a su puerta, quitó el seguro abriéndola y salió. Sus padres habían pasado su pelea a su habitación. Misha caminó al cuarto de su hermano, la puerta estaba abierta... Le recordaba a la suya, nunca le dejaron echarse llave.
- ¿Bange? - Abrió la puerta despacio, entró y vio un bulto en la cama. - Mamá y papá están preocupados... - No sabía que hacía ahí, solo quería ayudar.
- Lárgate. - Dijo su hermano, debajo de las cobijas.
- No puedes seguir así...
- Muy fácil para ti decirlo. - Bange salió de su escondite. - Tú eres un alfa, a ti no te va a afectar en nada. - Su hermano se levantó de la cama y Misha retrocedió.
- Eso es mentira. - Se defendió apenas. Bange era más alto que él, se veía intimidante.
- Debes estar muy feliz ¿O no? Y vienes a restegrármelo en la cara. - El enojo en su voz era propio de un niño irracional. Lo empujó y Misha se chocó con la pared detrás.
- ¡Ya basta! - Gritó Misha.
- ¡Lárgate! - Bange lo volvió a empujar. - ¡No te quiero ver más!
- ¡Cállate ya! - Misha le gritó con toda su fuerza, una sensación de valor le recorrió el cuerpo. Caminó hacia delante y su hermano retrocedió mágicamente. Bange se tropezó con la cama y se sentó con una mirada de pánico. De repente temblaba. - ¿Qué? - Razonó al fin lo que veía. No sabía lo que acababa de pasar.
Sus padres entraron de repente por la puerta, asustados. Su mamá le miró enojada y abrazó a Bange que de nuevo parecía que empezaría a llorar.
- Te odio, te odio. Odio todo. - Escuchó a su hermano decir mientras abrazaba a Adela.
- ¿Qué has hecho? - Su papá le reclamó, lo agarró del brazo y lo jaló fuera de la habitación de Bange. En sus doce años, Misha jamás pensó que su padre podría alzarle la mano. En ese momento lo imaginó, imaginó a su papá pegándole.
- ¡No sé que pasó! Yo no quise - Se intentó defender. - Bange me estaba empujando y - Su papá lo metió en su cuarto y le miró con el enojo a flor de piel. Misha se quedó callado al instante. Peter respiró profundo.
- Tienes prohibido entrar al cuarto de Bange. - Su padre estaba tan enojado. - No vuelvas a gritarle. - Firme y sin considerar lo que pasó. - Él está sensible, tú debes entender. - ¿Sensible? Debía ser una broma.
- ¿Si está sensible me puede pegar? - Preguntó el rubio, se sentó en la cama y se cruzó de brazos.
- Sí Misha, sí puede. Él no te va a lastimar. - Su papá siguió hablando en el mismo tono. - Por otro lado, lo que tú hiciste... No puedes. - Peter se frustró. - Tienes prohibido volver a usar la voz de mando en tu hermano.
- ¿La voz...? - Misha regresó a ver a su papá y esperó.
- Sí, escucha hijo. Todo esto será nuevo para ti. Nosotros queremos que lo asimilen pronto, para que puedan adaptarse y seguir.
Peter se relajó un poco, pero Misha no. Estaba enojado de que Bange le haya estado empujando y que sea él quien recibía el regaño. Pero bueno, no discutió. Eso hizo que su papá saliera de su habitación más calmado y solo lo mandó a dormir.