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Estaba sentado en el muelle, el sol brillaba en lo alto. Bange y Taero estaban en el agua nadando. Otros amigos de Tae se habían reunido con ellos, habían unas niñas también. Todos nadaban felizmente, se reían, jugaban, competían. Misha estaba a gusto sentado allí, sus pies tocaban el agua.
Antes de salir de la cabaña se habían cambiado, se pudo poner unos shorts de baño y una camiseta más fresca. Tae los alcanzó allí y ambos niños habían corrido al muelle, sin esperar nada se lanzaron. Era el primer día, todos jugaban, volvían a ver a sus amigos y disfrutaban tiempo juntos.
Tae era popular, le gustaba a las niñas, le agradaba a los niños. Los alfas le miraban con respeto, los omegas se derretían por él. Apenas era un adolescente y allí era el centro de atención. Era su último año por que el campamento era para niños y pre pubertos.
Misha se sentía... Pequeño. Él no era popular, no tenía casi amigos, no le agradaba socializar. No era especial. Claro, era bonito, tenía un cabello hermoso y era lindo, el omega más lindo. Pero esto, lejos de ser una ventaja era una cruz. Los omegas lo envidiaban, los alfas lo acosaban, cualquier otro se burlaba.
Taero le gustaba ya hace un tiempo, no supo bien cuando empezó a sentir eso. Pero sabía que eran de mundos completamente distintos. Tae tenía dinero, ellos solo vivían bien. Estaba a gusto con su vida, su apariencia y su familia, solo... Le gustaría que Tae también lo mirara de esa manera especial.
- Hey, Misha. - Se acercó nadando uno de los mejores amigos de Taero, era Cristian. Otro niño adinerado. - ¿No vas a entrar? - Cuestionó, sonriente.
- No, estoy bien aquí. - Aseguró el rubio, no quería agua del lago en su cabello. Tampoco deseaba estar con los demás.
- Vamos, es divertido. - Le insistió Cristian, se acercó al muelle y se agarró del extremo de madera para salir del agua sentándose a su lado. Misha lo miró con desconfianza. - Dale, salta. - Misha notó que los otros niños les miraban, se reían. Tae estaba junto a su hermano.
- De verdad, no quiero. - Insistió él también. Sintió el empujón, cayó al agua. Estaba fría... Escuchó las voces antes de hundirse, risas y gritos. Pataleó, buscó la superficie pero no sabía nadar. ¿Por que los hombres eran tan idiotas? Tragó el agua, se desesperó pero no podía hacer nada. Todo estaba oscuro.
Sintió como lo agarraban, se aferró de quien fuera. Al salir tosió, se abrazó de quien le ayudaba y trató de recuperar el aire.
- No fue gracioso, Cris. - Era Tae, Tae había nadado para sacarlo. Lo estaba llevando a la orilla, donde pudiera pararse y salir.
- ¡Pero si Bange dijo que sabía nadar! - Se quejó Cristian que estaba de nuevo en el agua. Misha escuchó con tristeza, él no pensaba que su hermano lo odiaba tanto... A lo mejor era una confusión.
- Tranquilo, déjame ayudarte. - Taero intentaba llevar a Misha, pero el rubio estaba andando más rápido. - Cuidado. - Misha no respondió, solo empezó a caminar. Empapado como estaba, se fue adentrando entre los arboles. Tae dudó si seguirlo, regresó a ver a los demás. Estaban jugando como si nada, no lo iban a extrañar.
Misha necesitaba estar solo, estaba cansado. Sus padres no lo escuchaban, su hermano lo atormentaba, la gente le molestaba a donde iba. Ya no podía más. Estaba empapado, caminaba por los arboles y empezó a llorar. Ni siquiera podía ir a la cabaña, por que estaban esos niños desagradables.
Aprovechando que estaba solo, se sentó contra un árbol y se abrazó a sí mismo. Abrazó sus piernas y se quedó allí, hecho bolita. Estaba tan enojado, era tan frustrante no poder darle un buen golpe a ese imbécil de Cristian. Después de unos minutos de lagrimas y sollozos, alzó la mirada. Limpió las lagrimas.
- No es divertido. Idiotas. - Dijo con enojo. - ¿Cómo va a ser divertido? Estúpidos alfas. - El rubio empezó a exprimir su camiseta.
- No todos los alfas... - Escuchó, se pegó un brinco y vio a Taero acercándose, se sentó a su lado observando al lago. Misha había caminado rodeando el agua. Entre los arboles se veía a lo lejos a los niños aun jugando. - No todos somos estúpidos.
- Lo son. - Misha no estaba de acuerdo, no había alfa que no hiciera cosas horribles, era solo cuestión de tiempo. - Si no hoy, en unos años todos lo serán. - Tae le miró, estaba enojado. Era la primera vez que lo veía enojado.
- Si piensas así, siempre te vas a topar con los estúpidos.
- ¿Debo asumir que tú eres mejor? - Cuestionó el rubio, mirándolo también. Taero guardó silencio. Estaban uno a lado del otro, Tae estaba sin camiseta. Ambos empapados, no pudo evitar mirar como su piel tan blanca brillaba por el agua, sus ojos azules le atrapaban. Su mirada terminó en los labios del menor. Misha lo notó, la mirada del alfa tan penetrante. Se le aceleró el corazón... - Lo sabía. - Concluyó, desviando la mirada al lago. Estaba tan nervioso.
- Ni siquiera respondí. - Tae se calmó un poco, notaba los nervios en el rubio. Era algo halagador, más que eso le gustaba mucho crearle esa reacción. Le empujó suavemente con el hombro. - No todos somos estúpidos, yo no soy estúpido. Voy a ser un buen alfa. - Tae sonaba convencido, en la ilusión de un niño que tenía sueños y metas.
- Espero tener un buen alfa. - Murmuró el rubio, volviendo a abrazar sus piernas. La distracción le hizo sentir mas tranquilo.
- Claro que lo tendrás, ahora te molestan por que son tontos. En unos años todos van a babear por ti.
- ¿Cómo sabes? - Misha se ruborizó, nunca había escuchado que pensaba Tae de él.
- Bueno... Eres hermoso. - Aseguró el alfa, mirando de reojo al rubio. Alcanzó a ver su rostro rojo y él también se sintió... ¿Avergonzado? Tae no se había sentido así antes. - Digo, tú sabes, siempre te estás arreglando el cabello. Te vistes bonito. - Algo en su interior le dijo que dejara de exponerse así. Misha sonreía, a Tae le gustó que lo hiciera.
- ¿Tú te fijas? - Misha se atrevió a mirarle. Tae hizo lo mismo, no era muy de alfa el intimidarse o avergonzarse, así que sonrió también.
- Ya sabes, estoy mucho con Bange y tú estás cerca casi siempre. - No fue la respuesta que Misha esperaba, estaba mal interpretando las cosas. El rubio respiró profundo regresando su mirada al lago.
- Sí, mi mamá dice que es importante. - Misha ya no quería estar ahí, por mucho que le gustara estar a solas con Taero, ellos no sentían lo mismo. Tae notó el cambio en el ambiente.
- Seguro que cualquiera estaría orgulloso de que fueras su omega. - Mencionó aun tratando de hacer sentir mejor al chico. Misha no respondió esta vez. Algo en su interior le decía que estaba a punto de perder la oportunidad de algo. Y no podía perder, no así. - Yo... Estaría feliz de que fueras el mío.
Tae miraba al suelo cuando habló, que Misha se girara a verlo tan rápido y con esa expresión de sorpresa hizo que él también lo mirara de golpe. Ya no dijo nada. Misha tampoco, no tenía palabras. Sentía un cosquilleo en todo el cuerpo.
Taero acababa de decir eso, no había escuchado mal... Miró sus labios, de verdad estaba pasando esto ¿Era real? Con esta idea de que no lo era, alzó su mano y acarició el rostro del alfa. En seguida se paralizó de los nervios.
Taero se había quedado mirando, sintió la mano y un calor extraño lo invadió. Se acercó, se acercó mucho a Misha. Sus frentes se tocaron, sentían la respiración del otro. Misha apartó el rostro a un lado, no quería dejarse besar. Pero Tae igual besó su mejilla. Misha le agarró del brazo para que no se alejara.
A lo lejos la voz de Bange empezó a sonar, llamaba a su hermano. Tae se alejó regresando a mirar, los iban a ver. Se vieron de nuevo y ambos apartaron la vista.
- Es Bange. Te está buscando.
- Sí... Debo ir a verlo.
- Ve, yo me quedaré acá un rato.
- Okey, te veo luego... - Misha se levantó un poco, se detuvo un segundo. Se armó de valor y se giró a Tae para darle un beso en la mejilla también. Se terminó de levantar y se fue andando. El corazón le latía con fuerza, no lo podía creer.
- ¿Dónde diablos estabas? ¿No sabes que es peligroso? Papá y mamá me matan si te pasa algo. - Bange lo regañó, enojado. Se veía muy molesto pero Misha estaba sonriendo. Ojala se hubiera preocupado así cuando casi lo ahogan.
- Perdón. - Dijo, no peleó, no se quejó y Bange se quedó sin habla. Misha siempre, siempre respondía, siempre tenía un insulto o una queja, una excusa, lo que fuera. Le miró extrañado.
- ¿Estás bien? - Su hermano mayor le dijo que sí con un movimiento de cabeza y volvieron a la cabaña.