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Estuvo por dos horas en la habitación con Tae. Al terminar se levantaron, preocupado por la hora Misha quería irse rápido. El compañero de Tae se veía un poco enojado cuando por fin salieron de la habitación.
Tae se ofreció acompañarlo, ya era hora de dormir. Si los encontraban andando fuera a esas horas se ganarían un castigo. Se dieron prisa, Tae tenía frío. Misha no sentía frío en realidad. Llegaron a la cabaña del rubio, pero no se pudieron despedir. Joe el supervisor estaba allí. Había estado esperando por Misha.
Bange estaba en la enfermería, le había llegado su celo. Misha se sorprendió tanto que no pudo decir nada. Siguió al instructor, Tae los siguió preocupado por su amigo. Misha sabía que iba a quedar solo con Nick y Deivid, tenía que pedir que lo cambiaran de cabaña con urgencia. Sin Bange esos dos no desaprovecharían la oportunidad de hacerle algo malo.
En el camino Joe estaba extrañamente serio, solía ser amable y hasta parlanchín. Llegaron a la enfermería y el rubio no dudó nada en entrar, él no podía oler nada así que no se dio cuenta. Taero entró también, el extraño aroma dulce le picó en la garganta. Se cubrió la boca y nariz con la mano.
- Taero, será mejor que vayas a tu cabaña ahora. - Le dijo Amanda que se encontraba allí con la dueña del campamento.
- Hay un omega. - Dijo Tae con la voz aplastada por su mano.
- ¿Dónde está Bange? - Misha se había agitado en el camino a la enfermería, sentía adrenalina. La noticia de que Bange tuviera su celo era algo fuerte de asimilar. Escuchaba quejas detrás de una puerta cerrada con llave.
- Él está bien, ya llamamos a sus padres. - Amanda intentó tranquilizar a Misha. ¿Pero por qué llamar a sus padres? Era muy normal que alguien tuviera su celo allí. - ¿Estás bien Misha? - La pregunta le sonó lejana.
- ¿Yo? - Miró sus manos, estaba con mucho calor. De repente un suave aroma a naranja dulce le llegó. - Estoy mareado. - El piso se le movió y se recargó en una silla. Tae se le acercó para ayudarlo pero se detuvo en seco. Misha le regresó a ver, se le había ido el color de la cara. El alfa estaba pálido.
Los supervisores le estaban mirando igual. Todos estaban tan sorprendidos que se demoraron en reaccionar. El cuerpo se le puso débil. El calor se concentró en su cabeza y su entrepierna. El rubio se sentó.
- ¿Qué? - Murmuró, se abrazó el estomago y se agachó sobre sus piernas. El olor era tan fuerte ahora, sudaba.
- Por dios, él también entró en celo. - Escuchó decir a una voz femenina. - Rápido, un supresor.
Misha alzó su cara, estaba roja. Jadeaba un poco, buscando aire. Taero seguía ahí, de pie, inmóvil. No tenía expresión alguna.
- ¿Qué pasa? - Preguntó Misha.
- Eres un alfa. - Respondió Tae.