Capítulo 8 PESADILLA PARTE 2

Descubrió que la pastilla que le habían dado era para dormir. Como no dejaba de llorar, la alfa le dio otra. Lo tranquilizó hasta que se quedó dormido. Al despertar estaba oscuro, otra vez.

No sabía que hora era. Había un murmullo de voces fuera de la puerta, se sentó rápidamente y tomó un poco más de agua. Aun sentía el cuerpo acalorado y pesado. Había un rayo de luz entrando por la parte baja de la puerta. Luego, vio las sombras y el seguro se quitó.

Su padre entró en la habitación, Misha pensó que sentiría alivio al verlo. No fue así, una extraña sensación de miedo lo volvió a invadir.

- Rápido, nos vamos. - Se puso sus zapatos rápidamente, como su padre le ordenó. Se levantó intentando mantener el equilibrio.

- No tenemos problema con que Misha se quede en el campamento. - Dijo la alfa que estuvo con él esa tarde. Deseaba que no lo dejaran, no quería ver a los niños del campamento.

- Le agradezco, pero no va a quedarse. Nos sentiremos más tranquilos si va a casa. - Su padre, hablaba amablemente. Le volvió a mirar y Misha entendió que debía ir al auto. Salió del lugar, alcanzó a ver la habitación donde Bange estuvo, sentía aun el rastro de aroma a naranja. ¿Qué aroma tenía él? Ni se había fijado.

Se subió al asiento de copiloto del auto de su papá, sus maletas estaban en los asientos de atrás. Se puso el cinturón y esperó por Peter.

Su papá llegó, se subió, se puso el cinturón y empezó a manejar. En ningún momento miró a Misha, tampoco le habló. El niño no sabía si debería decir algo o preguntar por su hermano. El viaje no era tan largo hasta su casa. Prefirió mirar por la ventana.

Bastante tiempo había pasado desde que se subió en el auto. No podía dormir, estaba entre la somnolencia y la vigilia. Le hubiera gustado saber que hora era, pero no se atrevía a hablar. El silencio reinaba, su papá ni siquiera había encendido la radio.

Había evitado pensar en todo lo que estaba ocurriendo, quería ver a su mamá y abrazarla fuerte. Quería llorar en sus brazos. Sabía que nada iba a cambiar, que no podría hacer nada, pero necesitaba consuelo.

- Escucha. - Peter habló de la nada, Misha regresó a verlo asustado. Esperaba un regaño, algún reclamo por no ser el omega que todos habían esperado que fuera. - Algunas cosas van a cambiar a partir de ahora. - Su papá miraba el camino, con el ceño fruncido. - No te preocupes, tu mamá y yo, vamos a estar para ustedes. Tú y Bange van a estar bien.

El pequeño, no respondió pero las palabras le ayudaron a calmarse y pudo dormir el resto del camino.

- Anda campeón, despierta. - Llegaron a su casa, su papá lo despertó removiéndolo un poco del hombro.

Peter cerró la puerta del conductor y él se enderezó, se estiró y se quitó el cinturón mientras miraba al rededor tratando de ubicarse. Ya no tenía calor, pero estaba sucio. Su cuerpo estaba sudado, se sentía incomodo.

Se bajó al fin, su papá llevó la maleta de Bange hasta la casa, Misha vio la suya a un lado y se demoró unos minutos en procesarlo. Fue tan extraño que no llevara las dos, es decir... Su papá puede cargar ambas sin problema.

El rubio llevó su maleta y ni bien entró, la soltó junto a la puerta. Subió las gradas para ir a su habitación. Su papá estaba golpeando la puerta de Bange, él se detuvo a ver.

Su mamá abrió muy apenas la puerta, el aroma a naranja dulce era demasiado fuerte. Misha respiró profundo y se sintió extraño. Sus padres lo miraron.

- Ve a dormir. - Le ordenó su papá.

- ¿Me puedo bañar? - Cuestionó.

- Claro que si, cariño. - Dijo su mamá. Ella dejó entrar la maleta y cerró de nuevo la puerta de Bange con llave.

- Papá. - Llamó Misha, antes de que su padre se fuera a su habitación.

- ¿Sí? - La voz cansada de Peter le hizo dudar un segundo. Pero habló.

- ¿Puedo comer algo después? - Siempre acostumbraba pedir permiso para todo, así lo habían educado. Pero su voz sonaba distinta... No sonaba dudosa.

- Sí, claro que puedes. -Peter sabía que su hijo tendría hambre y sed. Estaría cansado.

Él también estaba cansado, llevó a sus dos niños de ida y vuelva, cuatro horas de ida y cuatro horas de regreso, para cada uno de sus pequeños en menos de 24 horas. Tuvo que dormir por el día, no pudo ir a ver a Misha antes por que Adela y él decidieron que sería mejor llevarlo cuando el celo acabara.

- Voy a dormir. - Se encaminó a la habitación, pero se giró apenas antes de entrar al cuarto. - Misha.

- ¿Sí? - El rubio seguía un poco ido, estaba de pie frente a su puerta abierta.

- No molestes a tu madre hoy, debe cuidar a tu hermano. - Su papá espero respuesta, pero al ver que el niño no decía nada fue a dormir.

Todo era tan raro, no quería tener problemas así que entró en su cuarto de una vez. Fue a su armario, agarró la bata de baño, puso ropa limpia en su cama y empezó a quitarse la sucia para dejarla en el cesto de ropa por lavar.

Apenas ahora se daba cuenta que había hecho el viaje con camiseta, estaba tan acalorado que no había sentido el frío de la noche.

Con la bata de baño y un par de pantuflas salió de su cuarto, todo estaba oscuro. Caminó en penumbras, el baño estaba a un par de metros, entre su habitación y la de Bange.

Encendió la luz del baño y escuchó un alarido que le erizó la piel. Era Bange, estaba quejándose... De dolor. Misha cerró la puerta del baño y abrió el agua caliente. Dejó la toalla a un lado, se quitó el moño y se metió en la ducha. Cerró los ojos y se dejó empapar.

Escuchaba a Bange. Se bañó. El cabello caía suavemente frente a su rostro. Detuvo el agua y salió, se secó y respirando hondo volvió a abrir la puerta del baño. Apagó la luz y mientras caminaba a su cuarto escuchaba a su hermano llorar.

Entró en su habitación. Ni siquiera cepillo su cabello. Mientras se vestía, dudaba si ir a comer algo o no. No quería deambular por la casa a oscuras, le daba miedo. Estaba vacía y Bange lloraba, lo escuchaba con claridad.

Su estomago sonó, llevaba un día entero sin comer. Se miró en el espejo que tenía en la puerta de su armario, observando su cuerpo. No, no iba a comer. Decidió buscar sus audífonos, estaban en la maleta de viaje. Así no tendría que escuchar las quejas de su hermanito.

Tuvo que salir de la habitación, bajar a ver la maleta en la entrada de la casa, recordó que fue el último en entrar. Chequeó la puerta por pura paranoia, estaba sin seguro. Frunció el ceño, era muy peligroso que quedara así cuando Bange estaba en celo... La cerró bien, agarró su maleta y subió lo más silencioso que pudo.

No por tener el celo de alfa, significaba que mágicamente iba a ser fuerte. Eso tomaría tiempo, así que tuvo que arrastrar su maleta por las escaleras. Cuando llegó hasta arriba ya estaba cansado. Bange había dejado de llorar, pero tenía miedo de escucharlo otra vez. Entró en su habitación y buscó sus audífonos.

Sus padres no le dejaban tener celular aun, tenía un ipad. Puso su playlist favorita en spotify y se metió a la cama. Se cubrió bien en sus cobijas y se abrazó a sí mismo.

Por fin estaba solo, en un lugar seguro. Donde se sentía cómodo. No había nadie que le juzgue, nadie que le recalque su apariencia. Allí en la seguridad de su cama, se permitió pensar en Tae.

La expresión de sorpresa en el rostro del alfa, la voz vacía con la que le dijo que él también era un alfa. Misha cerró los ojos, abrazó la almohada a su lado y las lagrimas empezaron a caer. Todo se había arruinado, toda su vida.

Lloró por una hora más o menos, finalmente se durmió.

            
            

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