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Habían deshecho sus maletas, guardado las cosas y tomado un baño. Misha tuvo suficiente tiempo para reflexionar sobre lo que había ocurrido. Estaba encantado. Cada vez que recordaba las palabras de Taero y lo cerca que estuvieron, tenía que contener un gritito. Se daba vuelta en la litera, le tocó la cama de arriba. Agarraba la almohada y la abrazaba con fuerza. No podía contener la emoción. Ni siquiera recordaba la sensación que tuvo al despedirse de su mamá, esa mañana.
Tae, tan guapo. Su hermoso cabello castaño, sus ojos cafés, su sonrisa. Misha estaba enamorado, desde hace mucho tiempo. Parecía mentira... Que se haya fijado en él. Bueno, de algo le tenían que servir sus encantos. Bange salió del baño, y le habló en un tono monótono.
- Baja, es hora de comer.
- Ya voy. - Misha estaba emocionado, podría ver a Tae en la cafetería.
Rápido ambos hermanos salieron, el clima era agradable, en el día si hacía algo de calor pero a esta hora estaba fresco. No necesitaban ropa demasiado abrigada.
Caminaron el corto tramo hasta la cafetería donde todos los niños del campamento se reunían, alfas, omegas, betas y niños sin celo por igual. Habían niños y niñas desde los seis años, los mas pequeños casi nunca pasaban con los mayores, siempre tenían un adulto cuidándolos.
Justo antes de entrar en la cafetería Misha sintió como lo agarraban del hombro, se asustó. Pero al girarse y ser acorralado contra un muro pudo ver a Tae, la sonrisa fue natural.
- Anda, dile ya. - Taero traía agarrado del cuello de la camiseta a Cristian, este se veía disgustado pero no oponía mayor resistencia.
- Lo siento por lo de la mañana... - A pesar de pedir las disculpas, casi no miró a Misha. Taero lo soltó con una expresión satisfecha.
- Tranquilo. Ya pasó. - Dijo el rubio. Le restó importancia a lo ocurrido, los gestos amables de Tae hacían que se emocionara cada vez más.
- ¿Qué onda? - Bange se acercó a ellos con una mirada inquisidora.
- ¿Qué onda de qué? - Dijo Tae, Cristian también notó algo.
- Ustedes están... - Pero antes de que Cris pudiera acusarlos los supervisores del campamento llamaron a todos.
Entraron a la cafetería, buscaron una mesa entre los cuatro y fueron por comida. Como era normal, más personas se sentaron cerca, para estar con Taero. Misha se sentó a su lado por pura casualidad. Bange al otro lado y Cris delante de Tae junto a dos niñas. No se había dado cuenta que Tae era tan popular con las niñas también.
La dueña del campamento se acercó a un extremo de la cafetería, se podía ver con claridad y ella pidió que hagan silencio. Saludó a todos y empezó un discurso de bienvenida como todos los años. Misha miraba su comida, ignorando lo que pasaba. Su mente estaba de nuevo en sus dudas, en que Taero no iba a interesarse mucho tiempo por él. Teniendo tantos omegas y mujeres al pendiente. Empezó a jugar con la comida, ajeno a lo que ocurría.
Misha estaba a la izquierda de Tae, la dueña del campamento estaba a la izquierda también. Aunque prestaba atención a lo que decía la señora, miraba lo que Misha hacía. Bange se inclinó al centro de la mesa y murmuró.
- Va a decir lo mismo de todos los años. - Todos en la mesa rieron suave.
- ... Este año veo muchas caras conocidas y muchas otras nuevas... Todos en Rintclof deseamos que la pasen de maravilla y esperamos que su tiempo aquí les den recuerdos hermosos...
Tae aprovechó su posición para poder mirar mejor a Misha, su nariz era pequeña y respingada, su cabello rubio estaba suelto, cubría parte de su rostro. Olvidó donde estaban, olvidó a la gente y la situación, su mano se movió sola. Puso un mechón de cabello rubio detrás de la oreja de Misha. El rubio le miró horrorizado. Tae reaccionó. Se enderezó un poco y miró a la mesa, todos tenían la atención en el discurso menos Cristian, que había estado hablando con Bange. Cristian los vio con toda claridad.
Tae miró a su amigo y pretendió fingir que nada pasaba pero Cris se veía muy sorprendido. Bange preguntó que pasaba y regresó a ver a Tae y su hermano. Misha no levantó mas la cara del plato, su cabello le servía para esconderse. Taero negó con la cabeza.
- ... Extrañaremos muchísimo a nuestros muchachos y señoritas que vienen por última vez, van a iniciar una nueva etapa en su vida... - La dueña habló más alto, como si se hubiera dado cuenta de la distracción en esa mesa.
Tae volvió su atención al discurso y los demás igual. Pero algo tenía de divertido que los demás no supieran y que no debían enterarse. Movido por esa emoción, buscó la mano de Misha bajo la mesa.
Misha tenía una mano en la cuchara y la otra entre sus piernas, al sentir la de Tae se puso rígido. Lentamente entrelazó sus dedos a los del alfa, siguiendo lo que él quería hacer. Temía que los descubrieran. No quería que Bange le diga a sus padres, se metería en problemas. Tampoco deseaba escuchar las burlas o comentarios feos de los demás.
- ... Por último, pero no menos importante, quiero recordarles que aquí en Rintcloff nos gusta que el respeto vaya por delante siempre. No está permitido molestar a los demás, tampoco las peleas. Si tienen algún problema, busquen a un supervisor que los ayude. Sin más, pueden comer, mañana iniciaremos las actividades a las nueve. - La mujer se retiró, el comedor volvió a estallar en voces chillonas.
Tae empezó a comer y conversar con los demás. Cristian le pateó por debajo de la mesa pero él fingió demencia. Misha igual se puso a comer, no se soltaron las manos durante la cena.
- Estuvo bien. - Dijo Bange, saliendo del comedor y mirando a sus amigos. - ¿Nos vamos a la cabaña de Lucy? - Preguntó, interesado en pasar con las niñas unas horas.
- ¿Y yo qué? - Cuestionó Misha, no podría quedarse a solas con Nick y Deivid.
- No sé, échate llave o algo. - Bange se encogió de hombros.
- Vamos entonces. - Se apuntó Cris.
- Yo estoy cansado, iré a dormir pronto hoy. - Tae se negó y fingió estirarse un poco. - Vayan ustedes, luego me cuentan que tal. - Le dio un suave empujón a Bange.
- Estás muy raro hoy. - Bange no terminaba de entender que estaba pasando.
- Déjalo, es por que ya es un alfa. Recuerda que todos cambian después del celo. - Cris rodeó a Bange por los hombros y pretendió jalarlo. Aun no tenía su celo, pero era otro de esos niños que todos jurarían que sería un alfa. - Me debes una. - Le dijo a Tae cuando ya estaban bastante lejos.
Misha y Taero se quedaron allí, viendo partir a Bange y Cris. Misha no sabía si decir algo, algunos niños aun desfilaban cerca de ellos, todos de camino a sus cabañas.
- ¿Quieres ver una peli o algo? - Tae se giró con valor, estaba listo para recibir un no. Era noche y podrían atraparlos pero quería tomar el riesgo.
- ¿Peli? - Misha no lo creía, no quería creer que era real. - Sí, si quiero. - Sonreía otra vez, no recordaba la última vez que sonrió tanto en un mismo día.
- Vamos entonces, la podemos ver en mi cabaña.
- Creí que estabas cansado.
- Bueno, es que no quería ir a lo de Lucy. - Empezó a caminar, Misha lo siguió. - Quería hacer algo contigo. - Se atrevió a decir, Misha sonreía y a él le estaba gustando mucho ver esa sonrisa.
- Bueno. - Fue todo lo que pudo decir, de tan nervioso que estaba.
Tae se quedó perplejo con la respuesta "Bueno." ¿Qué significaba eso? Bueno...
- ¿Seguro quieres venir? - Se detuvo un momento.
- Sí, sí quiero, perdón. - Misha se asustó. - Es solo... Solo que me pones nervioso. - Su mirada evitaba la del alfa. Tae no sabía que pensar, pero decidió creerle. La forma dudosa de actuar de Misha era confusa.
Fueron hasta la cabaña, estaba un poco lejos de la del rubio. Las luces estaban encendidas y se escuchaba risas dentro. Antes de meter allí a Misha, Tae se giró y le puso las manos en los hombros para que le mirara atento.
- Son alfas, son un poco... Raros. Tú no te asustes, estás conmigo ¿Va?. - Esperó la respuesta del rubio antes de meterlo allí, sabía que era mala idea, que iba en contra de las reglas. Misha solo asintió, respirando profundo Tae abrió la puerta.
Sus compañeros eran todos de su edad, era su último año en el campamento. En cuanto Tae entró le miraron, se escucharon breves saludos hasta que vieron a Misha. Los gritos de changos que hicieron fue incomodo, Taero se enojó al toque.
- ¿Quién es? - Preguntó uno.
- Que bonito está. - Dijo otro.
- ¿No es contra las reglas coger aquí? - Dijo el último. Misha también se enojó.
- ¿Coger? - Se le escapó preguntar con todo el disgusto. Los alfas se rieron.
- Mira, si habla. No es de adorno.
- Voy a estar en la habitación un rato, si no te importa. - Le dijo Tae al que era su compañero. - ¿Podrían no molestarnos? - No esperó respuesta a lo que se llevó al rubio a la habitación, los alfas les mandaron besos y no perdieron la oportunidad de decir lo hermoso que estaba Misha. Tae cerró y le echó llave a la puerta de la habitación.
Estaba enojado, muy enojado. No sabían respetar nada, fue una pésima idea llevar a Misha allí. Estaba tan enojado que se olvidó de que iban a hacer, casi que quería golpear algo. Sintió los brazos delicados rodearlo, se olvidó de su enojo y miró al rubio. Él sonreía, escondió el rostro en el pecho del alfa y este lo abrazó también. La ira se convirtió en nervios, en una muy agradable sensación de nervios. Tae le llevaba unos cinco centímetros al menor.
- Perdón... Son algo tontos.
- Son de esos alfas estúpidos. - Dijo Misha, estaba feliz. Taero estaba celoso, al menos eso parecía. - ¿Qué peli vemos? - Preguntó apartándose.
- Déjame buscar alguna, ven. - Tae lo llevó a la cama baja de la litera y se acomodó contra el muro.
Misha se sentó a su lado, Taero sacó su celular y empezó a buscar que ver. Le gustaban las películas de superhéroes. Pronto encontró una. Estaban muy juntos, pero no era suficiente. Taero se removió en su lugar, le pasó el brazo por detrás y lo atrajo más. Misha se pegó contento, tenía algo de calor. Se dedicaron a ver la película.