Capítulo 3 3

MONICA

Escucho voces a mi alrededor, sin embargo, mis ojos siguen cerrados. No quiero levantarme y ver la cara de Damián, ya que lo más seguro es que esté en el hospital por todas sus golpes de anoche.

No hace falta que me digan que es lo que me sucedió. El sangrado lo dice todo, aborto. Nunca pensé que llegaría el día que estuviera embarazada y enterarme de esta forma... no se la deseo a ninguna mujer.

Tengo que prepararme para lo que se viene. Damián hace mucho me dijo que cuando le hicieron un examen salió estéril, me hará preguntas y de seguro me golpeará, pero... no me importa.

Ya no regresaremos a esos tiempos donde solo era amor, ya no, ahora vivimos la realidad.

-Señora Collins, me alegra que despertara -dice la doctora frente a mí.

-Hola -susurro -¿Dónde está mi esposo?

-Salió hace algunas horas, dijo que vendría cuando despierta -claro, no debí pensar que le preocuparía -pero su nana está aquí ¿Desea que la haga entrar? -asiento -. Señora Collins, pero antes necesito de informarle sobre una... triste noticia.

-Sufrí un aborto, no soy tonta doctora -evito verla a la cara -¿Puede dejar que mi nana entre?

Asiente y en silencio sale. Nana entra y viene a la cama abrazarme, no lloro, no puedo hacerlo. Ahora lo único que quiero es regresar a casa e irme. No soportaré ningún golpe más.

Damián no vino hoy, ni al día siguiente, sino el día que me dieron de alta. Durante el camino no me dirigió la palabra y al llegar a casa volvió a irse.

Debe pensar que estuvo con otro hombre y no me interesa.

Termino de guardar la ropa que compre con mi dinero y en un bolso llevo mi pasaporte, documentos y dinero. Bajo con cuidado, que ningún hombre de seguridad y con facilidad llego a la puerta, pero antes de abrir siento un fuerte golpe detrás de la cabeza volviendo a dejarme

inconsciente.

...

Muevo mis brazos e intento ver lo que hay a mi alrededor, pero no puedo, traigo algo en mis ojos y mis manos están esposadas. Intento levantarme, pero mis piernas también están atadas a la cama.

-Maldita puta -escucho su voz -Intentaste escapar ¿A dónde pensabas ir? ¿Con tu amante?

Grito al sentir un látigo azotarse contra mis piernas. Intento llevar mis manos a mis piernas, pero no puedo.

-¡Tu maldito amante! -vuelve a golpearme -¡¿Cómo pensabas ocultar tu embarazo?! ¡Largándote! Mi madre siempre tuvo razón sobre ti, solo eres una interesada.

-Era tu hijo Damián, sabes que es así, pero no lo quieres aceptar -sollozo -Tus guardaespaldas me seguían a todos lados, no podía salir de la casa sin ellos ¿Alguna vez te dijeron que me encontré con otro hombre? No, porque nunca fue así.

-No quieras meterme tus basuras a la cabeza -vuelve a golpearme -te recomiendo quedarte callada si no quieres regresar al hospital.

-Damián suéltame por favor.

-¡No! -sube encima de mi cuerpo -No, porque tú eres mía. Me perteneces -sus besos van a mi cuello -. Estás atada a mí ¡Entiendo le dé una puta vez!

Vuelve a golpear mis piernas.

-No te follo porque eso solo haría que regresaras al hospital. Te quedarás aquí por el tiempo que yo decida, así aprenderás a jamás querer irte de mi lado y a respetarme.

Escucho sus pasos en dirección contraria y luego de escuchar que la puerta es abierta y cerrada en pocos segundos dejo liberar el dolor. Las lágrimas bajan por mis mejillas y por más que intento quitar la tela sobre mis ojos no lo logro.

Estoy aquí por días, exactamente un mes. Logro saberlo por las veces que Damián viene alimentarme y bañarme, pasando una esponja por todo mi cuerpo con delicadeza.

-Quítenle las esposas -ordena.

Escucho pasos cerca de mí. Los hombres me quitan las esposas de los pies y los brazos. Rápidamente, me siento y quito la tela sobre mis ojos viendo la mirada burlona de Damián.

-Solo lo preguntaré una vez y más te vale que pienses bien en que dirás por qué no me molestaría dejarte otro mes aquí -guarda sus manos en los bolsillos de sus pantalones -¿Quién fue tu amante?

¿Sigue con eso? ¿Por qué no entiende que le digo la verdad?

-Damián, por favor...

-¡Dime la maldita verdad! ¡¿Quieres quedarte otro mes aquí?! -no respondo -. Ante tu silencio me da a saber que insistirás con tu mentira. Espósenla.

-¡No, no, no! -huyo de su agarre -Está bien Damián, te diré la verdad.

Se mantiene en silencio y espera a que continúe.

Mentiré, es la única forma en la que saldré de aquí, pero ¿Qué nombre le puedo dar?

-El bebe era del fotógrafo... Mario, él era el padre.

Mario fue un fotógrafo que intento propasarse conmigo y vive en París, así que no habrá mucho que Damián pueda hacer por la distancia, es mejor dar el nombre de un desconocido lejano a que alguien aquí en Atlanta.

-Sabía que eras una puta al fin de todo -golpeo mi rostro con fuerza provocando que caiga al suelo y mi nariz comience a sangrar -. Pero lo de piernas abiertas ya se acabó. Estamos comprometidos, pero ante todas las personas somos esposos y dentro de poco será verdad.

Mañana vendrán a casarnos y me importa muy poco los malditos moretones, estarás unida a mí por querer burlarte. Ahora, ¡Llévensela a la habitación! No me apetece verla.

No puedo decir nada al respecto, ya que los hombres de Damián me sujetan con fuerza desde los brazos y sin poder pisar el suelo me llevan a la habitación donde me arrojan al suelo como una basura.

A los pocos segundos, Damián sube con una abrecarta en la mano.

Ante cualquier locura que piensa corro en dirección contraria a la puerta, pero esta no cede al querer abrirla.

Damián me patea y hace que quede boca abajo. Se arrodilla y me toma del cabello y comienza a pasar el abrecarta por mi mejilla.

-¿Puta eres verdad? -hunde aquel objeto en mi rostro. Suelto un grito alto que puedo asegurar que se escucha por toda la casa -Ahora nadie te vera como una mujer hermosa. Eres mía y estás marcada por mí, jamás te irás porque te amo, a mi manera, pero te amo.

No le importa mi rostro desangrándose. La toma del cabello y a rastras me lleva a la ducha donde limpia la sangre como cualquier cosa.

Damián me ha lastimado de la peor forma.

Esto no es amor y no lo soportaré.

Cierro los ojos y comienza a imaginar cosas... La bella durmiente, esa princesa que tanto amaba de pequeña y que mi tía me contaba su cuento todos los días. Quiero ser ella, soy ella y Damián es el dragón. Pronto mi príncipe, él llegará porque ese es su deber. Su deber es que este a salvo.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022