MONICA
El reloj marca las cuatro de la tarde. Aun el monstruo y nana no se habían aparecido, ya que ambos salieron hace algunas horas, no tengo idea a donde y tampoco me importa.
Con el táper vacío en mis manos salí de la habitación y fui a la cocina, lave todo y lo dejé en su lugar evitando alguna sospecha. Antes de subir escucho el timbre de la puerta, me gustaría salir o abrir al menos, pero dos hombres siempre la cuidan.
-Buenas tardes tengo una reunión con Damián Collins -dice una voz conocida.
-Señor Gian, el señor Collins salió, pero volverá dentro de poco. Puede esperarlo en la sala.
El doctor que hace poco me reviso está aquí y viene vestido con un traje negro el cual le queda muy bien. Se sienta en el sofá y antes que pueda dar la vuelta para esconderme vuelvo a escuchar su voz.
-Mónica -giro sobre mis tobillos y veo la sonrisa en su rostro -me alegra verte.
-Hola -susurro.
-Ven, siéntate. Traje algo para ti.
Bajo la mirada de los de seguridad me acerco al sofá y me siento al lado de Gian, quien deja una caja sobre mis piernas y su sonrisa no desaparece.
-Cuando nos conocimos me dijiste que te gustaban los chocolates con manjar de mi abuela... hace unos días fui a su casa y me obsequio algunos para ti.
Mi mente sigue bloqueada, recuerdos vagos pasan por mi cabeza, pero sé que son los más importantes... lo último que recuerdo de Gian es que tuvimos una discusión y me dejo sola en una playa.
-Gracias -contesto abriendo la caja y comiendo uno -son muy ricos.
-¿Te gustaría ir al establo mientras que Damián no está? -pregunta bajando el volumen de su voz.
-Sí -digo en el mismo tono, intentando estar más alejada de estos dos hombres de Damián.
Nana me había contado que en la propiedad hay un establo el cual alberga a cuatro caballos y uno de ellos es de Gian. Salimos de la casa por la puerta trasera y nos dirigimos al establo.
Gian parece conocer la entrada, ya que camina con confianza y seguridad.
-¿Te sigue doliendo el cuello, Mónica? -pregunto en medio del silencio.
-S-solo un poco.
Sí, me duele mucho y eso es porque cada vez que despierto Damián me recibe con una bofetada en la cicatriz, pero prefiero mentir porque no dudo que Gian le cuente a Damián sobre esta conversación.
Al llegar a los establos nos acercamos a una bella yegua blanca. Una sonrisa se formó en mi rostro y al instante quise tocarlo, pero las manos de Gian sobre mí me lo impidieron.
-Es tu yegua, Mónica, pero ten cuidado -asiento -¿Quieres montar?
-No sé cómo.
-Montaremos los dos en tu yegua ¿Te parece bien? -dije que si con la cabeza -Perfecto, voy a prepararla.
Gian alisto a la yegua mientras que yo la pase comiendo los chocolates, son deliciosos y luego de terminar el quinto los extrañaré. Ojalá nana me diera alguna dulce, pero según el señor es malo para mi salud.
-Bien Mónica, te ayudaré a subir -sostuve sus manos intentando subir al caballo, pero no lo logre, así que Gian me tomo desde la cintura e hizo que fácilmente suba, segundos después él se sentó detrás de mí y paso sus manos por delante de mi cintura -es para evitar que te caigas -aclara.
Estuve a punto de replicar y bajar del caballo queriendo evitar su toque a toda costa, pero cuando empezamos a movernos todo ese miedo se fue y solo quedo un rastro de alegría.
Corrimos por todo el lugar, el aire recorría por mi cuerpo y las risas no tardaron. Gian... no te vayas por favor.
DAMIAN
-Cállate maldita sea -espeto.
La perra que compre para Mónica es una maldita llorona, igual que su futura dueña, por más que nana diga que es normal, no la soporto. Hace un par de días se estrenó una película de perros y Mónica quiso ambos, pero por ahora, hasta que su comportamiento no mejore, solo llevaré esta perra pequeña y perfecta para el hogar.
Es una cocker spaniel americano. Me sorprendió el costo cuando me la vendieron, pero al fin y al cabo el dinero me sobra.
-Mierda -gruño luego de bajar del auto cuando la maldita perra me orina y sin evitarlo la pateo provocando que llore -espero que no seas un problema.
-Yo la cargo, señor -nana toma a la perra y se apresura en entrar a la casa.
-Señor -dice Stefan, luego de que entrara -el señor Gian vino por la reunión.
-Llévalo a mi oficina ¿Dónde está mi esposa? -pregunto volviendo a agarrar la correa de la perra.
-Esta... afuera, con el señor Gian cabalgando.
Mi entrecejo se arruga. Salgo de la casa y veo a Gian y Mónica en su caballo ¿Qué hacen ahí? Al parecer cuando está con otro hombre está totalmente cuerda.
Gian detiene el caballo al verme. Corro hacia ellos y bajo de un fuerte agarre a Mónica desde su cabello, ella rasguña mi mano, pero rápidamente la golpeo dejándola en el suelo.
-¡Idiota!
Suelto un gruñido luego de que Gian me golpee. Siento la sangre bajar por mi nariz y cuando estoy a punto de golpearlo, Estefan y otros hombres se acercan a y nos separan.
-Señor no.
-¡¿Quién eres tú para ordenarme?! -exclamo.
-Hay un paparazzi -dice en voz baja.
Dirijo la mirada hacia el lugar que Estefan apunta. Me suelto y corro para atrapar al maldito hijo de puta, pero se sube a un auto y escapa.
-¡Largo de mi casa! -vuelvo a gritar.
-Me iré con Mónica -ayuda a que se levante -lo que haces no está bien. No dejaré que la golpees más.
Gian sujeta de la mano a Mónica, ella no me mira, mantiene la vista baja y solo se alejan.
-Señor, ¿Qué quiere que hagamos? -pregunta Steven.
-Nada, ahora nada.
Entro a la casa y voy por un vaso de whisky, necesito crear un plan perfecto.