Capítulo 3 Esta es una situación rara para estar en un apocalipsis

Jenna Black

Zoológico de Aftil, un lugar sumamente aburrido, las personas que van son turistas, viejos cansados de su vida o adolescentes que buscan problemas.

-¡Vamos Jenna no hay nadie viéndonos!- Agarró mi mano y me rogaba.

-Exactamente por eso no quiero hacerlo Sophie.- Le solté la mano y miré a mi alrededor. -¿Y si nos atrapan?

-Oh, vamos.- Suspiró y volvió a tomar mi mano. -No hay nada de malo en entrar al área de pingüinos si está vacía.

-Bueno, está bien, pero sólo cinco minutos.

Estamos en la entrada tomadas de la mano, Sophie sacó su celular del bolsillo y puso la cámara hacia nosotros.

-Sonríe.- nuestro selfie fue interrumpido por alguien, o, ¿algo?

Un grito agudo sale de su boca y yo sin saber que hacer quedo simplemente paralizada.

Esa persona estaba despedazando a Sophie, con los dientes clavados como daga en su hombro y las manos abriendo paso, lo vi todo, estaba observando atentamente a punto de vomitar.

-Jenna, corre...- Jadea con sus últimas y débiles fuerzas.

Fui dentro del área de pingüinos y alguien me siguió, otra chica, ella se escondió en un clóset que estaba allí y yo debajo de algo, ni me fijé de que se trataba.

La chica y yo notamos que la puerta estaba abierta, y que había más de esas personas enfermas cerca.

Rápidamente corro para cerrarla pero entran dos, ¿Qué mierda son?

Detrás de mí hay escobas, agarro una y con velocidad se la clavo en el ojo a uno, con la parte trasera de la misma tumbo al otro al suelo y se lo entierro en el cráneo.

Cierro la puerta con lo que parece ser una llave, también coloco las escobas y cosas de limpieza que estaban allí, las pongo en el pomo de la puerta cerrando completamente.

-Estamos encerradas.- La chica salió de su escondite y se acercó a mí.

-Eso parece, pero es mejor que estar allá.- Señalé la puerta y ella asintió.

-¿Qué hacían tu amiga y tú aquí?- Preguntó acercándose más; era una adolescente con el flequillo tintado de verde, como yo, y el resto del cabello rubio oscuro natural, sus ojos café mostrando terror y curiosidad. -Y más importante que nada ¿cómo te pudiste deshacer de esos dos con tanta facilidad?

-Espera, espera. Demasiadas preguntas y ni siquiera sé quién eres.- Hablé alzando las manos y agitándolas.

-Perdona, estoy algo nerviosa.

-¿Quién no lo estuviera? Acabo... de ver... como... despedazan... a mi novia...- Solté entre dientes con los labios temblando y ojos llorosos. -Y... no... hice... nada.

Mi mente había reaccionado muy tarde, acabo de caer en cuenta de lo que acababa de pasar.

-Lo siento.- Murmuró. -Espera, ¿novia?

-Deja la puta curiosidad.- Dije ya algo exaltada.

-Perdón.

-¿Acaso sabes hacer algo más que pedir disculpas y hacer preguntas?- Grité y en la puerta sentí algo intentando empujar o entrar, la chica bajó la cabeza y susurró «perdón» miré a todas partes y crucé mis brazos. -Tenemos que salir de aquí de alguna manera y buscar un lugar más seguro.

-Empecemos de nuevo.- Entrelazó sus dedos tímidamente. -Me llamo Natalie.

-Bien, yo me llamo...

Me interrumpe: -Jenna, lo sé.- Verbalizó mirando hacía el suelo.

-¿Cómo lo sabes?

Su voz y rostro se pusieron temblorosos y nerviosos de inmediato.

-La chica de afuera dijo tu nombre.- No le creí sus palabras, pero decidí hacerme la que sí y ponerme a pensar en cosas más importantes.

La observo de arriba a abajo, ella se sonroja, pero me doy cuenta de que tiene una mochila.

-¿Qué llevas en la mochila?- Cuestioné.

-Nada, importante- Bajó la voz al decir la última palabra.

-A ver, puede sernos de utilidad- Tiré de su brazo, ella puso fuerza en contra, terminamos ambas en el suelo.

-Dije que nada importante.- Su temblorosa voz de hace un rato desapareció y se convirtió en la voz mas seria que había escuchado. Cedí, aunque si tengo oportunidad de ver el contenido de la mochila lo haré.

Me aparté de ella y levanté mis hombros.

***

-¿Tienes hambre?- Pregunta quitando la mochila de sus hombros.

-Si llevas algo de comer sería de gran ayuda para luego.- Afirmé sin quitar los ojos de la mochila morada.

-¿Estás bien?- Me pregunta preocupada.

Ella se sentó de piernas cruzadas delante de mí y puso su mochila a su lado, acarició mejilla con la mano temblando.

Aproveché la oportunidad y me lancé sobre ella, eso provocó que sus mejillas se pusieran rojas.

-¿Q-qué ha-haces?- Indagó ruborizada.

-Nada... importante.- Ella se dió cuenta de lo que yo buscaba y se tiró hacía la mochila, el estar tan cerca de ella produce que ambas caigamos, yo amortiguando su golpe, mi brazo se estiró y todo lo que había en la mochila terminó fuera.

-¿Qué mierda?- Eso fue lo que mis labios soltaron al ver lo que Natalie tenía.

En el suelo habían fotos, fotos mías, fotos mías haciendo cosas cotidianas, fotos sola, en casa y hasta con Sophie; también había agua, unas barras energéticas, una cámara y unos binoculares.

Quedé boquiabierta y ella se arrastró rápido hacía las cosas.

-No mires, por favor, no me odies.- Se puso en el suelo pidiendo perdón.

-Ya hablaremos de esto.- Cierro la boca y tomo los binoculares. Intentando pasar por alto lo que acabo de ver.

Observo hacía afuera desde lo que parece ser una pequeña rejilla, lo único que logro ver es el hospital y el edificio de al lado. Veo cadáveres y personas huyendo, encima del edificio veo a un chico con las manos en la cintura acompañado de otra persona.

Siento un flash en mi espalda.

-¿En serio?- Natalie estaba tomándome una fotografía.

-Debe-deberías ver lo-lo hermosa que te v-ves.

-Mejor ve a esa esquina y siéntate, sin hacer preguntas, ni hablar.

-Sí.- Ella hizo caso a mi petición, o más bien a mi orden.

Esta es una situación rara para estar en un apocalipsis.

Sigo mirando fuera y unas manos pasan por los barrotes intentando agarrar algo y a mi rápida reacción tomé una bandeja de metal que estaba apoyada en la pared y corté esas manos.

Se cortaron con tanta facilidad que abrí los ojos sorprendida y puse una de mis manos en la boca, asqueada, dejando caer con la otra mano la bandeja.

El sonido fue tan fuerte que llamó la atención de los que estaban cerca, viendo como más manos se juntan en la pequeña rejilla y como la puerta estaba a nada de ser rota, Natalie corre hacía mí y no nos queda de otra que solo abrazarnos.

            
            

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