Capítulo 5 Es mi abuelo

Archie Struan

Nos quedamos un rato sentados, en aquél edificio, mirando desde la primera fila como la ciudad se convertía en una catástrofe.

Ella estaba jugueteando con una navaja suiza bastante filosa.

-Y cuéntame Archie.- Habló la castaña apoyando sus manos en sus muslos. -¿Por qué no muestras ni una señal de sorpresa ante éste apocalipsis?- Encajó la navaja en el suelo.

-El viejo.

-El viejo lo dijo.- Me interrumpe girando los ojos -¿Me vas a decir que le creíste esa tontería desde el principio sin dudar?

-No me dejó terminar señorita Lidice.- Aclaré mi garganta, le ofrecí mi mano para levantarla junto a mí, pero ella se levantó por si sola poniéndose justo al lado mío. -El viejo del que todos hablan, es mi abuelo.

Su cara no tardó en hacer una reacción esperada, abrió los ojos como platos y dejó caer su mandíbula.

-Tú... ese... ese viejo... y tú... son... ¡son familia!- Me agredió tomando fuertemente mi camisa.

-Así es- Quité sus manos delicadamente y me alejé un poco de ella. -Esto que está pasando, no es sólo casualidad y no es el fin del mundo, o tal vez sí- La miré con suma seriedad y cualquier rastro que hubiera de felicidad y/o contentura, desapareció.

No quitó la sorpresa de su cara, temblaba inconscientemente, por alguna razón esto le daba mas miedo que miles de muertos caminando; miedo, pánico, horror, eso mostraban sus gestos faciales.

Sacudió su cabeza y cuestionó: -¿Dónde está ese viejo ahora?- frunció el ceño retándome con la mirada.

-A salvo.- Le regalé una sonrisa de boca cerrada y ella sólo apretó sus dientes recogiendo la navaja del suelo.

Evitando mi mirada.

-Vamos- Agarró mi mano con fuerza haciendo que vaya tras ella.

-¿A dónde me lleva princesa?- Protesta con los labios y sigue caminando.

-Salta pendejo.- indicó Dulce señalando un andamio y debajo de él un montón de muertos deambulando.

-¿Esto siquiera es seguro?- Comenté. -Podemos repasar los riesgos de hacer est...- Sin dejarme terminar puso sus ojos en blanco y me empujó.

Aterricé de pie, pero me moví con cuidado buscando un balance.

-Aguántate hijo de perra- Dulce saltó cerca de mí y con ella todo se tambaleó.

-¿Quieres matarnos?- Indagué aguantándome de una esquina.

-¿A ti?, claro que no.- Soltó sarcásticamente la bella castaña con una sonrisa falsa en cara saltando al edificio de al frente como si fuera algo de todos los días.

-¿Piensas que haga eso?- Pregunté mirando debajo de mis pies. -El riesgo de caer y en el caso de sobrevivir ser comido por cadáveres reanimados no está en mis planes.

-Oh- Mostró sorpresa falsa. -Así que te vas a quedar, ¿de que morirás primero, de hambre o por inútil?

Seguí sus pasos, calculando en todo momento lo que pasaría si doy uno en falso.

Estando en el otro edificio, ella pasó de caminar a casi correr, llegando a la otra esquina y saltando de nuevo.

-¿Por qué me llevas contigo si me odias tanto?- Hablé agitado, esperando una respuesta.

No dijo nada.

En el techo del tercer edificio noté que bajo su velocidad hasta quedar completamente quieta.

-¿Qué pasa?- Le pregunto y luego miro hacía su dirección.

Era una escena terriblemente asquerosa, peor que en aquél callejón donde la señorita Lidice despedazó varios zombies. Una niña, era una niña degollada, el cuerpo de la niña estaba siendo abrazado por lo que parece ser una mujer, ¿su madre?

El cuerpo de la mujer estaba en falta de la pierna derecha y no había nada de carne en su espalda.

Comiendo allí habían dos muertos, hombres, uno con una lujosa catana en la espalda. Al parecer el cortó la cabeza de esa niña.

Los ojos de Dulce retenían lágrimas y mostraban rabia, no sabía la razón, quizás era muy sensible o ella las conocía.

Dulce sacó la navaja, agarró a uno y le rajó el cuello, para luego sacarle al otro la catana y con ella cortar completamente su cabeza.

Un chorro de sangre la bañó y unas gotas tocaron mi cara. La castaña cayó al suelo y me agaché con ella.

-¿Ellas...?- Iba a preguntar pero comenzó un fuerte llanto y cerré mis labios, poniendo mi mano en su hombro intentando consolarla.

La mujer hizo un quejido y Dulce clavó la navaja en su frente, soltando más lágrimas.

La levanté del suelo y ella me soltó bruscamente, pasando sus manos por los ojos limpiando ese líquido corporal, puso la catana en su estuche y la colgó en su espalda; abrió la puerta para entrar al interior del edificio y bajó las gradas dando golpes en la pared.

-Oye, detente llamarás la atención.- La sermoneo y ella a bajas voces susurra. «Que me importa»

Agarro su brazo pegándole fuertemente contra la pared, pero del impacto un pie se me resbala del escalón haciéndome cargo de todo el peso corporal de ella, cruzando nuestras miradas aterradas y cayendo por las escaleras.

Cuando dejamos de rodar estando en el pasillo del primer piso, un montón de zombies salieron de la primera puerta, luego otros más se le juntaron y así llegando a ser una horda pequeña, llegando a un aproximado de quince zombies en aquél pasillo del edificio.

            
            

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