La oficina de Marco estaba iluminada por una tenue luz que se filtraba a través de la persiana, creando largas sombras que danzaban en las paredes, como si los secretos se movieran y se ocultaran en cada rincón. Valeria respiró hondo antes de entrar, sintiendo un nudo en el estómago que le recordaba la fragilidad de la calma que había dejado atrás