La luz del amanecer se colaba por las altas ventanas de la mansión Bourth, iluminando los corredores silenciosos y los vestigios de una calma tensa que no lograba disipar la ausencia de Amatista. Enzo despertó en la habitación que había compartido con ella, la cama parecía más grande y fría sin su presencia. Llevaba tres días intentando sobrellevar
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