El sol apenas comenzaba a filtrarse a través de las pesadas cortinas de la habitación principal de la mansión Bourth cuando Amatista abrió los ojos. Un leve rayo iluminaba el rostro de Enzo, que dormía profundamente a su lado. La luz jugaba con sus rasgos, resaltando su expresión relajada, una que pocas veces mostraba despierto. Amatista no pudo ev
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