Amatista no había podido dormir en toda la noche. La rabia por la insinuación de Enzo la mantenía despierta, recorriéndole el cuerpo como una corriente eléctrica, dificultando cada intento de cerrar los ojos. Había sido tan dolorosa la idea de que él pudiera pensar aquello de ella, tan injusta en su desesperación por mantener el control, que la mol
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