Las horas parecían haberse estirado más de lo que Enzo habría imaginado. La sala de espera, fría y silenciosa, reflejaba la tensión que envolvía a todos los presentes. Emilio, Mateo, Isis y Rita se mantenían en sus asientos, casi inmóviles, sus miradas fijas en Enzo, que caminaba de un lado a otro, cada paso más pesado que el anterior.
El enojo en
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