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Me quedé unos minutos ahí. Con sus palabras impresas en mi cabeza repitiéndose una y otra vez. Contuve las ganas de llorar porque sabía que no tenía que hacerlo, ya no. Por un momento mi mirada se había quedado fija en el suelo y luego en las puertas por las que había él cruzado dejándome ahí.
Estaba sola, me sentía sola y las ganas de salir de a