Capítulo 7 VALET

Pasaron tres meses en los que llegué a cuestionarme múltiples veces si alguna vez podría liberarme de ese dolor. La culpa, el dolor y la duda seguía en mi mente sin dejarme descansar día y noche. Noches de llanto donde lo único que quería era tomar un auto e ir hacia él para rogarle que me perdonara, rogarle que me abrazara y me dijera que todo estaba bien. Pero ya había hecho algo similar a aquello y definitivamente no había salido para nada bien.

La escena no podía salir de mi mente, una nueva escena para agregar a la tortura que mi propia mente me hacía pasar a tal punto de querer gritar descontroladamente.

Aquellos meses habían sido un sube y baja. Definitivamente el primer mes en la ciudad fue un infierno. Siempre con la duda y la esperanza de verlo en algún lugar. La esperanza de verlo y que al yo correr a sus brazos su imagen no se desvaneciera en mi mente. La esperanza de que me viera, me sonriera y me dijera que todo había sido solo una pesadilla. La esperanza de un día despertar y estar en la cama junto a él, con él durmiendo a la par mía.

Thiago insistió en quedarme a vivir con él, me negué. Aunque no hubiese sido una mala idea sabía que necesitaría mi propio espacio. Así que terminé simplemente mudándome a un apartamento del mismo edificio, unos pisos más arriba por supuesto y por suerte.

El vivir en el mismo edificio nos beneficiaba. Nos ayudábamos mutuamente, cosa que siempre habíamos hecho desde antes de vivir juntos. Incluso un poco de ayuda con Eliza no le vino mal, y yo estaba totalmente encantada con la nena. Era un amor, aunque Thiago nunca se quejaba de su pequeña hija pues era su adoración, sabía que en ocasiones le era difícil el ser padre.

Thiago me había ayudado de una manera en la que había tenido que sanar de una manera rápida. Al menos tratar porque sabía que aún no lo hacía por completo, y dudaba que lo hiciera pronto. Comencé a asistir con una psicóloga, me ayudó mucho. Me hizo entender las cosas y tratar de aceptarlas, aunque, vamos, no podía engañarme a mí misma de esa misma manera en la que había tratado de engañar a todos diciéndoles que ya estaba bien.

Seguía sin comer del todo bien, aunque Thiago pensaba lo contrario. No podía hacerlo de la misma manera aún. Mi cuerpo seguía rechazando cualquier exceso de alimento al que había estado acostumbrado en los últimos meses.

La culpa seguía atormentándome cada que lo recordaba. La tristeza también, pero había aprendido a fingir lo contrario con las personas que me rodeaban. Sobre todo Thiago, que en ocasiones me resultaba difícil hacerlo, pero lo hacía lo suficiente para que la idea no pasara por su cabeza.

En cuanto a Nate... no lo había visto. La esperanza de alguna vez topármelo por la universidad siempre estaba ahí. Aunque nuestras áreas estaban alejadas, siempre tenía la esperanza de encontrármelo por los pasillos o por las áreas verdes. Nunca lo había hecho. Tampoco habíamos hablado, absolutamente nada.

Después de aquel día en su apartamento había destrozado casi todo en mí, dejándome en un llanto desgarrador cada noche, teniendo que callarme y hacerlo apenas en sollozos para que Thiago no me escuchara del todo. Aunque en ocasiones por las mañanas sabía que me había escuchado, sin embargo, él trataba de no tocar el tema para no incomodarme.

El día de hoy por la mañana había despertado y pasado el día entero adelantando trabajos en la habitación, pero después de horas decidí seguir con aquel trabajo en Sur La Route pues terminaría volviéndome loca entre aquellas cuatro paredes que conformaban ahora la que era mi habitación. Era sábado, pero aquello no cambiaba el hecho de que tuviera un día libre de tareas. La universidad parecía explotarme cada vez más con los trabajos de cada materia, pero no podía quejarme. Después de todo estaba en una de las mejores universidades. Aunque siempre estaba ocupada, no me quejaba, la universidad definitivamente me había brindado un gran apoyo.

-¡Hey, Val!

-¡Hola, Jack! -casi chillé al entrar al local mientras me acercaba al mostrador.

-Cuanto tiempo sin verte, nos tenías abandonados por aquí -comentó con una gran sonrisa mientras me miraba.

Me fue imposible no soltar una pequeña risilla, me encogí de hombros y una mueca de lado se formó en mis labios.

-Tuve que hacerlo -musité entre dientes tratando de mostrar una sonrisa más.

-Me comentó Thiago que habías vuelto a California -sonrió ladeando un poco su cabeza-. Pero me alegra que estés de vuelta, Val.

Lo miré con una sonrisa.

-Pienso igual -apreté mis labios con una sonrisa de por medio, respiré profundo y miré el menú mientras me mordía el labio inferior-. Creo que pediré lo de siempre.

Jack rió, asintió comenzando a tocar en la pantalla táctil frente a él.

-Café moca -sonrió sin mirarme haciendo unos toques en la pantalla-. ¿La tarta de manzana también? -preguntó solamente alzando su mirada.

-Por favor -le dediqué una sonrisa y este asintió volviendo a tocar la pantalla.

-¿Es para comer aquí? -cuestionó y asentí-. Son catorce dólares, Val -me dijo mirándome.

Saqué mi cartera, después un billete de veinte dólares y se lo extendí. Jack lo tomó, lo guardó en la caja registradora y me dio la feria.

-Enseguida ya te llevo tu orden -me dijo con una sonrisa y asentí.

-Gracias -le dije sonriendo y cuando me di la vuelta escuché la campanita de la puerta.

Por esta cruzaba mi mejor amigo con la pequeña Eliza en el portabebés.

-Mira quien decide aparecer -escuché a Jack detrás de mí y sonreí.

El portabebés estaba cubierto con una manta color amarilla, para cubrir a la pequeña del frío que hacía afuera. Mi mejor amigo al mirarme sonrió y me miró de lado.

-Sabía que te encontraría aquí -dijo casi con orgullo.

-Te dije que estaría aquí -le miré con una ceja alzada y este me miró con cara de pocos amigos, carcajee-. ¿Qué haces acá?

-¿Acasos me estás corriendo? -me miró casi ofendido-. ¿Desde cuando puedes decidir eso en un lugar que no te pertenece eh?

-Desde el momento en que nos ha sido más fiel que tú -intervino Jack y lo miré, este sonreía por supuesto bromeando con lo anterior.

Comencé a reír mirando a mi mejor amigo con una ceja alzada que fulminaba a Jack.

-Así vamos eh, Jack -le advirtió Thiago y Jack carcajeó después alzando sus manos en forma de paz. Mi mejor amigo me miró-. ¿Ya pediste?

-Claro, justo estaba por ir en busca de una mesa que me quiera dar asilo por estas dos próximas horas -acomodé mi bolso sobre mi hombro y después miré a Thiago-. ¿Vas a acompañarme? Aunque preferiría solamente la compañía de Eliza -sonreí de lado y Thiago soltó una risa fingida.

-Que graciosa -miró a Jack detrás de mí-. Un café americano, Jack, por favor -le dijo y por el rabillo del ojo vi como Jack asintió tocando la pantalla-. ¿Podrías llevar a Eliza en lo que pago?

Thiago me extendió el portabebés, lo tomé con cuidado y asentí después dándome la vuelta caminando hasta la última mesa. Coloqué el portabebés en el sofá, sentándome a la par y escuché un balbuceo. Sonreí, apenas me acomodé aparté la manta para ver a la pequeña Eliza quien movía sus manos y pies.

-Hola, pequeña -le dije mirándola y balbuceó provocando que soltara el chupete-. Que linda te ves hoy, eh.

La bebé pareció soltar un suspiro y reí pasando con delicadeza uno de mis dedos por su mejilla. La acaricié sonriendo, viendo como esta buscaba mi dedo con la boca. Tenía hambre.

-Tu padre no te ha dado de comer -fruncí el ceño y entonces por el rabillo del ojo vi a Thiago sentarse frente a mí.

-No le hables mal a mi hija de mí, por favor -masculló y lo miré.

-No le has dado de comer a la pobrecilla -repuse mirándole con una ceja alzada.

-Eso es porque apenas es su hora de comer -me miró con los ojos entrecerrados, de la mochila azul que llevaba sacó un biberón con agua.

-¿Qué te hizo cambiar de opinión en venir eh? -le pregunté.

-Te tengo una propuesta -comunicó mientras me extendía el biberón para dárselo a la pequeña Eliza.

-¿A mí?

Le miré de lado al mismo tiempo que acercaba el biberón a la boca de Eliza quien de inmediato comenzó a chupar de este mientras yo se lo sostenía.

-Sí -respondió sonriendo y en ese momento Jack vino a dejar nuestros pedidos.

Le dediqué una sonrisa de agradecimiento y este me devolvió la sonrisa. Se dio la vuelta y regresó detrás del mostrador. Miré mi café, lo tomé con cuidado soplando a este cuando le quité la tapa.

-Bueno, Eliza ya casi tiene cinco meses -comenzó a decir mirándole después tomando su café dando un sorbo a este-. Jessica y yo hemos estado hablando y creemos que ya es momento de bautizarla. Mis padres han estado insistiendo en que lo haga porque ya sabes cómo son de creyentes -rodeó los ojos negando y reí.

Aquello era verdad, sobre todo la madre de Thiago que le había conocido ya y en ocasiones me había dado cuenta de ese detalle.

-¿Me estás diciendo que van a bautizarla ya por fin? -sonreí mirando a la pequeña quien agitaba sus manitas y seguía tomando la leche del biberón que le sostenía.

-Sí -afirmó Thiago después soltando un suspiro. Se inclinó sobre la mesa juntando sus manos sobre esta-. Pero también te estoy diciendo esto para hacerte la invitación a que seas su madrina.

De inmediato lo miré. Casi suelto el biberón, pero por suerte lo mantuve firme en mi mano de manera que aún la bebé seguía bebiendo del líquido. Miré a mi mejor amigo con los ojos bien abiertos, ciertamente sorprendida abriendo mi boca casi soltando un jadeo.

-¿Yo? -le pregunté sin creerlo del todo, este sonrió asintiendo-. ¿De verdad? ¿Me estás pidiendo que sea la madrina de Eliza?

-Jessica y yo te lo pedimos -ladeó su cabeza.

-¿Jessica está de acuerdo con eso?

-Claro, ella está encantada de que lo seas.

¿De verdad? ¿Jessica estaba de acuerdo con esa decisión?

-Dios, Thiago -exhalé después mirando a la pequeña Eliza quien ya estaba por terminar el contenido del biberón-. Pero, ¿no eligieron a Olivia?

-Olivia es mi novia, Val. Nos ha ayudado mucho, pero uno nunca sabe que puede ocurrir en situaciones como la mía con ella -se encogió de hombros-. Y por supuesto prefiero que lo seas tú, eres mi mejor amiga y confío plenamente en que si algo llegase pasarme a mí o a Jessica, tú serás una excelente cuidadora de Eliza.

La pequeña me miraba con sus ojos grandes, casi del mismo color que los míos a excepción que los suyos eran de un color más oscuro, como los de Thiago. Cuando terminó todo su contenido, aparté el biberón, lo coloqué en la mesa y después la tomé en brazos.

-Por supuesto que acepto ser la madrina de esta preciosura -dije mirándola, le di un beso en la mejilla y después la coloqué sobre mi pecho de manera que su cabeza quedará sobre mi hombro-. ¿Cuándo tienen planeado hacerlo?

Comencé a dar pequeños golpes en su espalda con mi mano ahuecada para que pudiera repetir. Así después podría ponerla de nuevo en el portabebés para que durmiera.

-En una semana, maso menos -masculló sonriendo después viendo como una mueca en sus labios se formaba-. Pero antes de darte la información completa tengo que decirte un pequeño detalle más.

En ese momento Eliza repitió, sonreí escuchando como balbuceó y quise reír, pero lo contuve. Miré de nuevo a Thiago atenta en espera de sus próximas palabras.

-Dime, ¿hay alguna advertencia? -traté de bromear.

Rió un poco, después la misma mueca volvió a su boca y ahí fue cuando comencé a preocuparme.

-Algo así -aclaró su garganta-. Verás, Jessica y yo estuvimos hablando y...

Ahí iba de nuevo con los rodeos.

Puse los ojos en blanco, casi suelto un suspiro de frustración y le miré seria.

-Déjate de rodeos y escúpelo -casi le ordené mirándolo fulminante.

Se quedó callado. Se mordió los labios y después llevó una de sus manos a su nuca rascando ahí de manera nerviosa.

-Nathaniel será el padrino.

Qué.

Me sentí fría. Tenía que ser una broma. Tenía que ser una broma. No puede ser. No. No podía. No podía hacer eso. No podía ser así. Así no.

-Es una broma, ¿verdad? -traté de sonreír en espera de que soltara la carcajada y me dijera que era una broma.

Pero no podía ser una broma. Thiago no habría bromeado con algo así, no sabiendo la manera en que aquel nombre me afectaba. No sabiendo todo lo que había llorado por él en los últimos meses. No sabiendo todo lo que había ocasionado en mi persona su rechazo y su ausencia.

Los ojos de Thiago se mantuvieron fijos en mí, casi queriéndome pedir una disculpa con la mirada. Las palabras que habían salido de su boca habían terminado con aquel encanto que hacía unos segundos emanaba en toda mi emoción.

-Lo siento, pero es que Jessica insistió. Le dije que no podía permitir eso porque implicaría que ustedes dos... -se calló, dejó salir un respiro-. Son muy amigos ellos, no sabía que se conocían mucho antes de presentarlos aquel día aquí...

-Lo sé -lo interrumpí antes de que siguiera.

Abrió los ojos sorprendido y después alzó una de sus cejas.

-¿Lo sabías? -preguntó con curiosidad.

-Sabía que se conocían, pero no que fueran tan amigos ahora -dije entre dientes.

Claro. Amigos. Si bien Nathaniel me había comentado antes que ellos días habían tenido sexo en ocasiones. No me sorprendería que ahora estuviesen haciéndolo a tal punto de volverse tan amigos. Sentí celos. Sentí ganas de echarme a llorar.

De pronto recordé la verdadera razón por la que se habían vuelto tan cercanos y me sentí mal por haber pensado de aquella manera. Jessica estaba plenamente agradecida con Nathaniel porque él le había salvado la vida, le había salvado la vida a su hija, Eliza.

No la culpaba si por ese hecho había decidido que Nate fuese su padrino.

Respiré profundo y en ese momento la pequeña repitió una vez más. Con cuidado la separé para mirarla y sonreí mirándola. Se había llevado su manita a la boca chupando esta, reí. La acomodé en el portabebés, cubriéndolo con la mantita y acomodándole el pequeño gorro que llevaba puesto para cubrirle del frío.

-Está bien -susurré aún acomodando a la pequeña, coloqué mi mano en el portabebés y después miré a mi mejor amigo-. No importa, eso no será impedimento a que sea la madrina de Eliza.

Traté de sonreír lo mejor que pude. Thiago hizo una mueca.

-Val, de verdad traté...

-Tranquilo. No pasa nada, ¿sí? -no quería seguir hablando sobre ello, no si tenía que prepararme mentalmente para cuando el día llegara-. Entonces, ¿en una semana?

Traté de no parecer nerviosa, ni que la voz me temblara. Necesitaba mostrarme firme y segura, necesitaba demostrarle que ya no me afectaba más la mención de su nombre y su próxima presencia.

-Sí, el viernes para ser exactos -estableció aclarándose la garganta mientras cruzaba sus brazos por encima de la mesa.

Asentí.

-Me imagino que es por la tarde -respiré profundo siendo yo la que se aclaró la garganta esta vez.

-Sí, tenemos pensado ir después a casa de mis padres. Ahí haremos una cena, solamente ellos, Jessica, Olivia, Nathaniel, tú y yo -comentó y al escuchar de nuevo su nombre sentí tensarme-. Valet, no tienes que hacerlo...

-Lo haré -reafirmé de inmediato mirándolo a los ojos-. ¿Acaso crees que debo de negarme simplemente por su presencia? Eres mi mejor amigo y me estás pidiendo a mí ser la madrina de tu hija, ¿qué clase de mejor amiga sería si me niego?

Se quedó callado, sonrió y movió la cabeza un poco mientras daba un sorbo al café.

-Quizá la peor de todas.

Lo fulminé con la mirada, este carcajeó. Sonreí. Miré a Eliza quien poco a poco cerraba sus ojos cayendo en un profundo sueño.

-¿Cómo podría negarme? -murmuré con una sonrisa mientras la miraba.

-Gracias, Val -reveló Thiago y sonreí un poco-. Sé que no es fácil para ti, así que te juro que lo compensaré.

-Tendrás que comprarme pagar dos desayunos -sonreí mirándole divertida.

Rodeó los ojos, bufó y tomó su café dando un largo sorbo.

-Era de esperarse -me miró casi fulminándome con la mirada mientras negaba.

Carcajeé y por primera vez desde que Jack había traído nuestros pedidos, decidí ponerle atención a la tarta de manzana. Tomé el cubierto y cuando Eliza se quedó dormida, dejé de mecer el portabebés ahora concentrándome en comer de mi tarta.

Definitivamente sería una semana estresante. Una donde tendría que hacerme la idea de que estaría de nuevo junto a él, recibiendo miradas frías y apenas palabras. Tendría que prepararme mentalmente para ese encuentro, al que temía que saliera mal y el que yo no pudiese contener mis impulsos por hacer que me escuchara o me dirigiera una mirada como las que me solía dedicar antes, cuando nada se había destrozado en mil pedazos.

Mientras Thiago comenzaba a hablarme de no sé qué de la universidad, mi mente no pudo concentrarse en sus palabras porque estaba bastante concentrada en lo que sucedería en una semana. Tratando de imaginar aquel escenario, aquella escena. Definitivamente aquella noche iba a ser una tortura para mí, definitivamente un día antes siquiera podría dormir, de eso estaba segura.

Iba a volver a verlo después de tres meses. Después de que me besó y me sacó de su apartamento. Después de que me quitó aquel regalo que él me había dado. Después de que la despedida fuera definitiva entre nosotros.

O eso había pensado.

            
            

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