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Apenas había podido hablar. Apenas las palabras pudieron salir de mi boca cuando lo vi. Lo tuve frente a mis ojos, después de todo este tiempo lo tenía frente a mí y las palabras fueron escasas. Sentí que quería echarme a llorar, sentí que quería simplemente abalanzarme a sus brazos y que me abrazara. Quería decirle que lo sentía, que sentía todo lo que había pasado.
Pero los segundos pasaron rápido, los segundos fueron veloces. Mis ojos tardaron tanto en acostumbrarse a tenerlo frente a mí que cuando las palabras comenzaron a salir de mi boca, él se alejó. Se fue, sin decir nada. Sin ninguna facción en su rostro más que sorpresa en un principio y después solamente frialdad. Me miró como si no fuese nadie, como si todo lo que habíamos pasado juntos hubiese sido simplemente nada.
Justo en ese momento quise derrumbarme. Lo miré irse, sin mirar atrás. Casi corro hasta él pero mis piernas no reaccionaron. Estaba ahí y me había mirado como si yo fuese nada. Quizá ya no lo era más en su vida.
Antes de poder entrar a ese lugar e ir hasta uno de los cubículos, me encargué de buscar los baños. Cuando lo hice y entré a este sentí soltar un respiro que me hizo sollozar y después mis mejillas ya estaban empapadas de lágrimas. Me miré en el espejo, con los ojos llenos de lágrimas y un poco rojos. Las mejillas sonrosadas por el frío, pronto por el llanto.
Aferré mis manos al lavabo cuando dejé la carpeta a un lado. Quería gritar, quería derrumbarme ahí mismo. Quería no estar ahí, quería volver a California, pero al mismo tiempo simplemente quería que él me abrazara y que me dijera que todo estaba bien.
Sabía que eso no iba a pasar.
Su mirada. No iba a poder olvidar esa mirada. Había sido como clavar algo en mi pecho, algo que aún permanecía ahí y sabía que en cualquier momento si mi suerte no estaba de mi lado, esa daga iba a torcerse para hacer arder más ese dolor.
Traté de tranquilizarme, me miré en el espejo. Traté de respirar, pero no podía. Decidí no mirarme más, porque sabía que si lo hacía seguiría llorando. Me apoyé en una de las paredes, cerré los ojos y llevé mi mano a mi pecho. Subí un poco más hasta donde estaban mis clavículas donde en el centro colgaba aquello que él me había regalado. Lo rocé con mis dedos, lo acaricié queriendo aferrarme a él para por un momento imaginar que todo estaba bien.
No lo estaba. Todo estaba mal. Había pensado que podría huir de aquel sentimiento y de aquellos recuerdos, pensé que el volver podría darme un poco de esperanza en que todo podía solucionarse. Pero no había sido así. Apenas mi primer día y todo había sido peor de lo esperado. La suerte definitivamente me había dado una pésima jugada.
Después de unos minutos, me tranquilicé. Me miré al espejo, tomé papel y me limpié el rostro, aunque era evidente que no podría borrar toda evidencia de mi llanto. Maldije que no hubiese llevado maquillaje conmigo, pues al menos podría haber hecho un poco más que lo que me encontraba haciendo en ese momento para borrar toda evidencia del sufrimiento que llevaba conmigo en ese preciso momento.
Suspiré, volví a mirarme al espejo, traté de sonreír, pero sabía que sería inútil. Salí de ahí, volví a dirigirme a los cubículos e hice lo que tenía que hacer para en cuanto antes volver al edificio, quizá a encerrarme en la habitación.
Regresé en taxi, aunque esta vez le dije que me dejara un poco más lejos de lo que tenía que hacer. Iba a caminar, definitivamente necesitaba hacerlo antes de llegar a donde Thiago seguramente me preguntaría cómo me iba ido. ¿Podría mentirle? Quizá. ¿Iba a creérmelo? Por supuesto que no.
Caminé algunas calles, donde mi mente no podía dejar de pensar en otra cosa que no fuese el rostro de Nate al mirarme. No podía dejar de auto torturarme con aquella reacción. Siempre había pensado que, si en algún momento nos reencontrábamos, no iba a ser de esa manera. No esperaba que me abrazara, no esperaba que me dijera algo lindo, no esperaba que fuese el Nate con el que había estado. Era más que claro que no iba a ser el mismo. Pero aquella mirada había sido mucho más de lo que había esperado que fuese su reacción.
De nuevo sentía mi pecho comprimirse con las ganas de llorar, pero tenía que controlarlo. Había llorado por meses para que ahora al estar aquí volviese a hacerlo. Tenía que distraerme, aunque mi mente no quisiese pensar en otra cosa que no fuese él.
Al llegar al edificio de Thiago, antes de abrir la puerta con la copia de la llave que me había dado, respiré. Lo hice una, dos, tres veces. Cerré los ojos, dejé salir un largo suspiro y abrí la puerta. Al entrar sentí que el calor de la calefacción invadió mi cuerpo, cosa que agradecí en mi mente.
Dejé las llaves en uno de los pequeños ganchos que colgaba en la pared. Caminé en dirección a la estancia, pero de pronto una voz de una mujer me hizo detenerme en seco.
Una voz familiar.
Di unos cuantos pasos más cuando de espalda vi una cabellera rubia hablando con mi mejor amigo sobre lo que parecía ser instrucciones. Thiago me miró por sobre el hombre de la chica, esta se detuvo, se giró para mirar lo que mi mejor amigo miraba y al verme sus ojos se abrieron con sorpresa.
-Valet -exhaló después sonriendo y acercándose de a mí-. Mírate, que linda estás -después dijo acercándose a mí a darme un pequeño abrazo en forma de saludo.
-Hola, Jessica -dije correspondiendo el abrazo apenas mirando a Thiago quien sonrió un poco.
-Te has cortado el cabello, te sienta bien -dijo deslizando una de sus manos por mi cabello tocando este-. Ojalá me quedara a mí igual que a ti pero me queda terrible -hizo una mueca tratando de bromear.
Sonreí.
-Gracias -mascullé apenas mirándola.
Se veía exactamente igual que la última vez que le había visto. Claro, en esta ocasión sin una barriga que le sobresaliera.
-¿Cómo te fue en la universidad? -preguntó Thiago antes de que mis pensamientos pudiesen recordar algo más de aquella noche.
Lo miré, aclaré mi garganta y asentí.
-Bien, sí -lo miré asintiendo después mirando a Jessica quien no había dejado de mirarme.
-Me dijo Thiago que ingresarás a Columbia -comentó Jessica y la miré asintiendo.
-Sí, Pace no quiso aceptarme el semestre en línea y bueno -me encogí de hombros haciendo una leve mueca-. Me dieron una beca, pero igual tengo que hacer servicio social para cubrir aquello.
Jessica sonrió.
Hubo un silencio incómodo. Donde ninguno de los tres supo que decir. Parecía como si supieran que aquella visita a la universidad había salido mal.
-Supongo que aquí está la bebé -fui yo la que se atrevió a hablar.
-Sí, la había traído hace rato, pero olvidé traer algo de su maleta y vine a dejárselo a Thiago -miró a Thiago y este sonrió-. En fin, tengo que irme.
-Te acompaño -dijo Thiago pero cuando este comenzó a avanzar hacia ella Jessica lo detuvo con sus palabras.
-Preferiría que lo hiciera Valet, necesitas cambiarle el pañal a Eliza -lo miró con una ceja alzada.
Thiago sonrió, casi queriendo carcajear. Rodeó los ojos, se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla en forma de despedida.
-Te mantendré al tanto de todo -le dijo y esta sonrió asintiendo.
Me miró, alzó ambas de sus cejas y se dio la vuelta para que yo la siguiese. Dejé mi bolso en el sofá antes de hacerlo. Me sentí nerviosa porque sabía que aquella iba con otra intención a la de una simple compañía. Yendo detrás de ella traté de respirar y organizar mis pensamientos. Claro ella sabría lo que había pasado, seguramente Nate había hablado con ella después de esa noche, después de todo ella formó parte de la amenaza para que Nate se diera por vencido.
Salimos al pasillo del edificio, donde ninguna habló. Entramos al ascensor y de nuevo el silencio se formó.
-¿Cómo estás? -preguntó de repente y me sorprendí por su pregunta.
Mientras el ascensor comenzaba a bajar después de que oprimiera el botón para llegar al lobby, la miré. Tragué saliva y volví a mirar al frente.
-Bien, sí -traté de decir segura, pero por el rabillo del ojo vi como esta negó.
-Entre mujeres es difícil ocultar cuando una ha llorado, sabes -declaró mirándome ladeaba un poco su cabeza.
-No sé de qué hablas... -comencé a decir, pero suspiró.
-Tienes los ojos rojos -dijo sin mirarme mientras frente a ella juntaba sus manos.
Tragué saliva una vez más. Dejé de mirarla de nuevo enfocando mi mirada en un punto en las puertas. Respiré profundo de manera disimulada para que esta no fuese notarlo.
El silenció volvió a formarse hasta que las puertas del ascensor se abrieron. Jessica salió primero, después lo hice yo hasta poder llegar a la par de ella.
-¿Piensas buscarlo? -preguntó de repente y sentí congelarme.
Sabía a lo que se refería. Se refería a él. ¿Por qué me hablaba como si nada? ¿Por qué no mostraba ninguna pizca de odio? ¿Sería amiga de Nate? Parecía que no, pero a lo que había entendido llegaban a tener cierta cercanía en los meses antes a lo que había sido de aquella noche.
-No lo sé -dije tratando de ocultar el nerviosismo y la tristeza en mi voz.
No era buena idea decirle que hacía casi media hora le había visto y me había mirado como si fuese nada.
Al salir del edificio nos detuvimos en la acera. Jessica miró al frente, suspiró y después se giró hacia mí ladeando su cabeza.
-¿Quieres hacerlo? -preguntó mirándome.
-Creo que no importa lo que yo quiera -respondí mirándole fijamente después de hacer una mueca.
-¿Quieres verlo? -preguntó esta vez y fruncí el ceño.
-¿Acaso no me odias? -pregunté esta vez sin siquiera contestar a su pregunta.
Sonrió casi soltando una risa, miró detrás de mí y después se relamió los labios mirándome.
-¿Debería de hacerlo? -preguntó alzando una de sus cejas.
¿Debía? No lo sé. Supongo que si él lo hacía entonces ella debía de hacerlo, ¿no?
¿Me odiaba? ¿Él me odiaba? ¿Existía la posibilidad de que lo hiciera? La respuesta sonó en automático en mi cabeza.
-Escucha, Valet -empezó a decir mientras dejaba salir un suspiro y acomodaba su bolso en su hombro-. Sé que las cosas que hiciste no estuvieron bien, sin embargo, también sé que no eres esa clase de chica y que tuvo que haber algo por lo que hayas tenido que acudir a esas acciones, ¿o me equivoco?
Me sentí fría por un momento, poniéndome nerviosa. Apreté mi boca sin saber qué decir. No quería hablar de ello. No quería hablar de mis posibles errores y aunque sé que Jessica estaba siendo amable y comprensible conmigo, no iba a permitirme desahogarme y derrumbarme frente a ella. No si existía la posibilidad de que aún siguiese en contacto con él, cosa de la que no estaba del todo segura.
Miré a otro lado porque sabía que, si seguía mirándola a ella, en algún momento terminaría echándome a llorar y era algo que quería evitar. No iba a permitirle verme de esa manera.
Di un paso hacia el borde de la acera, extendió su brazo y un taxi se colocó a la par. Jessica me miró, casi con cierta lástima, no pude hacer nada más que sostenerle la mirada. Se acercó de nuevo hacia mí, me dio un abrazo de despedida y antes de que pudiese reaccionar me susurró algo al oído.
-Sigue en el mismo lugar -murmuró después alejándose de mí, me dedicó una sonrisa y después se dio la vuelta subiendo al taxi.
Me quedé ahí por unos segundos, viendo como el taxi avanzaba hasta que lo perdí de vista. Me concentré en las palabras de Jessica, sobre todo en las últimas. ¿Me estaba ayudando? ¿Acaso Jessica me había querido ayudar? Me sorprendió aquello. No era que Jessica y yo tuviésemos un lazo más que el de mi mejor amigo entre nosotras.
Mi mente no quiso pensar más en eso, solamente pudo concentrarse en la pista de Jessica: sigue en el mismo lugar.
El mismo lugar. ¿A qué se refería? Sabía que se refería a él, pero...
El mismo lugar.
Entendí entonces. Sabía a lo que se refería exactamente.
Ella quería que lo buscara porque sabía que una parte de mí quería hacerlo, entonces me dijo donde podía encontrarlo.
Me crucé de brazos, mirando aún la calle y después la acera. Mis ojos se quedaron clavados ahí por unos segundos tratando de pensar y decidir cual sería mi siguiente acción. Me mordí el labio con tanta fuerza que temí sangrar.
Sin pensar ya estaba de nuevo entrando al edificio. Subí por el ascensor, esperé a llegar hasta el piso y cuando me encontré frente a la puerta del apartamento me detuve. ¿Qué tenía qué hacer? ¿Cuál era mi siguiente acción?
Abrí la puerta, entré y fui directo al sofá.
-¿Ya se fue Jessica? -preguntó Thiago desde la habitación de la pequeña.
-Sí, y yo también -tomé mi bolso cuando la decisión se había ya impregnado en mi cabeza-. Vuelvo en una hora y media.
No esperé a una respuesta, tan solo escuché mi nombre salir de su boca cuando cerré la puerta del apartamento detrás de mí y me encontré yendo en dirección al ascensor. Dentro de este mi mente fue mi fuerte, asegurándome que lo que estaba por hacer era lo que tenía que hacer y lo correcto.
Cuando estuve frente al edificio casi sostengo el aire dentro de mis pulmones. Justo en ese momento las dudas comenzaron a invadir mi cabeza diciéndome que huyera, que saliera corriendo de ahí porque era una pésima idea. Pero mi esperanza seguía viva, mi esperanza me decía que tenía que hacerlo y que quizá las cosas se podían solucionar.
Al entrar al edificio los recuerdos me atormentaron por unos segundos, casi haciéndome sollozar. Pero lo aguanté. No podía permitirme aquello, no ahora, no ahí, no en ese momento. Caminé hacia uno de los ascensores, miré los relieves que tanto me habían gustado en ese lugar, de inmediato escuché su voz explicándome todo de aquel lugar la primera vez que había entrado ahí. Me mordí el labio.
Entré al ascensor, presioné el botón que llevaba al piso sesenta y uno y cuando las puertas se cerraron frente a mí sentí los nervios hasta en las puntas de mis dedos. Me pegué a la pared cuando este comenzó a subir. Cada vez más cerca, cada vez menos segundos, cada vez más arriba. Respiré profundo y cerré los ojos.
Podía hacerlo. Tenía que hacerlo. No podía seguir aquí en la ciudad con la posibilidad de encontrármelo de nuevo como lo había hecho aquella mañana. No podía tomar aquel riesgo de volver a recibir esa mirada fría. No iba a poder soportarlo.
En menos de lo que había querido las puertas del ascensor se abrieron, dejándome ver aquel pasillo por el que tanto había caminado, junto a él. Salí del ascensor mirando al fondo de aquel pasillo, ahí estaba. Ahí estaba la última puerta donde del otro lado probablemente estaba la persona a la que le había fallado y a la que quería de vuelta en mi vida.
Caminé por el pasillo. Sintiendo casi todo en cámara lenta mientras me acercaba cada vez más a la puerta. Respiré profundo con la mirada fija en esta, me mordí el labio con tanta fuerza que esta vez no me importó si llegaba a lastimarme. Cualquier dolor físico no se comparaba al que había estado sintiendo mi cuerpo todo este tiempo. Su ausencia y su mirada de aquella mañana.
Ahora estaba frente a su puerta, mirando el número en esta con atención. Después los números que eran botones a la par de la manija, preguntándome en si seguiría siendo la misma clave o si la había cambiado. Quise comprobarlo, pero no lo hice, tan solo mis dedos rozaron los números como un recuerdo y como una simulación de que todo estaba bien y podría entrar a ese lugar como lo había hecho tiempo atrás.
Cerré los ojos, apreté mi boca esperando que de verdad él estuviera ahí. Que de verdad pudiese escucharme y mirarme.
Mis nudillos temblorosos tocaron tres veces la puerta. Sentí que mi cuerpo tembló por completo ante eso. No sabía si estaba preparada para ello, no sabía siquiera si en realidad estaba ahí. Mi mente comenzó a traicionarme pensando en que probablemente había entendido mal las referencias de Jessica. ¿Y si no estaba ahí? ¿Y si había escuchado mal y había escuchado lo que mi mente quería simplemente escuchar?
Miré mis zapatos, completamente nerviosa sintiendo las ganas de salir corriendo. Era una mala idea. Era una pésima idea. Iba a ser un desastre. ¿Qué iba a decirle? ¿Lo siento? ¿Lo siento por haberte dejado y traicionado porque...?
La puerta se abrió. De inmediato subí la mirada casi asustada por la invasión del silencio ocasionado por la puerta. Ahí estaba, mirándome primero sorprendido y después frío.
Sentí mi corazón latir a mil por hora, casi queriendo salirse de mi pecho de lo fuerte que palpitaba. Ahí estaba, frente a mí. Casi doy un paso hacia adelante para poder mirarle mejor. Era el mismo, aunque esta vez llevaba el pelo un poco más largo, teniendo que peinárselo hacia atrás, aunque un mechón rebelde le cruzaba por la frente. Casi me acerco a apartarlo de ahí para acomodarlo, pero entonces recordé que no podía hacerlo. Ya no.
Ninguno de los dos habló, él mantuvo su mirada fría en mí, yo lo miraba casi pidiéndole que me envolviera en sus brazos aún sabiendo que no lo haría.
Abrí mi boca para hablar, sin saber con exactitud qué era lo que tenía que decir.
-Yo... -comencé a decir con voz temblorosa, pero antes de que pudiese seguir pasó algo inesperado.
Me jaló. Me jaló hacia dentro del apartamento. Me metió en este, cerró la puerta y me pegó a la pared. Todo fue tan rápido que cuando apenas empezaba a asimilar lo que había hecho, sentí su boca estamparse en la mía.
Me besó. Me estaba besando mientras una de sus manos me tomaba por la nuca y la otra por la cintura. Le seguí el beso, sintiendo casi suspirar ante el contacto de su tibia boca sobre la mía. El frío había desaparecido, el calor había reaparecido. Me besaba necesitado, desesperado, apretándome contra la pared mientras sentía su cuerpo pegarse al mío con mi mano acariciando su mejilla y la otra en su nuca aferrándome ahí.
De pronto sentí algo que me rompió el corazón. En la mano que tenía sobre su mejilla sentí algo húmedo. Una gota. Estaba llorando. Nate estaba llorando mientras me besaba y sentí querer derrumbarme ahí mismo entre sus brazos. Jamás lo había visto llorar. Nunca pasó por mi mente la imagen de Nate llorando, mucho menos frente a mí.
Estaba roto. Estaba destrozado y lo estaba dejando ver frente a mí.
-¿Por qué? -preguntó cuando apenas separó su boca de la mía juntando su frente con la mía, su otra mano soltó mi cintura colocándola sobre la pared a la misma altura que mi cabeza-. ¿Por qué lo hiciste? Mierda-cuestionó con la respiración pesada y su boca a centímetros de la mía-. Te quería. Joder, te quería. Eras todo. Eras todo, Valet.
Tragué saliva, mi pulgar acarició su mejilla y de inmediato sentí que tomó mi muñeca apartándola de él. Sentí un pequeño pinchazo en el pecho.
-Perdóname... -le rogué mientras sentía mi voz quebrarse-. Lo siento, de verdad.
-No lo haces -recriminó esta vez mirándome a los ojos.
Sentí las lagrimas salir de mis ojos, resbalando por mis mejillas. Sentí su mano aferrarse sobre mi nuca mientras desviaba la mirada y esta vez colocaba su cabeza sobre la pared a mi lado pegando su frente en esta aún con la respiración pesada. Me fue imposible no soltar un sollozo mientras mi respiración pegaba en una parte de su cuello y en su oreja. Mi mano acarició parte de su nuca.
-Lo hago, de verdad lo hago -logré musitar en un sollozo y por el rabillo del ojo pude ver como su mano sobre la pared se formó en un puño-. Te juro que puedo explicarlo...
-No -me interrumpió separándose de mí por completo mientras aquella mirada fría volvía-. No quiero escucharte. Vete.
Sentí el ardor en mi pecho.
-Nate -empecé y negó.
-Vete, Valet -sentenció mirándome fijamente de nuevo con aquella frialdad que torcía la daga en mi pecho.
-Por favor -rogué dando un paso hacia él mientras subía mi mano a su rostro para acariciarlo, pero antes de que pudiese hacerlo su mano rodeó mi muñeca deteniéndome-. Necesito que me escuches, podemos arreglar todo.
-Y yo necesito que desaparezcas de mi vida -escupió y aquello fue lo único que necesité para que la daga terminara de clavarse en mi pecho-. No puedes. No puedes arreglar lo que ya rompiste, Valet.
-Lo sé, pero podemos tratar juntos -musité mirándole y mi otra mano la llevé a mi cuello, justo donde la pequeña perla colgaba-. Nunca dejé de sentir algo por ti, siempre te he tenido conmigo.
Su mirada bajó a donde mis dedos rozaban, se quedaron fijos sobre la perla rodeada por los pequeños diamantes. Pareció respirar profundo, negó y volvió a subir su fría mirada a mis ojos.
-Quítatelo -sentenció y lo miré dolida. Negué-. Quítatelo, Valet.
-No... -susurré.
Entonces dio un paso hacia mí, haciéndome retroceder en automático volviendo a pegar mi espalda a la pared. Sus ojos me miraron directo a los míos.
-Quítatelo -ordenó frío y seco.
Sentí mis ojos de nuevo llenarse de lágrimas. Negué.
-No voy a quitármelo, Nate -musité con su rostro a centímetros de los míos.
Me miró, después sus ojos bajaron a mis labios, se mantuvo mirando estos por unos largos segundos mientras acercaba los suyos a tal punto de volverse a rozar. Nuestras respiraciones volvieron a mezclarse entre aquel espacio. Su mano volvió a hundirse en mi nuca, acariciando ahí mientras su boca se rozaba con la mía haciéndome casi cerrar los ojos disfrutando de aquel ligero y apenas contacto.
Sus dedos comenzaron a moverse sobre mi nuca, provocándome un ligero cosquilleo.
Luego entendí lo que realmente hacían ahí. Abrí los ojos de golpe queriendo empujarlo, pero ya era tarde cuando me di cuenta de sus intenciones. Se separó de mí de nuevo dando un paso hacia atrás y en su mano miré el colguije que segundos antes colgaba de mi cuello.
-No... -dije casi en un sollozo ahogado y me acerqué tratando de quitárselo-. Devuélvemelo.
-No -me dijo seco mientras me miraba.
-Es mío, tú me lo diste.
-Te lo di cuando creí que no harías nada para lastimarme -repuso de inmediato de manera brusca-. Ahora sé que fue un gran error haberlo hecho.
Su voz era fría, brusca, golpeada, como si de pronto el dolor que me había dejado ver hace unos segundos, ya hubiese desaparecido por completo. Apreté mi boca sintiendo las lágrimas empapando mis mejillas. No me importaba el que él me viera de esa manera, si aquello le demostraba percibir el dolor que me causaba aquello, entonces no me importaba. Necesitaba que viera con sus propios ojos que nada de lo que había pasado había sido fácil.
Lo miré, con la esperanza de que viera el dolor en mis ojos y entendiera que lo quería de vuelta, que haría lo imposible por recuperarlo, que quería arreglar las cosas, que quería de nuevo tenerlo conmigo, así como él quería tenerme con él, ¿no? Así eran las cosas, solo me decía aquello para no derrumbarse frente a mí. Lo sabía. Él me quería. Podía perdonarme.
-Vete -repitió con la mirada fija en mis ojos.
Me quedé quieta, no me moví. Lo ignoré.
-Vete, Valet -dijo con más frialdad e hice lo imposible por no soltar un sollozo.
-Nate, yo te... -empecé a decir con la voz rota, pero este negó.
Me tomó por la muñeca, abrió la puerta y me sacó del apartamento. Antes de que pudiese formular alguna palabra, quise mirarlo, pero entonces la puerta se cerró.
Sentí un vacío en mi pecho. Sentí el dolor expandirse no solamente en mi pecho, sino en todo mi cuerpo. Quise tirarme al suelo y ponerme a llorar, pero en lugar de eso salí casi corriendo de ahí, fui al ascensor y ahí fue cuando me derrumbé sin poder aguantarlo más.
No podía soportarlo más, no podía sostenerlo más, necesitaba liberarlo.
Cuando salí del edificio sabía que no podría quedarme más ahí, necesitaba salir de ahí. Necesitaba no ver más ese lugar, no respirar en ese lugar, no estar en ese lugar.
Necesitaba olvidar, porque sabía que no había más opción que hacerlo.
Nathaniel no iba a perdonarme, no iba a hacerlo nunca y entonces entendí que de verdad se había acabado.