Una semana más tarde, Klaus y compañía llegaron al departamento de Cristóbal y Nicole a despedirse. Cristóbal esperaba que su invitado no mencionara el asunto de Verónica, pues Nicole no debía enterarse, había hablado con los doctores de ella y le habían recomendado no decirle nada hasta después de su alumbramiento, para no provocar algún tipo de reacción que le afectara a su embarazo.
Para ser sincero, Cristóbal debió aceptar que la velada fue agradable. Daniela se dio muy bien con Klaus, quien jugó con ella y le hizo algunos trucos de magia que dejaron a la niña hipnotizada. Luego, él le entregó su regalo de Navidad, dijo que el Viejito Pascuero se había equivocado y se lo había dejado en su casa en Grecia, que por eso se había demorado tanto en llegar. Era una diana, un arco, flechas y unas pistolas para apuntar al blanco.
―Para que aprendas tirar. Después le dices a tu papá que te inscriba para aprender defensa personal, toda niña debe saber defenderse.
―¡Gracias! ―La niña le dio un gran abrazo, él le correspondió de igual modo.
Cristóbal observaba la escena con suspicacia, aunque el rostro de su visita no demostró en ningún momento algo de hipocresía.
Tras jugar un rato y de enseñarle a usar el arco y las flechas, que fue lo que más le costó, Klaus los miró a todos.
―Bueno, llegó la hora. ¿Podemos hablar a solas, Nicole?
―¿Conmigo?
―Así, es, no te molesta, Cristóbal, ¿verdad?
―Si ella acepta...
Nicole lo guio hasta el despacho.
―Dígame.
―Quiero disculparme... Otra vez.
―¿Por?
―Por la amenaza que hice a tu integridad aquella vez que estuvieron en Grecia, cuando caíste en la clínica.
―Eso quedó en el pasado.
―Aún me temes.
―Después de la muerte de Verónica... Yo sé que... Usted y ella... Usted sabe que fui yo la que disparé esa... La que apretó el gatillo ―tartamudeó, Klaus se limitó a observarla y esperar―. Sé que no me perdonará por haber asesinado a Verónica y ahora estar con Cristóbal.
Klaus se acercó y le tomó las manos de un modo paternal. Se dio cuenta de que Cristóbal no le había dicho la verdad.
―¿Cómo va tu embarazo?
―Bien, normal dentro de lo que cabe. He debido guardar más reposo del que quisiera. ¿Por?
―No desearía que tuvieras alguna dificultad por hablar conmigo. Siéntate.
Se sentaron en un sofá uno al lado del otro. Klaus no le soltó las manos a la mujer.
―Escucha, niña, deja de atormentarte por la muerte de Verónica, ella... Ella quería matarlos a todos, incluida su hija. Cuando la vida de los que uno ama corre peligro, uno debe decidir y tú ni siquiera tuviste tiempo a pensar. Ya había herido a Esteban y seguían Cristóbal, tú y Danielita. Yo, en tu caso, y con la cabeza todavía más fría que la tuya, acostumbrado a situaciones límites, hubiese actuado peor que tú, no lo hubiese dudado ni medio segundo. Y me habría asegurado de que estaba bien muerta, rematándola. Eran ustedes o ella. Sí, no niego que me sentí muy enojado por lo ocurrido, no entendía el nivel de maldad para haberle disparado a quemarropa... ―Nicole bajó la cabeza, Klaus tomó ambas manos de ella en una sola de las suyas y con la otra le levantó el rostro con suavidad, con un gesto casi paternal, fraterno―. Luego descubrí cómo habían sucedido las cosas en realidad y cómo Verónica se había dejado arrastrar por una maldad más negra que la misma noche. Por lo mismo, quiero que te quedes tranquila, no haré nada en tu contra ni de tu familia. Vivan en paz y ten la seguridad de que lo que hiciste fue lo mejor para todos.
―¿Por qué me dice esto?
Nicole, sin querer, comenzó a llorar. El hombre sacó su pañuelo y le secó las lágrimas con cariño.
―Porque la culpa y el miedo, si no lo desarraigamos de nuestras vidas, nos puede causar mucho daño y ustedes merecen ser felices, ya demasiado han sufrido.
―Gracias.
―Nada que agradecer. Desapareceremos de sus vidas, sin embargo, escúchame bien, si me necesitas o si necesitas de Diego, no dudes en contactarnos.
―Gracias, de verdad.
Klaus le sonrió y la besó en la frente.
―Deja de llorar, pensarán que te lastimé.
―Pues me sacó un gran peso de encima, aunque no dejo de ser una asesina ―concluyó con un gesto de desagrado.
―¿Le has dicho a Cristóbal cómo te sientes con esto?
―Él siempre me dice que no soy una asesina, que no fue mi culpa, que no quise hacerlo, no fue planeado.
Klaus achicó los ojos y se quedó meditativo unos segundos.
―Escucha bien, niña, tú no la asesinaste.
―¿Cómo no?
―Ella no murió por el disparo, ella llegó viva al hospital. Ella murió por otras heridas y complicaciones. No fuiste tú. Si hubiese fallecido en el lugar, podrías culparte, pero ella murió días después.
―Me está mintiendo para hacerme sentir mejor.
―No tendría razón para hacerlo, podría darte otro tipo de razones para que no te sientas culpable, no obstante, prefiero asegurarte de que la bala que disparaste no la asesinó. De hecho, ella hubiese podido vivir si no hubiera estado con tanta droga en el cuerpo. Mírame a los ojos y ve en ellos la veracidad de mis palabras. Tú no eres una asesina. ―Marcó cada palabra de la última frase―. ¿Confías en mi palabra?
Ella asintió con la cabeza.
―Perfecto. Ahora, quédate con tu conciencia tranquila, porque eres inocente.
―Está bien.
―¿Puedo irme tranquilo de que me crees?
―Sí.
El llanto había cesado. Él sonrió y volvió a besarla en la frente.
―Vamos, deben estar preocupados pensando que te tengo secuestrada o algo peor.
El hombre se levantó y extendió su mano para ayudarla a ella, la cual aceptó sin dudar y, cuando quedaron frente a frente, él no se movió ni permitió moverse a ella.
―Recuerda, sea lo que sea que necesiten, tú y tu familia, si puedo ayudar, llámame, ¿de acuerdo?
―Sí, gracias.
Como todo un caballero, Klaus le ofreció su brazo, ella se enganchó a él y salieron de la biblioteca a la sala, donde todos estaban expectantes.
―Bueno, muchas gracias por su hospitalidad, se lo dije a Nicole y te lo repito a ti, Cristóbal, si necesitan algo, lo que sea, no duden en contactarme, nosotros ya no volveremos por aquí, ya no les molestaremos.
La despedida fue extraña. El cambio de Klaus los había descolocado y tenían sentimientos encontrados.
Una vez solos en el departamento, Pedro y la niñera salieron al balcón con Daniela.
―¿Qué te dijo?
―Que yo no maté a Verónica.
―¿Qué?
Cristóbal se puso pálido, por suerte para él, ella no lo miraba porque caminaba hacia una silla para sentarse.
―Dijo que no fue la bala lo que la mató, que ella tuvo otras complicaciones. Que no soy una asesina.
Cristóbal respiró tranquilo, se acercó a su mujer y la abrazó.
―Nunca has sido una asesina, linda, lo que hiciste fue para salvarnos y si Klaus dice que no fue el disparo la causa de su muerte, debemos creerle. Con mayor razón eres inocente.
―Sí, él fue muy amable conmigo, ¿sabes? Nunca lo había visto así, como si algo en él hubiese cambiado.
―Quizá el hecho de ser tío y ahora que será padre le hizo replantearse su vida. Tener un hijo cambia la vida y las prioridades.
―Sí, puede ser, ojalá que sea un cambio permanente.
―Yo también lo espero.