Capítulo 9 9

Cristóbal se sentó en la cama, sentía que su mundo se derrumbaba una vez más y que era su culpa. No debió dejar que Klaus se hiciera cargo de todo, así se hubiese enterado de que Verónica no había muerto y que seguía siendo un peligro latente para su familia.

Daniela entró corriendo, escapaba de Lucas y de Rodrigo, con los que jugaba ajena a todos los problemas.

―¿Papi? ¿Estás triste? ―le preguntó la niña al percatarse de su presencia.

―No, hija, estoy cansado, iba a dormir una siesta.

―Ah, ¿de verdad?

―Sí, mi princesa.

La niña abrazó a su papá y le dio un beso en la mejilla.

―Te quiero, papi, no te voy a meter bulla para que puedas dormir.

Salió corriendo y Cristóbal alcanzó a oír cómo ella les daba instrucciones a sus primos porque su papá iba a descansar.

Pocos minutos después, apareció Nicole.

―¿Qué pasó con Klaus?

―Nada importante.

Nicole entró y cerró la puerta. Se sentó en la cama al lado de Cristóbal y tomó su mano.

―Sabes que puedes confiar en mí, ¿cierto?

―Lo sé, amor, pero de verdad, no fue nada. Ese tipo está loco, quería disculparse y hacer un pacto de paz; ya no quiere más rencillas.

―¿Y tú le crees?

―Supongo.

―¿Supones? ¿Qué significa eso?

―Significa que le creo, pero no puedo confiar del todo. No sé si Klaus sea un hombre de confiar, lo que sí sé es que para él el honor es muy importante, eso me hace pensar en que sí debo creerle.

―Eso quiere decir que ya superó la muerte de Verónica.

Cristóbal cerró los ojos y resopló.

―¿Qué pasa?

―Nada, nada.

―¿Dije algo malo?

―No, linda, claro que no.

―Todavía te duele, ¿la extrañas?

Cristóbal abrió los ojos y miró a su mujer, sus ojos expresaban tantas emociones que Nicole no pudo descifrar.

―Me duele no haber visto la maldad que había en ella, no me di cuenta de que solo jugaba conmigo mientras planeaba una cruel venganza.

―¿Klaus te lo dijo?

―No.

―¿Entonces?

―Son deducciones mías. ―Una lágrima corrió por su mejilla―. Lo único que le agradezco es que ella me hizo cambiar el derrotero que llevaba, me ayudó a ver la vida con otros ojos, a apreciar lo bueno que tengo, a las personas que están a mi alrededor y que me aman a pesar de todo...

―Eres un buen hombre, Cristóbal, no digas que te amamos a pesar de todo.

―Tú sabes que no siempre he sido así.

―Quizá actuabas errado, pero siempre has sido un buen hombre. De otro modo, hubieses abusado de mí, tuviste oportunidad de hacerlo.

―No hubiera podido, nunca me gustó ver miedo en los ojos de mi pareja, eso lo veía en ti y me sentía más basura todavía.

―No te llames así.

―¡Era una basura, Nicole! Y a veces creo que lo sigo siendo.

―¿Qué pasa, mi amor? ¿Por qué estás así? ¿Qué te dijo Klaus para que llegaras en este estado?

Cristóbal no contestó, solo soltó un largo suspiro.

―Esteban tampoco quiso hablar de lo que había pasado, dijo que Klaus quería hacer las paces, pero llegó tan cabizbajo como tú, que según tampoco hablaron mucho porque él te fue a buscar cuando terminó de arreglar el problema en el hotel y no dijiste más. ¿Por qué no me quieres contar?

―Porque no hay nada que contar. ―El hombre alzó su cara, miró a su mujer y le sonrió con burla―. A lo mejor estoy en mis días o la sensibilidad de tu embarazo me la estoy llevando yo.

Nicole lo besó, sabía que le mentía, pero no seguiría insistiendo, quizás sucedía algo demasiado malo y solo estaba resguardando su integridad mental y emocional, sobre todo en ese momento, su embarazo era de cuidado y no podía ser sometida a emociones fuertes.

―Te amo, Nicole Zúñiga, te amo y todo lo que haga siempre será para tu bien y para el nuestro como familia.

―Lo sé, confío en ti como en nadie más.

―Ven.

La hizo acostar y él se acostó a su lado, necesitaba sentirla, refugiarse en sus brazos. La pegó a su pecho, no le importó el calor de ese primero de enero; así como empezaba un nuevo año, él quería olvidarse de todo y volver a empezar.

Tomás y Rosario se despidieron de la familia.

―Nos despiden de Nicole y Cristóbal, estaban durmiendo y no quise despertarlos ―pidió Rosario.

―Claro, no hay problema.

Una vez que se fueron, que eran los últimos visitantes de aquel día, solo quedaron Ema, Scott y Pedro.

―¿Qué pasa, Esteban? Desde que llegaron están raros. Cristóbal se veía muy descompuesto ―inició la conversación Scott.

―Parece que hubiera visto a un fantasma ―continuó Ema―. Se veía tan mal, tan desolado.

Pedro hizo amago de irse, aquella parecía una conversación familiar.

―No te vayas, Pedro, creo que es algo que tú también debes saber para que estés preparado, sé que quieres a Nicole como a una hija y todo lo de ella te preocupa. Siéntate, por favor.

El hombre obedeció, su relación con Esteban no era de las mejores y pese a que cada día mejoraban un poco más, si él lo estaba tomando en cuenta para hablar de lo sucedido, debía ser muy importante, incluso, quizá grave.

―Verónica sigue viva ―lo dijo así, sin más.

―¿¡Qué?! ―exclamaron los tres a un tiempo.

―Eso. Klaus la mantuvo oculta. En realidad, él la internó en un hospital siquiátrico, se suponía que se quedaría allí, sin embargo, hoy, cuando Klaus se juntó con Cristóbal, ella apareció y al enterarse de que Nicole está embarazada, se puso muy mal; Cristóbal dijo que Klaus intentó contenerla sin mucho éxito y que, al final, lo echó de la oficina. No sabe qué pasó después. En ese momento fue que me llamó, no sabía qué hacer, estaba desesperado. Cuando llegué, se veía horrible, peor que ahora. No entendía nada y creyó que otra vez su familia estaba en peligro.

―Habrá que estar alertas ―comentó Pedro.

―No lo sé. Después, cuando ya estábamos a punto de venirnos, Klaus llamó a Cristóbal y le pidió hablar otra vez; llegó poco rato después.

Esteban contó lo sucedido con Klaus, su conversación y el tratado de paz que ofreció el croata.

―No confío en ese hombre, aunque nunca ha hecho nada en contra de esta familia y de que insiste que su palabra es ley, me cuesta confiar ―terminó de hablar.

―A mí también ―accedió Pedro.

―Mientras esté en el país, habrá que estar atentos ―indicó Scott―. Yo no lo conozco, apenas lo he visto, no me pareció un mal hombre, excéntrico sí y se cree El Padrino, pero no creo que quiera hacerle daño a la familia de Cristóbal, si hubiese querido, lo hubiese hecho ya, ¿o no? Es decir, un hombre que está acostumbrado a lastimar o a matar gente a diestra y siniestra no avisa, lo hace. Y él no ha hecho nada para lastimar a esta familia, según lo que ustedes contaron cuando llegaron, incluso con Verónica que casi se le entregó en bandeja, tampoco quiso nada. A Nicole la atendieron en su clínica sin cobrar. No sé, no creo que quiera hacer algo en contra de ninguno.

―Es verdad. De todas formas, Cristóbal teme que Klaus tome represalias en contra de Nicole.

―Yo sabía que tendría que haber ido a verificar ese funeral ―masculló Pedro.

Esteban miró con curiosidad al guardaespaldas de Nicole.

―A ti nunca te cayó bien Verónica, yo tampoco, pero mantienes tu odio hacia ella, incluso cuando la creías muerta.

―Hay una diferencia entre ustedes: a ella siempre la consideré una hipócrita solapada, hacía las cosas a escondidas, mostraba una cara cuando la veían y otra cuando creía que estaba sola; usted era idiota todo el tiempo, no le importaba exponerse en público.

Esteban sonrió divertido.

―Sin anestesia.

―Usted sabe que yo no le diré lo que quiere escuchar, pero sí le diré algo, desde que regresó de ese misterioso viaje el año pasado, usted es otro. Y eso se agradece.

―Gracias por el cumplido. Supongo que fue un cumplido.

―Claro que sí. Ya no es un idiota... Espero que siga así.

―Yo también. Tengo claro que, si no, tendré que vérmelas contigo.

―Así es.

―No te preocupes, ya aprendí mi lección y me arrepiento de todo lo que hice, de todo el daño que causé.

Un momento de silencio se formó en la sala, cada uno metido en sus propios pensamientos. Ema apretaba la mano de Scott sin saber qué decir o cómo tomar lo que acababa de descubrir y en qué forma ayudar a Cristóbal si no tenía idea de cómo lo se lo estaba tomando él. Sabía que a Daniela no se lo diría, pero ¿y a Nicole? En su estado podría ser contraproducente, ¿tendría que aguantar ese trago amargo, solo como siempre?

―No nos iremos ―habló Scott de pronto como si adivinara los pensamientos de su mujer―. Creo que las chicas pueden seguir haciéndose cargo del restaurant en la costa mientras nosotros nos quedamos aquí. Cristóbal nos necesitará, no creo que decirle a Nicole en este momento sea lo más prudente y no lo podemos dejar solo.

―Gracias ―susurró Ema.

―Sabes que quiero a Cristóbal como a un hijo, no podría abandonarlo ahora que nos necesita.

―Cristóbal no merece seguir sufriendo. Espero que Klaus cumpla su promesa y no deje que Verónica se vuelva a acercar a esta familia.

―Esperemos que así sea.

Pequeños pasos corriendo y alegres risas hicieron callar a los adultos que, en pocos segundos, vieron aparecer a los niños, rojos por la transpiración de las carreras y las risas.

―¿Podemos comer helado? ―preguntó Daniela.

―¿Otra vez? ―inquirió Ema.

―La tía Ros dijo lo mismo, pero ¡es que hace calor!

Ros apareció en ese momento. Su estado la hacía caminar más lento.

―Quieren más helado.

―Ya casi es hora de la cena ―repuso Esteban.

―¡No quiero comer! ―protestó Daniela, se fue donde Ema y escondió su cara en las faldas de ella.

―Yo tampoco ―reclamó Lucas y se abrazó a las piernas de Ros.

―El helado que yo preparo lleva frutas, leche, cereales, frutos secos... Sin azúcar, será como una cena liviana ―terció Ros.

―Bueno. Un día que no cenen como corresponde no les hará daño ―accedió Esteban enternecido por la escena de su hijo buscando el apoyo en su mujer―. Además, es primero de enero, ¡es día de fiesta!

―¡Sí! ―gritaron los niños alargando mucho la palabra.

―Vamos, tía Ros. ―Lucas agarró de la mano a su madrastra y la tironeó hacia la cocina.

―¿Te ayudo? ―consultó Esteban.

―No, los niños son muy buenos ayudantes. Teresita dijo que ya va a estar lista la cena.

―Bueno, yo iré a ayudarles, me cansó estar tanto sentada y entre tanto hombre ―dijo Ema.

―¡No! ―gritó Ros―. Es que estamos preparando una sorpresa. Quédense aquí, ya les llamaremos.

Ema se volvió a sentar con una sonrisa entre divertida y confundida.

―Será. Me tendré que quedar aquí.

―Si, ya veremos qué se traen entre manos ―respondió Esteban feliz de ver a su hijo y a su mujer tan unidos.

            
            

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