Capítulo 6 6

Dos días más tarde, Cristóbal llevó a su mujer al neurólogo. Al día siguiente de Navidad, había despertado con vómitos y dolor de cabeza, por lo que solicitó una hora urgente con el doctor Guerra. La mandó a hacerse varios exámenes de sangre y orina. Poco rato después, algunos ya estaban listos.

―Bien, lo que tienes, Nicole, no es nada de preocupación.

―¿Cómo no, si no se ha sentido nada bien?

El doctor sonrió.

―Bueno, lo que siente es algo normal en estos casos: náuseas, mareos, dolores de cabeza, vómitos...

Cristóbal apretó la mano de su mujer. No quería creer lo que oía, no quería hacerse ilusiones de algo que sabía era imposible.

―¿Qué tengo, doctor? ―interrogó Nicole con preocupación.

―Estás embarazada, Nicole, tienes ocho semanas de gestación y debes ir a un obstetra porque esa no es mi especialidad.

La pareja quedó muda, sin comprender.

―¿No están contentos?

―Es que es imposible, doctor, yo no puedo...

―Aquí están los resultados, Nicole, y no mienten: estás embarazada.

Nicole y Cristóbal se miraron y sonrieron. Aquella era la mejor noticia que podían recibir. Se despidieron de Carlos Guerra y se dirigieron a la consulta de la ginecóloga que atendía a Nicole, la que de inmediato le hizo una ecografía.

―Efectivamente, ahí está tu bebé ―le dijo mostrándole algo que ellos no alcanzaban a distinguir.

―¿Y mi útero será capaz de retenerlo?

―Debemos hacer otros chequeos, pero de todas maneras tendrás que guardar reposo, sabemos que tienes algunos problemas internos que pueden hacer más riesgoso tu embarazo, pero hasta el momento todo va bien. Tienes ocho semanas de embarazo, por lo que esperamos que tu parto sea el veintinueve de agosto. Días más, días menos. Lo ideal es llegar lo más cercano a esa fecha.

―Está bien.

―Por ahora, te haré la orden de los exámenes que necesitamos y las vitaminas que debes consumir. Controlaremos dos veces al mes el primer trimestre y veremos tu evolución, tal vez lleguemos al tercer trimestre con controles muy, muy seguidos.

Ambos padres asintieron con la cabeza.

―Toma mucha agua, come frutas y verduras y descansa lo más que puedas, si no te sientes mal, no es necesario el reposo absoluto, sin embargo, si sientes dolor, aunque sea mínimo; si hay sangramiento; pérdida de líquido vaginal, sobre todo si es de color u olor extraño, me llamas de inmediato y te acuestas, ¿está claro?

―Sí ―contestó con voz trémula la paciente.

―Relaciones pueden tener siempre y cuando ella se sienta bien, si tiene malestares es mejor abstenerse.

―Claro, claro. ―El hombre estaba nervioso, pensaba en cómo tener una esfera de cristal para colocar a su mujer allí y que nada malo le pasara.

―Y tomen esto. ―La doctora sacó de su escritorio un folleto―. Aquí podrán encontrar todo lo relacionado al embarazo, lo más común, lo que es normal y lo que no, cuándo hay que preocuparse, cuándo hay que dejarlo pasar, si tienen dudas, es mejor preocuparse y preguntar. En estos casos y sobre todo con el tema de Nicole, no hay que dejarse estar, ¿entienden?

―Claro, claro, sabemos lo que esto significa, se suponía que ella no podía quedar embarazada.

―Que lo haya hecho es un milagro, así que hay que cuidarla mucho.

―Eso haremos, Londra, gracias.

La pareja decidió ir a la casa que arrendaban Ema y Scott cuando estaban en la ciudad.

―¿De verdad no estás cansada para ir? ―le preguntó Cristóbal a Nicole por tercera vez.

―De verdad, además debemos ir a buscar a Daniela.

―De todas formas, vamos a volver pronto al departamento, no quiero que te exijas demasiado.

―Sí, ya sé que me vas a tener todo el embarazo casi como una inválida.

―Te voy a cuidar porque no quiero que les pase nada malo, ni a ti ni a mi bebé.

―Lo sé, yo tampoco quiero que le pase nada, pero quiero a mi familia conmigo, cerca; estoy feliz, pero no puedo no sentirme asustada.

―Yo también tengo miedo, linda, pero no puedo negar que es el mejor regalo de Navidad que pude recibir.

―También el mío.

Se besaron antes de bajar del auto y entrar a contar la buena nueva, que todos recibieron con entusiasmo y preocupación.

El Año Nuevo llegó y se juntaron en casa de Ema. Scott se veía nervioso. Todo el día había estado inquieto.

―¿Me vas a decir lo que te ocurre? ―interrogó Ema por enésima vez.

―Nada.

―No me mientas, ¿qué es eso tan grave que no quieres contarme?

Scott miró a su mujer y se dio por vencido.

―Me llamó Tomás.

―¿Ya?

―Klaus llamó a Luis.

―¿Klaus? ―preguntó sorprendida.

―Sí. Están aquí, están en Chile.

―Supongo que no se irá a venir a meter a esta casa.

―Pues eso es, precisamente, lo que quiere.

―¿Cristóbal lo sabe?

―No tengo idea y no sé si decírselo o no, las cosas entre ellos no terminaron bien, sobre todo después de lo de Verónica. Klaus lo culpó a él de su muerte.

―Klaus no le perdonó a Cristóbal que la haya dejado.

―¡No podía seguir con ella!

―Claro que no, pero eso Klaus no lo entendió. Yo nunca entendí a ese hombre, se suponía que le había gustado Verónica.

―Para pasar el rato, no para otra cosa.

Ema se quedó en silencio. Ese hombre le daba muy mala espina.

Pasó la medianoche y el año nuevo llegó con todo su esplendor. Todos se veían muy felices. Los niños, los adultos, incluso los bebés sin nacer parecían alegres, pero a la una de la mañana apareció allí Klaus y toda la familia en pleno, hasta su sobrino, el hijo de Raissa y Diego.

―Buenas noches a todos, tengan ustedes un muy feliz nuevo año ―saludó con su típica parsimonia.

―¿Y tú? ―espetó Cristóbal

―Feliz Año Nuevo, Cristóbal, pensé que ya se habían olvidado los rencores.

―¿Qué quieres?

―Vine a pasar las fiestas con la familia de mi mujer y aproveché de pasar a saludar a mis antiguos amigos.

―¿Amigos? Mira, puedes quedarte, pero no quiero problemas, ¿me oíste?

―Por mí no los habrá ―respondió elevando sus brazos en señal de rendición.

Se quedaron alrededor de una hora. El más feliz fue Luis que pudo ver a Georgette otra vez. Los demás, a pesar de mostrarse cordiales, estaban atentos a cada movimiento de Klaus.

Pasadas las dos de la mañana, se despidieron.

―Me gustaría hablar contigo, Cristóbal, en privado ―le mencionó Klaus a Cristóbal.

―¿Tenemos algo de qué hablar?

―Ya verás que lo que tengo que decirte es muy importante para ti.

―¿De qué se trata?

―Juntémonos mañana.

―Dónde y a qué hora.

―A las tres en la que era la consulta de Diego.

―Está bien. Espero que no sea una trampa.

―No lo será. No te preocupes.

Cristóbal se despidió del resto, cuando llegó el turno de Mónica, la abrazó.

―¿Has estado bien? ―le preguntó en el oído.

―Sí ―contestó sin convencimiento.

―¿Estás segura de querer volver a irte?

―Sí, todavía me sigue mi exmarido, ahora que sabe que estoy aquí no ha dejado de molestar. Klaus lo ha mantenido a raya, igual que la otra vez, pero no quiere dejarme tranquila.

―Podemos ayudarte si quisieras quedarte.

―No, está bien así.

Ella se separó de Cristóbal, le dio un beso en la cara y caminó hacia Klaus que la esperaba con una expresión extraña en su mirada.

Las mujeres se fueron a acostar y los hombres se reunieron en la sala.

―No confío en la llegada de Klaus, algo quiere, me citó mañana a la oficina de Diego ―contó Cristóbal.

―¿Qué quiere contigo?

―No sé, ¿seguir recriminándome por la muerte de Verónica?

―Tal vez sigue enojado porque ninguno fue a su funeral ―atinó a decir Luis.

―Yo no fui porque estaba con Nicole que no se encontraba nada bien después de lo que ella hizo. Además, él mismo dijo que yo no tenía nada que hacer ahí.

―¿Esperaba que después de intentar matarte, casi matar a Esteban y a Nicole, alguno de nosotros fuera a su funeral? Tal vez yo hubiese ido para asegurarme de que estaba bien muerta ―replicó Pedro―. De ellos se puede esperar cualquier cosa.

―No digas eso, tampoco es para...

―Para qué, Cristóbal. Ella quiso matarte. Casi mata a don Esteban, mató a su hijo en su vientre, maltrató a Daniela, su hija. Yo no le tengo ni un ápice de lástima.

―Es cierto, pero ya está muerta, ya pagó sus culpas y hay que dejar que su alma descanse en paz, tampoco tuvo una vida fácil y en gran parte fue mi culpa también, por más que quise remediar el daño que le hice, por más que la amé como a nadie, no logré que olvidara su pasado.

Todos callaron ante las últimas palabras de Cristóbal, sobre todo Esteban, a quien le quedaron grabadas las palabras "la amé como a nadie", ¿acaso eso quería decir que no amaba a Nicole como había amado a Verónica? Lo dejó pasar, no dijo nada, pero no se lo quitó de la mente.

―¿Vas a ir solo? ―consultó Gus, reponiéndose.

―Sí, quiere hablar en privado conmigo.

―¿Y si tiene planeado algo contra ti?

―Sería muy evidente, él sabe que yo les diría a ustedes que me reuniría con él. No creo que sea tan estúpido.

―Es cierto ―acotó Tomás―, él no es de esa clase.

―Bueno, ya es tarde y hay que dormir ―comentó Cristóbal.

Lo malo es que él no pudo dormir pensando en lo que querría ese hombre. Las relaciones, aunque tensas, siempre fueron cordiales; no obstante, después de la muerte de Verónica, no habían vuelto a hablar.

Llegó a la hora justa al edificio, Klaus lo esperaba. Se le veía entre nervioso y autosuficiente.

―Tú dirás, no tengo mucho tiempo. Mi familia me espera.

―Claro, es año nuevo y debes pasarlo con tu esposa... embarazada ―replicó Klaus.

―¡¿Qué dijiste?! ―exclamó una voz de mujer.

Cristóbal, anonadado, se volvió hacia la femenina y conocida voz que gritó. ¿Verónica allí? ¿Seguía viva?

―¿Tú? ―interrogó espantado.

―Feliz Año Nuevo, mi amor... ―respondió ella con una tranquilidad digna de una película de Hitchcook.

            
            

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