Klaus miró a Diego con cierta desconfianza.
―Espero que no se los reveles, Diego, de esto no puede enterarse nadie.
―Lo sé, Klaus ―contestó de mal modo.
―Yo sé que no estás de acuerdo en ocultar esta situación, no obstante, es necesario, ¿te das cuenta de que ni siquiera se preocuparon de velorio?
―Como si hubiesen podido...
―De no haber estado nosotros allí, hubiera estado sola. Quizás, hasta la hubiesen abandonado en la morgue.
―No la hubieran dejado allí, Klaus ―respondió con molestia.
―Lo sé, es solo un decir; en este caso, claro ―repuso con una sonrisa irónica.
―¿Qué haremos ahora?
―Esperar y, en cuanto sea prudente, regresar a Grecia.
―¿Y Mónica?
―Mónica no tiene por qué enterarse.
―¿No se lo dirás?
―Ni tú tampoco.
―Klaus, tú sabes que tarde o temprano esto se sabrá. ―Diego se pasó la mano por el cabello, desesperado―. Jamás debimos venir.
―Por favor, Diego, te necesitaban aquí.
―No, no me necesitaban, tú ideaste este viaje cuando te enteraste de lo que sucedía aquí, y dime, Klaus, ¿cómo supiste lo que le había pasado a Nicole? ¿Estás espiándolos?
Klaus no contestó, se dio media vuelta.
―¿Por qué los espías?
―No los espío, Diego, lo que hago es cuidar los intereses de mi hermana.
―¿A qué te refieres?
―A que cuido que no te acerques a Nicole de nuevo.
―¡Tú nos trajiste aquí para ver a Nicole!
―Como paciente.
―Sí, ¿y de qué otra forma podía verla?
―Escúchame bien, Diego, mi hermana es lo más importante para mí y no voy a permitir que tú la engañes, ni con Nicole, ni con nadie.
―Yo no la he engañado.
―Lo sé, por eso permití que vinieras a verla cuando su retroceso fue peor que otras veces.
―Y así venías a ver a Verónica, aunque tú estuvieras con Mónica. Las exigencias de fidelidad no aplican en tu caso, según veo.
―Yo no le he faltado a Mónica. Verónica es una niña que necesita contención y cariño, no la veo como mujer.
―No fue eso lo que vi en Grecia.
―Pues en Grecia no la vi de ese modo, al menos no en el primer contacto con ella. Al conocerla un poco más, tras ese almuerzo que tuvimos, me di cuenta de que no podía verla más que como una niña asustada y sola que necesitaba apoyo. No la veo como una mujer.
―Por eso la ayudas a escondidas de tu mujer.
―No quiero que Mónica sufra pensando que siento algo más por esa muchacha.
―¿Y si se entera?
―¿Le dirás?
―No.
―Perfecto, no se enterará. ¿Vamos? Mañana volveremos a ver cómo sigue.
―Sí.
Klaus enfiló hacia el estacionamiento de la clínica seguido por su cuñado y se detuvo antes de subir al auto rentado.
―Quédate tranquilo, Diego, al final saldrá bien.
―No puede salir bien si está basado en mentiras, ya ves lo que pasó cuando tú le mentiste a Raissa acerca de mí, lo que tu supusiste que saldría bien y que lo hacías pensando en la felicidad de tu hermana, la hizo más infeliz.
―No lo traigas a colación.
―Lo que te pido es que pienses en lo que haces, esta mentira nos puede salir muy mal.
―Tengo todo cubierto, cuñado, mañana viajaremos a Copiapó y conoceremos los alrededores como estaba planeado, nuestras mujeres no se enterarán de nada de lo que en realidad sucede aquí y todos felices.
Diego asintió con la cabeza, no estaba para nada convencido de que aquello era lo mejor, pero tampoco podía hacer nada. Ponerlo en evidencia no era una opción.
Lucas y Daniela corrieron a los brazos de sus respectivos padres en cuanto estos cruzaron la puerta.
―Papi, te demoraste mucho hoy día ―le reclamó Daniela a Cristóbal con un puchero.
―Sí, princesa, es que pasé a buscar al tío Esteban para venirnos juntos y pasamos a comprar unas cositas ricas para comer.
La niña asintió con la cabeza y apoyó su cabeza en el hombro masculino.
―¿Qué pasa, mi niña?
―Nada.
―¿Nada? ¿Segura?
―Sí.
Cristóbal se apartó de todos y allí la separó un poco para mirarla.
―Ya, mi niña, ¿qué pasa? ¿Tuviste algún problema hoy?
―No, pero andan raros.
―¿Raros?
―Sí, desde que el tío Esteban se enfermó otra vez... fue como cuando... cuando... estaban esos hombres malos que casi nos matan y la tía Nicole quedó muy enferma ―dijo la niña entre pucheros.
Cristóbal la abrazó con fuerza, su hija era muy intuitiva, pero muchas veces no hablaba de sus cosas ni de sus sentimientos y aquella confesión era una prueba más de eso.
―¿Qué pasa, papi? ―El hombre no contestó―. ¿Papi? Yo quiero saber.
―Eres tan pequeña, mi bebé.
―Ya no soy tan chica, voy a cumplir seis años el otro mes y yo quiero saber.
Cristóbal se la llevó al dormitorio y la sentó en la cama, debía decirle lo de su madre.
―Papi, ¿qué pasa? ¿Es mi mamá?
―No, hija, es de tu mamá, pero no es... Hija... Tu madre... Tu madre salió de la clínica la semana pasada.
―¿Tengo que irme con ella?
―No, hija, no es eso.
―¿Entonces? ¿Vas a dejar a la tía Nicole para irte con ella?
―No, hija, tampoco.
Los ojos de la niña se llenaron de lágrimas.
―¿Qué pasa, hija?
―¿Vamos a vivir con ella de nuevo?
―No, no, mi niña. Lo que pasa es que la mamá... Hubo un accidente y la mamá ya no está con nosotros.
La niña meditó un rato.
―¿Como mi hermanito?
―Sí, hija.
―¿Se murió?
―Sí, mi amor.
La niña se abrazó a su padre y este la recibió cubriendo su pequeño cuerpo con sus manos.
―Ella no me quería.
―Claro que sí, hija, claro que sí; lo que pasa es que estuvo un poco enferma y eso la hizo cambiar. Ella no era así antes de que se enfermara, ella te amaba mucho.
La niña hizo un gesto, recordó las veces en que su mamá llegaba tarde y se molestaba si ella la despertaba porque tenía hambre, tenía que esperar hasta muy tarde para comer algo y debía quedarse en el sillón callada hasta que su mamá se levantara, sin hacer ruido porque, si no, le dolía la cabeza y ella pagaba las consecuencias. Solo que entonces Daniela no conocía más y creía que aquello era lo normal, fue cuando llegó a vivir con su papá que conoció que había otro tipo de vida, una vida diferente, donde era muy bien atendida y muy amada; entonces se percató de que lo vivido antes no era normal.
―¿Qué pasa, mi pequeña?
―Nada, papi.
―¿Quieres ir al cementerio? Mañana es el funeral.
―No.
―¿No? ¿De verdad?
―No. Mejor que no, hace frío y no quiero salir.
―Como quieras, mi princesa.
―Te amo, papi.
―Y yo a ti, mi preciosa princesa, te amo mucho, mucho. Siempre recuérdalo, te amo, eres lo mejor que la vida me dio y siempre serás mi princesa.
La niña le dio muchos besos en el rostro, los que fueron respondidos con cosquillas por parte de su papá. De pronto, la pequeña se detuvo.
―¿Vamos a comer? ¿Me trajiste pie de limón?
―Por supuesto, mi niña, no podía faltar tu dulce favorito.
―¡Vamos!
La niña se apartó de su papá y se bajó de la cama para salir corriendo del dormitorio.
Cristóbal la contempló y se quedó con sus ojos pegados en el sitio donde desapareció de su vista.
―¿Se lo dijiste? ―le habló Nicole apareciendo en la puerta.
―Sí, le dije que su madre murió en un accidente.
―¿Cómo lo tomó?
―Mejor de lo que pensé. Creo que Verónica solo cambió para conquistarme. Temo que Daniela no me esté diciendo todo lo que pasó con su madre antes de encontrarlas.
―¿Por qué lo dices?
―No lo sé, una corazonada de padre.
―Bueno, mejor no pienses en eso ahora. Con todo lo que pasa, Danielita lo que más necesita es amor, no malos recuerdos, ya podremos hablar con la sicóloga e indagar un poco más. Ahora no creo que sea el momento, aunque uno le tema a la mamá o se siente apartada de ella, duele. Duele mucho.
―Lo sé, mi amor ―respondió Cristóbal y se levantó de la cama pensando en que lo que había dicho su mujer era por su propia experiencia, se acercó a ella y la abrazó de un modo protector y a la vez buscando un refugio.
―Te amo, Cristóbal y espero que esto sea lo último que tengamos que pasar.
―Yo también espero que podamos vivir una vida normal de aquí en adelante.
La pareja se besó con miedo antes de salir del dormitorio para reunirse con el resto de la familia.