Capítulo 7 Luna, mucho gusto.

Ramiro

-¿Dónde vas vestido así? -pregunta Pilar, ingresando a la cocina sorpresivamente.

-Buen día chiqui, ¿Cómo amaneciste? -evado su pregunta, con la intención de que entienda que no podré contestarla.

-Muy bien... Hoy voy a tres entrevistas laborales, deseame éxitos -dice alegre, mientras comienza a servir el café en dos tazas-. No creas que me voy a olvidar que te hice una pregunta, ¿Dónde vas vestido así? –increpa, mirándome con seriedad.

-Ni mamá me hace tantas preguntas nenita -digo sin pensar, e inmediatamente me doy cuenta del error en mi comentario. Ambos nos sonreímos con tristeza y un silencio pesado se instala por varios minutos.

-No me vas a contestar, entonces -retoma finalmente mi hermana, cruzando los brazos a la altura del pecho.

-No puedo. Hoy comienzo un servicio -afirmo con liviandad.

La veo sacarse los anteojos y taparse la cara con las manos, cuando las vuelve a abrir me encuentro con una inmensa sonrisa.

-¿Al fin te destinaron de encubierto? -pegunta emocionada.

-Sí -contesto victorioso.

Se para y me abraza, depositando un beso en mi mejilla.

-Felicitaciones chiqui. Esa es mamá, moviendo sus hilos desde arriba, te aseguro -dice con dulzura, sin soltar mi cuello.

Me alejo un poco para mirarla y veo sus hermosos rulos oscuros alborotados, que le dan ese aire de niña eterna y me llenan de ternura.

-Gracias chiqui. Sos tan igual a ella que me sorprende -confieso mientras mantengo mi vista en sus ojos marrones profundos, que me hacen recordar a nuestra madre con tanta facilidad.

Veo que algo en su rostro cambia y me preocupa su expresión, por lo que me apresuro en averiguar de qué se trata.

-¿Qué pasó?, ¿Dije algo malo? -pregunto sin entender.

-No, es solo que... ¿Es un servicio peligroso? -me consulta un poco angustiada.

-Para nada -miento sin dudar-. Algo meramente rutinario, no tenés de que preocuparte -sigo, intentando sonar convincente, lo cual por suerte logro, ya que vuelve a sonreír abiertamente mientras se coloca nuevamente los anteojos y guarda algunas cosas en su cartera para salir.

-¿Te puedo llevar? -consulto, viendo que todavía me quedan unos minutos.

-Mejor no. Donde voy queda para el otro lado -miente con descaro, sin darse cuenta de la obviedad.

-Ah ¿Si? -pregunto acercándome para quedar de frente a ella y no perder nada de su expresión-. ¿Y cómo sabes, si nunca te dije para dónde iba? -pregunto con tono inquisidor.

-Supuse que vas para la Jefatura, ¿No es así? -responde resuelta, aunque algo en ella me hace dudar de su sinceridad.

-No. Pero sí es para ese lado, igual me podría desviar sin problema -afirmo intentando dejarla expuesta, en caso que me esté mintiendo.

-Está bien, te voy a decir la verdad... -dice luego de unos segundos-. Quedé en verme con un amigo e ir a la primera entrevista juntos -confiesa mientras me mira directamente a los ojos.

-Bueno. Pero me gustaría conocer cuanto antes a ese amigo -respondo de mala gana.

-No hay problema, una de estas noches lo invito a cenar, te prometo -dice saliendo, mientras me dispongo a terminar de prepararme para hacerlo yo también.

Subo al auto asignado por la empresa en la que estoy infiltrado y al hacerlo recibo un mensaje de mi nueva asistida.

-Buen día Ramiro. Te espero en General Paz 1046. No hay apuro, gracias -el hecho de que me llame por mi nombre no me simpatiza, pero sí que haya colocado un "buen día" y un "gracias", quizás no sea la jovencita superficial y pesada que pensé.

-Buen día señorita. Ok. Estoy en siete minutos -respondo con formalidad, esperando que entienda el mensaje.

Conduzco hacia la dirección indicada y al llegar veo que se trata de un lujoso edificio de departamentos, en una de las zonas más exclusivas de la ciudad.

-Ya estoy abajo, la espero -escribo para luego descender del auto y aguardar junto a éste, para abrir su puerta.

A través del ventanal del edifico veo que una hermosa mujer, de tez muy blanca, cabello completamente lacio y negro sale del ascensor, acompañada por un hombre trigueño, de aproximadamente mi edad, que va enfundado en un costoso traje a medida. Salen del edificio y se besan apasionadamente, para luego despedirse con una sonrisa.

El hombre pasa a mi lado sin si quiera mirarme y yo sigo con la vista perdida en el frente, esperando que la chica que vine a buscar se digne a bajar.

Para mi sorpresa, la mujer se acerca y me regala una sonrisa que deja ver una hermosa y perfecta dentadura, que junto al gris de sus ojos le dan un aire misterioso y sensual.

-Vos debes ser Ramiro Echagüe. Mucho gusto, yo soy Luna -dice la joven.

-Mucho gusto, pero estoy confundido, yo espero a Selene Lutof -respondo con seriedad.

La hermosa mujer me sonríe abiertamente y asiente con la cabeza.

-Soy yo. Pero no uso ese nombre. Todos me conocen como Luna, preferiría que me llames así, si no es mucha molestia -dice con educación.

-Bien señorita Lutof. Pase por favor -respondo mientras le abro la puerta.

Veo que su expresión cambiar y me mira con un leve enfado, que no logro entender. Me quito las gafas negras, esperando intimidarla con la mirada y hago un gesto con la cabeza hacia el interior del auto.

Como si me estuviera desafiando, se cruza de brazos y descansa el peso de su cuerpo en una sola pierna, mientras levanta una ceja y adopta una actitud desafiante.

-Parece que nos va a costar entendernos. Pero te voy a dejar clara una cosa... vamos a pasar demasiado tiempo juntos como para que me quieras llevar la contraria -dice con altanería, pero sin dejar de ser educada -. "Señorita Lutof" no me gusta. "Selene" tampoco. Te voy a pedir encarecidamente, que me digas "Luna", ¿puede ser? -pregunta como si estuviera hablando a un niño.

Suelto la puerta y suspiro antes de contestar, pensando que había subestimado este trabajo, o quizás había subestimado a mi asistida, pensando que sería una chiquilina, cuando claramente es una mujer... y una con mucha actitud.

-Disculpe, no es mi intención molestarla, pero espero que entienda que para mí no será sencillo llamarla por su nombre de pila. Si le parece, al menos de momento, podría llamarla simplemente "Señorita", ¿puede ser, por favor? -contesto con educación, rogando que acepte.

Piensa por unos minutos, y advierto que recorre mi cuerpo con su vista, lo que me incomoda, pero al mismo tiempo no puedo negar que me genera una extraña excitación que no esperaba sentir.

Finalmente sonríe una vez más y por fin me da su respuesta.

-Trato hecho -dice sonriente mientras extiende su mano hacia mí. La estrecho con firmeza y me sorprendo de ver que su agarre seguro no se queda atrás-. Vamos a casa Ramiro, tenemos mucho que conversar -suelta mientras se sube al auto, cerrando ella misma la puerta, sin darme tiempo a que lo haga yo.

Me quedo mirando la ventanilla completamente polarizada por unos segundos, para luego colocarme los lentes de sol y volver a mi lugar de conductor.

Sin necesidad de que me indique, conduzco hacia su departamento, suponiendo que se trata de la dirección a la que debía ir por la mañana, antes de recibir su mensaje.

En el camino la veo enviar mensajes en el móvil todo el tiempo y pienso que seguramente estará hablando con el novio o actualizando sus redes sociales, confirmo mis sospechas cuando la veo sonreír y luego tomarse una fotografía. No puedo evitar negar con la cabeza en silencio, confirmando que por suerte parece tratarse de una chica más bien básica, que no será difícil de manejar.

Al llegar a la dirección indicada, percibo que se acerca hacia mí, indicando con la mano hacia la derecha. Su cercanía me incomoda, pero intento mantener el profesionalismo.

-Acá tenés que doblar un poco a la derecha, para entrar al estacionamiento. De ahí, el tercer lugar es el mío -dice con tranquilidad, para luego volver a su lugar, en el asiento trasero.

No puedo evitar sentir su perfume, que me resulta de lo más sensual. Me molesta advertir que todo en ella parece despertar esa idea en mí, algo que jamás imaginé que me pasaría al tomar este servicio, en el que pensaba encontrarme a una jovencita malcriada, en vez de una mujer tan apetecible.

Bajamos del vehículo y nuevamente no me da tiempo a que le abra la puerta, porque lo hace sola y comienza a caminar hacia el elevador, unos pasos delante de mí.

Mientras esperamos que las puertas se abran sigue escribiendo en su teléfono, totalmente abstraída de la realidad.

Cuando las puertas se abren le hago un gesto con la mano para que ingrese antes que yo, una vez que ambos estamos montados en el cubículo, toco el número once, que según leí es el que corresponde a su piso, y el artefacto comienza a moverse.

Cuando finalmente llegamos, se despliega ante mí un inmenso salón, con piso de un fino porcelanato y muebles en tonos de beige que combinan a la perfección con las cortinas y adornos de un verde militar.

El vidriado hasta el techo deja ver toda la ciudad a los pies, generando una sensación de amplitud que hace al espacio todavía más interesante.

La joven entra sin levantar la vista de la pantalla y al llegar al sillón se desploma sobre él, tirando el móvil a un costado.

-No son ni las nueve de la mañana y ya estoy tapada de trabajo -se queja mientras estira su cuerpo en el mueble y lleva ambas manos sobre su frente.

¿Trabajo? ¿No se supone que vive de un dinero ilimitado que le da su padre? Repaso mentalmente y estoy seguro de que esa es la información que tenía en la carpeta sobre ella, aunque recuerdo que me advirtieron que la vida personal de mi objetivo y su familia no era un área investigada a fondo, justamente por eso mi servicio.

Al pensar en esa carpeta me castigo mentalmente, por no haber prestado la suficiente atención al aspecto de mi asistida, de haberlo hecho al menos hubiera estado preparado para sus encantos, pero como entendí desde el primer momento que el verdadero objetivo es su padre, lamentablemente me centré en él, y ahora estoy pagando las consecuencias.

Luego de un largo suspiro la veo incorporarse. Se dirige hacia la cocina, separada del living solo por una barra. Me hace señas hacia una de las banquetas y mientras abre la heladera comienza a hablar con firmeza.

-Bueno Ramiro. La cosa es así -dice mientras saca de la heladera una jarra con jugo y toma dos vasos de la alacena-. Yo soy muy independiente. Odio que me sigan, me controlen o me quieran limitar. Entiendo que vos tenés que hacer tu trabajo, pero te propongo un simple trato para que ninguno de los dos tenga problemas con mi papá que, creeme, es lo último que querríamos -se detiene para mirarme a los ojos al decir la última frase, intentando hacerme captar la seriedad de sus palabras.

Al ver que sigo parado junto a la puerta coloca las manos en la barra, con los brazos abiertos hacia los costados y me mira ladeando la cabeza.

-¿Te podes sentar, por favor? –pregunta, señalando una vez más la banqueta.

-Estoy bien así, gracias -contesto con seriedad.

Baja la cabeza en señal de derrota y cuando vuelve a levanta la vista veo un brillo de maldad en sus ojos.

-Como yo lo veo, tu actitud de hombre distante y serio solo nos va a complicar la existencia, porque si hay algo que me gusta son los desafíos –dice con una sonrisa sexi, mientras se acerca sigilosamente hacia mí-. Así que si no querés que tentemos tu autocontrol, mejor sé más dócil y menos apetitoso -sigue hablando mientras pasa una mano descaradamente sobre mi pecho.

Su actitud me sorprende y al mismo tiempo hace que mi entrepierna comience a cosquillear, lo que me alerta de que si no me siento pronto, lo más probable es que mi erección se comience a notar.

Sonrío con resignación y camino hacia la banqueta, donde me siento obediente, esperando disimular la situación.

-¿Así está mejor señorita? -pregunto con tono irónico.

Sonríe victoriosa y vuelve a su lugar, del otro lado de la barra.

-Perfecto -dice mientras acerca un vaso de jugo para mí y se instala en una banqueta, del lado contrario.

Por debajo de la mesada, nuestras piernas se encuentran muy próximas, lo que no ayuda en mis vanos intentos por bajar mi erección, que con el simple rose de nuestras rodillas parece crecer cada vez más.

-Bueno -retoma la idea que venía exponiendo antes-. Como te decía, soy muy independiente, pero no es mi intención complicar tu trabajo. Así que te propongo lo siguiente. Quiero que hagamos un pacto, por el cual, vos no le contás nada de mi vida a mi padre y yo no te complico los días escapándome y dejando en evidencia que no podes con este trabajo -dice resuelta.

-¿Qué le hace pensar que no puedo con este trabajo? –pregunto intrigado por la seguridad de su afirmación.

-Que hago esto desde los nueve. Y absolutamente todos los custodios que no aceptaron mis términos, duraron como mucho, un par de meses -contesta con superioridad.

-Quizás a mí también me gustan los desafíos -suelto sin pensar, inclinándome sobre la barra, quedando más cerca que antes.

Me arrepiento inmediatamente cuando entiendo como sonó eso y lo expuesto que quedé en mis intenciones con esta mujer, en especial cuando la veo levantar ambas cejas y bajar su vista hacia mis labios.

-Te voy a confesar que nunca me había tocado un custodio que me genere estas ganas de llevarlo a la cama -dice con naturalidad-. Quizás te podría proponer algo más interesante, pero no quiero ser denunciada por acoso laboral -sigue hablando con una mezcla de gracia y sensualidad.

Su descaro me resulta de lo más atractivo, como si se tratara de una promesa de que, efectivamente, tiene mucha experiencia en demasiados ámbitos de la vida.

-Dígame señorita, ¿cuáles son los secretos que tendría que guardar? -pregunto intentando cambiar de tema y desviar la conversación hacia un plano nuevamente laboral.

Una vez más, su sonrisa arrogante se instala, dándome a entender que va ganando esta pulseada.

-Así me gusta... que nos vayamos entendiendo -dice acompañando mi percepción-. No es nada del otro mundo... La cosa es así, mi padre piensa que soy una desocupada, que se pasa de fiesta y gastando su dinero en ropas, zapatos o viajes, cuando en realidad lo estoy invirtiendo en iniciar mi academia de danza clásica, y mis viajes son para bailar en diferentes muestras o competencias a las que soy convocada como bailarina -suelta con naturalidad, dejándome atónito ante la confesión-. Ahora bien, me gustaría muchísimo que él siga sin saber este dato, porque me dejó muy en claro que no apoyaba esta actividad, y estoy más que convencida de que, de enterarse, lo dejaría de financiar -sentencia con seguridad-. Entonces, vos no le decís a mi papá de mis actividades laborales y yo no te hago la vida imposible en los muchos aspectos que se me ocurre que te puedo complicar -mientras dice esto último lanza una mirada indisimulada a mi entrepierna, dejando su mensaje más que claro- ¿Tenemos un trato? -increpa ansiosa

-Lo tenemos -respondo sin dudar.

Estira su mano hacia mí con una amplia sonrisa y yo la estrecho, sin estar muy seguro del problema en el que me acabo de meter.

-Ahora voy a bañarme, en una hora comienzan mis clases. Sentite como en tu casa -dice señalado el departamento mientras camina hacia el pasillo, que evidentemente lleva a su habitación.

No puedo evitar mirarla caminar y advertir que tiene un cuerpo hermoso. Su delgadez parece ceder en la zona de sus muslos, que gracias a la calza deportiva que lleva puesta se pueden apreciar a la perfección. Sus nalgas redondas y bien formadas hacen que la cintura se marque, terminando su silueta en un cuello largo y elegante que completa su imagen de princesa.

Disimulo haberla estado mirando justo antes de que se gire para entrar a la habitación, y al escuchar que la puerta se cierra comienzo a trabajar. Saco del bolsillo interior de mi saco los micrófonos y cámaras diminutos que debo instalar y procedo a identificar los lugares adecuados.

Mientras comienzo a colocar los artefactos escucho el agua de la ducha caer y no puedo evitar imaginarla debajo, completamente desnuda. Una vez más mis pensamientos me traicionan y la excitación se hace presente. Sin dudarlo tomo mi teléfono y comienzo a controlar el ángulo de la cámara, intentando frenar las miles de imágenes que se agolpan en mi mente.

Escucho la ducha cerrarse y decido sentarme pacientemente a esperar, intentando no levantar sospechas en mi primer día.

Luna

Salgo del baño y comienzo a colocarme crema corporal, masajeando delicadamente todas las zonas de mi cuerpo.

Por un momento mi mente viaja al hombre que tengo afuera, aguardando mi presencia. La idea de salir y provocarlo hace que el cosquilleo en mi entrepierna se haga presente una vez más, pero recuerdo que tenemos un trato por el cual prometí no complicar su existencia a cambio de su silencio, y lo tengo que cumplir.

Miro mi imagen en el espejo de cuerpo entero y me prometo que no voy a dejarme llevar por mis impulsos, este hombre, por más que me provoque miles de fantasías, tiene que estar fuera de mi radar, cualquier complicación con mi padre ahora echaría por tierra años de esfuerzo y no me lo puedo permitir.

Me visto y salgo animada, pero al verlo incorporarse con ese aire serio y señorial, sumado al cuerpo trabajado que el traje no logra disimular, las ganas de saltar sobre él e invitarlo a mi habitación vuelven a instalarse inmediatamente.

Evito pensar en ello y camino resuelta hacia la salida del departamento. Para mi sorpresa se apresura a abrir la puerta, invitándome a pasar. Lo hago sin poder evitar sonreírle en agradecimiento. No me devuelve el gesto, sino que se mantiene muy serio, lo que una vez más vuelve a molestarme.

En todo el camino no me dirige la palabra y me siento tentada a hacerlo, intentando generar algún tipo de vínculo, pero con solo mirarlo y recordar todas las emociones que me genera desisto, recordándome que tengo que mantenerlo lo más lejos posible.

Llegamos a mi estudio y cuando quiero abrir la puerta del auto me doy cuenta que colocó alguna especie de traba que no me permite hacerlo. Baja rápidamente y se dirige hacia mi puerta.

-Saca esa traba -digo enojada al bajar, con los brazos cruzados sobre mi pecho.

-Disculpe pero por una cuestión de seguridad no la voy a sacar -responde muy serio.

Suspiro sin disimular lo mucho que me fastidia esta situación, de tener que negociar todo el tiempo con él.

-Yo entiendo que te paguen para cuidarme, pero ¿podemos convenir en que no es verdaderamente necesario? -pregunto intentando no sonar desagradable.

Lo veo sonreír de lado y no puedo evitar notar lo atractivo que le queda el gesto.

-Todas las personas que tienen custodia piensan que no la necesitan. Es un factor común -comenta como si me estuviera contando un secreto.

Niego con la cabeza y decido dar esta batalla por perdida.

Ingresamos al estudio y noto que mira hacia todos lados incómodo, seguramente pensando que hará todo el tiempo que nos encontremos aquí.

Señalo la puerta de mi oficina y le hablo con amabilidad.

-Si queres podes esperarme ahí. Es más tranquilo. Te prometo que no salgo sin avisarte -afirmo intentando sonar confiable.

-Permiso -dice él, e inmediatamente comienza a recorrer los diferentes espacios del estudio.

Lo veo moverse de un ambiente a otro, mirando los rincones y estudiando los espacios. Cuando llega a la oficina se toma más tiempo del necesario y al salir se sienta en una de las sillas de la sala de estar.

-Prefiero esperar acá. Muchas gracias -dice finalmente.

-Como quieras -respondo un poco molesta, pensando que al ser de vidrio la puerta del salón, lo estaré viendo todo el tiempo.

Efectivamente las clases del día van pasando y su presencia sentado en la misma silla me resulta perturbadora.

Al terminar la última clase previa al almuerzo salgo del salón y despido a las niñas, madres y padres y me dirijo a la oficina, con la idea de pedir algo para comer, pero para mi sorpresa, al ingresar me encuentro con que, en la mesa baja, ya hay un plato de ensalada con un filete de pollo y una botella individual de agua, esperándome.

Lo miro intrigada y me sonríe de lado.

-No soy tan inútil como le parece -dice con una pizca de picardía.

-Muchas gracias, no hacía falta -respondo con una sonrisa leve, aunque mi estómago realmente agradece no tener que esperar más-. ¿No venís? -consulto al advertir que hay un solo plato.

-No, ya comí -responde volviendo a la seriedad y me recuerdo nuevamente que la distancia tiene que ser la regla entre nosotros, aunque sentir su perfume en mi oficina y saberlo a solo unos pasos, me genera más tentaciones de las que quiero admitir.

            
            

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