Capítulo 5 Un nuevo inicio

Ramiro

Me despierto preocupado por mi hermana, verla hasta tarde ayer, encerrada entre las cosas de mamá, no me dejó para nada tranquilo.

Bajo esperando encontrarla, pero para mi sorpresa no la veo por ningún lugar de la casa. Como última opción miro en su habitación y ahí está, todavía plácidamente dormida.

Me alegro de que pueda descansar pero me preocupa un poco que siendo media mañana lo siga haciendo, cuando habitualmente se despierta como mucho a las siete en punto.

La veo moverse y comenzar a estirar su cuerpo bajo las sábanas, y me siento en el borde del colchón, tocando su espalda suavemente.

-Buenos días chiqui. Qué raro verte durmiendo tan tarde -digo despacio, con preocupación.

-Buenos días -responde con liviandad, como si hubiera dormido bien.

Se estira, incorporándose para sentarse, y comienza a abrir los ojos de a poco hasta que parece asustarse por algo.

-¿Qué hora es? -pregunta alarmada, colocándose las gafas rápidamente.

-Las diez. ¿Qué apuro tenés? -consulto con gracia por su gesto.

-Nada, ninguno, es solo que no sé cómo dormí tanto -responde intentando sonar convincente, aunque algo que no se identificar me hace dudar de su respuesta.

-A vos te pasa algo -digo con todas las alertas de mi instinto encendidas.

-No... no... nada -contesta cada vez menos convencida, mientras acomoda sus anteojos más arriba, como hace cuando esta incómoda.

Me preparo para interrogarla, pero justo en ese momento suena el timbre.

-Te salvo la campana, pero ni bien estemos solos me vas a contestar muchas preguntas -digo con tono imperativo para que entienda que no tendrá escapatoria.

Recibo a las amigas de mi madre, quienes sin preámbulos comienzan a recorrer la casa, tirando cajas de medicamentos, insumos de enfermería y recetas que se acumulaban en diferentes zonas, a pesar de los esfuerzos de mí hermana por mantener siempre el orden.

A los pocos minutos, Pilar se une a las mujeres y yo me limito a ayudarlas con lo que piden, como correr muebles, tirar bolsas, conseguir cajas y cosas similares. A la una llega la comida que encargué y todos almorzamos juntos, para luego despedirnos.

Cuando las mujeres ya no están, miro nuevamente la casa, y es innegable que quedó mucho más organizada y hasta parece más amplia y limpia, aunque higiene nunca le había faltado. Me sonrío al pensar que seguramente Pilar está rogando que me olvide el interrogatorio, lo cual obviamente no va a suceder.

Toco la puerta de su habitación y espero pacientemente que me indique que puedo entrar.

-No hay nadie -escucho decir a mi hermana desde adentro.

Sonrío y entro con rostro serio, disimulando la gracia que me causa la situación.

Me siento en la silla de su escritorio y ella se queda sentada en la cama, mientras me mira con preocupación.

-Ya sé que no puedo zafar de esto, pero teneme paciencia porque no es fácil para mí lo que tengo que decirte -dice Pilar, con la mirada gacha.

-Tomate el tiempo que necesites, te espero -respondo con paciencia pero sin dejar de mirarla, mientras me acomodo en la silla y entrelazo los dedos sobre mis rodillas.

Mi hermana toma aire y lo suelta despacio, para luego comenzar a hablar.

-Anoche me dormí tarde porque encontré un cajón de mamá con llave, y adentro del cajón... un diario -me mira con preocupación y comienzo a sospechar por donde puede venir el tema, lo que hace que mi corazón comience a latir más acelerado. La veo acomodar sus lentes y entiendo que está verdaderamente nerviosa.

-¿Y...? –pregunto, incitándola a seguir.

-Y habla sobre su historia con tu papá -dice con una mezcla de tristeza y culpa que no logro comprender.

-Pilar yo... No sé qué dice en ese diario pero mamá me contó todo sobre eso -aclaro antes de que se vea obligada a seguir.

-No chiqui. Yo conozco "la historia" y es muy diferente a lo que dice en ese diario -responde con la preocupación invadiendo sus hermosos y gigantes ojos marrones.

Me sonrío, porque me imagino que se refiere al hecho de que mamá siempre había dicho que mi padre falleció antes de que yo naciera, pero mi pobre hermana no sabe que a mí me confesó la verdad sobre su existencia cuando cumplí los dieciocho años, y juntos acordamos que Pilar no necesitaba enterarse de esos pormenores de la historia, que en todo caso no la afectaban en nada.

-Ya se chiqui. Sé que mi papá está vivo y que se llama Alejandro, con un apellido difícil. Mamá me lo contó hace mucho tiempo -confieso con pesar, en especial cuando veo la decepción en su rostro.

-¿Y porque no me lo dijeron a mí? -consulta con molestia.

-No me pareció algo que necesitaras saber, convengamos que es parte de mi historia, no la tuya. Entiendo que te sientas molesta, pero espero que vos entiendas que para mí no es un tema agradable, y prefiero evitarlo lo más posible -confieso con sinceridad, esperando aliviar su enojo.

-Me hubieras ahorrado una noche de sufrimiento, pase muchas horas pensando en lo triste que te pondría saber que mamá te había mentido –reprocha frunciendo levemente el ceño.

-Perdón, nunca me imaginé que mamá tendría un diario, menos aún que vos lo encontrarías. Además hay otra cosa... Yo sé lo mucho que te cuesta manejar la intriga, pero te pido encarecidamente que dejes el tema ahí, que respetes mi decisión de no conocer a mis medio hermanos ni a mi padre ni tener ningún tipo de vínculo con ellos -digo con seriedad, mirándola a los ojos.

-Pero... -comienza a decir, abriendo aún más los ojos.

-Pero nada. No quiero y punto. Necesito que me prometas que vas a respetar mi decisión -enfatizo sin dar pie a que me conteste otra cosa.

-Está bien. Te lo prometo -dice no muy convencida, pero no tengo más ganas de seguir con esta conversación, por lo que me limito a darle un beso en la cabeza y salir.

Me siento en la mesa del comedor, pensando en las miles de veces que dudé de mi elección de no contarle a Pilar sobre esto, y también las veces que me pregunté si debería optar por buscar a mi padre o no. Levanto la mirada y la fotografía de mi madre, mi hermana, yo y Oscar, el padre de Pilar, que fue también un padre para mí, y a quien de hecho todos conocieron como mi papá, aunque siempre supe que no lo era, me recuerda los miles de motivos que tuve y sigo teniendo para dejar las cosas así.

Mi teléfono suena y veo una llamada entrante de Verónica, me debato mentalmente, pero entiendo que me vendrá muy bien olvidarme de todo por un rato, por lo que decido atender.

-Hola Vero -digo sin muchos ánimos, pero esperando sonar menos distante que los últimos días.

-Hola Ramiro, perdón por molestarte, pero surgió un servicio urgente y creo que sos la persona ideal. Hace un tiempo me pidieron referencias y di las tuyas y ahora necesitan comenzar la movida con urgencia. Sé que estas de duelo pero no quiero dejar de consultarte si querés tomarla -habla con rapidez, haciendo que me sea difícil analizar la información.

-¿Servicio en qué área? -pregunto intrigado.

-Como encubierto tipo B -dice en tono serio.

-¿Necesitas que vaya para Jefatura? -consulto mientras comienzo a buscar las llaves, totalmente dispuesto a aceptar el desafío que hacía tiempo estaba esperando.

-Sí, te esperamos -responde resuelta antes de cortar.

Sin dudas esto es mil veces mejor que un polvo, no esperaba que algo me emocionara en tan poco tiempo, pero justo ahora, el dolor parece haber cedido ante la ilusión que me genera que luego de tantos años de carrera por fin me hayan tenido en cuenta para un trabajo encubierto, en especial siendo de tipo B, lo que significa que la investigación tiene una importancia de alto perfil.

Llego a Jefatura y voy directo a la oficina de Verónica, donde la encuentro sentada en el escritorio, inmersa en una llamada, mientras escribe aceleradamente en el ordenador.

Me siento en la silla frente a ella y la miro mientras espero paciente que termine su comunicación, cuando lo hace se incorpora y camina hacia mí. Al llegar me pongo a su altura y ella me abraza con dulzura.

-¿Cómo estás? -pregunta mirándome a los ojos.

-Bien, ansioso por tu llamada -confieso sin ánimos de que me haga más preguntas sobre mi estado de ánimo en lo personal.

-Bueno, sobre eso estaba hablando hasta recién. Tomá -dice mientras vuelve a sentarse y me entrega una carpeta de cartón azul, con varias hojas en su interior.

La abro y comienzo a hojear, advirtiendo que se trata de una operación que viene en curso hace aproximadamente dos años, en la cual ya cumplieron muchos objetivos.

-Como verás... Hay muchos avances en la investigación, en torno a las cuestiones empresariales y económicas, pero nos falta bastante en lo personal del principal implicado, que además es por donde creemos que podemos obtener algún dato de entrega importante, para lograr una redada exitosa.

-Acá faltan datos, información sobre la actividad delictiva, las redes, la información en sí tampoco está. Hay solo registro de intervenciones que no me dicen mucho -increpo sin entender.

-Sí. Es lo habitual. No podemos darte más información porque en caso de que te descubran no nos podemos arriesgar a que hables -dice con sinceridad.

-Está bien, lo entiendo. Es solo que no logro identificar qué información es la que iré a buscar o en carácter de que entraría a la vida de este hombre –respondo con preocupación.

-Bueno, vamos por parte. Lo más sencillo será responder a la segunda parte de tu pregunta. Hace ya varios años venimos infiltrando gente en un servicio especial de seguridad para empresas y empresarios de alto perfil, con la intención de usar ese recurso en casos importantes como este. Por fin se generó una bacante en la seguridad de la familia Lutof y vamos a hacerte ingresar ahí, serías chofer y guardaespaldas de la hija del objetivo principal, porque pudimos verificar que así es como su padre prueba a la gente para verificar la confianza, quienes superan la prueba con ella, pasan a ser seguridad de él.

-El padre del año, prueba si son confiables exponiendo primero a su hija -digo ofendido ante la caradurez del hombre que debo investigar.

-Sí. Aparentemente la chica no le importa en lo más mínimo, pero eso seguramente lo vas a confirmar vos. Por otro lado, en relación a la información que necesitamos que obtengas, vas a tener que notificar todo dato que escuches en relación a sus vínculos comerciales. Nombres de socios, materiales de compra o entrega, todo lo que puedas identificar va a ser de utilidad, y obviamente cualquier movimiento de paquetes que te parezca importante para él, también -termina mi "casi novia", que en este momento está en rol de superior, siendo la persona a cargo de coordinar mi comisión, que a la brevedad iniciaré.

-Bien. ¿Cuándo comienzo? -pregunto ansioso, mientras me pongo de pie.

-Te esperan en la sala 3 para tomarte las medidas, ni bien tengas el traje listo vas a presentarte en la empresa de seguridad, con la nueva identidad. Como siempre, vamos a conservar tu nombre, Ramiro, pero cambiando el apellido a Echagüe -dice mientras me entrega otra carpeta similar, en la que encuentro los datos de mi falsa identidad.

Comienzo a leerla mientras camino hacia la puerta, pero ella me interrumpe.

-¡Ah! Y Ramiro... Vas a estar afuera bastante tiempo -dice acercándose coqueta hacia mí-. Me gustaría que nos viéramos para despedirnos. Te espero en casa para las nueve -completa dejando un beso en mis labios, para volver después a su asiento y comenzar a trabajar nuevamente en el ordenador.

Salgo y voy directo a tomarme las medidas para el traje. Justo esto era lo que necesitaba para alejar de mi mente los pensamientos sobre las cosas que estoy viviendo. Así que agradezco al universo que haya conspirado por una vez en mi favor.

Luna

Doy una última pirueta y freno mis pies en el piso, con la respiración agitada, viendo en el espejo el reflejo de mi cuerpo delgado y fibroso, luciendo una de las poses más estéticas del ballet.

Los aplausos inundan el lugar y me agacho para agradecer al público presente, mis alumnas de danza clásica, que con su hermoso entusiasmo se apresuran a correr hacia mí para abrazarme.

-Yo lo único que quiero en la vida es bailar como vos, profe -dice una de ellas con una sonrisa.

-Y también yo -sigue otra, mientras las demás asienten y sonríen, con los rostros llenos de admiración.

-Cuando yo tenía su edad no podía hacer ni la mitad de las cosas que ustedes dominan, así que sigan así, que sin dudas van bailar mil veces mejor -respondo mientras las acompaño al camarín a cambiarse, para luego salir con sus padres, que las esperan afuera, en la sala de estar del estudio.

Salgo del salón y me acerco al grupo de padres para comentar los avances de las niñas y ultimar detalles de la muestra de finalización del taller, que en unas semanas concluimos.

Todos agradecen y comienzan a recibir a sus niñas para luego salir del lugar.

-¿Nos vemos en dos horas? -pregunta Patricio disimuladamente al saludarme.

-Escribime y vemos -respondo en el mismo tono.

Termino de despedir a las niñas y sus padres y vuelvo al salón de baile, donde inicio la música nuevamente y comienzo a improvisar.

El sonido me envuelve y los movimientos fluyen como agua en una vertiente natural, los cambios de ritmo de la melodía son armoniosamente acompañados de mis ágiles movimientos, y la tela de mi pollera de seda flamea incansable cuando giro, salto y ruedo por el parqué del piso, que acoge mi cuerpo como una suave cama con las sábanas más sofisticadas.

La música termina y esta vez me encuentra en el suelo, con las piernas abiertas en un grand ecart perfecto, con los brazos al cielo, en quinta posición.

Me miro al espejo y la sonrisa en mi rostro lo dice todo, esta es mi pasión, bailar y quizás enseñar a otras pequeñas mujeres a hacerlo.

El sonido de una llamada entrante me saca del trance de felicidad y me apresuro a ver quién llama, me sorprende ver el nombre de mi padre en la pantalla y por un momento me preocupa pensar qué podrá querer. Atiendo con premura, intentando que no se note el ritmo entrecortado de mi respiración.

-Hola papá. ¿Cómo estás? -pegunto apresurada.

-Hola hija. Bien, ¿vos? -contesta con cariño.

-Muy bien. ¿A qué debo tu llamada? -sigo con la conversación, intentado disimular la preocupación que su comunicación me genera.

-Necesito que hablemos, voy a mandar a alguien a buscarte de tu apartamento -dice con convicción.

-No, no estoy ahí... Estoy en... el gimnasio. Puedo ir por mis propios medios -me apuro a inventar, mientras pienso que por suerte tengo ropa acorde a la mentira para ir a su encuentro.

Lo escucho suspirar del otro lado de la línea, pero finalmente cede.

-Está bien. Te espero. No demores -contesta para luego, sin más, cortar la comunicación.

Me dirijo al camarín y me cambio, procurando que nada en mi aspecto delate mi actividad, al finalizar me convenzo que realmente parezco recién salida de un gimnasio, por lo que con toda tranquilidad tomo mi mochila y me dirijo hacia la calle, para buscar un taxi.

Solo unos minutos después ya me encuentro en la entrada de la inmensa mansión donde vive mi padre cuando está en el país. Uno de los miembros de su seguridad me abre la puerta y abona el taxi, mientras yo me despido del chofer y bajo a paso acelerado hacia el interior del edificio.

-Buenas noches -digo a la mucama, que toma mi mochila mi sonriente.

-Buenas noches señorita, su padre la espera en la oficina -anuncia con cordialidad.

-Gracias -respondo con mucha calidez y sigo mi camino hacia la oficina.

Debe ser algo serio, para que me espere allí, por lo que mi pulso comienza a acelerarse y la mera curiosidad da paso a unos nervios importantes, que me hacen doler la boca del estómago.

-Al fin llegaste. ¿Dónde queda tu gimnasio? -pregunta mi padre, con un tono acusador.

-Un poco alejado. Perdón -contesto evitando dar más datos-. ¿De que necesitas hablarme? -pregunto rápidamente, para cambiar de tema.

-Directo al grano... Lo sacaste de mí -dice con una sonrisa de suficiencia-. Quiero avisarte que mañana comienza a trabajar tu nuevo chofer y guardaespaldas. Al fin conseguí reemplazo para el anterior -responde mientras se sirve un trago de alguna bebida seguramente muy cara y con alto porcentaje de alcohol.

-No hace falta, hace dos meses estoy sin chofer y no hubo ningún inconveniente, podría seguir así -digo mientras comienzo a jugar con el borde de mi campera deportiva, intentando calmar mis nervios.

-No es negociable Selene. Vas a tener chofer y seguridad te guste o no -responde con tono cada vez más autoritario-. Y si me entero que lo intentas evadir y moverte por tus propios medios, sabes muy bien lo que va a pasar -vuelve a hablar mirándome a los ojos, con actitud amenazante.

El enojo me invade y siento las lágrimas aflorar en mis ojos, pero las contengo, disimulando a la perfección lo mucho que me molesta que use el dinero para chantajearme.

Es verdad que la cuenta con dinero ilimitado que me dio es lo que me permite mantener a flote mi estilo de vida de lujos, siendo solamente una profesora de danzas que recién empieza, pero mantener en secreto el motivo de mis gastos excesivos no es sencillo. Debe pensar que gasto en ropa y zapatos lo que en realidad invierto en levantar mi futuro.

No veo la hora de poder independizarme y no necesitar más de su dinero, por suerte eso está cada vez más cerca, pero mientras lo consigo, tengo que ser lo más dócil y buena hija posible, para evitar que comience a preocuparse por mi vida, como realmente nunca hizo.

-Está bien ¿Tengo que venir acá o va a pasar por mí en algún lugar? -pregunto disimulando mi enojo.

-Va a estar en la puerta de tu departamento a las 7 am, salvo que le indiques lo contrario -dice mientras saca del cajón un teléfono negro, muy viejo, de los que usan en la empresa-. Te vas a comunicar con él por acá, ya tenés el contacto agendado.

Tomo el aparato y miro el contacto... "Ramiro Echagüe".

-Bienvenido a mi vida señor Echagüe, no va a ser ningún placer conocerlo -digo en voz muy baja, aprovechando que mi padre se encuentra absorto en una comunicación telefónica.

Me saluda con la mano, indicando que nuestra conversación terminó y me apresuro a salir de su oficina, completamente frustrada por sentir que nuevamente tendré un niñero. Solo espero que esta vez sea tan sencillo comprar su complicidad como con los anteriores.

Salgo del lugar y encuentro a uno de los choferes de mi padre esperando por mí. Subo al auto y llamo a Patricio, ahora más que nunca necesito descargar mi enojo, y nada mejor que una buena sesión de sexo con un recién divorciado para hacerlo.

            
            

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