Pilar
-¿Estás seguro de que no me van a odiar y tirar con lo primero que encuentren? -pregunto nerviosa al rubio, con quien siento una extraña familiaridad.
-Tanto así como seguro no se puede estar nunca cuando se trata de mis hermanas y mis primos, pero sin dudas no va haber violencia, son personas civilizadas -responde con una sonrisa-. Salvo Sol, ella quizás si podría usar la violencia cuando su cara de culo no es suficiente -sigue con un tono que finge ser serio, aunque entiendo que es solo una broma más.
El teléfono de la oficina suena y Martín cierra la carpeta donde traje algunas ideas, para atender y al finalizar la comunicación me mira con entusiasmo.
-Llegó el momento, vamos a la junta que mis hermanas están subiendo -dice animado.
Lo sigo por el pasillo y cuando vamos llegando a la sala de juntas mis nervios van aumentando.
Entramos y veo que el lugar todavía está vacío. Aprovecho para mirarlo con admiración, porque es del triple del tamaño de la oficina de Martín, pero igual de exquisitamente decorado.
En un espejo veo mi reflejo y me lamento pensando que no encajo con el lugar. Mis rulos color azabache y mi tez tostada parecen contrastar con las paredes claras, los vidrios y la decoración en tonos de beige.
Me alegro de haberme puesto la camisa más elegante que tengo y un pantalón oscuro clásico, con zapatos a tono.
La puerta se abre y tres hermosas mujeres rubias ingresan, la dos primeras son más altas, casi tanto como Martín y vienen hablando animadamente en tono más alto de lo necesario. Tardo solo unos segundos en notar que son gemelas y me parece recordar haber notado su similitud en la fotografía que vi en internet. Reparo entonces en la tercera chica, que parece la menor de todos, y pienso inmediatamente que debe tener mi edad.
A diferencia de sus hermanas, ella esta callada y su gesto parece de preocupación o tristeza. Algo me hace sentir inmensamente identificada con ella, aunque físicamente se podría decir que somos los polos opuestos, su cabello dorado y ordenado va a la perfección con el lugar, sumado a su tez rosada y sus ojos miel.
De repente posa su vista en mí y me dedica una sonrisa tímida, que respondo con la misma intención.
La puerta se abre nuevamente y todos miran hacia allí, salvo la jovencita silenciosa, que baja la mirada inmediatamente.
Siento que mi corazón se acelera cuando veo entrar por la puerta a Pablo Pietrovsky, a quien reconozco sin dudar de la fotografía que vi en internet, seguido de dos chicas tan ruidosas como las primeras. No puedo evitar notar que lo primero que hace Pablo al ingresar es buscar con la mirada a la rubia más joven, que parece concentrada en evitar el contacto visual.
-Dejen los besos para después y siéntense que tenemos que trabajar. –Dice Martín con tono autoritario.
Todos lo miran sorprendidos y el rubio ríe con sonido antes de volver a hablar.
-Ahhh, se la creyeron eh... -bromea animado-. Pero en serio, siéntense, que Pilar tiene muchas propuestas para nosotros -todos me miran expectantes salvo Pablo, que ahora también mira al suelo con los ojos cargados de tristeza.
Los recién llegados se van sentando mientras a su paso me saludan con amabilidad.
Cuando todos están ubicados, Martín los presenta uno a uno y al terminar yo junto fuerzas, me presento y comienzo a explicar mi propuesta inicial para ellos, que básicamente se trata de una serie de entrevistas con cada uno para conocerlos y definir los roles en forma acorde no solo a su formación profesional, sino también sus expectativas y habilidades particulares.
Mientras voy explicando el sistema de trabajo propuesto, Martín ayuda incorporando ideas que vamos complementando con las mías, quedando manifiesto que hacemos un buen equipo.
Al terminar, me alivia ver que todos me atendieron y hasta siguen dispuestos a escucharme.
-Yo no me pienso quedar -suelta la más joven, que ahora sé que se llama Sol.
Todos la miran y luego comienzan a mirarse entre ellos, salvo Pablo, que no le quita los ojos de encima.
-¿Cómo? -pregunto, haciéndome cargo del desconcierto generalizado.
-Que no pienso quedarme a vivir acá, en el país –explica para luego continuar-. Apliqué a tres becas en el extranjero y no pienso renunciar a eso para quedarme en la empresa -dice con firmeza, aunque puedo ver una profunda tristeza, cada vez más acentuada.
-Sol ya hablamos de esto. No hace falta que te quedes eternamente, solo te pedimos un par de años, para que nuestros papás puedan dar un paso al costado tranquilos, no te estamos pidiendo mucho -contesta Martín, con tono de súplica.
-En un par de años ninguna de esas ofertas va a seguir en pie, vos lo sabes muy bien -contraataca la joven.
-¿Cómo podes ser tan egoísta? -dice una de las gemelas sin la menor empatía.
Todos comienzan a hablar al mismo tiempo salvo Pablo, que sigue mirando a Sol en silencio.
-Hay opciones dentro de la empresa que se pueden manejar desde el exterior. De hecho, por lo que estuve viendo del manejo, hasta les vendría bien tener a alguien en España, por ejemplo -deslizo la idea, esperando que no tomen a mal la intromisión.
Veo que Sol levanta la vista y me mira con los ojos muy abiertos, casi puedo sentir el agradecimiento en su mirada, una energía que contrasta totalmente con la mirada de odio que me dedica Pablo.
Maldigo para mis adentros, pensando que la última persona a la que quiero caerle mal es al hermano de mi hermano.
-Creo que no es una opción. Nuestros padres fueron claros en que la idea es que trabajemos juntos -dice él, mirando fijamente a Sol otra vez- ¿Eso no le aclaraste a tu amiga? –lanza contra Martín, que lo mira sorprendido, para luego volver sus ojos hacia mí, con una disculpa silenciosa.
-No todos nacimos para cumplir los deseos de nuestros papás -responde Sol en tono desafiante, mirando a Pablo con un odio evidente.
Mientras todos los demás comienzan a hablar al mismo tiempo una vez más, Pablo y Sol se mantienen las miradas y la tensión entre ambos se vuelve incluso más fuerte.
-Basta -dice Martín finalmente, pero nadie parece escucharlo.
-¡Basta! -habla esta vez Pablo, y todos se frenan para mirarlo, menos Sol, que dirige su vista hacia el gran ventanal-. Hace las propuestas con las opciones de Sol en el extranjero y acá, por favor -dice mirándome seriamente, ya sin tanta molestia como antes.
Asiento y todos quedan en silencio unos minutos. De pronto Sol se levanta y sale sin decir palabra.
-Deberías ir a hablar con ella –afirma una de las mujeres de cabello oscuro hacia Pablo, que comienza a morder la uña de su pulgar, lo que me hace suponer que está nervioso.
-Sí. Te toca. –Coincide una de las gemelas.
Definitivamente cada vez entiendo menos, y es evidente que lo que sea que pase entre esos dos, no lo sabe ninguno de los presentes en esta reunión.
Pablo se incorpora y sale de la sala también sin hablar y mi instinto me indica que esa conversación va a ser más interesante que cualquier novela de las que pasan en televisión.
Pablo
Salgo de la sala de reuniones con la cabeza a punto de explotar. Sé que no tengo derecho a pedirle nada a Sol, pero que no me conteste las llamadas, y ahora tire una bomba semejante en medio de una reunión, sinceramente me parece demasiado.
Comienzo a buscarla por los pasillos, hasta que decido entrar al baño de mujeres, sin importarme quien esté dentro y qué vayan a pensar, lo único que quiero es encontrarla. Para mi suerte, al ingresar veo que el lugar está vacío, aunque uno de los cubículos tiene la puerta cerrada.
Suspiro imaginándola dentro, sola, escondiéndose de todos nosotros y me recuesto contra la pared, esperando verla salir lo más pronto posible. Suspiro y junto fuerzas para comenzar a hablar.
-¿Podemos hablar, por favor? -pregunto con un tono mucho menos amigable de lo que hubiera querido.
La puerta se abre y veo salir a Sol, con más rapidez y enojo de lo que pensé. Se coloca frente a mí y me mira a los ojos, haciéndome sentir unos nervios poco comunes.
-¿De qué querés que hablemos? -pregunta levantando la barbilla y cruzando los brazos a la altura de su pecho.
Me muevo incómodo, buscando la forma de comenzar esta conversación. Tengo tantas cosas para decirle que no se bien por donde arrancar. Por un lado está todo lo familiar y laboral, que no es menor, pero sinceramente, lo primero que quisiera explicarle es sobre la enfermedad de Clara, y los motivos para que las cosas personales entre nosotros estén sucediendo de esta forma.
-Me imagino que no debes tener mucho para decirme, yo en tu lugar mejor me quedaría callado -dice con enojo mientras se gira y comienza a lavar sus manos.
Comienzo a sentir mis nervios aflorar, por lo que sin pensar más tomo una de sus manos y salgo del lugar llevándola conmigo hacia mi oficina. Varias personas nos miran con intriga mientras caminamos, pero nada me importa. Cuando llegamos al pasillo que conduce al sector más privado del piso Sol comienza a quejarse e intentar soltar su mano de la mía, pero la tomo más fuerte y acelero el paso, para finalmente ingresar al despacho. Al hacerlo cierro la puerta y coloco llave a la cerradura, para luego guardarla en el bolsillo de mí saco.
-Deja de portarte como una nena y escúchame -digo con poca paciencia, mientras la siento en una de las sillas.
-Vos me traes a rastras, me encerras... y la nena soy yo -responde indignada.
Suspiro profundamente y trato de organizar mis ideas antes de hablar. Me quito el saco del traje y lo dejo en el perchero, hago lo mismo con la corbata y comienzo a arremangar los extremos de la camisa, mientras miro por el ventanal, buscando en la ciudad la respuesta a mis dudas sobre cual tema abordar primero.
-¿Me trajiste acá para que vea como te desvestís? -vuelve a hablar, esta vez con un tono de burla que por fin logra relajarme un poco.
Me siento en la silla frente a ella y la miro a los ojos.
-Entiendo que quieras irte, que consideres que esto es poco para vos -digo, refiriéndome a la empresa-. Y coincido totalmente -veo sorpresa en su rostro y quizás incluso algo de decepción-. Pero creo que tendrías que analizarlo como un negocio -al escuchar esa afirmación su actitud cambia y me mira con interés por primera vez.
-¿Cómo un negocio? –pregunta con intriga.
-Sí. Si vos te vas ahora vas a invertir mucho tiempo en aprender la dinámica y el trabajo de las multinacionales. Vas a dar un salto de calidad en tu currículum y te podes comenzar a posicionar como una candidata a CEO de cualquier sociedad importante. Pero si te quedas y aportas ese tiempo y esfuerzo a Brauner S.A. podes ser quien la vuelva una multinacional, podes ser la artífice de que el trabajo de nuestros papás llegue a posicionarse en el mundo. Y lo que no es menor, serías la dueña del circo, no una mera empleada -afirmo convincente.
La veo estudiar mi idea y me parece advertir cómo en su mente giran a mil las ruedas que analizan la idea.
-¿Los informes de proyección de la empresa dan como para expandirse realmente o me estas vendiendo espejitos de colores? -pregunta finalmente, luego de unos minutos en silencio.
Sonrío victorioso, sabiendo que logré mi cometido, de que vea el hecho de quedarse como una opción.
-Por supuesto que dan. Podes consultarlo vos misma, y hasta hacerte cargo del programa de expansión -suelto todas las cartas, aunque sé que antes debería haberlo consultado con Martín, después de
La observo mientras parece todo, habíamos discutido bastante este tema porque era algo que ambos queríamos hacer, aunque yo había ganado la pulseada, por lo que quien realmente pierde soy yo.reflexionar y cuando mi vista pasa por sus labios no puedo evitar recordar lo bien que se sintieron la única noche que compartimos. Los recuerdos comienzan a atacarme haciendo que mi entrepierna se resienta, por lo que me incorporo y camino hacia el ventanal, buscando una distracción que la aparte de mi mente al menos por unos momentos.
-Tengo una condición -dice finalmente.
-¿Además de hacerte cargo de la mejor parte de la empresa incluso siendo la más joven? -contesto con tono burlón, más que feliz por advertir que eso significa que acepta quedarse.
-Es algo personal -responde sin sonreír.
Vuelvo a sentarme frente a ella, volviendo a la seriedad de la conversación anterior.
-Te escucho -digo finalmente.
-No quiero tener que tratar con vos -afirma mirándome a los ojos, sin la menor duda en su expresión.
Me remuevo en el asiento, sopesando todo lo que esa idea significa.
-No creo que eso sea posible, vamos a tener reuniones permanentes, vos sabes que una empresa no puede funcionar desconectando un sector del otro, menos si son dos de las principales áreas de la administración -aclaro, dejando ver que tampoco pienso ceder en todo.
-No me refiero a eso, en lo laboral no hay problema, al contrario. Sé que estás haciendo un trabajo impecable y si no te admirara no aceptaría trabajar acá, pero no quiero que uses este espacio para hablar de temas personales -dice finalmente, dejándome completamente fuera de juego con la idea que tenía hasta hace un momento, de aprovechar este encuentro para explicarle lo relativo a Clara.
Suspiro con pesar y vuelvo a mirarla a los ojos, esperando que se arrepienta y me diga que sí quiere hablar, o cuanto menos escucharme, pero me mantiene la mirada en silencio, demostrando que no piensa ceder.
-Está bien. Acepto tu condición. Pero antes contestame una sola cosa, ¿no pensás escucharme nunca? -pregunto inclinándome hacia adelante, con un tono más de súplica que de consulta.
-Mientras sigas estando de novio no pienso volver a hablar con vos de lo que pasó, por un lado por respeto a tu novia, pero también por respeto a mí misma. Creo que nos jugaste sucio a ambas y no pienso ser cómplice tuya en eso -responde decidida, haciendo que mi corazón se achique una vez más.
"Mientras siga de novio"... No puedo dejar a Clara en esta situación, por lo que eso será demasiado tiempo. Solo me queda esperar que el día que su enfermedad sea conocida por todos, Sol entienda mis motivos para seguir y quizás algún día pueda perdonarme.
-Está bien -respondo derrotado.
Sol se incorpora y camina hacia la puerta.
-¿La abrís por favor? -dice señalando la salida.
Camino hacia allí y cuando me inclino a quitar la cerradura nuestros cuerpos quedan más cerca de lo necesario. Siento unas ganas inmensas de acortar el espacio que nos separa y besarla hasta quedarme sin fuerzas, pero me contengo y simplemente la veo salir, alejándose de mí. Tan claro y literal, que siento la sangre hirviendo en mis venas.
Sol
Salgo de la oficina de Pablo con un nudo en la garganta que no me permite respirar con normalidad. No puedo dejar de reconocer que nada me gustaría más que escuchar sus pasos corriendo hacia mí, que me abrace con fuerzas retractándose de todo y confiese que no quiere estar sin mí, pero muy dentro mío se bien que eso no va a suceder, después de todo, está más que claro que piensa continuar con su relación y que lo que hubo entre nosotros fue solamente una noche de desenfreno para él.
Bajo un par de pisos por escalera para evitar encontrarme con alguien de nuestras familias y luego llamo al ascensor. Cuando las puertas están por cerrarse, una mano las detiene, y la morocha de la exposición ingresa, mirándome con una sonrisa leve.
Se coloca a mi lado en silencio y el aparato comienza a descender.
-A mí me sirve mucho ir a la Iglesia -dice como al pasar, sin apartar su vista del frente.
-¿Cómo? -pregunto sin entender.
-Cuando estoy angustiada y con mucho enojo acumulado... En esos momentos, me sirve ir a la Iglesia -repite tranquila, esta vez llevando sus ojos a los míos.
Al cruzar nuestras miradas puedo ver que sus ojos negros profundos me transmiten una paz que no logro entender, como si algo en ella me invitara a dejarme llevar, y sin poder evitarlo, comienzo a llorar desconsoladamente.
La morena deja su bolso y las carpetas que lleva en el piso y detiene el ascensor, para luego abrazarme con fuerza mientras se balancea suavemente.
Poco a poco me voy calmando y advierto que mojé su camisa en la zona de los hombros y me aparto con vergüenza.
-Perdón, te dejé hecha un asco -digo con la voz todavía cortada.
-No te preocupes, no creo que a mi jefa le moleste -responde risueña, guiñando un ojo.
Le sonrío también y respiro profundamente, reconociendo que llorar me vino muy bien.
Mi compañera vuelve a activar el ascensor y me miro al espejo para chequear mi estado. Como era de esperarse, tengo los ojos hinchados y las mejillas más rosadas que de costumbre, por lo que me coloco los lentes de sol, esperando el momento en que la puerta se abra.
-Me pidieron que arrancara con vos. ¿Podríamos ir a tomar un café, por favor? -dice ella con calma y aunque no tengo nada de ganas, acepto su invitación para devolverle la amabilidad con que me trató.
Pasamos por una cafetería, casi contigua a la empresa, y la sola idea de cruzarme con alguien me pone nerviosa, por lo que antes de que ella ingrese la detengo.
-Perdón, no logro acordarme tu nombre, ¿me lo recordás? -pido con sinceridad.
-Pilar -responde sonriente.
-Gracias... Bueno, Pilar, ¿Por las dudas te molestaría ir a mi casa? Queda a solo unas cuadras -pregunto en tono de súplica.
-Para nada, te sigo -responde sonriente.
Mientras caminamos hacia mi departamento conversamos de su vida y me cuenta que su hermano trabaja en la policía, que su mamá falleció hace poco, después de una enfermedad, y su papá lo hizo cuando era adolescente, por lo que su historia me hace sentir un poco culpable por estar sufriendo solamente por un amor no correspondido.
Llegamos a mi casa y nos sentamos en el balcón mientras esperamos que se horneen unas medialunas que puse a calentar. Repasamos juntas el plan de expansión de la empresa y las proyecciones estimadas, y cada vez me entusiasma un poco más la idea de hacerme cargo de esto.
-Necesito ser sincera con vos en algo, espero que no lo tomes a mal -dice ella luego de varias horas de conversación y planificación, en la que logramos una confianza y comodidad que me resultan novedosas.
-Amo la sinceridad, decime tranquila -la aliento a hablar de aquello que precisa.
-Que Pablo haya cedido, dejando que te encargues vos de este proyecto, es una apuesta muy fuerte, vos y yo somos jóvenes, estamos empezando y esta es una parte muy importante para la empresa... -dice con cautela.
-¿Por qué decís que Pablo cedió? -pregunto sin entender.
Ella abre los ojos y levanta las cejas. Suspira y se saca los anteojos, para luego taparse la cara con ambas manos en señal de preocupación.
-Perdón, pensé que lo sabías. Martín me contó que él y Pablo discutieron mucho en relación a quién de ellos se haría cargo de la expansión. Tu hermano estaba bastante desmotivado pensando que Pablo no iba a ceder en eso solamente para que vos te quedaras -confiesa en forma pausada.
-Entiendo -respondo llevando mi vista al horizonte.
-En fin, lo que te iba a decir es que necesito que pienses bien si estas preparada para hacerlo sola, quizás lo mejor sería que lo hagas con Pablo o con Martín, que tienen más experiencia -vuelve a hablar Pilar, luego de unos minutos.
-No pienso trabajar con Pablo -respondo levantando el tono más de lo deseado-. Perdón -me apresuro a decir, al ver que mi desenfreno la asustó.
-No es nada -responde ella en voz muy baja.
Siento el impulso de contarle, pero creo que sería mucho teniendo en cuenta que nos acabamos de conocer.
-Bueno, creo que tendría que irme. Muchas gracias por tu tiempo, realmente creo que avanzamos muchísimo –anuncia ella, mientras se incorpora y recoge sus cosas de la mesa.
-Gracias a vos -contesto más calmada-. Y gracias por lo del ascensor, me hizo bien llorar -agrego, con una sonrisa tímida.
-Cuando quieras... Yo en tu lugar no descartaría lo de la Iglesia, quizás hasta encontrás un catequista lindo -responde con gracia y ambas soltamos una carcajada.
-Podríamos cenar alguna de estas noches, el sábado, por ejemplo, si te parece -suelto con timidez, mientras caminamos hacia la puerta de salida.
-Me encantaría -responde mientras nos saludamos con dos besos, para luego cerrar la puerta y volver a la soledad que acostumbro.
Tomo el móvil con la intención de escribirle un mensaje a Pablo, pero no sé si querría agradecerle por cederme su proyecto o maldecirlo por no sentir lo mismo que yo y seguir con su novia.
Voy rápidamente a mi habitación, me doy una ducha y me tiro a la cama a leer.
El sonido insistente del celular no deja de molestar por lo que lo silencio, como todas las noches, sabiendo que es Agustín, que no para de llamar. Sigo con la lectura y justamente a los personajes se les ocurre ponerse hot, por lo que me siento tentada de atender e invitarlo a venir, pero solo recordar su imagen bailando y besando a otra me saca las pocas ganas que la lectura me había generado. Tiro el libro a un costado y me aprieto la cabeza con la almohada, cada vez más enojada con la vida.