Martín
Salgo del baño con la toalla envolviendo mi cintura y comienzo a preparar la ropa que me podré, cuando un nuevo mensaje ingresa, haciendo que mi móvil suene sobre el colchón. Lo tomo y veo un mensaje nuevo de Florencia.
-¿Y? ¿Cómo la están pasando? –leo en el texto.
Puedo suponer que su pregunta no es del todo amigable, ya que no le dio ninguna gracia la idea de que viniera a pasar el fin de semana a la cabaña sin ella. Si bien no fue mi idea, porque quienes pidieron que estuviéramos solo nosotros siete fueron nuestros padres, la verdad es que me vino muy bien la iniciativa para poner un poco de distancia, últimamente mi novia está más demandante que de costumbre y eso me asfixia, en parte porque no puedo disfrutar de otras amigas con las que usualmente me veo, pero principalmente porque nunca me gustó pasar mucho tiempo con una misma persona, ser el único hombre entre tantas mujeres me permitió crecer casi como hijo único, haciendo que hoy por hoy disfrute muchísimo mis momentos de soledad.
-Bien, ahora nos estamos preparando para ir a cenar a un bar -contesto más por obligación que por interés.
Al levantar mi vista del teléfono veo mi imagen reflejada en el espejo y se me ocurre una idea.
-Me vendría muy bien tu ayuda para secarme -escribo para acompañar una foto de mi torso, todavía un poco mojado y desnudo.
Veo que escribe, luego borra el mensaje y termino recibiendo una respuesta insípida que no me convence en lo más mínimo.
-Jaja... Ok. Que te diviertas -lo leo sin entender su falta de iniciativa, y el diablillo de mi hombro ataca, dándome otra idea genial.
Toco la fotografía y la reenvío a Luna, con el mismo mensaje.
Me tiro a la cama esperando la respuesta y solo unos minutos después recibo la devolución, es una imagen de ella con una toalla en la boca y mirada muy sexi, la imagen es una mezcla de sexual y divertida que me hace reír y excitar a la par.
-Te lo secaría con ganas -acompaña en otro mensaje, dando pie a que la excitación gane la batalla.
Instintivamente comienzo a tocar mi miembro, que responde endureciéndose de inmediato.
Decido llamarla y al tercer tono atiende, con voz sensual e insinuante.
-Parece que estas solo y aburrido, ¿no? -pregunta a modo de saludo.
-Muy... y también muy caliente con tu foto -contesto sin dejar de tocarme-. ¿Vos? -pregunto esperando que esté disponible para seguirme la corriente.
-También. Aunque más que secarte, si estuviera ahí me gustaría llevarte a la ducha y mojarte más -responde con sensualidad.
-¿A si? Pero estoy limpio eh -finjo inocencia.
Se ríe del otro lado antes de contestar.
-Pero yo te ensuciaría de nuevo -responde desafiante.
-¿Cómo? -pregunto mientras remuevo la toalla y comienzo a masajear mi miembro de arriba hacia abajo despacio.
-Te pondría debajo de la ducha y me arrodillaría adelante tuyo para hacerte sexo oral y jugar con mi lengua por toda esa zona de tu cuerpo -dice mientras siento su voz más agitada.
-¿Qué estás haciendo? -pregunto también con un poco de dificultad por haber acelerado los movimientos de mi brazo. Solo imaginármela tumbada en la cama, tocándose para mi me vuelve loco y hace que la eyaculación sea inminente.
-Me estoy tocando mientras pienso en vos -dice sin una pizca de vergüenza, con ese atrevimiento que me encanta.
-¿Y qué pensás? –increpo, esperando que me de material para finalmente acabar.
-Que te tengo arriba mío, besando mis pechos y metiendo tus dedos en mí, justo como estoy haciendo ahora -responde mientras su voz comienza a cortarse con más frecuencia.
-A mí me gustaría tenerte saltando sobre mí, mientras veo tus pechos moverse y siento tus gemidos acelerarse justo antes de acabar -digo acompañando su relato, mientras aprieto mi miembro y aumento el ritmo de los movimientos.
-Acabaría muy rápido, justo como ahora que estoy ahí... -la escucho gemir con más intensidad y me dejo llevar por la imaginación, pensando en ella desnuda, tocándose igual que yo.
-Yo también -contesto en un suspiro y suelto un gruñido mientras el líquido comienza a brotar de mi interior, generando que efectivamente, me ensucie de nuevo.
Cuando nuestras respiraciones se calman suelto una carcajada que ella acompaña.
-No me digas nada, hiciste un enchastre, ¿no? -pregunta entre risas.
-¡Sí! Hija de puta -contesto sin dejar de reirme.
-Logré mi cometido, ahora voy a seguir con mi clase. Que te diviertas -responde antes de cortar.
Me limpio con la toalla, pensando que inmediatamente deberé ponerla a lavar, y entonces escucho unos golpes en la puerta.
-Dale que nos vamos -escucho decir a Pablo del otro lado.
-¡Voy! -me apuro en contestar y me visto rápidamente.
Cuando bajo encuentro a todos listos para salir, esperándome.
-Seguro estabas hablando con Florencia -dice Sol, cruzándose de brazos.
Me sonrío pensando en que si supiera que en realidad con quien estaba hablando era con Luna, probablemente su humor se pondría aun peor de lo que ya es. No entiendo como pueden ser mejores amigas siendo tan extremadamente diferentes.
Por un momento miro a mi hermana menor y su vestimenta, que consta de un short de cuero negro con una blusa escotada me hace pensar que quizás no son tan distintas y el enojo me invade.
-¿No estás vestida demasiado sexi vos, como para ir a cenar nada más? -pregunto sin disimular mi molestia.
-Demasiado -me apoya Pablo, y me alegro de no ser el único que opina así.
Sol nos mira a ambos y señala hacia afuera, donde las otras chicas están muy ocupadas tomándose fotos en poses provocativas. Puedo advertir su punto, todas están con vestimentas igual o más sexis que la suya, solo que sus figuras quizás no las lucen tanto.
-No es lo mismo, vos sos muy chica -digo intentando no sonar retrógrada.
-Tengo veinticuatro años Martín, no soy una nena. Vamos que se hace tarde -sentencia mi hermana, sin dar lugar a réplica.
Salimos y subimos nuevamente a los autos como vinimos, Sol y yo en el jeep y Pablo con las otras chicas en el auto de él. Como el jeep tiene solo dos asientos no hay mucha posibilidad de discusión.
Llegamos al bar y tenemos una cena de lo más entretenida, en la que nos ponemos al día de nuestras vidas, parejas, trabajos, etc. Después de varios brindis y de consumir diferentes bebidas, ya estamos hablando tonterías y riendo más de lo necesario. Por suerte el bar comienza a bajar la intensidad de las luces y subir el volumen de la música, al tiempo que se va llenando de gente joven, que claramente no viene a cenar sino a bailar.
-No sabía que esto era también boliche -dice Sandra, visiblemente alegre.
-Mejor, vamos a bailar -contesta Cristina parándose y haciendo señas hacia la pista.
Las cinco chicas salen hacia el centro del lugar, donde ya hay un grupo importante de personas moviéndose al compás de la música.
Veo a Pablo con un gesto de preocupación raro en él, que si bien es un tipo serio, suele tener una calma que envidio.
-¿Qué te pasa? -pregunto sacándolo de su trance-. Te quedaste viéndolas como si algo te preocupara -le digo para explicar mi pregunta.
-Nada, están un poco tomadas, ¿no te parece mejor que nos vayamos a casa? -dice con evidente molestia.
-Para nada... Yo también me pienso ir a divertir, no seas amargado -respondo mientras me incorporo y me uno a las chicas.
Del otro lado de la pista, una rubia me sonríe y pienso que sin dudas, la voy a pasar más que bien.
Sol
-Acompañame al baño -pide Natalia, arrastrando las palabras.
La tomo del brazo y la dirijo hacia los sanitarios, donde la espero pacientemente para luego ayudarle a retocar el maquillaje, que hace tiempo se venía corriendo en su rostro.
-Gracias, hace tanto que no tomaba que estoy borracha con solo unas copas, que vergüenza -dice ella, para luego apurar el contenido de su vaso.
-No pasa nada, yo te cuido -contesto para tranquilizarla.
-Gracias hermanita. Te veo en la pista -dice saliendo, mientras me encargo de retocar mi rostro y acomodar mi ropa.
Viendo cómo venía la mano con el resto de las chicas decidí no tomar tanto, por lo que, aunque estoy un poco alegre, no es nada importante.
Salgo del baño y me choco contra un hombre, haciendo que el contenido de su vaso termine sobre su remera.
-Perdón, no era mi intensión -digo acelerada mientras intento limpiarlo con mis manos, sintiendo que su pecho está marcado y musculoso. Instintivamente freno los movimientos y lo miro a los ojos, para encontrarme con un morocho que me dedica una mirada lujuriosa, levantando una ceja.
-No te preocupes, pero podes seguir limpiando cuanto gustes -contesta en tono seductor.
Me río sin saber que contestar y parece notar mi nerviosismo, porque sigue hablando rápidamente.
-Damián, mucho gusto -sigue, pasándome la mano.
-Sol, igualmente -respondo sin mucha seguridad.
-No sos de acá, ¿no? -pregunta más como una afirmación.
-No, vinimos solo a pasar el fin de semana -contesto mientras giro para señalar a mis acompañantes. Cuando lo hago, veo a Pablo mirando fijamente hacia nosotros, y podría jurar que parece celoso, lo cual me desconcierta aún más.
Desde la tarde lo noto muy extraño, no quisiera ser engreída, pero por momentos parece que me quiere comer con la mirada. Quizás son solo mis deseos proyectando una falsa realidad, después de todo, la primera persona en quien pensé con intenciones sexuales en mi vida, fue en él, pero como siempre pareció tan distante, tan inalcanzable, jamás se me pasó por la cabeza la posibilidad de que advirtiera mi existencia como algo más que una nenita molesta.
Hasta hoy, que pareció notar que de niña ya no tengo nada.
-¿Qué te parece? -escucho preguntar al morocho, y recién entonces me doy cuenta que me quedé hipnotizada en la mirada de Pablo, mientras el muchacho me seguía hablando.
-Sí, si... genial -digo para salir del momento-. Permiso, me están llamando -miento mientras camino hacia la mesa, donde parece que van a brindar una vez más.
Cuando llego Pablo se para y me toma del brazo.
-Nos vamos -dice con tono enojado.
Miro al resto y veo que están brindando, sin la más mínima intención de irse.
-¿Por qué? -pregunto soltándome de su agarre y comenzando a enojarme.
-Porque me quiero ir y no entran todos en un solo auto. Te toca irte conmigo -responde decidido, mientras vuelve a agarrarme del brazo.
-Me voy sola, si ese es el problema -contesto cada vez más enojada.
-¿Sola? -pregunta en un tono que no logro descifrar-. ¿O será con tu amigo que estabas hablando?
Lo miro sin entender, quizás sí fueron celos lo que vi en sus ojos hace unos minutos. Siendo sincera, pensaba irme en un taxi, pero siento la necesidad de probar lo que está pasando con este cambio en él.
-Podría ser. ¿Cuál es el problema? -pregunto expectante.
Veo su mirada arder y aprieta la mandíbula mirando para todos lados, como buscando la respuesta en algún lugar.
-Es muy grande para vos -dice finalmente, sin mirarme.
Si piensa eso es evidente que estoy confundida, no puede estar pensando en mí de otra forma más que como una nena, si piensa que ese hombre es muy grande para mí. Lo busco con la mirada y encuentro al morocho bebiendo en la barra con otro chico. Es evidente que tiene aproximadamente la misma edad que Pablo, o incluso menos.
-Me gustan mayorcitos -digo, poniendo a prueba su versión.
Lo veo moverse nervioso y suspirar.
-Por favor, es una zona complicada, no puedo dejar que vayas sola, con un desconocido que encima está tomando alcohol -habla esta vez sin enojo, con una actitud mucho más de pedido que de imposición, que logra aflojar mi decisión.
-Está bien -cedo finalmente y me encamino hacia la salida del bar.
Salimos del lugar y el frio de la noche me hace temblar. Lo veo sacarse el sweater, y al hacerlo se le sube también un poco la camisa, dejando ver un abdomen muy marcado, que me recuerda lo mucho que este hombre me gustó desde siempre. Cuando termina de sacarse el abrigo se acomoda la camisa y tiende su mano hacia mí, para que me lo ponga. Le agradezco con una sonrisa y me lo coloco sin dudar.
Subimos ambos al jeep y no puedo apartar mi vista de él. Sus brazos se tensan cuando coloca los cambios del aparato que, por el modelo particular, demanda más fuerza de lo normal y quizás motivada por el alcohol, decido poner a prueba las posibles reacciones que creí ver en él durante el día.
Levanto las piernas, poniendo los pies sobre la parte delantera del vehículo, dejando mis piernas expuestas, que con los tacos y lo corto del short, dan una visión de lo más sensual.
Lo veo repasar mis movimientos y, efectivamente, desliza su mirada a lo largo de mi piel desnuda, para luego llegar a mis ojos con una clara expresión de molestia.
-Baja los pies de ahí –ordena ofuscado.
-¿Por? -pregunto con fingida inocencia.
Suelta el aire de sus pulmones y mira al costado, mordiendo la uña de su pulgar. Es evidente que nuevamente no sabe cómo contestar.
-Es peligroso -se limita a decir.
-¿Pensás chocar contra la nada misma? –indago risueña, señalando el camino completamente vacío.
-No, pueden haber animales. Además ensucias el auto -agrega con soltura.
-A Martín no le importa -sigo desafiante, mientras acomodo mis piernas en otra pose, cruzando una sobre la otra, para darle otra visión igual de interesante.
Mira mis movimientos de reojo y lo veo apretar los labios y seguir atacando su dedo. Miro disimuladamente su entrepierna y la oscuridad no me deja afirmarlo, pero me parece advertir su miembro más voluptuoso de lo normal.
-Vos tenes treinta años, ¿no? -pregunto para confirmar.
-Sí. ¿Por? -consulta sin apartar la vista del camino.
Miro su nariz recta, con sus labios finos pero bien formados, que combinan a la perfección con sus llamativos ojos celestes, y pienso que, sin dudas, es el más lindo de su familia.
-Porque esta arruga te va a hacer parecer viejo muy pronto si no cambias de actitud -le digo acercándome a él y tocando su frente, señalando la arruga del entrecejo, que se le forma cuando se enoja.
Se mueve nervioso ante mi contacto y me hace soltar una sonora carcajada.
-Habló la que tiene un humor hermoso -dice desafiante.
-¿Qué tenés que decir de mi humor? -pregunto ofendida.
Por primera vez en todo el viaje me mira directamente a los ojos, con mucho asombro en su expresión.
-¿De verdad me lo estás preguntando? -dice en tono jocoso.
-Sí -contesto con firmeza, cruzándome de brazos.
-Bueno, que conste que vos preguntaste. Quizás no te das cuenta, pero, al menos con nosotros, parece que estuvieras enojada todo el tiempo, como si cualquier mínimo detalle te sacara tus casillas, pareces estar siempre irritada y molesta -responde con soltura.
Me quedo mirando hacia el camino, pensando que es una descripción bastante horrible y parcial. Es verdad que con ellos no me siento la persona más feliz del mundo, pero justamente durante la cena pensé que la habíamos pasado bien y había sido diferente, además de que actualmente tengo bastante derecho a estar enojada con la vida, cuando mi novio me fue infiel y tuve que terminar una relación que pensé que sería eterna.
-Perdón, ¿te enojaste? -pregunta con preocupación, luego de algunos minutos de silencio.
-No, no me enoje -digo mientras bajo del vehículo, aprovechando que finalmente llegamos.
Camino rápidamente hacia la casa y él me sigue unos pasos detrás. Cuando finalmente entramos vuelvo a escuchar su voz.
-¿Ves? A eso me refiero, con ese humor también vas a envejecer pronto -dice en tono calmo.
Me freno en seco a los pies de la escalera y giro para decirle lo que pienso de frente.
-No tenes ni la menor idea de mi vida, de lo que me pasó o está pasando, o de los motivos que pueda tener para estar así, te limitás a juzgarme y hablar de mí como si me conocieras -digo más enojada de lo que querría-. Pero vos no me conoces. Nosotros no somos nada. Vos sos el hijo de mis padrinos, amigo de mis hermanos y algo como sobrino de mis papás, pero de mí no sabes nada -cuando termino de hablar me doy cuenta que avancé hacia él y ahora estamos muy cerca, tanto que puedo ver su pecho respirar agitado y al mirarlo a los ojos, esa misma tensión que sentí durante la tarde se hace más presente.
Gracias a los zapatos de taco que llevo puestos, nuestros rostros están más cerca que de costumbre y me doy cuenta que estoy deseando que me bese, que me tumbe en el sillón y me haga suya sin rodeos, pero por el contrario, se gira y camina hacia la cocina, para abrir la alacena y sacar un vaso, en el cual comienza a servir agua.
El odio me invade y miro hacia la mesa donde descansan las llaves del jeep y se me ocurre una idea. Tomo las llaves y salgo decidida.
A solo unos pasos siento su mano en mi brazo, que me detiene y me hace girar, para quedar de frente a él.
-¿Dónde vas? -pregunta enojado.
-No te importa -respondo intentando sin éxito que me suelte.
Me levanta en sus brazos de un solo movimiento y aunque en un primer momento intento zafarme, su perfume parece recordarme lo mucho que deseé siempre estar tan cerca suyo. Las veces que lo miré abrazar a sus novias, soñando con ser yo la que ocupara ese lugar, aunque entonces no era más que una niñita fantaseando con el chico más grande, con apariencia de príncipe.
Para mi sorpresa comienza a subir las escaleras y me baja recién adentro de mi habitación, sobre la cama, para luego pararse en el marco de la puerta, impidiendo la salida.
-No puedo creer que voy a tener que encerrarte en tu habitación para que no te escapes como si fueras una adolescente. Después pedís que no te veamos como una nena -dice ofuscado.
-¿No te das cuenta que el equivocado sos vos? ¿Que no tenés ningún derecho a encerrarme o prohibirme que salga? Yo vivo sola hace seis años, puedo hacer lo que quiera sin tu aprobación –ataco desafiante mientras me incorporo.
Suspiro y decido dejar de discutir, estando ya en mi habitación lo único que quiero es dormir, de todas formas mi noche ya está arruinada, así que me saco su abrigo y se lo extiendo hacia él.
-No importa. Ya ni si quiera me dan ganas de salir. Tomá, andate y listo -sostengo con firmeza, pasándole el sweater.
No se mueve, por lo que lo miro a los ojos y veo una vez más esa expresión en su rostro, que me hace dudar hasta de mi nombre. Sin más avanza unos pasos y cierra la puerta. Me quedo paralizada, sin poder reaccionar, deseando que no sea una ilusión, que de verdad este pasando.
Se acerca hacia mí y se coloca bien en frente, como si estuviera pidiendo permiso para seguir. Entonces decido tomar la iniciativa para demostrarle que esto es justamente lo que quiero. Me estiro hacia él y lo beso, mientras coloco una mano en su nuca, atrayéndolo hacia mí.
Responde sin dudar, llevando una de sus manos a mi cintura y la otra a mi espalda y profundizando el beso con su lengua, que mueve como un experto en mi interior. Puedo sentir su entrepierna dura contra mi centro y sin preámbulos le abro la camisa rompiendo los botones, dejando a la vista su torso perfectamente trabajado. Acaricio sus hombros y su espalda mientras él baja con su boca por mi cuello, recorriendo mi tersa piel.
Me apresuro a sacarme la remera, dejando mis pechos al aire, para que pueda disfrutarlos, y entonces él me empuja, haciéndome caer de espaldas sobre la cama, para ponerse sobre mí y comenzar a besar mis pezones.
Llevo mis manos a su cinturón y lo abro, siguiendo con el botón y el cierre. Él sigue concentrado en darme placer, y mientras besa uno de mis pechos masajea el otro, pellizcando delicadamente, haciéndome ver las estrellas.
Me apresuro a quitar también mi short, y cuando lo hago él termina de remover su pantalón y su bóxer, dejando a la vista su miembro, que es aún más grande y grueso de lo que esperaba.
Sin preguntar baja a mi entrepierna y comienza a lamer mi centro a través del suave encaje que separa su lengua de mi piel, el tacto de la tela sumada a su acción me hace tensar toda la zona y siento el orgasmo cada vez más cerca. Como si lo supiera, se apresura a sacarme la prenda e introduce dos dedos en mi interior, para retomar la succión y fricción de mi clítoris con su lengua, hasta que estallo sin reprimir los gemidos, aprovechando que estamos solos.
Recién entonces se levanta y se coloca sobre mí, mirándome a los ojos, mientras acerca su miembro a mi entrada.
-Desde que bajaste del auto no puedo pensar en otra cosa más que en hacer esto -dice mientras me invade de un solo movimiento, haciendo que mi espalda se arquee y gima nuevamente.
-Yo lo pienso desde que tengo catorce -digo con un hilo de voz, sin pensar.
Él no parece escucharlo, porque sin contestar comienza a moverse sobre mí, haciendo que su masculinidad llegue hasta lo más profundo de mí ser. Sus movimientos son perfectos, con la fuerza e intensidad justa para hacerme enloquecer, pero quiero sentirlo todavía más, así que rodeo su espalda con mis piernas haciendo que con cada estocada, la fricción sea aún mayor.
Cuando siento que comienza a aumentar la rapidez de sus movimientos decido que no quiero que todo termine aún, por lo que me escabullo y lo hago girar, para quedar boca arriba, me tomo un instante para admirar su miembro erecto y lubricado, esperando por mi cuerpo, para luego sentarme sobre él y comenzar a moverme lentamente. Lo veo suspirar y cerrar los ojos, disfrutando de la sensación y el cambio de ritmo, pero justo cuando lo tengo completamente entregado, acelero los movimientos haciendo que abra los ojos nuevamente y me mire sorprendido. Lleva sus manos a mis senos y los acaricia, para luego pasarlas a mis muslos, que aprieta y masajea mientras me muevo sobre él, hasta que finalmente lo siento latir en mi interior y me dejo llevar por el placer, disfrutando de un intenso orgasmo, que me deja más feliz de lo que recuerdo haber estado en mucho tiempo.
Escucho unos golpes en la ventana y me despierto de un susto, sin saber dónde estoy.
Miro a mi alrededor y me encuentro con que estaba durmiendo sobre el pecho de Pablo. Las imágenes de anoche me atacan y no puedo creer todo lo que pasó. Entonces otro nuevo golpe en la ventana me termina de sacar de la ensoñación y me apresuro para acercarme a mirar.
Abajo veo a mi hermano y las chicas gritando y bailando visiblemente borrachos, mientras tiran piedras hacia la ventana, sin lograr dar con el vidrio en casi ningún momento. Miro la hora, son casi las seis de la mañana, lo que explica que este comenzando a amanecer.
Despierto a Pablo a toda velocidad y me coloco una bata para bajar a abrirles. Pablo se despierta y, sin entender mucho, sale de mi cuarto y se dirige al suyo, mientras yo bajo las escaleras.
Abro la puerta y los cinco gritan eufóricos agradeciendo, diciendo algo de los osos del bosque y los tequilas de más.
Los ayudo a acomodarse en sus camas y vuelvo a la mía, donde al acostarme siento el perfume de Pablo en la almohada y me duermo sonriente, pensando en que al venir a este viaje jamás me imaginé como terminaría.
Antes de dormirme tomo mi teléfono y escribo un mensaje a Luna, mi mejor amiga.
-No vas a poder creer con quien me acosté anoche. Cuando te lo cuente te morís.
Sin esperar la respuesta me duermo nuevamente, con el aroma masculino más sabroso que haya conocido.