Sol
El frío me invade sorpresivamente y despierto de mi plácido sueño sin entender el motivo de mi cambio de temperatura, todavía no logro si quiera abrir los ojos cuando escucho la voz de mi hermano retumbar en mis oídos.
-¡Arriba! Se terminó el descanso, tenemos que salir que llegamos tarde -dice animado mientras abre las cortinas de mi inmenso ventanal, dejando la luz ingresar sin filtros.
-¿Ir a dónde? -pregunto desorientada- ¿Se puede saber cómo entraste? -increpo cuando mis neuronas comienzan a procesar que de alguna manera él llegó a la habitación del departamento donde vivo sola.
-Con la llave de mamá. Dale, prepará tus cosas que vamos a la cabaña y tenemos que estar cuanto antes -habla con ansiedad, mientras toma un bolso de mi placar y lo tira sobre la cama, al lado de mis pies, para luego salir de mi habitación.
Suspiro pensando en qué bicho le habrá picado ahora a mi familia, que últimamente están tan motivados con los planes en conjunto. Pienso por un momento y decido que no me vendrían mal unos minutos más de sueño, por lo que me giro, colocando la almohada sobre mi cabeza para evitar la luz, y me duermo con rapidez.
-¡¿En serio?! -escucho a mi hermano gritar unos breves minutos después, y noto que ahora su tono va pasando al enojo, por lo que me siento en la cama, dispuesta a mostrarle que no es el de peor carácter entre los dos.
-¿Qué te hace pensar que voy a salir corriendo de la cama solo porque me mires con cara de ogro? –pregunto ofuscada.
-Dale Sol, no seas tan complicada por favor, nos tenemos que ir, es algo familiar importante -anuncia mientras comienza a sacar remeras y shorts y guardarlos en el bolso.
Antes de que siga haciendo un desastre con mi ropa decido pararme y hacerlo yo misma.
-¿Puedo preguntar al menos para que vamos? ¿O solamente tengo que cumplir con lo que piden sin que si quiera me avisen con tiempo? –me quejo mientras devuelvo las prendas que él estaba guardando y coloco en su lugar ropa más apropiada para un fin de semana en la cabaña.
-Nadie sabe bien, la semana pasada papá, mamá y los tíos nos avisaron que este fin de semana teníamos que ir si o si todos a la cabaña para definir algo familiar importante, y bueno, el día llegó -dice desentendido de la afirmación que acaba de hacer.
-¿La semana pasada? -pregunto incrédula.
-Sí -contesta con liviandad.
Suspiro fuertemente, dejando el bolso a medio armar en una silla y vuelvo a la cama, para taparme hasta el cuello y seguir durmiendo.
-¿Qué haces? -increpa Martín sin entender.
-Claramente no era una invitación para mí, ustedes lo saben hace una semana pero a mí nadie me avisó, así que me quedo, que les vaya bien -digo mientras vuelvo a poner la almohada sobre mi cabeza.
-Si no hubieras estado tan ortiva como siempre te hubieras enterado, pero desde año nuevo estas encerrada o salís, no vas a lo de mamá ni para cenar los viernes, no es culpa de ellos que no te hayas enterado -ataca sin saber que desde año nuevo vengo lidiando con el dolor de haber terminado con mi novio por su infidelidad.
-Bueno, no te lo voy a discutir, es culpa mía por ser como soy, y justamente por eso no van a extrañar mi presencia -sentencio sin sacar la cabeza de debajo de la almohada.
Siento que mi cuerpo es arrastrado por el colchón y no puedo evitar gritar ante la sorpresa.
-¿Qué haces? -pregunto cuando siento que Martín me alza en su hombro y toma el bolso, llevándome hacia la salida a cuestas-. ¡No guardé mis zapatos, falta mi cepillo de dientes...! -voy diciendo mientras intento bajar sin éxito.
-Jodete por pesada -manifiesta mientras me deposita en el jeep y al menos agradezco que justamente hoy dormí con pijamas y no camisón.
Antes que pueda escapar hacia mi departamento él sube a su asiento y arranca el auto, y yo no puedo evitar sonreír al ver su infantil gesto de victoria.
-¿Ves que no era tan difícil hermanita? Relaja un poco y vamos a pasarla bien -dice con su hermosa sonrisa y le devuelvo el gesto, pensando que podría ser una buena idea cambiar de ambiente unos días, lejos de Agustín y sus permanentes insistencias.
Pablo
-¡Llegamos! –grita emocionada Natalia desde el asiento del acompañante, mientras Marina, Sandra y Cristina dan grititos desde el asiento de atrás.
Sonrío pensando que a pesar de la edad siguen pareciendo las mismas adolescentes con las que tantas fiestas compartí.
-¿Martín no llego aun? -consulta Cristina, mientras vamos bajando del auto, y caminando hacia la cabaña.
-No, tenía que buscar a Sol -contesta Marina.
Acomodamos nuestras cosas, ellas cuatro en una de las habitaciones del sector izquierdo, donde hay tres dormitorios con camas individuales, y yo en otra más alejada, del sector derecho, donde hay otros tres cuartos, pero con camas matrimoniales. Luego de instalarnos salimos al jardín para sentarnos en la mesa del patio a tomar un jugo natural, que Sandra se encargó de preparar.
Estamos muy animados conversando, cuando vemos el jeep de Martín entrar por el camino hacia la casa. Al estacionar, baja del asiento del acompañante una mujer, vestida con un conjunto de pijama de seda de short muy corto y blusa de tiras escotada. No puedo evitar que mi instinto sexual responda frente a la visión de ese cuerpo de curvas marcadas que no logro reconocer, hasta que mis ojos llegan al rostro y me alarmo al entender que se trata de Sol. Inmediatamente aparto todos los pensamientos eróticos que su atuendo me había provocado y me castigo mentalmente por haberla mirado con esos ojos.
-¿Qué hace Sol de pijama? -pregunta Marina desorientada.
-Vaya uno a saber -contesta Sandra.
-¡Veo que comenzaron sin nosotros! -dice Martín con fingido reproche mientras toma uno de los vasos y le da un sorbo-. Qué asco, esto no tiene vodka -recrimina con un gesto de desagrado y todos reímos.
Veo que Sol se acerca caminando unos pasos detrás de Martín, pero antes de llegar, sin si quiera saludar, gira y va hacia la cabaña.
-¿Y ahora qué le pasó? -pregunta con enojo Natalia.
-¿Por qué vino de pijama? -sigue Sandra.
Martín levanta los hombros en señal de no saber, pero contesta con soltura.
-La tuve que traer a la fuerza, no quería venir –confiesa con gesto inocente.
Observo un poco la escena y me parece entender por qué pudo haberse ido. Martín ocupó el último lugar en la mesa y no quedan sillas disponibles. Miro hacia la cabaña y la veo a través de la ventana de la cocina, moviéndose en el interior.
-Ya vengo -digo mientras camino hacia allí, con la intensión de acercar una silla e invitarla a acompañarnos.
Al ingresar la veo estirada, en puntitas de pie, intentando llegar a algo que evidentemente esta fuera de su alcance. No puedo evitar notar que por lo corto del short sus muslos sobresalen por debajo y una vez más me odio por estar viéndola de esta forma.
Me acerco y le alcanzo el frasco con facilidad gracias a mi altura y le sonrío mientras se lo entrego.
-Gracias -dice bajando la mirada, con un dejo de frustración.
-De nada -contesto mientras me recuesto por la mesada cruzando los brazos, sin poder sacar los ojos de ella-. ¿Cómo estás? -pegunto con verdadero interés, presintiendo que algo no anda bien.
La veo dudar antes de responder y eso aumenta mi intriga.
-Bien. Gracias -contesta mientras comienza a cortar una banana y tirar los pedazos en la licuadora.
-Voy a llevar una silla más así entramos todos, terminas eso y vas, ¿no? -pregunto más como una afirmación, mientras comienzo a irme hacia la mesa, a buscar uno de los asientos.
-No -contesta con decisión, sin si quiera mirarme.
Giro y vuelvo a mi lugar, estoy a punto de hablar, justo cuando prende la máquina.
Me enoja su actitud, por lo que apago el artefacto y apoyo mi mano en la mesada, limitando su paso hacia allí, para que no pueda volver a iniciarlo.
-Si no te pasa nada creo que no tenes motivo para portarte así -digo mientras la miro desafiante. Veo que levanta sus ojos hacia mí y por primera vez me mira con verdadera atención.
Algo en su mirada me hace sentir incómodo, como si me estuviera observando con un interés muy particular.
-¿Cómo me estoy portando? -responde imitando mi tono mientras se cruza de brazos, haciendo que sus pechos se junten y sobresalgan aún más por el escote, lo que me obliga a apartar la vista con nerviosismo.
-Como una nena enojada -contesto con énfasis en la palabra nena, esperando que capte la indirecta de cómo la veo... o como debería verla, al menos.
-Mira vos... Bueno, esta nena enojada no tiene ganas de ir afuera con los viejos, así que déjame terminar mi licuado y anda con tus amiguitos, ¿dale? -ataca con enojo, mientras vuelve a la mesada, acercando su cuerpo hacia la licuadora, aunque mi brazo sigue intentando entorpecer su paso sin éxito.
Cuando su piel roza mi brazo lo aparto instintivamente y me alejo, sin dejar de pensar en qué podrá tenerla con ese humor tan malo, siendo tan joven e indudablemente hermosa. Escucho que la licuadora arranca y me sonrío pensando que evidentemente la adolescente callada que conocía se transformó en una mujer con un carácter difícil de domar.
-¿Hace cuánto no nos veíamos? -pregunto intentando cambiar de tema.
Ella parece sorprenderse con mi pregunta y se gira apagando el motor de la licuadora.
-¿Qué dijiste? –pregunta con una expresión de duda.
-Pregunté hace cuánto no nos veíamos... -repito lentamente las palabras.
-No sé -contesta mientras parece calcular mentalmente-. Creo que nos vimos en navidad el año pasado -dice sin mucha convicción.
-No, yo esa navidad la pasé con mis abuelos. ¿En el aniversario de mis papás? -pregunto recordando la fiesta que habían dado hace un año y medio, donde estuvo toda la familia.
-Tampoco, yo estaba de intercambio -contesta ella pensativa.
-¿Dos años entonces? -pregunto intentando recordar esa navidad.
-Me parece que, por lo menos, tres -responde mientras recorre mi cuerpo con la mirada, haciéndome sentir incómodo, especialmente por la tensión que comienza a ser cada vez más palpable.
-¿Voy a tener que llevarte alzada de nuevo? -escucho quejarse a Martín a mis espaldas y el ambiente que se había generado se corta en solo un instante.
-No sé para qué quieren que vaya si nuestros papás todavía no llegaron. ¿No dijiste que teníamos que estar todos? -pregunta Sol mientras comienza a volcar el contenido de la jarra en un vaso.
-No, ellos no vienen -responde Martín y tengo que contener la risa que me genera ver la expresión de odio que su hermana le dirige.
-Eso es muy injusto, ellos pudieron elegir no venir y yo no, ¡que traidores! -se queja con énfasis y definitivamente no puedo evitar reírme ante su molestia, más aún cuando al escuchar mi risa ella se gira hacia mí y me fulmina con la mirada.
-¿Tanto te molesta pasar un fin de semana con "los viejos"? -pregunto divertido.
-Sí, tantísimo -responde con seguridad.
-Bueno, deja de hacer berrinches y vamos, sino te alzo y listo, vos elegí -vuelve a interceder Martín, y no puedo evitar pensar en la imagen de ella siendo cargada, dejando al descubierto más de lo que mínimamente pude apreciar hace unos instantes.
Para mi suerte ella golpea el piso con el pie derecho pero toma su vaso y sale hacia el patio, de camino agarra una silla y me apresuro a sacársela de las manos para llevarla yo. Me mira sorprendida pero me limito a sonreír y caminar más rápido, para que no pueda discutirme, como evidentemente le gusta hacer.
Llegamos a la mesa del jardín y coloco la silla para ella al lado de la mía.
-Bueno Soly, ¡al fin llegaste! -dice Sandra con entusiasmo.
-No me llamo Soly, me llamo Sol, Sandra -responde la ogrita de cabello dorado mientras fulmina a mi hermana con la mirada.
-Ay es de cariño, no seas mal educada -intercede Natalia.
-Bueno... ¿Vamos a lo importante? -dice con entusiasmo Marina.
Cristina se aclara la garganta y todos la miramos expectantes.
-Esto... -dice mi hermana moviendo un sobre entre sus manos-. Es una carta que nuestros papás pidieron que abriéramos ahora, acá, los siete juntos.
Mi intriga comienza a aumentar ya que no esperaba tanto suspenso en este encuentro familiar.
-Abrilo entonces -afirma ansiosa Natalia y todos asentimos.
Cristina abre el sobre y saca un pen drive.
-¿Qué mierda? -dice Sol y todos reímos ante su expresión de desconcierto, que compartimos.
-Voy a traer mi notebook -comenta Sandra mientras corre hacia la cabaña.
A los pocos minutos regresa con el aparato ya abierto y coloca el dispositivo, para luego volverlo hacia nosotros, mostrando el contenido. Se trata de un video, en el que, a juzgar por la imagen inicial, hablarán nuestros cuatro padres.
Nos acomodamos intrigados y Sandra toca el botón para iniciarlo.
-¿Estará grabando? -pregunta mi padre, mirando la pantalla con gesto de preocupación.
-Si Alejandro, ahí se ve que están corriendo los numeritos -responde mi tía con impaciencia.
-Bueno, no tengo el anteojo para ver de lejos, no te hagas la loca que vos ves solo porque te operaste -increpa mi padre nuevamente y todos reímos ante la interacción que estamos presenciando.
-Dale Carlos, comenzó, que pasa el tiempo -apura mi mamá a mi tío.
-Bueno... Hijos... Pablo, Martín, Sandra, Marina, Natalia, Cristina y Soly -dice mi tío, y todos miramos a Sol instintivamente mientras nos reímos a carcajadas. La veo rodar los ojos y me dan ganas de probar varias formas de sacarle ese mal humor. Me reprimo una vez más y vuelvo mi vista hacia la pantalla-.
Los reunimos ahí porque creemos importante que estén todos juntos cuando les demos esta noticia... Somos swingers -dice mi tío muy serio y todos reaccionamos ante sus palabras, hasta que mi mamá y mi tía comienzan a hablar enojadas y golpearlo con almohadones, mientras mi papá se ríe estruendosamente. Ninguno de nosotros se ríe, más bien nos miramos con preocupación, rogando que verdaderamente sea una broma.
–Eso sí que sería lo último que haría en mi vida -dice mi mamá muy segura.
-Sí, sin dudas -afirma mi tía.
-Hablando en serio -toma la palabra mi papá, ya que mi tío se sigue riendo de su broma-. Este año dejaremos la empresa en sus manos -esta vez no hay risas, sino que los rostros de los cuatro reflejan seriedad y hasta preocupación-. Nos honra mucho que todos, aunque sea en ramas diferentes, hayan seguido caminos vinculados en algún punto con nuestra industria, y creemos que es momento de que tomen las riendas como corresponde.
-Ahora que Sol también es profesional, y los siete están en condiciones de iniciar su vida laboral, queremos disfrutar del trabajo cosechado en toda la vida -dice mi tío retomando la seriedad.
-Ustedes saben que siempre van a contar con nosotros, pero esperamos que puedan comenzar a emprender vuelo, sabiendo que están más que listos para hacerlo -sigue mi tía, mientras mi mamá llora en silencio, sin poder hablar.
Los tres la miran, pero ella hace un gesto de que no puede y mi papá la besa en la frente y habla por ella.
-Así que queremos pedirles que se pongan de acuerdo para organizar los departamentos de la empresa. Obviamente no nos iremos de un día para el otro, pero queremos comenzar a delegar para poder concluir el proceso cuanto antes.
-Nos hace muy felices que ustedes se consideren primos o quizás hasta hermanos, pero ser socios no es lo mismo, requiere mucha claridad en los acuerdos y un altísimo nivel de compromiso y confianza, así que por favor, tómense esto en serio -finaliza mi papá.
-Y disfruten ese lugar hermoso y diviértanse, como hicieron siempre. Los amamos -termina mi tía apresurada, antes de que la imagen se ponga negra y el video finalice.
Los siete nos quedamos en silencio e inconscientemente comienzo a morder la uña de mi pulgar, como siempre que los nervios me invaden. De todos, yo soy el mayor, el que hace más tiempo está en la empresa y el que mejor conoce los desafíos que nos esperan, así que naturalmente, todos me miran expectantes. Todos menos Sol, que sigue mirando la pantalla fijamente.
La veo pararse de la nada y caminar hacia el aparato y me pregunto que estará haciendo. Mueve el cursor y ve que hay otro video, por lo que le da reproducir.
Esta vez aparecen solo mi papá y mi tío y se los puede ver vestidos diferente, por lo que es obvio que lo grabaron en otro momento.
-Dale habla, ahí está -dice mi tío ansioso hacia mi papá.
-Esta parte es sorpresa para sus mamás... Queremos que organicen un almuerzo formal en el club, bien del estilo que a ellas les gusta, pero sin que se enteren -habla serio mi padre.
-Esa suele ser la definición de algo sorpresa -bromea mi tío, recordándome una vez más a Martín, su hijo que tanto tiene de él.
Mi padre lo mira con impaciencia y sigue hablando hacia la cámara.
-Lo único que les pedimos es que busquen una fecha en que estén todos, para nosotros es verdaderamente importante su unión. Chau -dice mi papá enigmático.
-Hay que cortar esto parece -agrega mi tío acercándose a la cámara.
-¿Y cómo es? -pregunta mi papá intrigado, colocándose junto a él.
Sus caras de desconcierto en primer plano son muy graciosas y todos comenzamos a reír, hasta que finalmente la imagen se pausa y el negro vuelve a aparecer. Sin darme cuenta me encuentro mirando a Sol, que por primera vez en la tarde ríe sin reparos, al igual que el resto de nosotros.
No puedo evitar notar lo mucho que me gusta verla reír, y las palabras de mi papá vienen a mi mente "Nos hace muy felices que ustedes se consideren primos o quizás hasta hermanos". Automáticamente me siento un pervertido por pensar en ella como algo tan diferente a esos conceptos.
-Que bomba -dice Martín con una seriedad poco habitual en él.
-Yo soy traductora de inglés, ¿alguien me explica que vínculo le ven a eso con la empresa? -pregunta Sandra muy preocupada.
Martín, Sol y yo reímos y me sorprendo al notar que ella evidentemente entiende lo tonto de la pregunta de mi hermana, por lo visto sabe o se imagina que una traductora de inglés es personal esencial en negocios como el nuestro.
-Tenemos una traductora, una licenciada en marketing, una diseñadora gráfica, una abogada, un contador, un administrador de empresas... -va diciendo Cristina mientras recorre la mesa enumerando las profesiones sin dudar, hasta que llega a Sol y no sabe que decir. Mira a sus hermanas y ambas parecen dudar.
Miro a Sol intrigado, esperando que nos saque de la duda, pero ella parece estar disfrutando del momento. Es evidente que está dejando en claro un punto... Todos sabemos de las vidas de los otros, menos de la de ella. Por un momento me entristece pensar que ni sus hermanos lo sepan, pero recuerdo la diferencia de edades y deduzco que es bastante normal, después de todo, cuando ella comenzó la universidad sus hermanas ya la estaban terminando.
-¿De qué te recibiste Sol? -pregunto poniendo fin al silencio.
-Soy maestra jardinera. Podemos poner una guardería en la empresa -responde con seriedad y todos nos mantenemos en silencio, esperando que diga que es una broma, pero no lo hace.
-Vos estudiaste algo de empresas, no sé si administración, recursos humanos, contabilidad, pero alguna de esas cosas era... -afirma Natalia.
-Es verdad, era algo de eso -apoya Marina.
-Siempre complicando las cosas Soly, si hubieras estudiado en la misma Universidad que nosotros lo sabríamos, pero no, ella tenía que ir a estudiar a la otra punta del país -afirma Martín.
-Sol... Sol... No es tan difícil, es una "y" de menos nada más -dice ella con enojo por el apodo, que nuevamente usó Martín.
-Bueno. ¿Podes contarnos de que te recibiste? -apuro intentando cortar la pelea de hermanos.
-Administración de empresas y recursos humanos -afirma con tranquilidad.
-¿Ambas, entonces? -pregunto disimulando lo mejor posible mi sorpresa.
-Sí, así como la ves es una nerdcita -se burla Natalia y las cuatro chicas se ríen.
Veo que a Sol no le gusto la broma, pero simplemente suspira y baja la mirada.
-Entonces vos vas a trabajar con Pablo y conmigo -dice Martín, y por un momento me pongo a pensar en cómo será estar obligado a verla a diario, sin dudas necesito disipar mis pensamientos inapropiados cuanto antes.
-No -afirma Sol con mucha seguridad y me giro a mirarla.
La veo apretar el borde de la silla tan fuerte que los nudillos de sus dedos están blancos.
-¿Cómo que no? -pregunta Sandra con preocupación.
Sol levanta la mirada y nos mira a todos, uno a uno.
-Yo no pienso trabajar con ustedes -dice con mucha decisión, dejándonos a todos mudos.
-¿Qué te hicimos? -increpa Cristina.
-No me hicieron nada -responde Sol con calma. Se acomoda en la silla y toma aire antes de comenzar a hablar-. No quiero hacer reproches ni pelear, pero sinceramente, crecer con ustedes fue una tortura -dice en forma pausada y todos nos callamos y la miramos atentamente esperando que siga-. Ustedes seis son amigos, crecieron juntos, se quieren, en cambio yo siempre estuve de más, nunca fui parte de sus vidas -relata sin emoción-. Cuando yo comenzaba a tener edad para jugar, ustedes ya estaban saliendo, cuando yo comenzaba a salir, ustedes ya estaban estudiando para los finales, cuando yo estudié para los finales, ustedes ya estaban trabajando... -sigue sin impacientarse-. No digo que haya sido su culpa, pero ustedes compartieron la vida, yo no, yo estuve siempre sola. Y no intenten disimularlo, porque este fin de semana es solo una muestra más de eso, cuando todos ustedes lo sabían hace una semana, yo me enteré hoy -dice sin enojo, pero con seriedad.
Los siete nos quedamos en silencio y yo no consigo alejar mi vista de esos hermosos ojos miel, que reflejan un dejo de tristeza.
-Yo quiero irme del país, no me voy a quedar en la empresa ni tengo intenciones de cambiar mis planes por las ideas románticas de nuestros papás –afirma Sol, y me siento decepcionado de pensar que probablemente la idea de verla todos los días no solo me preocupaba, sino que en algún punto me hacía ilusión.
Los demás mantenemos el silencio, mientras vemos que ella se para y camina hacia la casa. Veo que Natalia se seca una lágrima que rueda por su mejilla y Marina la mira con preocupación.
-Fuimos unas hermanas de mierda -afirma Natalia en tono bajo.
-Sí, bastante -dice Martín.
-Habló el hermano del año -ataca Marina.
-Bueno basta, lo último que necesitamos es que peleen ustedes también -digo con seriedad y todos me miran.
-Deberías hablar con ella -me dice Cristina.
-¿Yo? ¿Por qué yo? -pregunto rogando que no hayan advertido mi forma de mirarla.
-Sos el único al que no le ladró hasta ahora -completa Sandra.
-Es verdad. Te toca sacrificarte por el equipo -sentencia Martín y todos se ríen sin mucho entusiasmo.
Busco una buena excusa para negarme, pero finalmente no la encuentro, así que me paro y voy en su búsqueda.
Al ingresar a la casa escucho movimientos en la planta alta, por lo que subo, suponiendo que estará ahí. Sigo los sonidos, que me llevan justo hasta la habitación que se encuentra frente a la que ocupé yo, y la encuentro seleccionando ropa de su bolso.
-Ya era hora de que te vistas -digo intentando sonar gracioso.
Ella se gira sorprendida y me devuelve una mirada triste que me parte el alma.
-En un rato me buscan, venir en pijamas ya fue mucho, irme sería demasiado -responde mientras sigue buscando algo en el bolso.
-No te vayas -digo sin pensar y me arrepiento inmediatamente, al notar mi tono de súplica-. Necesitamos organizar todo entre los siete, vos escuchaste a nuestros papás -agrego intentando arreglar las cosas.
Ella se sienta en la cama y suspira. Su pelo dorado, largo y abundante cae tan lindo a los lados de sus pechos redondos y perfectos, que parece una pose pensada durante horas para una fotografía perfecta.
-Yo no tengo nada que ver con ustedes, lo único que haría sería arruinar su fin de semana... y también el mío -dice con resignación.
-Danos una oportunidad -pido mientras me acerco y me siento a su lado, aunque al instante me arrepiento, porque tenerla tan cerca, con una cama a nuestras espaldas me genera unas ganas terribles de convencerla de otra forma.
Ella me mira a los ojos y le sostengo la mirada, hasta que su visión baja hacia mi boca y siento que mi entrepierna comienza a latir, al ver que su pecho comienza a moverse con más rapidez. Me esfuerzo por no bajar la vista hacia su cuerpo pero siento que en cualquier momento mis fuerzas van a ceder.
Por suerte escucho pasos acercarse y los cinco huéspedes restantes de la casa entran como un torbellino en la habitación y se abalanzan sobre ella, apartándome de un solo movimiento de su lado.
Me incorporo y agradezco la interrupción, cada vez más preocupado por el rumbo que toman mis pensamientos cuando tengo cerca a esta mujer.
Miro la imagen y veo que mis hermanas y primos la están abrazando y diciendo que la quieren, que por favor no se vaya y que la perdonen.
Todos hablan al mismo tiempo y con tonos graciosos, que no parecen estar haciendo el efecto que esperan en Sol.
-Te prometo que no te robo más comida del plato -dice Natalia.
-Yo que no te abro la puerta del baño cuando te estas lavando los dientes -agrega Marina.
-Y que no te decimos más Soly -suma Cristina.
-Bueno, eso va a costar, hasta a tu papá le sale sin querer -confiesa Sandra y todos nos reímos.
-No le voy a decir Simón a Agustín -dice Martín, y una punzada de celos se instala en mi estómago.
¿Celos? Pienso inmediatamente. Estoy de novio desde los 18 años con la misma persona y jamás, en más de diez años, sentí celos. Pero, ¿Quién es ese Agustín? ¿Y porque a ella le molestaría que le pongan otro nombre?
-¿Si les digo que si me sueltan? -contesta Sol, visiblemente incómoda.
Todos la sueltan y se paran victoriosos.
-Ya me están viniendo a buscar, pero en serio, gracias, no hacía falta, yo les juro que sé que nada de lo que dije es por maldad de su parte -dice con sinceridad y sin tono de reproche.
-No, no te están viniendo a buscar, ya le dije a Luna que no se le ocurra aparecer por acá porque no la vamos a dejar entrar, ni a vos salir -afirma Martín con superioridad.
-Mentira, si ni tenes el teléfono de Luna -ataca Sol con seguridad.
-Tengo, me llamaste de su número cuando se les quedó el auto el verano pasado, ¿te acordas? -contesta victorioso.
-Te odio –reprocha Sol, con ofuscación.
-Bueno. Se está haciendo de noche, ¿vamos a comprar cosas para la cena? -sugiero para salir del momento.
-¿Y si salimos a cenar? -propone Martín.
-Podríamos ir a ese bar del pueblo... "El Puente" -acompaña Sandra.
-Perfecto, me encantó -suma Cristina.
-Al fin me voy a vestir -afirma Sol, y todos reímos.
Vamos saliendo de la habitación y Natalia se gira hacia Sol nuevamente.
-En nuestra habitación sigue habiendo una cama libre... ¿Por qué no venís con nosotras? -pregunta con timidez.
-No, todo muy lindo, si quieren podemos ser una familia feliz, pero no me copa ni un poco compartir habitación, prefiero la cama de dos plazas solo para mí -dice ella con seguridad, sin dar lugar a réplica.
-En una hora salimos, no se queden a vivir en la ducha -dice Marina, y todos comenzamos a caminar hacia las habitaciones o baños.
Veo que la puerta de la habitación de Sol se cierra y no puedo evitar imaginarla adentro, desnudándose, a solo unos pasos de donde estoy. Un golpe en la espalda me saca de mi ensoñación y me giro enojado para ver a Martín.
-¿Vos querés dormir conmigo amiguito? –bromea imitando la voz aguda de las chicas y ambos reímos.
-No hay chances, aléjate -respondo mientras entro a mi habitación y cierro la puerta dejándolo afuera con cara de puchero.
Necesito sobrevivir a estas dos noches y rogar con todas mis fuerzas que la vida me aleje de esta tentación inesperada.