Luna
-Hoy vamos a ir a almorzar a un bar, no hace falta que pidas nada para el almuerzo -le digo a Ramiro, mientras junto mis cosas para salir. Cuando voy a la cocina a buscar una botella de agua veo que lavó los pocos utensilios que usamos en el desayuno y me sorprende la naturalidad con la que se da la convivencia entre ambos-. Lavaste los platos, sos el marido ejemplar -bromeo cuando paso por su lado, para salir por la puerta que tiene abierta para mí.
Rueda los ojos y suspira, ya acostumbrado a mis bromas sobre nuestra relación.
-Pareciera que nos conocemos hace mucho y mañana va a hacer recién una semana de que trabajas conmigo, ¿te diste cuenta? -pregunto cuando ocupa su lugar, en el asiento del conductor.
-¿Está segura de que no hace un siglo? -bromea él también, con aire distendido.
Me coloco entre medio de los asientos delanteros y repaso su aspecto, sorprendida una vez más de lo atractivo que es el morocho que me acompaña todos los días, como una permanente fantasía que no puedo cumplir.
-Hoy vas a conocer por fin a Sol. ¿Te acordás que te hablé de ella? -pregunto entretenida, porque sé cuánto le molesta que le cuente de mi vida personal, y cuánto me divierte a mí hacerlo igualmente, en parte para fastidiarlo y en parte para hablar con alguien, además de mis alumnas, que como mucho, son adolescentes de dieciséis años.
-No, no me acuerdo. Ya le dije que no retengo la información que me da de su vida o la de su amiga -contesta muy serio, aunque sé bien que sí lo hace.
-Bueno, entonces te cuento de nuevo -digo con burla, haciéndole ver que no es negocio mentirme.
Veo su sonrisa de lado y me mira por el espejo retrovisor con toda la complicidad que no podemos negar.
-No hace falta señorita, tampoco ahora voy a retenerlo -dice desafiante, mientras mira nuevamente al frente.
-Resulta que Sol se acostó con Pablo, que es como su primo. Y al día siguiente se enteró que el hijo de puta tenía novia. Entonces mi pobre amiga está que hierve de enojo, sobre todo porque su novio le había metido los cuernos el 31 de diciembre, así que ella empezó su año llorando por que le fueron infiel y ahora fue la persona con quien hicieron infiel a otra -suelto sin pausa-. Ya sé lo que debes estar pensando, que no tiene sentido ofenderse por algo así, si el que tiene compromiso con la novia es él, no ella, pero Sol es así, muy sentimental.
-En realidad no opino eso, me parece lo más coherente que se ofenda -dice sin poder contener sus palabras.
-Yo sabía que me escuchabas -respondo victoriosa, levantando los brazos al techo en señal de victoria.
Lo veo sonreír ampliamente y confirmo nuevamente que es el hombre más lindo que vi en mi vida.
-Seguramente porque vos también, a pesar de esa pinta de malo, sos un blandito -digo sin pensar en el doble sentido de mis palabras.
Me sorprende ver que levanta las cejas y mira hacia el costado, con una expresión de "si supieras", que inmediatamente me tienta de probar, pero tenemos un trato y lo tengo que mantener.
-Volviendo al tema... Sol está muy mal, así que tenemos que levantarle el ánimo. Anda pensando que se te ocurre -digo mientras palmeo su brazo, aprovechando para deleitarme con la dureza del mismo.
Baja, me abre la puerta y caminamos juntos hacia el estudio.
Para el mediodía termino la clase y me cambio más rápido de lo normal. Cuando salgo lo encuentro revisando unos papeles y me sorprende verlo tocando esas carpetas.
-¿Te interesan los números? -pregunto con un tono inquisidor.
Levanta la vista muy sorprendido.
-En realidad sí -dice resuelto-. Pero entiendo que no me incumbe así que le pido disculpas, no voy a volver a mirar -sigue hablando con sinceridad.
-No me molesta, podes mirar todo lo que quieras, no hay nada raro -afirmo con tranquilidad, mientras nos dirigimos hacia la salida.
Al llegar al Bar veo que Sol está conversando animadamente con Martín, por lo que me acerco a ellos, pensando que el almuerzo puede ser incluso más divertido de lo que pensé.
-Buen día -saludo animada, mientras deposito dos besos en las mejillas del rubio y abrazo a mi amiga con fuerza por varios minutos-. No podes abandonarme así. La próxima vez te dejo -digo con falso enojo.
-Todos le recriminamos lo mismo. Se va una semana entera como si no le importara nada ni nadie -reprocha su hermano mientras la mira con preocupación.
-Fui a visitar a mis abuelos cinco días, tampoco es tanto. Vamos a sentarnos que tengo hambre -dice mi amiga resuelta, encaminándose hacia una mesa.
Cuando ella gira, Martín me guiña un ojo y se muerde el labio inferior mientras mira mi trasero descaradamente. Escucho a alguien toser al lado mío y el gesto de Martín se transforma, intentando disimular. Aprovecha el momento para alejarse caminando hacia su mesa.
Me río abiertamente y justo entonces Sol se gira, para ocupar una silla en la mesa más cercana.
-¿De qué te reís? -pregunta mi amiga intrigada.
-De nada, Ramiro es tan gracioso con sus caras -miento mirando hacia mi custodio, que me devuelve un gesto de enojo que no logro entender.
Sol lo mira y luego vuelve a mirarme a mí.
-Un gusto Ramiro, yo soy Sol, Luna me contó mucho de vos -dice ella tendiendo la mano con formalidad.
-Un gusto señorita -responde él educadamente-. Si le parece, me voy a ubicar en aquella mesa. Permiso-. Termina para luego retirarse a una mesa individual alejada.
-De verdad que está buenísimo -dice mi amiga ni bien nos sentamos.
-Te dije. Bueno, contame como estas -intimo a Sol, mientras comenzamos a mirar la carta.
Cuando esta por contestar veo que la novia de Martín entra al Bar y camina hacia él, se saludan con un beso rápido y comienzan a mirar la carta. Cada tanto Martín habla y ella parece responder con monosílabos o solamente asentir o negar con la cabeza.
Por nuestra parte, Sol y yo conversamos animadamente de todo lo que pasó en estas semanas en las que no nos vimos. Cada tanto intercambio unas miradas con Martín, que parece hablar solo durante todo el almuerzo.
En una oportunidad siento la mirada de Ramiro sobre mí, por lo que giro para verlo y lo encuentro, efectivamente, mirándome con mucha concentración. Le sonrío y me devuelve el gesto, lo que claramente no es común en él.
-¿Me estás escuchando? -pregunta finalmente mi amiga.
-Claro que sí, pero sinceramente me parece que te estás haciendo demasiado problema. Se acostaron, la pasaron bien, no va a volver a pasar, listo... Terminó. Tampoco es la muerte de nadie -digo con calma, intentando no ser muy dura con ella.
La veo mirar hacia abajo, con los ojos cargados de tristeza.
-Es que me hubiera gustado tanto que no termine. ¿Escuchaste la parte de que fue el mejor sexo de mi vida? ¿Y la parte de que me gusta desde que tengo uso de razón? -dice con la voz cargada de angustia.
-Ay no -niego con la cabeza-. No puedo creer que te enamoraste con un solo garche -me lamento, llevando las manos a la boca.
-No te burles. Estoy preocupada en serio. Mañana lo voy a ver de nuevo y no sé cómo voy a hacer para no ponerme a llorar en frente suyo -sigue mi amiga.
-Bueno. Vas a evitar mirarlo y si en algún momento lo haces, vas a acordarte de Ramiro, de lo lindo que es él y lo bueno que debe ser en la cama -digo señalando a mi custodio, que ahora está enfocado en su Tablet, pero como si hubiera sentido mi mirada, al instante levanta sus ojos hacia mí.
Le hago una seña para que se acerque y obedientemente lo hace.
Mientras camina hacia nosotras, con toda su masculinidad, veo de reojo que Martín sigue muy interesado la escena.
-Es verdad que esta bueno, pero no me genera lo que me genera Pablo -dice mi amiga ofuscada-. No me vas a entender nunca porque para vos todos los hombres son iguales -protesta indignada.
-No lo digas así, ¿Qué va a pensar Ramiro de mí? -digo en tono de burla hacia mi custodio, que rueda los ojos y niega con una sonrisa de lado-. Acompañanos con el postre por favor -pido mientras señalo una silla vacía.
-Preferiría esperarlas en mi lugar señorita -dice con educación, aunque comienzo a advertir que se resigna cada vez más fácilmente ante mis pedidos.
-¿Me puedo sumar a ustedes? Florencia se tuvo que ir sin terminar por una urgencia en el trabajo -habla Martín, apareciendo de la nada en mi campo de visión.
-Claro. Justo se estaba sumando también Ramiro. Ramiro, Martín, Martín, Ramiro -los presentondolos con educación.
Veo como ambos se desafían con las miradas y me da gracia pensar que sería demasiado interesante ver como luchan por ser el macho alfa sin ropa, en una cama, y conmigo en el medio.
-¿Y a Florencia no se le ocurrió saludar, por ejemplo? -pregunta mi amiga, a quien su cuñada no le agrada ni un poco.
-Ya sabes cómo es -contesta el rubio con soltura-. ¿Cómo andas Luna? Hace mucho que no te veo -sigue con un claro reproche por las dos veces que lo rechacé en esta semana.
-Ramiro me tiene muy controlada -contesto mientras llevo la mano hacia el brazo del morocho, que me mira como si fuera a matarme.
Veo que Martín levanta las cejas y se ríe mientras niega bajando la mirada.
-Yo quiero un tiramisú -dice Sol muy convencida.
-Nosotros vamos a compartir un brownie -contesto, señalando a Ramiro y a mí.
-Yo quiero un volcán de chocolate -completa Martín, mientras la moza va tomando los pedidos.
Me disculpo para ir al baño y cuando estoy llegando siento que alguien tira de mi brazo, haciéndome ingresar al apartado para personas con movilidad reducida. Quedo de espaldas a la puerta cuando ésta se cierra y puedo reconocer claramente el perfume, la fuerza de sus brazos y la suavidad de su lengua pasando por mi cuello, mientras me toca sobre la ropa.
Rodeo su cuello con mis brazos y me entrego al placer que sus manos me regalan. Siento que los movimientos se detienen y cuando miro, veo que está liberando su miembro de la ropa, para sentarse en el inodoro, esperando ansioso por mí.
Me saco el pantalón y la ropa interior y me siento sobre él, sintiendo su masculinidad llenarme por completo, para luego comenzar a moverme mientras su lengua juega con mis pezones alternadamente. Me da un golpe en el trasero con la mano abierta que me resulta de lo más sensual, por lo que comienzo a acelerar los movimientos, sabiendo además que no tenemos mucho tiempo.
Pasan solo unos minutos y ya lo escucho gemir cada vez más fuerte y demandar que mis movimientos aceleren el ritmo. Lo complazco, moviéndome en búsqueda del orgasmo, que no se hace desear, permitiéndome acabar al mismo tiempo que Martín, que hunde su cara en mi cuello mientras suspira regularizando su respiración.
-Te extrañé -miente en mi oído y yo me limito a sonreír.
-Yo también mi amor -sigo con su juego, mientras me incorporo para vestirme y salir en dirección al baño, donde me tomo unos minutos para arreglar mi aspecto.
Cuando vuelvo a la mesa Ramiro, Sol y Martín están conversando muy entretenidos de alguna cuestión contable que no logro descifrar.
-Entonces era verdad que te gustan los números -indago cuando su charla me permite meter bocado.
-Era verdad -asiente sin mirarme y puedo entender que por algún motivo, esta ofendido o enojado.
Llegan los postres y todos comemos mientras ellos siguen conversando y yo me deleito viendo a dos de los hombres que más me gustan, aunque no puedo negar que lo que me genera Ramiro es tremendamente particular, nada sorprendente viniendo de mí, y mi gusto por lo prohibido.
Ramiro
No puedo creer el descaro con que esta chica vuelve del baño, fingiendo que no se fue solamente a tener sexo con el hermano de la amiga, que se nota a leguas de distancia que es un mujeriego que no respeta a las mujeres.
De solo pensarlo en el baño o algún sucio escondite, disfrutando del cuerpo de esa mujer que me quita el sueño hace una semana, mi sangre hierve y no puedo evitar que el enojo se apodere de mí.
-¿Y de dónde sos, Ramiro? -pregunta Sol, sin un verdadero interés.
-De acá -contesto con seriedad- ¿Y usted? -pregunto más por educación que por interés.
-También. Aunque hasta hace poco estaba viviendo afuera, me fui a estudiar y ahora tuve que volver -sigue hablando como si necesitara llenar el espacio.
-¿Por qué? -consulto para invitarla a hablar y así hacerla sentir más cómoda.
Me cuenta sobre sus intenciones de especializarse y las limitaciones con las que se encontró al tener que hacerse cargo de una parte de la empresa familiar de su padre. Me apena un poco verla tan triste, en especial porque me recuerda a mi hermana, con tantas aspiraciones y proyectos laborales truncados por problemas familiares. Lo único que me alegra es pensar que ahora Pilar podrá volver a retomar todas sus iniciativas que estaban pausadas por causa de la enfermedad de nuestra madre.
-Te pusiste triste, ¿Qué pasó? -pregunta la joven rubia, que me parece cada vez más amigable.
-Nada, usted me recordó a mi hermana -confieso con sinceridad.
-Mi hermana te recordó a tu hermana, entonces tenemos varias cosas en común -dice una voz a mis espaldas y puedo advertir que se trata del rubio, que obviamente está marcando territorio con Luna.
Por suerte, Sol lee una noticia en su móvil, que desata una conversación sobre economía, desviando la atención de las cuestiones personales, en las que no debería inmiscuirme por más que quiera.
Cuando Luna vuelve no puedo evitar sentir un infinito rechazo hacia ella, de solo pensar que fue capaz de ausentarse de la mesa para dejarse usar por este hombre.
Terminamos el almuerzo y paso el resto del día más serio que de costumbre, completamente inmerso en la redacción de mis informes sobre la comisión.
El tiempo muerto en el estudio de danzas resultó ser de más utilidad de la esperada cuando decidí revisar los libros del lugar y advertí muchas inconsistencias. Es obvio que el contador de Luna está llevando un doble balance, que solo puede significar una cosa: lavado de dinero.
Comencé a recopilar toda la información posible y pasarla rigurosamente especificada a Verónica, que me adelantó que estaba siendo de mucha utilidad.
Mientras estoy acomodando todo para que no se note mi actividad de investigación, como casi sucedió esta mañana, viene a mi mente el recuerdo de una imagen de hoy, cuando mientras almorzábamos vi a Luna sonreír y hablar libremente, con esa frescura que la caracteriza. Su piel muy blanca, bordeada con esa manta de cabello negro me dejaron hipnotizado, tanto que no pude apartar la vista de ella, incluso luego de haber sido descubierto por su mirada.
Salgo de la oficina y veo que Luna está bailando, frente a las alumnas, que la miran admiradas. También yo me quedo absorto en la imagen de su hermoso y esbelto cuerpo siguiendo el ritmo de la música a la perfección, siento que el aire queda atascado en mis pulmones cuando la veo saltar y girar en el aire, para luego caer perfectamente apoyada en el piso. La melodía comienza a acelerarse y ella la acompaña con giros y saltos cada vez más seguidos y cuando por fin el sonido cesa, advierto que mi corazón esta tan acelerado como, supongo, estará el de ella, del otro lado del vidrio que nos separa.
Las alumnas aplauden y corren a abrazarla y siento una inmensa impotencia de no poder hacer lo mismo.
Escucho el teléfono de servicio sonar y atiendo rápidamente.
-Necesito que esta noche te quedes cerca de esa chica. Hay una información de que pueden usarla para trasladar papeles de la empresa, que deberías interceptar -dice Verónica a través del aparato.
-Está bien –respondo resuelto, para luego cortar la comunicación, dado que Luna comienza a acercarse.
-¿Me cambio y nos vamos? -pregunta, todavía con la respiración agitada.
-¿Cómo no? -contesto con educación.
Cuando estamos de camino al departamento escucho que su teléfono suena.
-Papá, ¿Cómo estás? -pregunta nerviosa, mientras mira por la ventanilla hacia el exterior-. Está bien. Puedo estar en unos minutos. Chau -dice finalmente-. Vamos a ir a cenar a lo de mi papá -anuncia con pesar.
-Entendido -respondo girando, para retomar el camino hacia la mansión.
Veo como suspira y comienza a desarmar el rodete de su cabello, cambiándolo por una cola común.
-Me voy a tener que cambiar acá. No me hagas caso -dice mientras comienza a sacarse el abrigo sin pudor, haciendo que mi entrepierna reaccione ante la sola idea de verla desnudarse casi frente a mí.
Para mi suerte no se quita la malla, sino que simplemente se coloca otra remera sobre la misma. De su bolso saca unas zapatillas deportivas y también se las calza, modificando su atuendo por completo.
Cuando le abro la puerta para que baje, veo que no hay ningún rastro de la bailarina que vi deslizarse por el salón, hace unos minutos.
-Por favor, acordate, nada de danza. Vengo del gimnasio -dice más en tono de pedido que de orden.
La idea que viene rondando mi mente, de que su padre no solo conoce su actividad, sino que la está usando en su favor, hace que mi enojo aparezca, pero me calmo intentando disimularlo de la mejor manera posible.
La velada parece una cena de lo más normal entre un padre y su hija, que no tienen un vínculo cercano. Cada uno cuenta algunas trivialidades y el otro asiente, fingiendo interés.
Cuando se están despidiendo, el padre desliza al pasar un pedido, que parece de lo más inocente.
-Dejen de camino este sobre en la casa de Jorge, te paso la ubicación -dice el padre, entregándole a Luna un grueso sobre marrón.
-Bueno. Chau -se despide ella, llevando consigo lo entregado.
-Chau Selene, gracias -dice el padre en señal de despedida.
Subimos al vehículo y comienzo a pensar cómo podría hacer para obtener los documentos.
-¿Usted sabe dónde vive Jorge? -pregunto, mientras una idea comienza a formarse en mi mente.
-No, pero ya me llegó la ubicación. ¿Te la paso? -sugiere, sirviéndome en bandeja la solución.
-Por favor -respondo sin dudar, rogando que mi plan funcione.
Recibo la ubicación y aprovecho un semáforo en rojo para enviársela a Verónica, indicándole que me informe cuál es la casa vacía más cercana.
Solo un par de cuadras después me llega la respuesta, diciendo que la casa inmediatamente contigua se encuentra vacía y sus dueños no están en la ciudad.
-Por favor, déjeme ir a mí. Afuera hace frío y usted está desabrigada -digo al estacionar, mientras voy desabrochando el cinturón de seguridad.
-Bueno -responde sin importancia, pasándome el sobre.
Bajo, hago el ademán de tocar el timbre varias veces y aprovecho para enviar un mensaje a Verónica, pidiendo que desactive la antena y señal del teléfono de Luna. Una vez que recibo el aviso de que ya lo hizo, vuelvo al auto.
-No hay nadie, intenté avisarle a su padre pero no tengo señal -afirmo, rogando que el bloqueo se su celular haya funcionado.
-A mí tampoco me funciona el teléfono, debe haber algún problema general -dice ella tranquila-. Vayamos a casa, lo traemos mañana.
Canto victoria por dentro, aliviado de que mi plan haya funcionado, aunque los nervios de tener esos papeles conmigo siguen presentes.
Llegamos al departamento y como todas las noches, la acompaño hasta el interior, solo que hoy tengo la indicación de quedarme con ella, por lo que uso la excusa ya preparada para una eventualidad semejante.
-Señorita, por rutina, mi contrato especifica que me tengo que quedar con usted cuando no tenemos posibilidad de comunicarnos, como hoy no tenemos teléfonos, debería hacerlo, espero que no la incomode -afirmo mientras rezo por dentro para que acepte sin reparos.
Veo que levanta las cejas y sonríe con picardía, lo que hace que mi corazón se acelere, de solo imaginar las miles de cosas que pueden estar rondando su osada imaginación.
-No me incomoda en lo más mínimo, es solo que la habitación de huéspedes está ocupada con insumos del estudio que todavía no logré organizar, así que tengo una sola cama -dice con una sonrisa sugestiva.
-Puedo dormir acá, no se preocupe -me apresuro a aclarar, señalando el sillón.
Ella suelta una carcajada y niega con la cabeza mientras la sonrisa se mantiene en su rostro.
-Por supuesto, tampoco tengo tanta suerte, ¿no? -contesta coqueta, mientras se gira y comienza a caminar hacia su habitación.
Escucho que el agua de la ducha comienza a correr y me apresuro a comenzar a escanear los documentos del sobre a toda velocidad, cuando voy por la mitad el sonido del agua se detiene y mi corazón comienza a acelerarse, sabiendo que el tiempo que me queda es cada vez menos. Por lo que voy conociendo de Luna, es más que seguro que en cualquier momento vendrá a divertirse provocándome, aun sabiendo que no pasará nada entre nosotros.
Estoy a punto de terminar, cuando el sonido de la puerta de su cuarto me obliga a esconder los papeles lo más prolijamente posible.
-Te traje unas sábanas y la almohada, ¿vas a dormir vestido así? -pregunta al llegar al living, viéndome todavía vestido de traje.
-No. Tengo que buscar del auto el bolso donde tengo ropa para dormir, solo estaba esperando que saliera de la ducha -contesto con tranquilidad.
-Bueno, anda. Mientras te espero voy a preparar un poco de té -afirma mientras se dirige hacia la cocina.
Bajo, tomo el bolso y vuelvo al departamento, al entrar la encuentro agachada, colocando la sábana sobre el sillón, preparándolo como una cama para mí. No puedo evitar notar que sus muslos son terriblemente apetecibles, de hecho muero de ganas de acercarme y tocarlos, apretarlos y hasta morderlos.
Se gira hacia mí y señala las dos tazas de té, que esperan sobre la mesa.
-Cambiate que se enfrían -dice sonriente.
Me dirijo al baño, aprovechando la ocasión para calmar la dureza que su imagen me generó en mi miembro.
Vuelvo al living y esta vez la encuentro sentada en el sillón, con una de las tazas humeantes entre sus manos. Recorre mi cuerpo con la vista y me imagino que es la primera vez que puede contemplar lo trabajado de mi cuerpo, porque la remera que llevo, siendo de una tela fina, deja ver mis pectorales y abdomen marcados, y obviamente, mis fuertes brazos están descubiertos, a diferencia de con el traje, que los disimula bastante. Suspira y niega con la cabeza, como alejando algunas ideas y finalmente vuelve a posar sus ojos en los míos antes de hablar.
-¿Me vas a decir que te pasó hoy? Estuviste más serio que de costumbre -increpa, recordándome la escena con el rubio del almuerzo.
Me siento, pensando que necesito encontrar una buena excusa para quedarme solo y terminar por fin con el escaneado de esos documentos. Decido que lo mejor será ser sincero, sino es capaz de seguir torturándome hasta que consiga lo que quiere.
-No me parece adecuado que tenga una relación con el hermano de su amiga, que por lo que pude entender, además está comprometido -digo sin dudar, mientras la miro a los ojos.
Sonríe sin la menor pizca de culpa o vergüenza.
-Entonces es solo una cuestión moral, nada de celos... ¿no? -pregunta en forma sugestiva, mientras me acerca la taza, aprovechando para cambiarse de lugar en el sillón, quedando más cerca de mí.
Niego con una sonrisa llevando la taza a los labios. Tomo un sorbo y dejo la infusión en la mesa nuevamente, para luego hablar otra vez.
-Le recuerdo que tenemos un trato, y viniendo acá, con esa vestimenta e ideas sugerentes, no lo está cumpliendo precisamente -digo en tono calmo, esperando que decida irse a su habitación para terminar lo que tengo que hacer, aunque una parte de mí pide a gritos que la retenga y la tumbe sobre el sillón para mostrarle todo lo que me genera.
-Es verdad -dice suspirando, con un claro gesto de decepción-. Por momentos me olvido que estar acá conmigo es tu trabajo -por primera vez puedo ver un dejo de tristeza en su mirada y me parece entender la soledad que la invade.
Camina hacia su habitación y tengo que frenar todos mis impulsos para no seguirla. Me repito una y otra vez que no puedo dejarme llevar y me concentro en escuchar sus movimientos para cerciorarme que se acostó.
Por más que intento no logro distinguir el sonido del interruptor de la luz, pero me aventuro y tomo los documentos, para por fin terminar de escanearlos. Cuando lo hago, envío un mensaje a Verónica comunicándole que terminé de enviar todo, y me contesta con una llamada.
-No te das una idea de lo que avanzamos con esto. Los jefes están sumamente conformes con tu intervención -dice emocionada.
-Me alegro -respondo en un tono muy bajo, para no ser descubierto.
-Hay algo más -sigue Verónica no muy convencida.
-Te escucho -la apuro nervioso.
-Estamos mirando las cámaras que instalaste, todos acá coincidimos en que esa chica se muere de ganas de tener algo más con vos -dice con cautela, eligiendo muy bien las palabras-. Y creemos que lo mejor para tu servicio sería generar esa "confianza extra" -sigue hablando despacio.
Me tomo unos minutos para digerir lo que está pasando. La persona con la que me acuesto hace ya varios años, con quien nos prometimos exclusividad, me está sugiriendo que me acueste con otra mujer, que casualmente me tiene loco de ganas. Al mismo tiempo, como mi superior en el plano laboral, debería entender que mi jefa me esta ordenando que lo haga. Todo me resulta sumamente confuso y no puedo encontrar la forma de salir bien de esto.
-Ramiro, ¿estás ahí? -pregunta luego de unos minutos de silencio.
-Sí. Entendí la indicación perfectamente ¿Algo más? -pregunto ofuscado.
-Eso es todo -dice no muy decidida-. Espero que nos veamos pronto -agrega antes de cortar, a lo que no contesto y me limito a dejar el teléfono en mi bolso.
Recordar que todos están viendo lo que hago en este living me inhibe y me hace sentir observado, por lo que me dirijo al balcón, donde respiro varias veces en forma profunda. Miro hacia la ventana de la habitación de Luna, que da al exterior, y puedo ver la luz encendida.
¿Y si finalmente no acepta tener algo más conmigo? ¿Y si acepta y se enamora de mí y termino lastimándola? ¿Y si soy yo quien se enamora y termina lastimado? No puedo evitar notar que de todas las opciones, la más aberrante me resulta pensar que sea ella quien termine sufriendo, pero ¿Qué opción tengo?, quedó muy claro de la comunicación con Verónica que su "sugerencia" fue más bien una orden, por lo que solo puedo acatarla.
La luz se apaga y por instinto camino hacia el pasillo que da a su habitación. Cuando estoy a solo unos pasos de su puerta, ésta se abre y Luna sale completamente vestida, evidentemente dispuesta a salir.
Veo la sorpresa en su rostro al chocar su cuerpo con el mío, y cuando nuestras miradas se cruzan me parece advertir mi excitación reflejada en sus hermosos faroles grises. Sin pensar la tomo de la cintura y atrapo sus labios con los míos. La siento tensarse ante mi agarre, pero cede con rapidez, fundiéndonos en un beso apasionado, que despierta mi masculinidad en forma inmediata.
La levanto por las caderas y abro la puerta de su dormitorio para ir directo hacia la cama, donde la tumbo de espaldas dejando su hermoso cuerpo a mi merced. Me acuesto sobre ella y llevo una de mis manos a su entrepierna, aprovechando lo corto de su vestido y encuentro su clítoris ya completamente endurecido, listo para mis caricias. Lo masajeo con los dedos durante unos minutos, mientras comienzo a bajar mi boca y mi lengua por su cuello, directo hacia sus pechos.
Siento su humedad entre mis dedos y decido redoblar la apuesta, introduciéndolos en su vagina con suavidad, mientras mi boca se abre paso hacia uno de sus pezones, gracias a su escote pronunciado. Cuando siento que esta por acabar retiro mi mano de su entrepierna y me arrodillo sobre ella, para sacar su vestido rápidamente.
Recién entonces caigo en cuenta de que no llevaba ropa interior y eso solamente me excita más. ¿Cuántas veces la habré tenido sentada tan cerca, sin nada entre su ropa y su piel, y no pude aprovecharlo? Ella ayuda mis movimientos y en solo un par de minutos la tengo completamente desnuda, pudiendo admirar ese cuerpo que me enloquece. Su tez muy blanca, con los pequeños pero marcados senos coronados con sus pezones delicados y rosados completamente erectos y mojados por mi intervención hacen volar mis deseos y me apresuro a quitarme toda la ropa cuanto antes, para volver a posicionarme entre sus piernas.
La beso en los labios mientras comienzo a penetrarla sin delicadeza, con una fuerza que me nace de lo más profundo de las entrañas. Ella gime y arquea la espalda, haciéndome entender que está disfrutando a pleno, por lo que acelero los movimientos sin preocuparme por la delicadeza o suavidad.
Tomo sus piernas y las llevo a mis hombros. Abrazo sus muslos y disminuyo el ritmo de la penetración, disfrutando de esta nueva pose, en la que siento toda su suavidad apretar mi miembro en forma deliciosa.
La siento moverse y entiendo que espera que acelere los movimientos nuevamente, por lo que cumplo con sus deseos y apuro los movimientos una vez más. La escucho gemir con más fuerza y abro sus piernas nuevamente, para acostarme sobre ella y acallar sus gemidos con mis labios mientras me vengo en su interior, sintiendo como también ella suelta sus fluidos mientras tiembla despacio debajo de mi cuerpo.
Me acuesto al lado suyo y la atraigo hacia mí, invitándola a recostarse en mi pecho. Cuando lo hace acaricio su espalda, sorprendido una vez más por la suavidad de su piel.
Siento que su respiración se va volviendo más lenta hasta que finalmente cae en un sueño profundo. Giro la cabeza buscando encontrar un reloj para ver la hora, pero en la mesa de luz puedo divisar una foto de ella con su padre.
Mi corazón se achica pensando que él parece ser su única familia, y es justamente la persona por la cual estamos acá, solo que mi intervención es parte de la misión que busca destruirlo.
Suspiro con pesar, rogando al cielo que cuando todo esto termine esta hermosa mujercita no salga lastimada.
-Por favor mamá, ayúdame a cuidarla, si tiene que sufrir alguien, que sea yo -digo en voz muy baja, antes de caer dormido también.