Al final decidí no ir a esconderme a la habitación, sino que me decanté por la Sala de las Mujeres. Generalmente entraba y salía de allí durante todo el día, visitando las bibliotecas, dando paseos con Marlee o incluso subiendo a ver a mis doncellas. Pero ahora la usaba como una guarida. Ningún hombre, ni siquiera los guardias, podían entrar sin el