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El reloj en la pared marcaba las horas sin cesar, el tic-tac en la oficina de Hugo parecía cada vez más pesado, como un presagio de lo que estaba por venir. Isabel no podía dejar de pensar en la promesa de Hugo, esa promesa vacía de mantenerla al margen de los peligros que se acercaban. A pesar de sus esfuerzos por convencerla, ella sabía que no podía seguir ignorando lo que estaba sucediendo. No era solo el futuro de la empresa lo que estaba en juego; también era su propio bienestar, y el de Hugo.
La amenaza era real, y ahora, más que nunca, se sentía atrapada en una red invisible que la rodeaba cada vez más.
La conversación con Hugo de la noche anterior había dejado muchas interrogantes. Su gesto de protegerla, aunque genuino, parecía más una excusa para mantenerla alejada de una verdad aún más aterradora. ¿Qué sabía Hugo de verdad sobre las personas dentro de su propio círculo? Había hablado de traidores, de amenazas internas, pero nada era claro. Cada vez que intentaba profundizar en el tema, Hugo la desviaba con un cambio de conversación o una evasiva. Había algo que no quería decir, algo que la tenía cautiva en su propia investigación.
Isabel decidió que no podía seguir esperando respuestas de Hugo. Algo estaba mal, y si él no iba a contarle lo que sabía, ella lo descubriría por su cuenta. La mañana siguiente, entró en la oficina con una determinación renovada. Sin que nadie lo notara, accedió de nuevo al archivo privado en la computadora de Hugo. El "Marín" seguía siendo el punto clave, el enlace entre todos los hilos que Hugo había intentado cortar.
Mientras la pantalla cargaba lentamente, Isabel revisó una vez más los documentos. Esta vez, sus ojos se detuvieron en un nombre que no había visto antes: Andrés Montalbán, un nombre que sonaba como uno de los accionistas más importantes de Aureus. Un hombre al que Hugo nunca había mencionado, ni en sus reuniones ni en sus reportes. La coincidencia no era casual, y Isabel se sintió como si estuviera entrando en un terreno minado.
Con un gesto rápido, abrió el expediente sobre Montalbán. La información estaba detallada, más de lo que esperaba. Era un empresario que había comenzado su carrera en la sombra, en el mundo de las inversiones en mercados emergentes. Según los informes, Montalbán tenía estrechos vínculos con algunos de los principales competidores de Aureus. Lo que más le inquietó a Isabel fue la mención de una reunión secreta, un acuerdo en el que Montalbán había sido parte, con la clara intención de debilitar a la empresa desde adentro.
Isabel no podía creer lo que estaba leyendo. Las piezas finalmente comenzaban a encajar: la amenaza no solo venía de Marín, sino de alguien dentro de la propia compañía, alguien con influencia suficiente para manejar las riendas en las sombras. Hugo había sido cuidadoso con lo que le decía, pero Isabel ahora entendía por qué. Su propio accionista, alguien cercano, había jugado un papel crucial en las amenazas. Montalbán no era un simple inversionista; estaba moviendo las piezas de un tablero más grande y peligroso.
Pero antes de que pudiera procesar toda la información, una sombra apareció en la puerta. Isabel se dio la vuelta rápidamente, sintiendo el frío recorrer su cuerpo al ver a Hugo de pie en el umbral, observándola fijamente. El silencio se estiró por un momento, y aunque Isabel intentó mantener la compostura, no pudo evitar sentirse expuesta.
-¿Qué estás haciendo, Isabel? -La voz de Hugo era grave, casi cortante.
Isabel tragó saliva, intentando disimular el nerviosismo en su pecho. Había un brillo peligroso en los ojos de Hugo, como si supiera exactamente lo que había estado investigando. No podía mentirle, no podía seguir ocultando que había llegado a la verdad por su cuenta. Era demasiado tarde para dar marcha atrás.
-Estoy buscando respuestas, Hugo. -Su voz salió más firme de lo que pensaba, aunque su corazón latía con fuerza-. Sé que algo no está bien. Este hombre, Montalbán, está detrás de todo esto, y no solo él. Tú has estado protegiendo algo más que a la empresa. Quiero saber qué es.
Hugo no dijo nada durante unos segundos, su mirada fija en Isabel. Era como si estuviera evaluando si debía contarle la verdad o seguir guardando el secreto. Su silencio hablaba más que mil palabras, y finalmente, decidió hablar.
-No es solo Montalbán. Hay más involucrados. -Hugo se acercó lentamente, y su tono se volvió más sombrío-. La amenaza que enfrentamos no es solo económica, Isabel. Es política. Y lo peor es que algunos de los que están detrás de esto son más cercanos de lo que imaginas. Montalbán tiene aliados en la política, gente que no duda en utilizar todos los recursos para destruir todo lo que hemos construido.
Isabel sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Las palabras de Hugo confirmaban sus peores temores. No solo era una batalla empresarial; era una guerra a gran escala, donde las reglas no se aplicaban, y la lealtad era algo de lo que no se podía confiar.
-¿Quiénes más están involucrados? -preguntó Isabel, con la voz quebrada por la urgencia.
Hugo vaciló, su rostro tenso. Estaba claro que no quería revelarlo, pero sabía que no podía seguir ocultándoselo. Finalmente, habló, casi en un susurro:
-Mi propio hermano, Rafael. Él está detrás de todo esto. Y no solo eso, tiene conexiones con Montalbán. Los dos están planeando una movida que podría destruirnos. Todo lo que hemos hecho, todo lo que hemos construido... está en sus manos ahora.
Isabel se quedó sin palabras, el impacto de sus palabras sacudiéndola como una ola. Hugo había sido tan reservado sobre su familia, tan celoso de su privacidad, que nunca imaginó que su propio hermano estuviera involucrado en algo tan siniestro. Rafael, un hombre que había mantenido en las sombras de su vida, ahora era el enemigo más cercano. La traición venía de la misma sangre.
-¿Cómo es posible? -preguntó Isabel, casi sin poder creerlo.
Hugo cerró los ojos por un momento, como si estuviera luchando contra la revelación. Finalmente, abrió los ojos, y la determinación en su rostro era clara.
-He mantenido esto oculto todo este tiempo para proteger a la empresa. Pero ahora ya no puedo seguir ocultando la verdad. Necesito tu ayuda, Isabel. Si no actuamos rápido, todo lo que hemos construido se irá al traste.
Isabel asintió lentamente. Había una sensación de inevitabilidad en el aire, como si el destino de todos estuviera marcado por esta traición. Pero ahora, con la verdad sobre la mesa, no había vuelta atrás. La batalla por la supervivencia de Aureus había comenzado, y Isabel no podía permitir que Hugo luchara solo.
-Estoy contigo, Hugo. Vamos a luchar, juntos.
La tensión en la habitación era palpable, pero también había algo más: un vínculo inquebrantable que los unía. Ya no se trataba solo de la empresa, de los negocios o de la familia. Se trataba de algo más profundo, más personal. Y aunque sabían que el camino por delante sería largo y peligroso, estaban decididos a enfrentarlo juntos.