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El reloj en la pared marcaba las horas sin cesar, el tic-tac en la oficina de Hugo parecía cada vez más pesado, como un presagio de lo que estaba por venir. Isabel no podía dejar de pensar en la promesa de Hugo, esa promesa vacía de mantenerla al margen de los peligros que se acercaban. A pesar de sus esfuerzos por convencerla, ella sabía que no po
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