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La noche en la propiedad de Hugo había sido más larga de lo que Isabel imaginaba. El ambiente estaba cargado, no solo por la amenaza que se cernía sobre ellos, sino por las emociones que se despertaban en su interior cada vez que sus miradas se cruzaban. La cercanía, el temor compartido, y la adrenalina que se apoderaba de ellos en cada conversación parecía nublar su juicio. En ese espacio aislado, donde las sombras se alargaban por las paredes de concreto, todo parecía más confuso que nunca.
A la mañana siguiente, Hugo estaba más tenso que nunca. Había llegado un informe que confirmaba que las amenazas a su imperio no solo provenían de un sabotaje interno, sino de un ataque orquestado desde fuera. Las empresas competidoras, los rivales que siempre habían estado al acecho, ahora estaban tomando medidas drásticas. Había demasiado en juego, y Hugo sabía que no podía permitir que todo lo que había construido cayera.
Isabel, por su parte, había sido incluida en las reuniones de estrategia. Su rol, aunque en un principio parecía trivial, se había vuelto esencial. No solo por su posición dentro de la empresa, sino por la confianza que Hugo estaba depositando en ella. Esa confianza, que Isabel nunca había buscado, la aterraba y la atraía al mismo tiempo. De alguna manera, su cercanía con él ya no era solo una cuestión de trabajo. Sentía el peso de cada mirada y cada palabra no dicha.
Después de varias horas de análisis de datos y reuniones con su equipo de seguridad, Hugo tomó una decisión. Estaban en un punto crítico. Necesitaba conocer a fondo el alcance de la conspiración, pero hacerlo de manera directa sería arriesgado. Tenía que jugar con la información que ya poseía, y eso incluía la pieza más importante: Isabel.
-Voy a necesitar que tomes el mando de la situación -le dijo Hugo esa tarde, mientras ambos se sentaban en la oficina privada. La luz de la tarde entraba a través de las enormes ventanas, creando un ambiente que contrastaba con la creciente oscuridad en sus corazones. Isabel no sabía si debía sentirse halagada o preocupada. Podía ver que Hugo había llegado a un punto de desesperación donde cualquier acción era válida, incluso involucrarla a ella aún más.
-¿A qué te refieres? -preguntó, mientras sus dedos tocaban nerviosamente la mesa. Aunque intentaba mantener la compostura, su corazón latía con fuerza. Sabía que se estaba acercando a un punto de no retorno, pero no podía evitar sentirse atraída por la intensidad de la situación.
-Te necesito dentro de la estrategia. Tienes acceso a áreas dentro de la empresa que yo no puedo manejar directamente. Además, alguien está cerca de encontrar la filtración interna, y necesitamos adelantarnos. Quiero que te infiltren en el círculo de Marín. Necesito saber todo lo que está pasando por su cabeza.
Isabel tragó saliva, mirando a Hugo con cautela. Sabía lo que implicaba esta misión. No solo iba a poner a prueba sus habilidades, sino su integridad. No estaba segura de hasta dónde podría llegar sin perderse en el proceso.
-No puedo simplemente entrar en ese círculo sin despertar sospechas -respondió, sintiendo que la tensión entre ellos aumentaba. Su tono era firme, pero el miedo y la incertidumbre se mezclaban con su voz.
Hugo la miró fijamente, sin apartar los ojos de ella. En su rostro se reflejaba una decisión irrevocable. Había pasado el punto en que la duda o el temor tenían espacio. Solo quedaba avanzar.
-Lo sé. Pero no tenemos otra opción. Esto es más grande de lo que pensábamos, Isabel. Y no quiero que te metas en esto sin saber lo que realmente está en juego. Estás entrando en algo peligroso, y hay más que solo tu seguridad en juego. Si algo te pasa... yo no sé qué haría.
Esas palabras, aunque dichas con un tono grave, tenían un peso que Isabel no podía ignorar. Hugo estaba claramente dispuesto a llevarla a este abismo, pero su preocupación por ella era palpable. Por un momento, todo lo que había sentido antes parecía cobrar más sentido. La conexión entre ellos ya no era solo una cuestión de trabajo o proximidad. Había algo más en juego, algo que no podían negar.
-Lo haré, Hugo. Pero necesito saber todo lo que puedas contarme. Necesito estar preparada para lo que venga.
Hugo asintió, y por un instante, el aire entre ellos se volvió espeso. No había tiempo para dudas ni para los sentimientos que ambos intentaban suprimir. La misión estaba clara, pero lo que sucediera después de ella era incierto.
Esa misma tarde, Hugo comenzó a preparar a Isabel para su infiltración. El plan era claro: acercarse a Marín de una manera sutil, ganarse su confianza, y obtener información clave sobre los actores externos que estaban contribuyendo al sabotaje. Pero el problema era que Marín no era un hombre fácil de leer. A pesar de su fachada de empresario sereno, él estaba siempre en guardia, rodeado de su propia red de aliados. Ningún paso en falso sería tolerado.
El primer movimiento fue un almuerzo aparentemente inocente, una reunión de trabajo en un restaurante exclusivo. Isabel debía actuar como si no supiera nada, como si todo fuera parte de una estrategia para reforzar la relación con los aliados empresariales. Hugo estaba al tanto de todo, pero no podía acompañarla. De nuevo, la responsabilidad recaía sobre ella, y lo sabía. A pesar de la presión, algo en su interior le decía que esta era su oportunidad para probarse a sí misma, y quizás también para descifrar el misterio detrás de los oscuros ojos de Hugo.
Al llegar al restaurante, Isabel pudo ver a Marín esperando en una mesa privada, rodeado de hombres de su círculo más cercano. La tensión era palpable, y ella lo sentía en el aire. Marín la miró al entrar, y una ligera sonrisa curvó sus labios. Era una sonrisa calculada, como si hubiera anticipado su presencia, como si todo estuviera bajo control. Isabel forzó una sonrisa mientras se acercaba a la mesa. Sabía que ese era solo el comienzo de lo que se convertiría en una peligrosa danza.
-Señorita Pérez, qué gusto verla -dijo Marín, levantándose ligeramente. Su tono era suave, pero con un deje de frialdad que no pasó desapercibido.
-El gusto es mío, señor Marín -respondió Isabel, tomando asiento. Su corazón latía rápido, pero mantenía su voz firme y su postura relajada. La misión estaba en marcha, pero la línea entre lo profesional y lo personal comenzaba a difuminarse más de lo que ella había imaginado.
Mientras el almuerzo continuaba, Isabel se dio cuenta de que Marín no era un hombre que pudiera ser engañado fácilmente. Cada palabra que ella decía parecía ser analizada con una precisión aterradora. Sin embargo, algo dentro de él no parecía estar completamente en control. Había una tensión latente, una fragilidad detrás de su fachada de seguridad. Isabel, con cada palabra, intentaba sacar algo más de él, pero no estaba segura de si lo estaba logrando o si solo estaba metiéndose más en las sombras de una trampa que podría ser más difícil de escapar.
A medida que avanzaba la conversación, Isabel se dio cuenta de que había algo que no cuadraba. Marín estaba jugando un juego peligroso, y ella comenzaba a ser una pieza esencial en su tablero. Las sombras que Hugo había mencionado no eran solo externas. Ahora, parecían rodearlos a ambos.
El peligro estaba más cerca de lo que ella había imaginado. Y en su pecho, un sentimiento creciente de duda y deseo comenzaba a tomar forma. ¿Cuánto más estaría dispuesta a sacrificar para descubrir la verdad?