Sombra de un Amor Prohibido
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Capítulo 7 La Máscara Caída

El tiempo parecía detenerse después de la cena con Marín. Isabel regresó a la casa de Hugo, sus pensamientos como una tormenta caótica. Había logrado salir de la reunión con más preguntas que respuestas. Marín había sido cauteloso, casi esquivo, pero también había mostrado señales de vulnerabilidad, una grieta en su armadura de empresario frío y calculador. Isabel no sabía si estaba interpretando mal las señales o si, de alguna manera, Marín la estaba dejando entrar más de lo que debía.

Al entrar a la casa, fue recibida por la atmósfera fría que siempre rodeaba a Hugo en estos momentos de tensión. Las luces en la sala principal eran tenues, y él estaba de pie junto a la ventana, mirando hacia afuera, como si el mundo fuera algo que ya no podía alcanzar. Su rostro, normalmente impasible, mostraba ahora una expresión agotada, como si el peso de las decisiones que había tomado lo estuvieran desbordando.

Isabel se acercó lentamente, sin saber exactamente qué decir. Estaba cansada, pero la ansiedad por lo que había descubierto, por lo que había presenciado en la reunión con Marín, la mantenía alerta.

-¿Cómo fue? -preguntó Hugo sin voltearse. Su voz estaba grave, como si ya supiera que la respuesta no sería sencilla.

Isabel se detuvo a unos pasos de él. Sus ojos estaban fijos en su espalda, observando cómo la luz de la luna se reflejaba en la ventana. Un silencio incómodo se instaló entre ellos, como si el aire mismo estuviera esperando a que se rompiera.

-No puedo decir que haya sido lo que esperaba -respondió Isabel, su tono bajo, casi susurrante. Estaba tratando de ordenar sus pensamientos, pero algo en su interior la mantenía en vilo, como si no pudiera confiar completamente en lo que había experimentado esa noche.

Hugo se giró lentamente para mirarla. Sus ojos, siempre tan calculadores y fríos, esta vez mostraban algo más: preocupación, una sombra de inseguridad que rara vez dejaba ver. Isabel sintió un nudo en el estómago al ver esa vulnerabilidad en él. A veces, la línea entre aliado y enemigo se desdibujaba demasiado rápido.

-¿Qué viste? -insistió Hugo, dando un paso hacia ella. Había algo en su voz que indicaba que no podía esperar más. Su paciencia se agotaba.

Isabel tomó aire, sintiendo el peso de la verdad presionando sobre ella. Había demasiadas piezas del rompecabezas que no encajaban. Marín había sido extraño, pero también había dejado en claro que sabía más de lo que debería. Algo en su actitud había cambiado al final de la cena, y no podía ignorarlo.

-Creo que Marín está jugando un doble juego. Hay algo más que no me está diciendo... y no estoy segura de que esté solo. El ambiente en la reunión no era normal, Hugo. Me sentí observada, como si todo estuviera preparado para algo. Algo más grande.

Hugo la observó en silencio por un largo momento. El brillo en sus ojos se volvió más intenso, y el aire entre ellos se volvió aún más denso. No le gustaba lo que escuchaba, pero confiaba en el juicio de Isabel. Ella estaba cerca de la verdad, y aunque el miedo se cernía sobre él, Hugo no podía dejar de presionar, no podía apartarse. Si Marín estaba detrás de algo más grande, él tenía que conocerlo, tenía que detenerlo antes de que fuera demasiado tarde.

-Tienes razón. Hay algo más en esto, y no podemos esperar más para descubrir qué es -dijo Hugo, su voz tensa pero decidida.

Isabel sintió una punzada en el pecho. Las palabras de Hugo eran claras, pero había una carga emocional que él no estaba reconociendo. Era más que solo un juego de poder o de negocios. La amenaza que enfrentaban no solo ponía en peligro a la empresa. La sombra de la traición, de la mentira, de las pasiones que se tejían entre ellos, era cada vez más palpable.

-Voy a necesitar que confíes más en mí -dijo Hugo, acercándose un paso más. Su proximidad, aunque discreta, tenía un poder innegable. Isabel podía sentir la tensión en el aire, esa energía que siempre los rodeaba cuando estaban juntos, como si el espacio entre ellos estuviera marcado por una línea invisible que ambos intentaban ignorar, pero que nunca desaparecía.

Isabel asintió, aunque no podía evitar que la incertidumbre la invadiera. No sabía hasta dónde llegaría todo esto, pero había algo en las palabras de Hugo, algo que la llamaba a seguir adelante. La cercanía entre ellos estaba alcanzando un punto de no retorno, y no estaba segura de si eso la aterraba o la atraía.

-Lo haré -respondió, sin apartar la mirada de los ojos de Hugo. Había un brillo de determinación en su mirada, una aceptación silenciosa de que, sin importar lo que viniera, ahora estaba irremediablemente atrapada en esta red de mentiras y secretos.

Hugo asintió en silencio y se giró hacia su escritorio, donde reposaba un conjunto de informes y documentos. Mientras los observaba, Isabel sintió el peso de lo que estaba a punto de suceder. Cada paso que daban la acercaba más a un lugar del que no podría salir tan fácilmente.

-Voy a mover algunas piezas. Marín no sospecha de ti, pero eso está por cambiar. A partir de ahora, todo lo que hagas será observado de cerca. Necesitamos saber en qué está involucrado, pero también necesitamos que él siga confiando en ti. Tienes que estar un paso adelante.

Isabel lo miró, consciente de la gravedad de sus palabras. La estrategia que Hugo proponía no solo era peligrosa, sino que la implicaba más de lo que ella estaba dispuesta a admitir. Tenía que ir a fondo, ir más allá de lo que había planeado, arriesgarse aún más. Y aunque en su interior sentía una creciente tensión, un deseo prohibido que parecía invadir cada rincón de su ser, Isabel sabía que no podía dar marcha atrás.

-Entiendo -respondió finalmente, con voz firme. Su corazón latía con fuerza, pero su mente estaba clara. No había vuelta atrás, y tenía que estar preparada para todo lo que viniera.

En ese momento, Hugo se giró de nuevo hacia ella, y sus ojos se encontraron en un silencio denso. Por un segundo, Isabel vio algo más en él. No era solo un líder empresarial enfrentándose a una amenaza. Era un hombre que, al igual que ella, estaba atrapado en algo mucho más grande que ambos.

Y en esa fracción de segundo, Isabel entendió que la lucha no solo era por el poder, la empresa o la supervivencia. Era una lucha por algo mucho más personal, algo que ambos estaban luchando por ocultar, incluso de sí mismos.

            
            

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