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El reloj marcaba las 3 de la madrugada cuando Isabel finalmente llegó a su apartamento. El eco de sus pasos en el pasillo parecía demasiado fuerte, como si quisiera gritarle algo que no estaba dispuesto a oír. El encuentro con Montalbán había dejado una sensación de inquietud que no lograba disipar. No era solo la tensión del momento ni las amenaza
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